La Cabal, una colombiana de bien
La democracia es tan bonita que su ideal de que cualquier ciudadano puede ser elegido presidente es cada vez más posible: cualquiera, es cualquiera. El inútil de Duque en Colombia, el superhéroe Bukele en El Salvador, el ruralista Castillo en Perú, el sonso de Laso en Ecuador, el pedante de Trump en USA, el fanático de Bolsonaro en Brasil, el tonto de Maduro en Venezuela, el cafre de Ortega en Nicaragua, el narco de Hernández en Honduras… y así andamos de gente de bien en la región. Entonces, que la Cabal sea candidata a la presidencia es posible, y hasta deseable (por aquello de que peor que Duque, imposible). Y deseable porque la Cabal es un modo muy auténtico de ser colombiano.
La Cabal es un modo genuino de ser colombiano: uno donde la ignorancia es atrevida
«No hay 3000 falsos positivos, es parte de la narrativa mentirosa de este país».
«La sociedad civil es otro cuentazo de los mamertos».
«Todos esos jesuitas pertenecen a la Teología de la Liberación, todos son afines a la teología comunista».
«Si Hitler y Stalin no hubieran llegado al poder, no habrían matado tanta gente».
«Hay que reformar el Tribunal de la JEP. Que no lo elijan mamertos extranjeros».
«El comunismo se lo inventaron los ricos, no los pobres»
Publicó en Twitter una foto de García Márquez junto al exmandatario cubano Fidel Castro y la acompañó de la siguiente frase: «Pronto estará juntos en el infierno».
Y no da vergüenza. Antes da “orgullo” exhibir la ignorancia propia. Y esto es así porque lo importante en Colombia es no dejársela montar de nadie. “Estudien vagos”. Y usar lugares comunes como retórica como el de “mamerto” que aplicaría incluso para la Cabal: persona que solo cree en su postura e insulta a todo aquel que piensa distinto a uno.
¿Sería útil oír de la Cabal cómo entiende mamerto? Ahora se usa mucho como “adjetivo” para insultar: y no sabemos de qué va el ultraje. Insultar es la acción, insultar como retórica. Y muy a la colombiana hacemos una oda de la pobreza de argumentos con la exhibición de la riqueza de consumos y propiedades.
La Cabal es un modo histórico de ser colombiano: el orgullo de tener vacas. Casarse con el dueño de la finca (pongamos que hablamos de Lafaurie). Pendoniar a todos sus trabajadores, expresar sin disimulo su racismo contra indios y negros, alabar el machismo, odiar a los gays y rezar todos los días por que nada cambie y todo siga igual.
La Cabal es el típico ejemplo del igualado colombiano: ¿Cuál Wembley si tenemos el Atanasio? ¿Cuál París si tenemos Medellín? ¿Cuál esclavitud si la negra de mi casa es como de la familia? ¿Cuál intelectual si tenemos a Tomás Uribe? ¿Cuál Angela Merkel que respeta los derechos humanos y es sensible a los migrantes, si tenemos a la Cabal?
La Cabal, una mujer de bien… de bien adentro de los orgullos colombianos: ignorancia, racismo, clasismo, machismo y pa´ las que sea. La Cabal presidenta, muy colombiana. Ella es como nosotros, como la gente de bien.
La Cabal, el nuevo país
Que la Cabal quiera ser presidente es deseable ante la nada de Duque y sería la confirmación de que estamos ante una nueva élite made in Uribe donde billete mata dignidad, cultura, ética, derechos, justicia. Todo por la plata (toyota, pistola, trago, casas, hembras y marcas) es el mantra de la nueva élite colombiche.
Perdón, tal vez esto de todo por la plata es la ética del capitalismo puro y duro, y Cabal es la mejor representante de esta juntura entre lo más capitalista (consumir, mostrar, faroliar) con lo más premoderno (clasismo, racismo, machismo y homofobia). Tal vez, por eso, Cabal es la presidenta que nos merecemos en Colombia.
Antes teníamos una élite igualmente jodida, pero creía que a eso de la plata y los apellidos había que meterle cultura: ideas, literatura, artes, derechos, argumentos. Eso la hacía una elite “amable” aunque “indolente”. Pero llegó el comandante Uribe y mandó a parar: fuera eso de tomar whisky si tenemos guaro; fuera eso de cine y libros si tenemos que trabajar, trabajar y trabajar; fuera eso de club social si tenemos una finca grande con piscina, caballos y esclavos; fuera eso de la Universidad de los Andes si tenemos la Sergio; fuera eso de habitar el mundo si tenemos Medellín; fuera eso de Semana si tenemos Gilinski; fuera todo eso que se llama modernidad (eso de derechos, equidad, inclusión medio ambiente, feminismos…) si tenemos familia, propiedad, patria y dios.
Y esta nueva élite muy a la colombiana adoba su premodernidad con consumo capitalista: carros, Miami, joyas, rolex, trago, hembras, fincas, apartamentos, restaurantes… y viajes para consumir mundo.
Y la reina de esa nueva élite colombiana es La Cabal. La Cabal para presidente, un capitalismo a la colombiana. Por una Colombia sin mamertos y una patria como siempre, la Cabal presidente.
La Cabal, soy yo
Pero yo soy colombiano, luego también soy eso. Cabal es nuestra heroína colombiana, nos expresa en nuestros valores y en cada estupidez que dice. Ella es realmente inteligente y sus tonteras las hace para que nosotros los que nos creemos bien pensantes celebremos y riamos de sus malpensares.
Brillante: nos provoca y caemos en su juego. Por eso, sus sandeces las celebramos como chistes de memes, debates periodísticos, risas intelectuales, bromas políticas, juegos tuiteros y de redes… y como le celebramos todo, por eso es que ella es célebre. Si no gozáramos tanto de su estupidez, sería sólo otra más en ese club colombiano de la majadería: pero aquí se celebra a popeyes, uribes, escobares, malumas, juanes, james, velezes, vickis, ruedas y cabales como si fueran los sabios que dan sentido a la tribu colombiche; luego, Cabal es la presidente que nos merecemos. No se hable más.