Una de las experiencias más importantes que recuerdo en mi vida, fue un diplomado en escritura creativa que la maestra Flor Delia Pulido y el escritor Triunfo Arciniegas organizaron hace varios años en la Universidad de Pamplona. Digo que fue una experiencia importante porque yo estaba puliéndome como escritor y pensar que en que cada ocho o quince días podía compartir algunos momentos con escritores reales era impresionante. Además, este encuentro académico tenía la pluma de importantes autores que había leído y tenían un recorrido valiosísimo en la literatura nacional. Personajes como Jairo Anibal Niño, Gonzalo España, Yolanda Reyes , Isaías Peña o el mismo Evelio Rosero; era emocionante. Meses antes, había leído por primera vez Cuchilla, ganadora del Premio Latinoamericano de Literatura Infantil Fundalectura. Trataba sobre un profesor ebrio y un cuento extraño que publicó la editorial Magisterio llamado Mateo Sólo, de un niño que quería volverse gato. Durante los años siguientes y luego de la intervención de Rosero en ese encuentro, perseguí su obra como un niño de verdad, leyendo esos textos juveniles y celebrando todos sus méritos y aciertos hasta la fecha.
“Hace ya 20 años que escribo para niños y jóvenes, siempre he dicho que perdí esa alegría, porque sentía alegría cuando escribí Aprendiz de Mago, Cuchilla o Pelea en el Parque. Esencialmente soy el mismo escritor, padezco lo mismo que con cualquier otra novela; la literatura para mí no tiene cadena ni un compromiso ideológico determinado, sin embargo se siente una más libre cuando escribe para jóvenes o niños porque uno sólo se alimenta de la imaginación; esas novelas me ayudaron a consolidar mi trabajo técnico, me ayudaron a mejorar mi trabajo estilístico, aprendí a escribir con estas obra para tomar después trabajos de mayor envergadura”.
Si quiere llamarse de alguna manera, lo de Evelio José Rosero Diago es una carrera literaria. Ha hecho la tarea, como dicen por ahí, ha ido escalando peldaño a peldaño un prestigio que ya es reconocido mundialmente. Para la fecha del Diplomado había sido galardonado con el Herralde de Novela y el Premio Nacional que entregaba Colcultura. En el 2006 recibió el codiciado premio Tusquets, en el 2009 su novela Los Ejércitos recibió el Foreign Fiction Prize, como la mejor novela traducida al inglés y en 2014 obtuvo el Premio Nacional de Novela del Ministerio de Cultura por la hermosa obra La Carroza de Bolívar. Aunque Evelio sostiene que los premios realmente no le determinan como autor o persona, en sus más de 30 años como escritor ha tenido reconocimientos en cada una de las empresas literarias propuestas, menciones y premio en los más variados escenarios que pueden ir desde un cuento infantil hasta una reverberante novela.
“Los premios no me determinan, son importantes en la medida que me permiten desligarme de otros oficios, de no tener que hacer periodismo o cátedra, cosas a las que tuve que recurrir para tener con qué pagar los recibos de luz, agua o teléfono; ahora que estoy sobreviviendo de mi trabajo literario, pienso que es suficiente, no quiero nada más, esa comunicación con los lectores es para mí lo único importante. No creo que un escritor deba sentirse afectado por los premios, el que obtuve en Inglaterra a la mejor obra traducida al inglés fue un premio que me emociono muchísimo, fue algo diferente, el de Dinamarca también, pero a la hora de la verdad intrínsecamente sigo siendo el mismo, sigo siendo consciente que hay mucho trabajo y camino por recorrer, el compromiso es muy grande”.
La Carroza de Bolívar
Un ginecólogo con una vida más bien aburrida decide emprender su mayor hazaña: construir una carroza alegórica al libertador Simón Bolívar durante los carnavales de Blancos y Negros de 1966 en Pasto, mostrando en ella la verdadera faceta de un personaje perdonado por la historia, pero con un oscuro remordimiento por los nariñenses y desmitificado a su vez la vida gloriosa que defienden los historiadores. Esto se da gracias a los estudios del ginecólogo Justo Pastor Proceso, basados entre otros en la obra de José Rafael Sañudo, dando cuenta en buena parte de las debilidades del Libertador que difieren de la historia a todos contada. La idea del médico Justo Pastor se viene a pique cuando todos, desde el cura hasta el alcalde, tratan de persuadirle y una célula guerrillera que quiere mantener la buena imagen del libertador, sabotea la misión. Ésta novela de Evelio Rosero ha sido alabada por la crítica, pero no ha sido ajena a la polémica. El ruido sobre la desmitificación del libertador ha dado para todo, incluso para amenazar la presentación del escritor en ferias del libro en Venezuela. Ha tenido Evelio Rosero que defenderse siempre que le preguntan:
“Ante todo La carroza de Bolívar es ficción. En las numerosas intervenciones y presentaciones que he tenido alrededor de la novela ha habido repuestas algo miserables de ciertos sectores del público porque más bien atienden a ese modelo histórico de la novela que es el General Bolívar. Pero no era mi propósito, ni nunca fue el desmitificar un héroe de la historia Colombiana. Simplemente di una opinión alrededor de un personaje histórico, pero lo hice con base en la investigación de documentos veraces y objetivos que aportó la lectura del historiador nariñense José Rafael Sañudo, un historiador pastuso, que escribió Estudio Sobre la Vida de Bolívar. Yo soy bogotano, pero mi familia es nariñense, son de ascendencia pastusa, mi madre era de San Pablo Nariño. Cuando viví buena parte de mi infancia en Pasto, recuerdo las conversaciones de mis tíos, de mi padre, alrededor de Simón Bolívar. Yo creo que la primera masacre en la historia de Colombia fue ordenada por Simón Bolívar en esa navidad negra, así la llamamos en Nariño, la navidad de 1822, cuando Bolívar ordenó un ataque total contra la ciudad de Pasto que estaba en ese momento sólo habitada por mujeres, ancianos y niños. Los milicianos estaban replegados en las montañas. Cuatrocientos cadáveres amanecieron el 25 de diciembre regados por la ciudad de Pasto. ¿A qué se debió esto? A que Bolívar había sido derrotado en Bomboná por el pueblo pastuso que impidió su paso hacia Ecuador”.
Pero La carroza de Bolívar es también un homenaje a ese recuerdo de infancia, a esa vivencia del carnaval y una reivindicación universal de un pueblo amable e inteligente que ha crecido con el desprecio de la historia, pero que conserva importantes referentes en la vida nacional. La obra es además una visibilización de lo que el poder de la educación y la historia convencional puede generar en las personas:
“El pueblo pastuso ha sido siempre señalado como realista y sin embargo no lo era precisamente. En ese momento estaba defendiendo sus saberes, su vida, ante un invasor que nunca quiso dialogar, que trato de pasar por la fuerza pero que fue derrotado por mujeres armadas de palos, niños o aldeanos. Esa derrota nunca se lo pudo perdonar Bolívar a Pasto. La figura de Bolívar, tenemos que ser algo esenciales, es muy controvertida. Entregó a Miranda y logró con eso un pasaporte de los españoles. Mando a fusilar al general Piar, que había servido a los patriotas pensando que podía desplazarlo de su gloria militar. Bolívar no era un gran estratega, lo fueron Sucre y Córdoba, los otros adalides de la gesta libertadora. Hay en la vida de Bolívar situaciones y realidades que han sido desconocidas por la historia oficial. La historia oficial, la que yo leía a los 9 años en mi colegio, mostraba a un Bolívar que yo no reconocí en los testimonios de mis mayores, no sólo por la navidad negra sino por otras muchas actitudes militares y del pensamiento de Bolívar contra el pueblo pastuso. Una vez leí a Sañudo en la universidad y me propuse escribir algún día sobre «el libertador». Hice un intento hacia mis treinta años, no pude adelantar mayor cosa, y finalmente escribí La carroza de Bolívar. Es una novela que se alimenta del carnaval de negros y blancos en Pasto, tiene personajes plenamente de ficción y tiene una alusión esporádica al tema Simón Bolívar. Es bueno aclarar que no soy nada visceral, ni radical, no pretendo imponer mi opinión, sencillamente pretendo mostrar a través de una obra de ficción el pensamiento de un historiador nariñense que me parece veraz y objetivo, desconocido, silenciado por la oficialidad de la historia colombiana”.
Quizás el reto más difícil de asumir, confiesa Evelio, fue el lograr separar la historia como un panfleto histórico, darle el equilibrio necesario para elevarlo a una novela. Más que Bolívar, ésta novela es sobre el pueblo pastuso, sobre una sociedad que aparentemente mantiene tranquila, apacible y callada durante todo un año y en los primeros días de enero sale a las calles, se maquilla, se pone caretas y celebra la vida. Es un homenaje también a la ciudad, a su cultura, a su arte.
Los editores en Colombia, por lo general, son estrategas del comercio, quieren una obra a partir de un tema truculento, de algo que esté sonando mucho o que pueda llegar a la televisión
Los personajes
Cada uno de los personajes, centrales o secundarios en la obra de Evelio José Rosero, son diferentes, conservan muy pocas cosas por las que se les pueda relacionar. Este ejercicio, agotador de entrada, le entrega a la obra de este autor una característica particular. Ninguna novela de Evelio José Rosero conserva coincidencias o parecidos, son disímiles una de otra. El trato de los personajes femeninos, por ejemplo, es realmente una muestra de admiración por las mujeres en sus múltiples y maravillosas formas, estilos y saberes. Confiesa el autor que le demandan bastante trabajo:
“No tengo cánones para la construcción de personajes, no obedezco a fórmulas definidas, si fuese así sería muy aburrido. Los personajes femeninos en mi novela son los que más me obnubilan. Esta admiración por la mujer se refleja de muchas maneras y puntos de vista distintos y diametralmente opuestos en las novelas que he escrito. Geraldina, por ejemplo, es esa bella mujer que se desnuda para pasear por el jardín mientras su esposo toca la guitarra. Muchos piensan que el profesor Pasos es un periodista. Para mí simplemente es un hombre ya de edad que siente que su vida está alimentado por la belleza de esta vecina, Geraldina. En el caso de La carroza de Bolívar, Primavera, esposa del doctor Justo Pastor Proceso, historiador en sus momentos libres, es contraria a Geraldina, es una mujer que reta, que se burla de lo establecido, se burla de un alcalde, de un obispo que visitan la casa de su esposo y ella muestra voluntaria y esporádicamente un seno, y aunque pareciese que no ocurre nada causa un escándalo íntimo en estos personajes y es representativo de esa doble moral en un pueblo que es conservador”.
La realidad violenta
Tan humanos resultan sus personajes en medio de la ficción, que Rosero cuenta cómo en muchas oportunidades le han preguntado sobre qué tan reales son. En la novela Los Ejércitos relata cómo en España fue difícil para su público entender que no era tan irreal que un coronel disparara contra un pueblo inocente acusándole de ser guerrillero o que un perro fuese secuestrado por una suma de dinero. De esa realidad que supera ampliamente la ficción, dice que en tantos años de conflicto indiscriminado y cruel, el secuestro es una de las prácticas más abominables que le ha remecido el alma y que por eso conserva la esperanza de que el reciente proceso de paz termine bien.
“El hecho de que alguien, sea cual sea su ideología o inclinación política, salga de su casa y de pronto sea llevado a la fuerza a cualquier sitio, encadenado a una jaula, a un árbol, a una piedra y esté obligado a estar allí hasta que se pague una suma o se den respuestas sobre determinados temas, para dejarlo o no, libre, sino vivo, siempre me impresionó. Me impresiona sobre manera la declaración de una madre pidiéndole ayuda al presidente llorando que liberaran a su hijo. Estamos tan acostumbrados a esta lista de muertos y sucesos macabros diarios que incluso hemos tocado la indiferencia, nos parece algo común, cotidiano. Intenté acercarme un poco al tema del secuestro con En el Lejero, una novela más bien onírica y surrealista que aborda el tema del secuestro, pero no quedé satisfecho. Después de eso me alimenté de las noticias del periódico, creé personajes de pura ficción que fueron tomados de la realidad y sobre todo me impuse el deber de escribir una obra literaria, una novela. Una cosa es enumerar los hechos, las cosas que pueden pasar, y otra cosa es darle una vida literaria. Como diría Onneti: dotar a los personajes de carne y hueso, que ese sufrimiento sea verdad o esa alegría o esa sensualidad, que esos sentimientos y pasiones se trasladen al lector. Es lo que siempre he procurado en mis obras y lo que pretendí con la novela Los Ejércitos”.
Lectores invisibles
Evelio José Rosero es un escritor que se debe a sus lectores. Manifiesta un profundo respeto por ellos, por la forma en que asume las lecturas y les llama amigos invisibles. Se queja pasito de la forma en que buena parte de su obra tiene un mayor recibimiento en el extranjero que en su propio país y cómo lo han sorprendido lectores de muchos lugares del mundo que le escriben y le comentan sobre su obra, escenarios que no había visualizado:
“Recibo con frecuencia comentarios de periódicos en otros países, la más reciente traducción de Los Ejércitos, la de Los Almuerzos también, es al turco y me han enviado cartas de lectores, me asombra sus respuestas. Los lectores son otros creadores que construyen a partir de lo que leen y se imagina a los personajes sólo para ellos. La Remedios La Bella que tengo yo, es distinta a la que puede tener cualquier otro. Me llegan cartas de lectores, de comentaristas que me dejan atónito por las cosas que concluyen después de la lectura de mis libros, conclusiones que nunca imaginé y que a mí por su puesto me motivan a continuar en mi trabajo”.
La obra infantil y juvenil
Cuchilla, Pelea en el Parque y Los Escapados pueden ser sin miedo a reparos dos de las obras más leídas del autor bogotano. Conservan a pesar de tener más de quince años de aparición, -en el caso de Cuchilla-, una frescura en su lenguaje que atrae fácilmente a lectores jóvenes y adolescentes. En ambos casos se exploran las preocupaciones de los púberes en temas que pueden parecer triviales para los adultos, pero que simbolizan una universalidad en el mundo juvenil.
“Hace ya 20 años que no volví a escribir para niños y jóvenes, siempre he dicho que perdí esa alegría. Sentí alegría cuando escribí Aprendiz de Mago, Cuchilla, Pelea en el Parque. Esencialmente soy el mismo escritor, padezco lo mismo que con cualquier otra novela. La literatura para mí no tiene cadena ni un compromiso ideológico determinado, se siente uno más libre cuando escribe para jóvenes o niños porque se alimenta uno sólo de la imaginación. Estas novelas me ayudaron a consolidar mi trabajo técnico, me ayudaron a mejorar mi trabajo estilístico, aprendí a escribir con estas obra para tomar después trabajos de mayor envergadura”.
Una de las niñas del público, que seguramente cursaba octavo o noveno grado, le preguntó por los personajes de Los Escapados y Evelio le contestó amablemente que había una buena parte de su infancia reflejada en ese texto y en esa aventura de dos niños que deciden irse de su casa porque van a perder el año escolar. La voz también se le quebró un poco, extrañando sensiblemente, a personajes y amigos que jamás volvió a ver.
Los editores
Liberado ya de las necesidades de la primera escritura y de los afanes de publicar y vivir, admite Evelio José Rosero que no acepta manipulaciones en su obra, obedecer a esos cánones de venta y mercadeo literario no han sido parte de su trabajo. No se ha dejado contaminar. Aunque mantiene buena relación con sus editores simplemente retira la obra que quiera ser llevada a esos estilos, asume un respeto por el lector en lo que él considera es indispensable: la identidad, la voz del autor.
“A veces tiene uno la suerte de encontrar un editor que además de editor sea un lector, es algo muy raro. Los editores en Colombia, por lo general, son estrategas del comercio, quieren una obra a partir de un tema truculento, de algo que esté sonando mucho o que pueda llegar a la televisión. La obra puede ser de muy baja calidad, les importa muy poco eso, es más bien lograr un boom para ver a quién se critica o denuncia. Algo que logre generar mucho dinero. De eso tan general yo me sacudo, yo escucho a un editor pero sobre todo en temas de ortografía o gramática, si me trata de decir que es muy larga la novela y que mejor sea breve para editar más simplemente le digo que no se publica y se acabó. Me han ocurrido muchas anécdotas con editores: el editor español Jorge Herralde trato de traducir mi novela escrita en colombiano al español de España, donde yo ponía «niño» él ponía «chaval», donde ponía «matera» él ponía «maceta», «debe ser que está en el cine» por «debe de ser que está en el cine». No lo permití. He logrado que mis obras se publiquen como las escribí. Hace algunos años un editor ya jubilado de Planeta se emocionó tanto que quería que le cambiara el final. Me gusto eso, pero no cambie el final, ese era el final que le había dado”.
Sobre sus premios Rosero dice que estos no le determinan, pero que le ayudan profundamente a desligarse de otros oficios para vivir y que sin recurrir al periodismo o a la cátedra como lo hizo en muchas oportunidades, para pagar las cuentas de luz y agua, sobrevive con dignidad de su trabajo literario y para él esto es más que suficiente. “No quiero nada más, la comunicación con los lectores es para mí lo único importante”, dice. Su conciencia se basa en que el trabajo está aún por hacer y el camino por ser recorrido.