Desde hace miles de años, la cerámica ha sido una de las tradiciones mas importantes de Barichara. Ana Felisa Ortíz es una de las últimas herederas de una manera de trabajar el barro que parece estar condenada a la desaparición.
Felisa camina lento. De sus 85 años, le ha dedicado al barro unos 70, pero de “trabajar derecho derecho” como ella dice, son 60. Mientras nos acercamos a un salón donde tiene acumuladas decenas de ollas, tejos, jarros y cacerolas para la venta, me comenta su mayor preocupación “Este trabajo es mucho lo pesao pesao, por eso ahora ninguno de los jóvenes quiere hacerlo. Es duro duro”.
El cuarto es pequeño, no se pueden dar más de tres o cuatro pasos. Sus paredes de adobe se descascaran poco a poco, qué contradicción, en una de las zonas más secas de Colombia las casas de adobe se caen a pedazos por la humedad. En algún momento estas paredes fueron blancas, ahora solo son el recuerdo de una época que se perdió en el abandono; un mosaico de moho, adobe, telarañas y pintura blanca.
DESDE LOS ANDES...
"Entonces llega el español y le pide al indio que pinte en óleo y en lienzo a la virgen y al niño. Y así lo hizo. Pero sus lenguajes perduran y el cholo permanece inmutable."
Proyecto de grado de Ricardo Ángel Escobar
Felisa me muestra su trabajo –“mire, de esas ollas tengo todo, pero no llega a quien venderle”-, y con una fuerza que uno no sabe de dónde la saca ese cuerpo que aparenta ser frágil y débil, levanta una de las ollas del montón, que es casi de la mitad de su tamaño -“esta es buena para hacer viudo o tamales”- dice. La alza, me la muestra y la baja chocándola suavemente con las otras ollas, pero el eco del salón retumba con el choque; de pronto una gallina culeca que estaba metida entre las ollas, cacarea y corre, dejando como único rastro un huevo que puso por el susto. Felisa me mira, y ambos soltamos la carcajada.
* Fragmento de la crónica «Las Señoras del Barro» de Juan Camilo Chaves, artista plástico y estudiante de la maestría en periodismo del CEPER