Día #92

«Y los profesores perdimos el poder, nos tocó convertirnos en youtubers, influencers, memeros, gifceros, pensadores Instagram, tareas videojuego y pruebas tik tok. Y lo intentamos, pero fracasamos. No somos capaces de ver pantallas en negrito, estudiantes invisibles, desconexión vital en la supuesta conexión total.»

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Varios


24.06.2020

El virus malo graduó al virus bueno

Por Omar Rincón / Profesor Universidad de los Andes

Publicado en http://todoesciencia.minciencias.gov.co

Las ilustraciones son de Paula Carvajal. En IG como @pautipeep

La educación online, virtual, remota, digital o como se le llame ganó con “la emergencia sanitaria”, pero demostró que no son los aparatos, las conexiones, las herramientas, sino que hay que diseñar otro modo de gestionar el conocimiento y una nueva experiencia del aprender.

En los mundos digitales el éxito se mide en tener clics (que no comprender o descubrir), ojalá likes (que es un signo de pertenecer), que luego se haga viral (genere buzz, haga ruido) y se convierta en tendencia (trending topic). Todo mejor si lo dices y escribes en inglés. La viralidad es buena y bonita para infectar cuando es digital; por eso se busca generar ruido, poco interesa producir sentidos, expresiones, diálogo. Pero hay virus malos que infectan y generan mucho ruido y pánico, son los que se meten con nuestros cuerpos físicos, como esta Cosa que nos tocó en destino. Lo paradójico es que el virus malo graduó a la viralidad digital de buena y elevó a experiencia deseable su pensamiento clic, like, buzz y trending. Ante virus malos, viralidades digitales. 

Y este tiempo fue perfecto para que el humo digital se volviera realidad. Nos querían a todos en casa. Y se logró. Nos vendían que pa´ qué maestros, sitios reales y derechos laborales si todos en casa podemos trabajar, educarnos, emprender y ser felices. Y esta Cosa que nos está pasando lo logró: todos estamos en casa trabajando, educando, emprendiendo, amando y siendo felices. Triunfó el internet, las empresas vendedoras de tecnología y la propuesta de economía naranja. 

Todos nos convertimos en sujetos autónomos y libres para educarnos como quisiéramos. Hicimos realidad el grito de Mars Aguirre, la niña mexicana de 16 años que deja la escuela y arenga en Youtube que “francamente estoy hasta la madre de este pinche sistema pendejo y retrógrada [sic] en el que hemos estado sometidos durante toda nuestra vida, en el cual el maestro se cree la gran v***, por ser literal el cuidador de una guardería al que llamamos preparatoria, secundaria… porque gracias al sistema en que vivimos, la sociedad nos ha metido en la cabeza que tenemos que tener cierto grado de estudios para finalmente estudiar lo que queramos…”. Fuera de la escuela. Educación en casa vía digital para todos. 

Gracias a esta Cosa llegó el momento que hace feliz a Mars, nos puso en educación digital, en color esperanza naranja que logrará que aparezcan los Steve Jobs, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, Bill Gates colombianos. ¡Viva el cuerpo y la comunidad digital! ¡Abajo la escuela y los maestros! La nueva genialidad es la educación en cuadritos, en fragmentos, en pantallitas… Y adiós maestros por feos, jurásicos y pone problemas; adiós escuela física por fea, atrasada y aburrida.  Este virus ganó el mundo para la viralidad digital.

Y los profesores perdimos el poder, nos tocó convertirnos en youtubers, influencers, memeros, gifceros, pensadores Instagram, tareas videojuego y pruebas tik tok. Y lo intentamos, pero fracasamos. No somos capaces de ver pantallas en negrito, estudiantes invisibles, desconexión vital en la supuesta conexión total. Y nos ponemos solemnes y rígidos y exigimos prender la pantalla, prender el micrófono, interactuar. Y los estudiantes lo hacen por tarea, y aburridos. Y entonces no entendemos: si a ellos les gusta ponerse en cámara, interactuar y jugar a la intimidad pública (extimidad) en sus redes, ¿por qué no les gusta con nosotros?

Las respuestas son obvias:

*    Las nuestras: los profesores somos aburridos, no servimos para estos ajetreos digitales y estamos agobiados, y esa frustración la descargamos llenándolos de trabajos, tareas, videos. ¡Que sufran!

*    Los expertos: no hubo planeación adecuada de las tareas en relación con los objetivos para establecer unas rutinas psicoafectivas adecuadas que generen competencias autónomas de aprendizaje en función de sus intereses. (¿Alguien entendió?)

*    Los digitales: obvio, wo´n, son jurásicos, no saben ser youtubers, ni influencers, les falta engage, feeling y viralizar. Y tener ejemplos de estos tiempos made in Miami.

*   Los críticos:eso no se puede llamar educación virtual, a lo más será clases remotas, menos online porque las conexiones son pésimas y lo sincrónico no dialoga con lo asincrónico. Se ha dejado de lado el mix entre las herramientas de realidad aumentada (RA), realidad virtual (RV) y vida real. Luego, lo que se está haciendo es lo mismo de siempre en modo remoto.

*    Los estudiantes: fuimos, y vimos, y no nos gustó. Estamos en el mar digital para divertirnos, jugar y construir nuestros estilos de vida, no para educarnos ahí. ¡Hello! ¿Qué no entienden?

Lo cierto es que la educación online, virtual, remota, digital o como se le llame tuvo su oportunidad de oro, y la perdió. Y se fracasó porque no se entendió lo más elemental que enseña lo digital: no son los aparatos, las conexiones, las herramientas, es otro modo de gestionar el conocimiento que se guía por criterios como:

*      La clase se convierte en diálogo INTERCULTURAL de saberes entre maestros y estudiantes.  

*      La educación se convierte en un LABORATORIO CULTURAL en estéticas, formatos, temporalidades, procesos y prácticas.

*      Son procesos INTERDISCIPLINARIOS para ir del no-saber al conocimiento.  

*      Estos procesos se guían por el PROYECTO que articula flujos, prácticas y saberes.

Todo se centra en el estudiante; por eso hay que asumirlo como un sujeto con una cultura propia, al que hay que escuchar, con el cual hay que dialogar y formar más en procesos de comprender que de aprender. Si escucháramos, los estudiantes nos dirían que ellos viven en mundos digitales de redes, aplicaciones y videojuegos para su vida íntima, divertirse, ritualizar sus subjetividades, no para educarse. Para eso, prefieren aquello viejo llamado Escuela, Colegio, Universidad: eso jurásico llamado encuentros, cuerpos, joda, baile, sexo, músicas, drogas y amistad. Volvimos a recordar que la educación es, siempre ha sido, socialización, juego, encuentro, que la época educativa es para vivirla y marcar el cuerpo y ensuciar la mente, no para estudiar. Estudiar es el peaje. Y así ha sido siempre. 

¡Lo digital no son los aparatos, es la experiencia! Por eso, sería bueno recuperar a Baricco, el escritor que ha ensayado las más bellas teorías sobre lo digital. Nos dijo en el 2008 (Los Bárbaros. Ensayo sobre una mutación, Anagrama), que los maestros, la educación y la civilización escritural veíamos en los nativos digitales a unos “bárbaros” porque estaban atentando contra el “nosotros” modernos, y en The Game (2019) nos dijo que habitábamos una revolución digital. Y que esta se caracterizaba porque todos los procesos vitales seguían la lógica videojuego, que el oráculo se llama Google y los mediadores (curas, periodistas, intelectuales, padres y profesores fueron reemplazados por el algoritmo) y, lo más importante, esto que está pasando es una nueva experiencia cultural, otro modo de habitar y experimentar la vida. Entonces, si queremos hacer educación remota, online, virtual… debemos habitar esta nueva experiencia cultural y no simplemente trasplantar el aula a la red digital. ¡El virus es creer que las tecnologías salvan al mundo! ¡Somos los humanos!

@pautipeep

Omar Rincón ensaya sobre asuntos de comunicación, cultura y entretenimiento. Profesor de la Universidad de los Andes. Escribe en las revistas digitales Cerosetenta y Razón Pública y en El Tiempo. Hace videocolumnas en #confluencers de Democracia Abierta. 

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