El estudiante de arte como persona limpia y fantasmal
En la Universidad de los Andes, de un día a otro, aparece un dibujo, muy bonito y elaborado —y hasta crítico, por cierto—, sobre un muro que pocos miran en un cañón brutalista de concreto que en hora pico está atiborrado de gente.
En la Universidad de los Andes, de un día a otro, aparece un dibujo, muy bonito y elaborado —y hasta crítico, por cierto—, sobre un muro que pocos miran en un cañón brutalista de concreto que en hora pico está atiborrado de gente.
Y lo más cruel no es solo como la respuesta de algunos estudiantes es sentirse ofendidos porque alguien se atrevió a manchar una pared con una mancha deleble, sino ver a unos empleados de la franquicia Casa Limpia que tienen que hacer un trabajo extra, precarizado, sin pago por horas extra, para mantener la limpieza del campus boutique.
Así, con este afán por borrar, no solo la empresa de limpieza justifica su contrato tercerizado —que debe ascender a varios cientos de millones de pesos anuales pagados por el pregrado—, sino que se justifica la limpieza de ideas de los estudiantes: la universidad como metáfora sanitaria donde los estudiantes pasan y repasan pero no dejan huella, su sombra no existe (más allá del registro virtual de las matrículas y las notas).
¡Y luego los profesores se quejan de que a los estudiantes pocas cosas les importan y casi no participan en clase!
El estudiante como persona limpia y fantasmal.
En el futuro la empresa Casa Limpia podrá encargarse de las labores de docencia y la universidad reemplazar a los profesores sucios por docentes decentes.
Y el estudiante ahí, limpiecito, con el cerebro bien lavado, que no se ensucie, no vaya a ser que cuando llegue a su casa sus padres lo regañen por mancharse con ideas sucias que apestan a libertad.
Una proposición para la administración universitaria, para el Director del Departamento de arte (Arias), para un Decano (Zalamea), para un Rector (Navas): ¿por que no dejar que la gente raye este muro día a día y que sea la lluvia la que limpie, o una manito de pintura gris una vez al mes, y que el que quiera dejar para siempre un mensaje lo repita hasta más no poder o hasta que tenga otras cosas que decir?
¿O será que, ante este vacío de poder, el único que responde es Casa Limpia? ¡Y cómo responde! Limpia, limpia y limpia (y cobra y gana por limpiar, claro está).
Y el estudiante ahí, limpiecito, con el cerebro bien lavado, que no se ensucie, no vaya a ser que cuando llegue a su casa sus padres lo regañen por mancharse con ideas sucias que apestan a libertad.