La Universidad de los Andes y el Paro Nacional

«Un PARO, y una pandemia, pueden ser un portal para cambiar. Una institución educativa también puede aprender…»

por

Lucas Ospina


07.05.2021

“Hay un modismo en inglés, ‘PARA y piensa’ (‘STOP and think.’). Nadie puede pensar a menos que se detenga.” —Hannah Arendt

La Universidad de los Andes, como institución privada de educación superior, puede aprender: aprender a parar. Las universidades públicas han pasado por esto, una y otra vez: cierre parcial o total, semestres aplazados (una contingencia que ha resultado beneficiosa para el desarrollo de la educación privada en Colombia).

Aquí, en la Universidad de Los Andes, desde la NORMALIDAD de casi cinco décadas, es NORMAL que esta ANORMALIDAD ACADÉMICA nos asuste. Pero lo que está pasando NO ES NORMAL. Ahora vemos la matanza acercarse a las ciudades, cuando el muerto es cualquier hija o hijo de vecino que ha sido asesinado con malicia y negligencia por miembros de la fuerza pública del estado colombiano.

Que la Universidad de los Andes pare es un gesto mínimo para este país, sí, pero es una acción solidaria e inequívoca con las familias que están en duelo y con las personas que están en contra de lo que está pasando en este gobierno.

Entrar en PARO es mostrar que algo en la Universidad de los Andes cambió: que no es solo una cantera para acreditar semestralmente a miles de funcionales funcionarios que sirvan de fusible para cargos y salarios intermedios y para acuñar miembros de la Junta del Banco de la República y refrendar el título nobiliario del ministro de Hacienda del momento.

Entrar en PARO nos va a costar en lo económico, en postergar créditos y prórrogas, y en el tiempo de “vacaciones” que todos deberemos dedicar para compensar clases y procesos. Muy poco, en realidad, comparado con la vida que se les va a tantos que venden su tiempo por una limosna para sobrevivir, que lideran procesos sociales y se la juegan bajo las reglas de juego de una constitución política que un sector político vandálico capturó, en casi todas las instancias de poder y de control, como parte de un gobierno que fabrica y vende el miedo para ver quién le compra seguridad en la próxima contienda electoral.

En una semana es posible que este PARO NACIONAL pase a otra fase y hayamos perdido la oportunidad de hacer este gesto mínimo (el “centro” político minimizó el comienzo de las marchas, no supo leer la situación, y perdió una oportunidad para sintonizarse con gran parte del país).

El 3 de marzo de 1970 los estudiantes de la Universidad de los Andes decretaron un PARO en solidaridad con la comunidad estudiantil por el cierre de la Universidad Nacional por orden del Gobierno de Carlos Lleras Restrepo. El 24 de marzo alrededor de 200 estudiantes se unieron a colegas de universidades públicas y privadas para marchar hasta la Plaza de Bolívar y presionar solidariamente por la reapertura de la universidad más importante y significativa del país. En 1971 las directivas de la Universidad de los Andes, asustadas ante el despertar de un estudiantado sumiso y con temor de que esta toma de posición política se extendiera a otros estudiantes alejados de las protestas, tomaron la medida ejemplarizante de cerrar la Escuela de Bellas Artes,  despedir a los profesores revoltosos y, bajo un sofisma económico, mostrar lo que le podía pasar a las personas y unidades que persistieran en vincular la política pública exterior a la política interior de la institución privada. En 1981, en la Universidad de los Andes, en una huelga interna que cerró el campus durante varías semanas, se quebró el PARO con un pacto que, bajo la condición de no afiliarse a organización sindical alguna, le otorgó bonos adicionales —no considerados como parte del salario— a los empleados de ese PARO de «trabajadores y estudiantes» que estuvieron durante 53 días «unidos en la lucha». ¿Qué efecto en la educación tuvo este triunfo de lo económico sobre lo político? La Universidad de los Andes contra la Universidad de los Andes…

Ahora se invoca el contrato antiguo del derecho a la educación como impedimento para quebrar la voluntad política de unirse al PARO como universidad, como si el PARO no fuera una de las más potentes experiencias educativas de esta generación de estudiantes que, en unos años, no recordarán lo que se les preguntó en una y otra clase —de las 5, 6 y 7 materias que están cursando—, pero sí podrán hacer memoria y revivir las emociones de lo que pasó en el PARO del primer año de la pandemia.

La Universidad de los Andes tiene derecho a poder vivir un PARO como lo que es: una grieta por la que se cuela lo universal, todo eso que nos hace academia pero sobre todo, y ante todo, universidad, lo que nos saca del mundillo especializado de los salones presenciales, salas virtuales y onerosos edificios inteligentes, de las notas, los créditos, los grados, las jerarquías y la carrera profesoral.

El PARO, con la marcha, le da una escala más humilde a nuestra sapiencia y le da cuerpo a nuestra intelectualidad pues un PARO es algo que nos pone a actuar: a inventar otras formas de acción y aprendizaje, directas e indirectas, más horizontales que verticales, un laboratorio emocional sin toga ni birrete, con ruido y en silencio, en la soledad paradójica del lenguaje, acompañados de las demás soledades.

Todas las personas jóvenes que hoy estudian en la Universidad de los Andes que se han declarado en PARO nos enseñan a las directivas, profesores y empleados que sí se puede parar, y que, así la figura legal no exista en los estatutos, esta voluntad sí puede ser vinculante. Basta con que la Universidad de los Andes se abisme a este mandato, se arriesgue y comprenda que toda universidad, pública o privada, es un espacio abierto para la oportunidad.

Estas personas jóvenes que nos invitan a parar, hablan, tal vez, por otros que ya no están, por ejemplo, esas 6402 personas que, según la Justicia Especial para la Paz, fueron asesinadas por las coordenadas del discurso de odio del gobierno que tuvo lugar entre 2002 y 2010 (¿dónde estábamos como universidad cuando pasó esa tragedia que equivale a desaparecer, por siempre y para siempre, a la mitad de todo nuestro cuerpo estudiantil del pregrado?).

Un PARO, y una pandemia, pueden ser un portal para cambiar. Una institución educativa también puede aprender…

Posdata [18 de mayo, 2021]

Y la Universidad de los Andes paró en el PARO NACIONAL del 2021. O bueno, paró parcialmente: la noche del lunes 3 de mayo los representantes estudiantiles convocaron a una Asamblea General de toda la universidad, que duró casi cinco horas y que contó, en un momento, con más de 2000 personas conectadas. Ahí los estudiantes ratificaron la voluntad, ratificada por la mayoría de Departamentos y Facultades, de irse a PARO. Al 4 de mayo, a las 11 pm, se totalizó la información de las asambleas de estudiantes: Antropología, Arquitectura y Diseño, Artes y Humanidades, Ciencia Política, Ciencias Sociales, Filosofía, Geociencias, Gobierno, Lenguas y Narrativas Digitales —luego de sus respectivas deliberaciones abiertas y públicas, vía Facebook Live, y con un conteo de estudiantes que permitía considerar que la desición era representativa—, votaron por irse a PARO hasta el domingo 9 de mayo. Administración y Ciencias Exactas votaron por declararse en Anormalidad Académica; Economía, Educación, Ingeniería y Psicología optaron por declararse en Asamblea Permanente. Esta vibrante activividad política estudiantil contrastó con el escaso movimiento que se percibió entre el cuerpo profesoral que nunca logró hacer una reunión general, de la planta y de la cátedra o de toda la universidad y sus directivas. A un amplio sector de la planta profesoral pareció bastarle con el correo interno enviado por las directivas académicas el 5 de mayo que recogía los resultado de las asambleas estudiantiles, invocaba el derecho a la educación, anunciaba que las clases continuaban y se invitaba a usar las pautas de flexibilidad acádemica en caso de permitir, o permitirse, salir del Zoom para ir a la marchas del PARO NACIONAL. Los representantes del profesorado ante las instancias superiores de la universidad se dejaron ver también esa semana: enviaron un correo electrónico general a toda la planta de la universidad para invitarla con entusiasmo a formar duplas para el nuevo sistema electoral que los reemplazará pronto en sus curules. En algunas facultades, por ejemplo, en Derecho, no se convocó a una reunión de profesores a nivel interno para hablar sobre el PARO y en otras, como la de Ciencias Sociales, salió por esos días un comunicado firmado por la mayoría de sus profesores que nunca consideraron declararse en PARO debido a una  intervención inicial del Decano que, en la reunión con sus profesores, dio a entender la imposibilidad de adoptar esa figura o votación como resultado vinculante para cualquier empleado de la Universidad de los Andes. En el caso de la Facultad de Artes y Humanidades, en una reunión al finalizar la tarde del miércoles 5 de mayo, luego de un debate inicial, se votó por ir a votación y, sorpresivamente, y por una gran mayoría, la planta votó por declararse en PARO hasta el domingo 9 de mayo. Se redactó una declaración sobria que daba cuenta de ese resultado inusitado, no había necesidad de decir mucho: el gesto solidario de declararse en PARO era elocuente. Esa misma noche la Decana pidió un tiempo de espera para hacer pública esa resolución y consultar el resultado antes con el Rector. El Rector pidió hacer una reunión general con los profesores de esa facultad y el lunes 10 de mayo, al final del encuentro, por desición mayoritaria, se optó por hacer lo mismo que ya habían hecho los colegas de Ciencias Sociales la semana anterior: emitir un comunicado.

«No hay pensamientos peligrosos; pensar en sí mismo es peligroso.» —Hannah Arendt



		
			
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