Los más de 10 años que estuve en la universidad los viví metido en un carro yendo de un extremo a otro. Los trancones bogotanos, los madrazos que no se oyen, los pitos que se convierten en un solo alarido, los precios disparados de la gasolina y los parqueaderos públicos terminaron por enloquecerme.
Desde hace 2 años me muevo en dos ruedas. Prefiero ahorrar para invertir en mi proyecto de emprendimiento, evitarme el estrés de los trancones y aprovechar los 376 kilómetros de ciclorutas que hay en Bogotá desde 1997. Ahora que tengo bicicleta soy el primero que llega a la oficina. Los 50 minutos que me gastaba en mi carro ahora los hago en 28. Esto se ha traducido en más tiempo de sueño y en días más productivos. Además, he mejorado mi estado físico.
Lo curioso es que a medida de que la bicicleta se vuelve más popular, las ciclorutas empiezan a ser testigo de situaciones que parecían ser exclusivas de la lucha entre carros, motos y buses. El caos del que quería huir me persiguió.
Transportarse en bicicleta tiene responsabilidades igual de grandes que hacerlo en carro o en moto
Ahí, en esos dos metros de ancho, he visto peleas entre ciclistas porque uno de los dos va más despacio o porque alguno invadió el carril del otro. Además, una sensación de ‘superioridad moral’ ha invadido a quienes deciden transportarse de una manera alternativa: dicen que son mejores ciudadanos, que contaminan menos y que luchan contra el caos de la movilidad de Bogotá.
Una cosa es cierta, transportarse en bicicleta tiene responsabilidades igual de grandes que hacerlo en carro o en moto. Sin embargo, no todos lo han entendido. Dejar de contaminar no es suficiente si está acompañado de ciclistas que paran en un semáforo e invaden las cebras, que pedalean después de las 6:00 pm sin las luces prendidas (la blanca para adelante y la roja para atrás como dicta la norma), que lo hacen sin un casco, que adelanta por la derecha, que insulta al conductor que por culpa del trancón quedó en medio de una cicloruta o que le tira la bicicleta al peatón que invadió su camino. Si lleváramos esto al escenario de los carros, sería como ir sin cinturón de seguridad, con las luces apagadas y a toda velocidad en una autopista llena de automóviles. Es cerrar a los carros porque sí, seguir siendo intolerante, alimentar el monstruo que es el tráfico de Bogotá.
No, amigo ciclista: transportarse en bicicleta no lo hace mejor ciudadano. Eso sólo lo logra con el comportamiento que usted adopte en el medio de transporte que elija para vivir su día a día.