El Monumento a la Resistencia es más que un símbolo del Paro Nacional
Mientras que el significado del monumento que representó la resistencia durante el Paro Nacional en Cali sigue estando en disputa, el Minculturas, Juan David Correa, anunció que se está adelantando un proceso para que sea declarado como bien de interés cultural de la nación. Su simbolismo va más allá del propio Paro y cuenta la historia de una ciudad obrera y migrante que se expandió gracias a la voluntad popular durante el siglo XX.
por
Daniela Güiza
Gestora cultural, literata y maestra en artes y en patrimonio cultural de la Universidad de los Andes
07.05.2024
Arte por Nefazta
El 28 de abril de 2021, iniciaron las acciones de protesta masiva contra el gobierno por reformas económicas y sociales. En Cali, la comunidad Misak derribó la estatua de Sebastián de Belalcázar ubicada en el occidente de la ciudad y unos días después en el otro extremo se estaba construyendo un nuevo monumento en espacio público: el Monumento a la Resistencia.
Para entender lo que hay detrás del monumento, primero hay que conocer la historia. Cali era un gran receptor de migraciones internas en el siglo XX, tanto por el crecimiento industrial que estaba teniendo como por los desplazamientos forzados de la época de la “violencia”. Con el tiempo, los terrenos del oriente se fueron convirtiendo en barrios, pues eran los más despoblados y tenían precios más accesibles. Entre los 60 y 70, la zona en donde está el Monumento a la Resistencia era un barrio extenso que se llamaba Unión de Vivienda Popular, conformado a partir de la unión de voluntades y esfuerzos de muchas personas. Era gente de diferentes orígenes y con diversas condiciones con el propósito en conjunto de tener un lote donde construir una vivienda propia. Por eso se organizaron y con los aportes de cada familia, lograron formalizar la propiedad sobre los terrenos.
De esa manera se estableció como un territorio de alta concentración de población obrera que debía circular entre sus trabajos y sus casas, una dinámica que con el tiempo llevó a que fuera importante tener un lugar intermedio de paso sobre la Avenida Simón Bolívar. Así pasó a ser un punto de partida de los buses municipales en el que se instalaron puestos callejeros de venta de comida frita, sancocho en ollas grandes y rellena. De ahí el nombre popular de “Puerto Rellena” que no es un nombre oficial, sino un apodo que tomó mucha fuerza durante los ochenta. El nombre se mantuvo a pesar de los cambios en el sistema de transporte y la desaparición de los puntos de venta de rellena durante este siglo, y sólo llegó a cambiar hasta las manifestaciones de 2019.
Las movilizaciones entre 2019 y 2021 le dieron otro rostro a Puerto Rellena. Se comenzó a popularizar como punto de concentración para miles de personas y apropió un nuevo nombre por iniciativa de la gente: Puerto Resistencia. A partir de ahí se han hecho más visibles las luchas y reclamos que se mantienen desde décadas anteriores en ese espacio e incluso sería posible rastrear cómo han cambiado cada uno de estos repertorios de resistencia desde lo popular y lo comunitario. El concepto de resistencia en este sitio siempre ha tenido como base a la olla comunitaria que, así como ha suplido necesidades alimentarias, ha sido el espacio para dialogar y compartir ideas para construir conjuntamente.
Documento escrito en máquina de escribir por pobladores del barrio en los años 80. Foto cortesía de la autora.
El Monumento a la Resistencia es una escultura importante para la ciudad y por lo tanto siempre tendrá simpatizantes y detractores. Es una tensión necesaria para los monumentos que construyen memoria y para que se mantengan vivos, activos. A partir de esto el monumento recoge mucho del contexto de su génesis a nivel local y lo incorpora dentro del relato nacional. Es lo que permitió que ahora sea tan icónico al momento de hablar de resistencia e incluso que ya esté directamente relacionada con algunos de los ideales de la izquierda.
Después de todo lo que pasó durante el Paro Nacional, hay una parte de la población caleña que siente que su lucha desde la izquierda política y los actos de resistencia finalmente tiene un espacio dentro de la ciudad. Puede que no sea de manera consciente, pero quienes simpatizan con el monumento y lo que representa como intervención artística en el espacio público –comparte espacio con otro monumento más pequeño dedicado a la olla comunitaria– son quienes también están luchando contra el imaginario colectivo del “otro negativo”, que otros sectores han construido sobre el oriente de Cali.
Los procesos que están adelantando desde Puerto Resistencia tienen como uno de los objetivos más importantes eliminar el estigma social sobre el oriente de la ciudad, es decir esa otredad negativa que los segrega. Entre las narrativas que más se generalizaron durante el Paro Nacional estuvo la de los “vándalos” e incluso, medios que quisieron llevarlo más allá, hablaron de guerrillas. Pero lo cierto es que las personas que estaban ahí, en los puntos de resistencia, eran personas del común que creyeron en una fuerza colectiva para presionar al gobierno nacional y que posiblemente nunca se imaginaron que llegarían tan lejos en ese 2021.
Por supuesto existe otro sector de la sociedad civil al que le incomoda que el monumento exista en el espacio público de su ciudad pues no se siente representada por este. Durante el 2021 varios espacios de Cali se convirtieron en lugares de disputa por la memoria y el tipo de relato de la realidad que debía anteponerse. Pasó, con los murales de la calle quinta y en los alrededores de los puntos de resistencia con vallas publicitarias, containers, pedestales y otras cosas que en su mayoría fueron borradas o ya no existen. Por ejemplo, en los murales de la quinta hacia el hundimiento, comenzaron a pintar los rostros y los nombres de las víctimas de la fuerza pública para no olvidar esos actos de violencia. Poco después, personas en contra de las manifestaciones, popularmente conocidos como “camisas blancas” borraron los rostros con pintura gris. Por eso también es tan importante que se haya mantenido uno tan emblemático como el Monumento a la Resistencia.
Otro claro enfrentamiento de ideales sucedió con el de Sebastián de Belalcázar en el oeste de Cali. Lo que representa esta estatua se opone en muchos sentidos a lo que representa el monumento que está en Puerto Resistencia. Sebastián de Belalcázar simboliza la fundación de Cali, a pesar de que él no haya sido su fundador, remite a una historia de opresión y persecución indígena, entre otras cosas. Es un monumento hegemónico por su constitución, significados e historia. Por eso, cuando fue derribada el 28 de abril de 2021 por los Misak, muchas personas, que sí veían sus ideales e identidad representados en la estatua, se movilizaron para reemplazar el pedestal vacío por una figura de la estatua en cartón, entre otras acciones.
Y aunque derribar la estatua por parte de la comunidad Misak y la acción de construir el Monumento a la Resistencia hagan parte de procesos con ideales similares, la aparición del segundo es el resultado de antecedentes históricos de lucha colectiva en el oriente de Cali, producto de otras dinámicas de exclusión dentro de la ciudad. Ambas acciones comparten una idea de futuro por la cual se refieren a la visibilización de comunidades marginalizadas históricamente con poca representación en el espacio público y en la historia oficial.
Ya han pasado tres años desde ese momento y el Monumento a la Resistencia permanece como lugar de memoria y conmemoración por las víctimas de la fuerza pública durante el Paro Nacional de 2021, además de ser un espacio de juntanza (término popularizado desde ese momento para definir los espacios de creación de tejido social y comunidad). Esto ya habla de un reconocimiento del monumento como parte de patrimonio cultural de las personas de Puerto Resistencia, de quienes aportaron en su construcción en la ciudad, de las familias de las víctimas grafiteadas en los escudos y de los simpatizantes con los ideales que se plasman en el monumento.
El hecho de que el gobierno de turno ahora esté legitimando como monumento y como posible bien de interés cultural al Monumento de la Resistencia hace que se afiancen ideas sobre lo que ya es. Aunque para reconocer algo como patrimonio no es necesaria una ley, esta existe como mecanismo de protección y reconocimiento legal. El pasado 28 de abril tuvimos una pequeña muestra de lo que podría pasar si el monumento es declarado como bien de interés cultural en el sentido de que se vio el apoyo del Minculturas pero como institución, no como una interventora sobre las decisiones colectivas que se tomaron internamente respecto al uso e intervención del monumento y del espacio.
28 de abril del 2024. Foto cortesía de la autora.
*Daniela es la autora de la tésis ‘Valor y significado del Monumento a la Resistencia de Cali desde una perspectiva del patrimonio cultural’. Pueden leerla aquí.