Happy 51st Birthday Julian Assange! (el periodista también cumple 4226 días detenido)
Hace un tiempo escribí un texto sobre el periodista Julian Assange, hoy, de afán, lo adapto para acompañar su memoria en su 51 cumpleaños y en el día 4226 de su detención. Lo último que leí sobre él fue una noticia poco difundida donde se dice que el padre de Assange reporta que el periodista «fue desnudado y puesto en una celda de aislamiento de ‘vigilancia suicida’ tras el anuncio de cumplir con la extradición británica a la justicia de Estados Unidos que lo reclama.
por
Lucas Ospina
02.07.2022
Hace un tiempo escribí un texto sobre el periodista Julian Assange, hoy, de afán, lo adapto para acompañar su memoria en su 51 cumpleaños y en el día 4226 de su detención. Lo último que leí sobre él fue una noticia poco difundida donde se dice que el padre de Assange reporta que el periodista «fue desnudado y puesto en una celda de aislamiento de ‘vigilancia suicida’ tras el anuncio de cumplir con la extradición británica a la justicia de Estados Unidos que lo reclama. Al revisar el artículo que publiqué en 2010 vi que la mayoría de los enlaces a las noticias que mencionaba ya no están activos, algunos de los medios han mudado sus plataformas y se ha perdido información, una desmemoria que coincide con el caso de Assange, cada vez más refundido y relegado que goza de poco eco en la prensa y en el interés de periodismo por lo que puede pasar con este colega. Es claro que Assange ha tenido sus altos y sus bajos, pero hay que ser muy bajo y adentrarse en un bajo fondo de indolencia profunda para justificar el acoso, detención, aislamiento, vigilancia y tortura a la que este ser humano está siendo sometido.
El caso de filtración masiva de documentos secretos gubernamentales, por parte de la organización Wikileaks dirigida por Julian Assange, no fue el primero.
Al final de su columna Julian Assange: buscado vivo o muerto por el Imperio el periodista Alexander Cockburn recuerda otro caso de filtración masiva de documentos: en 1979 en Irán, en la embajada de Estados Unidos en Teherán, un grupo de estudiantes iraníes se hizo al archivo completo de documentos del Departamento de Estado, la CIA y la Agencia de Inteligencia para la Defensa que abarcaba todas las actividades secretas de ese país en toda la región, en especial en Israel, la Unión Soviética, Turquía, Pakistan, Arabia Saudita, Iraq y Afganistan. A partir de 1982 los iraníes publicaron en 60 volúmenes toda esa información y la llamaron Documentos de la guarida de espionaje estadounidense: retratos vivos de las operaciones de inteligencia y sus técnicas, de la complicidad entre periodismo y gobierno estadounidense, y de la las imbricaciones de la diplomacia del petróleo.
Cockburn concluye: “Los volúmenes están en bibliotecas de universidades aquí en Estados Unidos. Pero ¿son leídos? Por una manotada de especialistas. Las verdades inconvenientes fueron enterradas con suavidad y tal vez los archivos de Wikileaks también serán olvidados pronto.”
En el perfil de Julian Assange que hace Raffi Khatchadourian para la revista New Yorker en junio de 2010, el fundador de Wikileaks se muestra decepcionado con una filtración masiva de documentos que hizo en 2007: “Estoy muy molesto”, dijo, “esa era un filtración la hijueputa: la arquitectura de la fuerza del ejercito en Iraq y Afganistan, hasta la última silla, y nada pasó”. Cientos de páginas de información militar secreta detallaron un vasto número de requisiciones militares en Iraq y Afganistan. Assange y un voluntario construyeron una base de datos verificable donde se podía encontrar catalogado el material que cada unidad militar había ordenado: miles de millones de dólares en ametralladoras, vehículos, máquinas para contar dinero, teléfonos satelitales. Assange esperaba que los periodistas se abalanzaran sobre esta información, pero casi ninguno lo hizo.
Tal vez por eso, en abril de 2010, cuando Wikileaks filtró un video de la guerra de Iraq, Assange se tomó el trabajo de supervisar su edición y de cuidar hasta el más mínimo detalle para garantizar su amplía difusión e impacto. Asesinato colateral fue el título de este documento que muestra cómo un helicóptero militar estadounidense dispara indiscriminadamente sobre un grupo desprevenido de personas en una calle de Baghdad y luego repasa con sevicia a los civiles que intentan rescatar a los heridos; hubo entre 11 y 26 muertos, entre ellos dos periodistas de la agencia Reuters fallecidos y dos niños gravemente lastimados.
No solo la imagen de Asesinato colateral es impactante, el audio en el helicóptero parece un diálogo jovial de adolescentes que entre habilidosos y pantalleros manejan los comandos de un videojuego de guerra en la comodidad de su hogar a miles de kilómetros virtuales: “mierda, cuando estés encima de ellos, reviéntalos. Veo tu tropa, eh, tengo unos cuatro Humvees, eh, cerca… Tienes vía libre. De acuerdo. Abriendo fuego. Avísame cuando los tengas. Disparemos. Préndeles fuego a todos. ¡Vamos, fuego! (Fuego de ametralladora) Sigue disparando. Sigue disparando. (Fuego de ametralladora) Sigue disparando. Hotel… Bushmaster Dos-Seis, Bushmaster Dos-Seis, tenemos que movernos, ¡ahora mismo! De acuerdo, acabamos de atacar a los ocho individuos. Sí, vemos dos pájaros y todavía estamos disparando. Recibido. Los tengo. Dos-Seis, aquí Dos-Seis, somos una unidad móvil. ¡Uy!, perdón. ¿Qué estaba pasando? Maldita sea, Kyle. Vale, jajaja. Ya les di.”
El video logró su objetivo, fue noticia por unos días y el caso fue mencionado en cuanta entrevista tuvo Assange, pero “una única muerte es una tragedia, un millón de muertes es estadística”, decía ese ingeniero social llamado Joseph Stalin, y “Dios mío, en tus manos colocamos esta tragedia que ya pasó y la tragedia que llega”, dice nuestro rezo noticioso nocturno para que el olvido nos trabaje.
II.
El esceptiscimo de Cockburn y la desazón de Assange están justificados, las filtraciones de Wikileaks solo serán importantes en la medida en que sean usadas por el gran periodismo para hacer relaciones con situaciones precisas, hechos duros y puros. De nada sirve que esta información duerma el sueño de los justos, o quede relegada al interés de un puñado de académicos, atrapada en un portal de Internet incomprensible y abrumador para la mayoría de los mortales, o si se la condena a vivir saltando de dominio en dominio ahora que las empresas y países que lo acogían no quieren saber nada de él.
El material de Wikileaks es un arrume inmenso de “canciones” que necesita de un “discjockey”, alguien que las ponga a “sonar” por series y en el momento adecuado. El caso de las filtraciones vía Wikileaks se sintió en su momento como el de un ejercicio ciudadano que le responde al libertinaje de un megapoder con la libertad viral de las ideas, y esta vez ha señalado una sempiterna paradoja: la misma libertad que se permite un poder como el del gobierno de Estados Unidos para entrometerse donde le venga en gana a nivel mundial es la misma libertad que ahora le quieren negar a otros para que investiguen sus actuaciones.
Pero este ejercicio de periodismo, análisis y crítica al poder es cada vez más escaso en una patota de comunicadores sociales que solo han aprendido a mochar, simplificar y banalizar, o a los que las industrias informativas donde laboran les pagan no por lo que dicen sino por lo que dejan de decir. Por ejemplo, en el caso de Assange, es patético ver cómo el periodismo en general ha sido incapaz de contar en forma clara y directa los intríngulis de la orden de captura que le fue emitida a raíz de dos casos de denuncia por conducta sexual inapropiada en Suecia (no por “violación” como lo titularon con gran diligencia los editores de noticias) .
Este es un caso que hace agua mientras más se sabe de él. La trama es el despecho de una mujer que no volvió a ser llamada luego de una relación sexual consensuada y de otra que aprovechó el rompimiento de un condón para convertir el desencuentro en una vindicación legal. Ambas mujeres, muchos días después de los encuentros, fueron juntas a una comisaría, sin tener una amistad previa, a reportar unos hechos que por incipientes fueron desechados inicialmente por la justicia sueca pero que luego, días antes de la una importante filtración, fueron retomados con prontitud y severidad inusitada, un proceso que resulta aún más kafkiano cuando se compara con la negligencia de otros miles de casos donde la criminalidad es evidente y la diligencia, sí, urgente.
Ahora bien, el caso jurídico que propiciaron estas dos mujeres, además de poner a la justicia y a Suecia en ridículo —no hay que olvidar que ese país dio un giro a la derecha en las elecciones de la época—, permitió, gracias a la orden de la Interpol, que Assange como pararrayos de Wikileaks fuera chuzado, seguido y perseguido bajo un manto espurio de legalidad, y que incluso —si llega a ser capturado— sea posible su extradición a Estados Unidos. Los abogados al servicio de ese gobierno se están poniendo “creativos” para ver bajo qué cargos lo pueden judicializar; así como cerca a 1930 el criminal Al Capone fue encarcelado por evasión de impuestos, no por sus crímenes, ahora, en una situación opuesta pero simétrica, al ciudadano Assange se le inventa un crimen para poder emitirle una orden internacional de arresto: primero está su detención indefinida, luego vendrán las justificaciones jurídicas.
El caso por “conducta sexual inapropiada” es menor y podía ser tratado por vías juridicas de conciliación, lo que realmente asombra es la persecusión desaforada a la que ha sido sometido un individuo y la organización que representa, que la oficialidad de la mayoría de los países se preste para este linchamiento sin notar que se pone en evidencia (o sin que le importe en lo más mínimo). Lo absurdo es ver la criminalización de una persona por parte de un megapoder sin que se pellizque el resto de los ciudadanos libres del mundo. No solo a través de las filtraciones se exponen los secretos del poder, el mismo poder desnuda su arrogancia en la manera despótica en que actua ante este caso: mientras que el gobierno australiano amenaza con cancelarle el pasaporte a su ciudadano Assange, las declaraciones de algunos de los líderes de otras naciones muestran el poco interés que tienen por la verdad y la justicia: “(Colombia) se solidariza con la administración del presidente Barack Obama por lo que considera un enorme riesgo para la seguridad del pueblo estadounidense y sus funcionarios”, dijo Juan Manuel Santos, presidente de ese pequeño país de surámerica.
La próxima filtración que dará a conocer el temerario portal de Wikileaks no es menos importante que las otras: los documentos y maniobras secretas de una o dos de las grandes corporaciones de la banca mundial. Pero la tragicomedia mediática sobre Assange ya está lista para restarle todo posible rating a Wikileaks, “como siempre: lo urgente no deja tiempo para lo importante”.