«Ha venido a tal extremo el uso de andar tapadas a las mujeres, que de ello han resultado grandes ofensas a Dios i notable daño a la república, a causa de que aquella forma no reconoce el padre a la hija, ni el marido a la mujer, ni el hermano a la hermana…»
Luego de más de 30 días desde que se metió el virus en mi cuerpo, me di cuenta de que el síntoma que más me molestó fue la modificación genética: me deformó la cara. Siempre he estado acostumbrada a reconocerme a través de mis dos ojos grandes, nariz y boca pero, ahora, con este respirador artificial, en cada momento, en cada lugar de mi jaula, mi rostro cambia. No me da tiempo para acostumbrarme a uno, cuando me comienza a aparecer otro.
Para aceptar mi cuerpo y mi(s) nueva(s) apariencia(s) tomé la decisión de retratarme (sin pensarlo mucho).
«Ha venido a tal extremo el uso de andar tapadas a las mujeres, que de ello han resultado grandes ofensas a Dios i notable daño a la república, a causa de que aquella forma no reconoce el padre a la hija, ni el marido a la mujer, ni el hermano a la hermana…»
«Tapada limeña era la denominación que se usaba en la época del virreinato del Perú y de los primeros años de la República para designar a la mujeres limeñas que tapaban sus cabezas y caras con cómodos mantones de seda, dejando al descubierto tan sólo un ojo. Su uso Tcomenzó a partir del siglo XVI y se extendió hasta bien entrado el siglo XIX, es decir, su uso se extendió durante tres siglos y no sólo se circunscribió a la Ciudad de los Reyes, sino también a otras ciudades importantes de la región. En Lima, la costumbre permaneció hasta bien entrada la República, cuando fue relegada por las modas francesas.»