El delfín viudo

Un pez amazónico –bigotudo y carroñero– se hace pasar por el «Capaz» del Magdalena. Está lleno de mercurio, está siendo comido –sin saber– por miles de personas en Colombia y para su pesca cazan delfines de río y caimanes.

por

Paula Sarmiento


03.10.2014

Foto: Paula Juliana Sarmiento

–       Buenos días, ¿tiene Capaz?

 

–       ¡Uy! no estoy segura, ayer llegó bastante pero vinieron dos señoras muy temprano y lo compraron casi todo, iban a preparar Viudo de Capaz para un evento. Mire, me quedan estos dos aunque están chiquitos.

 

–       Mmmm bueno muchas gracias, voy a preguntar acá en la esquina.

 

La señora caminó media cuadra hasta El Caracol Marino, la pescadería de la esquina en la Central de Abastos del Norte de Bogotá, Codabas.

 

–       Buenas ¿tiene Capaz?

 

–       ¡Claro mi señora! Recién acabado de llegar de Leticia, mírelo acá  ¿si lo ve? Está fresquito.

 

–       ¿A cómo la libra?

 

–       $5.500 pesos

 

–       Deme estos siete por favor, los grandecitos.

 

La señora entregó el dinero, recibió los pescados y se marchó a su casa.

 

–       Buenas, saludé. ¿Dice usted que este Capaz es traído de Leticia?

 

–       Claro, llegó anoche.

 

–       Se parece mucho a la Mota ¿Cuál es la diferencia?

 

–       Ah sí, es que eso es Capaceta. Lo que pasa es que Capaz ya no se consigue. Ese se sacaba antes en el Magdalena pero allá ya no están dejando pescar por la contaminación y de todas formas ya no hay.

 

–       ¿Capaceta?

 

–       Sí sí, Mota.

 

Para ese momento Cecilia, la señora que había estado preguntando por Capaz, ya se había ido con siete Motas en la bolsa.

 

 

GATO POR LIEBRE

Si a usted le están vendiendo gato por liebre –Mota por Capaz–, vale la pena preguntarse cuál es el problema con el gato. La Mota (Calophysus macropterus) es un Pez Gato o Bagre carroñero distribuido en la cuenca de los ríos Amazonas y Orinoco; el Capaz (Pimelodus grosskopfi) por su parte, habita la cuenca del rio Magdalena y es omnívoro. «El Capaz probablemente por sus hábitos alimenticios no tiene cargas tan altas de mercurio, sin embargo no hay mayores datos sobre esto. El problema con los carroñeros es que se comen los restos de todo y hay una probabilidad alta que tengan concentraciones mucho mayores de mercurio», afirma Susana Caballero, bióloga investigadora de la Universidad de los Andes que realizó un estudio con sus estudiantes de maestría y la Fundación Omacha, una ONG especializada en el estudio de mamíferos y ecosistemas acuáticos.

Se encontró que todas las muestras tenían concentraciones de mercurio entre 3 y 4 veces por encima de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS)

«La minería deja en el agua metales pesados como el mercurio, el cual al entrar en contacto con este líquido se convierte en metilmercurio –sustancia tóxica- y queda sobre los sedimentos en el fondo de los ríos y lagos. Luego, ese metilmercurio lo ingieren especies que están en la parte inferior de la cadena trófica como los caracoles, pues ellos se alimentan de lo que van encontrando en los suelos. El metilmercurio se acumula en la grasa del animal. Entonces llega un pez y se come diez caracoles, así que toda esa concentración de mercurio pasa al pez; posteriormente llega uno más grande que se come ochenta peces pequeños, todos llenos de metilmercurio, lo cual hace que acumule una concentración mayor del metal. De esta forma, el predador tope -que en el Amazonas puede ser el delfín- es el que más acumulación de mercurio va a tener. Pero al final, llega la Mota y se come la carne de todos los animales muertos que encuentra, incluyendo a los predadores tope, y por esta razón la Mota es el pez que más metilmercurio acumula», explica la bióloga.

 

Susana y el equipo de investigación, recogieron 86 muestras de pescado de distribuidores, mercados y pescadores, 40 de las cuales se tomaron de mercados en Bogotá, Girardot y Melgar donde las muestras adquiridas eran vendidas con el nombre de ‘Capaz’. A cada espécimen se le tomó una muestra del tejido para realizar identificación genética de la especie. Del total de muestras capturadas, el 90,7% resultó ser Mota y tan solo el 1,15% resultó ser efectivamente Capaz. Luego, se hizo un estudio del tejido en 29 de las muestras capturadas e identificadas como Mota, y se encontró que todas tenían concentraciones de mercurio entre 3 y 4 veces por encima de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Pero esta información no basta para el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (INVIMA), asegura Susana, y agrega: «El INVIMA afirma que el número muestral que utilizamos es muy bajo. Nosotros hicimos los análisis de mercurio aproximadamente en 30 peces Mota y todos salieron con niveles mayores a los 0,5 microgramos de mercurio por gramo, que es lo permitido para consumo humano por la OMS. Sin embargo, como son tan pocas muestras y como se hizo en el laboratorio de la Universidad de los Andes, en lugar de en los laboratorios asignados por el gobierno para esas pruebas, el INVIMA dice que deben replicar el estudio y en eso están.»

 

Mayra Arrieta, coordinadora del Grupo de Análisis de Riesgos Químicos en Alimentos y Bebidas del INVIMA, afirma que su labor es de verificación y no de emitir regulación: «El INVIMA no regula, a nosotros nos toca la parte de gestión, vigilancia y control, quien saca las normas es el Ministerio de Salud. Nosotros verificamos el cumplimiento de la norma». Sin embargo, afirma que están en proceso de levantar datos ante la problemática del Mota: «nosotros quisiéramos monitorear todo porque esa es la función del instituto: decirle al consumidor que eso que se está comiendo no solo es de calidad si no también es inocuo. Sabemos que hay una problemática, queremos levantar los datos y estamos en eso. Cuando esté el consolidado de la información nosotros la analizamos y si vemos que hay un posible riesgo de afectación a la salud, podemos prohibir la comercialización así como lo hizo Brasil. Si esto no es viable, se puede publicar un comunicado que informe sobre los niveles de mercurio que se están encontrando en el pez y el Ministerio de Salud sabrá qué resolución saca al respecto». Y, mientras tanto, que cada quien tome sus propias medidas.

 

Según dice Mayra,  existen vacíos en la normatividad y la definición de los alcances de las instituciones y esto dificulta el proceder con las investigaciones necesarias: «nosotros no tenemos competencia en comercialización ni en transporte, el INVIMA solo tiene competencias en el procesamiento. Yo no puedo ir a un establecimiento y decir que me voy a llevar tantas unidades de tal cosa. Tampoco puedo irme a la orilla del río y decirle a un pescador o comerciante: “deme este pez”. Eso es producción primaria y le corresponde al Instituto Colombiano Agropecuario (ICA). Sin embargo, si usted le pregunta al ICA ellos le dirán que al momento de sacar un pez eso no es producción primaria porque no es producto de la acuicultura, o sea, de la cría del pez. Ahí es donde tenemos ciertos vacíos de: ¿Y ahí qué hacemos? donde yo me meta le estoy violando la competencia al otro, y entonces, ¿qué hago?.»

Esto no es muy diferente de la respuesta que obtuvo Susana al denunciar ante la Superintendencia de Industria y Comercio el engaño al consumidor: «yo demande ante la Superintendencia, sin embargo, ellos dicen que no pueden hacer nada pues ellos solo se hacen cargo de los productos empacados». Y como el pescado está congelado en las neveras, sin empaque alguno, queda en el limbo de la regulación. Las palabras de Mayra Arrieta se hacen legítimas.

 

Amarrados de pez Mota (Calophysus macropterus) listos para ser empacados y enviados a Bogotá y el interior del país.

 

CARNE PODRIDA

«Pa’ pescar la mota, toca dejar la carnada pudriendo unos cuatro o cinco días o a veces también la venden ya podrida, uno usa la carne de marrano o de res pero para el lado de Brasil a veces usan caimán o delfín», relata Dilan Collo pescador peruano. Él ­y su compañero Erber se resguardan del calor y la humedad de medio día, bajo techo de un restaurante que está entre el puerto y la plaza principal de Caballococha, ciudad con cerca de 18.000 habitantes en el amazonas peruano. A las 4 de la tarde del día siguiente iniciarán la jornada de pesca y pasarán tres noches durmiendo en el río: «Ahora lo que más está saliendo es Pintadillo y Mota, pero toca irse lejos porque eso ya no es como antes que uno salía aquí no más y sacaba algo», relata Dilan.  La pesca se realiza de la siguiente forma: «uno se va acercando a la orilla y toca ir sacudiendo el marrano para que llegue la Mota. Ya en la orilla se amarra con la cabuya como en forma de flor y, en la mitad, queda un hueco para poder sacarla con la mano». Otra técnica empleada por algunos pescadores consiste en sumergir una jaula con una única entrada donde se coloca la carnada cortada en trozos –después de haberla dejado unos días pudriéndose– de tal forma que los peces que entran ya no tienen forma de salir.

 

***

 

–       ¿Ese es el Capaz?

–       Sí, el pintadito

–       Ese de allá, es que son muy parecidos solo que el Capaz es más oscurito. Asegura uno de los hombres que clasificaba el pescado en una bodega frente al puerto de Leticia en Colombia.

 

En efecto las diferencias a simple vista son casi imperceptibles. Ambas especies son de tamaño y color similar y tienen esos largos bigotes que hacen que el Capaz se parezca a la Mota y que la Mota se parezca al Capaz. Sin embargo, hay algo esencial que los diferencia y que un comprador desprevenido nunca verá: al Capaz se le pesca con malla o anzuelo, la mota se pesca con carne podrida y desperdicios.

 

–   Ahora las bodegas están vacías, casi no está saliendo pescado. Aseguró Miguel López, administrador valluno de la bodega “El Delfín”, ubicada a dos cuadras de la plaza principal de Leticia.

–   ¿Y qué tipos de peces llegan estos días? ¿ha llegado Mota?

–   No, la Mota ahorita también esta dura, pero hubiera venido usted para esta época hace un año, eso salió cualquier cantidad de pescado, no había donde guardarlo, los cuartos era repletos de pura Mota.

 

Mientras Miguel termina su explicación, tres hombres se acercan cargando unos racimos de pescados atados por la boca a un nylon verde. El hedor es fuerte, intenso como si el pescado ya estuviera podrido. Pero no. Acababan de comprarlos en Tabatinga a unos pescadores Brasileros. Por la raja que se veía en la barriga de este pez pequeño –que a lo mucho mide lo que mide el brazo de un pescador desde el codo hasta la punta de los dedos–, se sabía que ya había sido destripado. Los pescados son grises con blanco, pintas negras en los costados y con unos largos bigotes que le daban aspecto de pez tigre.

 

–  ¿Qué es todo eso que acaba de llegar? Huele asqueroso

–  Es pura Mota, la acaban de traer de Brasil pero a veces llega oliendo peor, los pescadores lo destripan apenas lo pescan y lo meten en hielo pero como ese pez se alimenta de desperdicios y de carne ya podrida, incluso a veces nos toca botar un montón porque no alcanzamos a mandarlo para Bogotá antes que se pudra.

 

"Es pura Mota, la acaban de traer de Brasil pero a veces llega oliendo peor."

 

1.000 DELFINES

«Acá al delfín antes no lo cazaban por miedo, el espíritu de ese animal es muy poderoso. Con sus dientes pueden hacerse pócimas para enamorar a cualquiera, pero puede ser muy peligroso y luego puede aparecerse en tus sueños, y tú no te das cuenta pero él te va llevando hacia el río poco a poco. Incluso puedes tener relaciones sexuales con él en tus sueños, así te enamora, te atrae al río y durante la noche se convierte en hombre y te lleva con él; luego durante el día, vuelve a ser un delfín», dice Karina, una indígena Ticuna habitante de Puerto Nariño, Colombia.

 

Un estudio de la Fundación Omacha**, muestra que desde 1990 hasta el 2004 la captura de Mota se multiplicó por siete al pasar de menos de 20.000 kg en los años noventa a más de 140.000 kg en el 2004, un aumento del 90%. La captura del pez carroñero se disparó entre 1996 y 1997, misma época en la que se estancó la captura de Capaz.

 

«La Mota en Bogotá se vende como pan caliente, pero claro, allá no tienen ni idea de cómo se pesca», dice Miguel. Según datos de la Fundación Omacha, desde hace cerca de ocho años se están matando delfines para ser usados como cebo en la pesca de la Mota o Piracatinga o Pirosca -como se conoce en Brasil. La Fundación estima que son más de 1000 delfines los que se capturan al año en la Amazonía con este propósito.

 

«Mañana debemos salir muy temprano pues cuando son más activos es en la madrugada y luego al atardecer», dice Andrea, una veterinaria chilena que lleva 5 meses haciendo monitoreo de delfines en Puerto Nariño. Este municipio está ubicado a dos horas en lancha desde Leticia. Allí no transitan buses, tampoco carros ni motos y ni siquiera bicicletas. Desde allí, puede navegarse por el río Loretoyaco para desembocar en el lago Tarapoto, hábitat del mamífero acuático rosado que está en el centro del escudo que representa al municipio.

Esa mañana, faltando pocos minutos para las seis, estaban ya sentados en el bote y prestos a arrancar. Javier –un conservacionista y ambientalista español estaba en la proa con unos binóculos–, Rodolfo –en la popa a cargo del motor– y Andrea –la bióloga chilena– en la banca de la mitad con una planilla y un bolígrafo. El bote es pequeño pero tiene un motor de 15 caballos que nos evitaba el típico «taca-taca-taca» de los «Peque-peque» que usualmente tienen los pescadores. Esto no era que fuera un lujo, pues según afirma Andrea, un motor más ruidoso previene a los delfines de salir a respirar y eso termina afectando la labor de conteo.

 

–       ¡Soplo!, dicen desde la proa.

–       ¿Dónde?

–       ¡Por allá! dejó el rastro, señala Javier.

–       Se volvió a asomar –debe ser el mismo–, afirma el motorista desde la popa.

 

La tranquilidad de las aguas, en el canal de los lagos, hacía difícil creer que bajo la lancha viviera aquella criatura regordeta sobre la que se han contado tantos mitos. Si no fuera porque esa mañana varios de ellos asomaron el lomo, hubiera parecido que la misma existencia del delfín allí era un mito, uno de esos que nacen del relato de un pescador desorientado y que van volando de boca en boca.

El monitoreo de delfines que hace la fundación Omacha se realiza entre lagos y el borde del bosque inundable.

 

BIO-INDICADOR

«En Brasil hacen un conteo de delfines con métodos que al final señalan que hay más delfines de los que realmente hay, por eso nosotros estamos haciendo estos monitoreos de delfines, para que se le de la importancia necesaria al tema», afirma Federico Mosquera, biólogo investigador de la Fundación Omacha. Ese animal de color gris con pintas rosadas y hocico largo que esa mañana le daba vida al lago, para los indígenas locales puede convertirse en un delfín hombre que engendra vida a las niñas, para los turistas es un animal exótico digno de ser conocido y para algunos pescadores el mejor cebo para llevar el sustento al hogar.

 

En Asia, el delfín de río conocido como Baiji fue declarado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) como extinto ecológicamente, historia que no está lejos de repetirse en el Amazonas si no se toman las medidas de prevención necesarias, pues las especies de delfín de río que allí habitan se encuentran todas amenazadas.

 

Federico Mosquera, señala las consecuencias negativas de la amenaza contra el cetáceo: «Los delfines son bio-indicadores del estado de un ecosistema, como un termómetro de la salud de los ríos. Si desaparecen no hay quien controle a los peces, ya que además de ser bonitos, su función ecológica en el ecosistema es mantener saludables las poblaciones de peces».

 

Además de la importancia ecológica del mamífero, el delfín rosado también es un símbolo mitológico importante para la cultura indígena: «En la cultura Ticuna temen mucho comer la carne del delfín rosado porque ellos son hombres, animales como nosotros y con un espíritu muy fuerte que puede llegar a actuar contra el que llegue a lastimar uno de estos animales», afirma Karina. Y agrega: «Yo lo digo por mi experiencia, el delfín rosado puede convertirse en hombre y venir a enamorar a las muchachas».

 

Según la Fundación Omacha, la Mota se pesca con frecuencia en lugares como Caballococha, Chimbote y  Mochila (Perú), Puerto Nariño (Colombia), Santa Teresa y Atalais (Brasil), sin embargo, distintos administradores de bodegas en Leticia, aseguran que la mayor proporción es comercializada en Colombia, como afirma Miguel Lopez: «la mota la traen toda para acá porque en Brasil esta prohibido y si los pillan, la decomisan toda, pero acá en la plaza usted tampoco encuentra, la mandamos casi toda para Bogotá». En Brasil, el Ministerio de Pesca y Acuicultura expidió una nueva normativa para la pesca: «la moratoria para la pesca de Piracatinga busca reducir la matanza de delfines y caimanes que se usan como cebo para atraer cardúmenes». Sin embargo, como afirma Federico: «cuatro países comparten frontera en el Amazonas y la especie se ve afectada por la falta de una política de conservación clara entre vecinos. Nosotros hemos llevado el tema del Piracatinga a diferentes escenarios gubernamentales, pero en una frontera hay normatividades ambientales diferentes y cualquiera se pasa de aquí para allá y de allá para acá. No hay control fronterizo.»

 

LA CARNADA ES LA CARNADA

Joel, un pescador brasilero tuvo una suerte que muchos añoran. Él trabaja en la Reserva Ecológica Palmarí, a unas cinco horas de Leticia sobre el río Yavari, frontera entre Perú y Brasil. «Yo era pescador hace unos cuatro años, luego empecé a trabajar acá como guía turístico, es mucho menos pesado y más seguro». Joel pertenece a una asociación de pescadores en Brasil y pese a que afirma que la prohibición es seria y se hace cumplir, algunos la pasan por alto: «Cuando uno es pescador, la carnada es la carnada». El problema es que desde hace un tiempo, el delfín, que por años fue protegido se está utilizando como carnada. «Ahora en Brasil está prohibido, pero de todas maneras con un delfín grande se pesca más fácil que con la carne de marrano». Y como ya vimos, no de cualquier forma.

 

«Ahora se le ha perdido el respeto, algunos le tiran lanzas para que no se acerque a las mallas a robarse los pescados, pero también hay que ver la situación de ellos, esto es un pueblo de pescadores y así es que se consigue la comida para los niños, no es que ellos sean malos si no que a veces es por necesidad», dice Karina.

 

Con un delfín pueden capturarse cerca de 324 kg de Mota,  un caimán rinde casi la mitad y con vísceras de pescado apenas se capturan unos 5 kg, estima un estudio de la Fundación Omacha. Esto explica en parte las motivaciones que tienen los pescadores, con familia que alimentar y sin la alternativa que le da Palmarí a Joel, para usar al delfín como carnada. «Cuando uno va y se da cuenta de la situación de abandono de los pescadores, de la pobreza y la miseria que enfrentan, entonces uno puede hacerse una idea de la magnitud del problema», resume Federico Mosquera, y agrega: «hemos acabado con las poblaciones de Capaz, la discusión de fondo es el trato que le estamos dando a nuestros ríos.»

 

 

MERCADO FAMILIAR

Un fin de semana, haciendo mercado en el supermercado más cercano a su casa, está Susana Caballero parada frente a una nevera repleta de hielo y pescado, ella relata que le pidió a una de las señoritas de uniforme que llamara al encargado de servicio al cliente del lugar:

DESDE LOS ANDES...

El Laboratorio de Ecología Molecular de Vertebrados Acuáticos (LEMVA), investiga y promueve la conservación de estos animales y sus ecosistemas.

Click acá para ver

–       Buenos días señora, ¿en qué le puedo colaborar?

–       Mucho gusto, mi nombre es Susana Caballero, soy bióloga y trabajo en la Universidad de los Andes. Lo que pasa es que este pescado que dice que es Capaz, no es Capaz, es Mota.

–       ¿Disculpe? ¿Por qué dice usted eso?

–       Porque acabamos de hacer un estudio que así lo demuestra. Si usted quiere se lo puedo mostrar. La Mota es un pez que se alimenta de desperdicios y está repleto de mercurio…

 

Así, con aire de preocupación,  Susana recuerda una situación que se ha repetido varias veces en los sitios donde ella hace el mercado familiar. «El encargado se queda con cara de sorpresa», recuerda. Se queda con la cara de quien –a ciegas– recibe lo que envía un proveedor, uno que les mete gato por liebre. Del Amazonas a los supermercados, de los supermercados a su plato de comida.

 

*Paula Juliana Sarmiento es economista y estudiante de la Maestría en Economía de los Andes. Este reportaje se hizo en el marco de la edición Periodismo Amazonas: selva, río y frontera de la clase Periodismo en terreno del CEPER.

** Para abrir los artículos científicos de la Fundación Omacha debe dar clic en el hipervínculo y luego enter en la barra de navegación.

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