Desminar es la propuesta de la artista mexicana Tania Candiani curada por la también mexicana Gabriela Rangel, presente actualmente en Fragmentos, Espacio de Arte y Memoria.
Este lugar creado por la artista colombiana Doris Salcedo en 2017, acoge “diálogos difíciles, provocadores y, por ende, reflexivos” sobre las relaciones entre el arte y las memorias del conflicto armado colombiano, por lo que se concibe como un lugar de memoria y un espacio de creación artística que recibe las producciones de artistas nacionales y extranjeros, financiadas mediante becas del Ministerio de las Artes, las Culturas y los Saberes. Gracias a este apoyo estatal, Candiani “propone un desplazamiento radical del centro de atención de las paredes hacia el piso, elemento que es presentado como objeto-sujeto de indagación”. Desminar, conecta el piso de Fragmentos con el suelo de la plaza de las Tres Culturas en México DF, donde ocurrió la masacre estudiantil de Tlatelolco en 1968, mediante un ejercicio de “escucha de las memorias que yacen escondidas entre ambas superficies”, para configurar una cartografía sonora personal a partir de la programación de un aparato que parece un buscador de minas.
En la sala 1 usted encontrará este artefacto, y si está de suerte hasta podrá utilizarlo y escuchar las reverberaciones que se reproducen en el espacio. El rastreo solo puede ser usado en compañía de una persona de mediación en los horarios establecidos. Es la escucha un elemento central en la pieza de Candiani, una escucha profunda, que propone otras formas de conectar con las memorias de la violencia y el conflicto, que yacen entre el piso de la plaza de Tlatelolco y las placas del piso de hierro de Fragmentos, por lo que “la pieza busca darle voz a la inminencia de la violencia para que deje de ser inaudible”. Recordemos que Fragmentos es una medida de reparación simbólica del conflicto en el marco del proceso de paz, las baldosas son resultado de la fundición de 37 toneladas del armamento entregado por las Farc en 2016. Además, esta obra de “arte viva”, fue construida de forma colaborativa con 20 mujeres víctimas de violencias sexuales, quienes plasmaron cicatrices producidas en sus cuerpos por la guerra, mientras golpeaban con fuerza las láminas metálicas, de esta acción surgen los pliegues y relieves de la superficie del piso del contramonumento.
Isabel Cristina Díaz (ICM): Jenny ¿cuál es, según tu experiencia en las salas de Fragmentos, la propuesta conceptual de Candiani en Desminar?
Jenny M. Díaz Muñoz (JD): Inicialmente resulta interesante la idea de crear una cartografía sonora que vincula simbólicamente a México y Colombia, a través de la codificación del relieve de dos lugares cuyos sustratos evocan la memoria de atroces hechos de violencia. Luego de leer el título Desminar a la entrada, se encuentra en la primera sala el dispositivo, que asemeja un buscador de minas, como si se tratara de una invitación al espectador a ocupar el “rol de buscador de minas”. Luego de un tiempo en la exposición, esta invitación al visitante adquiere un sentido problemático, si se analiza la forma como se propone este “juego” en cuanto minimiza el complejo ejercicio de buscar y extraer minas antipersonas entre las complejas geografías del campo colombiano.
Isabel: ¿qué implicaciones podría tener un “juego” interpretativo como el propuesto por Candiani para este contramonumento?
(ICD): Al ser Fragmentos un espacio de Arte y memoria es importante preguntarse por los modos en que las obras exhibidas dialogan con cada una de estas dos dimensiones, la propuesta de Candini aborda sobre todo el ámbito del arte, dejando de lado cualquier componente de memoria, ésto si se considera que la acción de “lectura” que realiza el aparato sobre la superficie del piso, exige la previa codificación de la artista, es decir, significado y significante son potestad intelectual e individual de Candiani. De ahí que el tipo de contenido numérico resultante, a pesar de presentarse como un ejercicio de escucha, o de traducción, en realidad se limita a la exhibición maximizada de una experiencia audiovisual, no decodificable, ni comunicable más allá de la explicación del mismo juego.
¿Qué diría el piso producido con estas toneladas de armas fundidas de las FARC EP, si en realidad el arte pudiera “traducirlo”?
(JD): Más allá si es posible o no la traducción, resulta problemática la propuesta ̈”inmersiva”de la artista, porque termina por banalizar las 11.435 víctimas de minas antipersonas, al reducir la acción de desminar a una metáfora artística que genera imágenes y sonidos incomprensibles y homogeneizantes, en tanto, la codificación entre las sonoridades de la sala uno y dos terminan por despersonalizar o descorporeizar experiencias colectivas e individuales, proponiendo una equivalencia sonora homogénea, por ende las memorias de violencias que pretende evidenciar terminan silenciadas.
(ICD): ¿El asunto problemático entonces, es la mediación técnica, o el contenido conceptual de la propuesta -desminar como sinónimo de la metáfora de escucha del piso?
(JD): La relación entre ambas. Por esto es importante problematizar las complejidades del ejercicio artístico cuando se aproximan a hechos como la guerra, para abordar las tensiones que emergen cuando se mezclan hechos victimizantes como la violencia sexual y las minas antipersonales, o una masacre estudiantil en una misma producción artística, desde el protagonismo medial, el cual, como en este caso particular, en lugar de expandir las reflexiones, genera metáforas crípticas. Me pregunto ¿desminar qué?, ¿desminar a quiénes?
(ICD): De acuerdo, porque el significado necesariamente es contextual. En ese sentido recordar que la memoria es conducida por las exigencias existenciales de una comunidad, en este caso, el piso en tanto documento histórico, puede ayudar a disipar las ilusiones o los desconocimientos que desorientan las memorias colectivas, esto, siempre y cuando los artistas y curadores acepten las implicaciones simbólicas del contramonumento. No se trata de negarle al arte interpretaciones “metafóricas”, por el contrario, la fuerza o “energía” de la representación del pasado propuesta por la ficción, resulta importante, toda vez que se tiene en cuenta el “efecto de realidad”, que sobre los espectadores y sobrevivientes puede llegar a tener lo exhibido, debido al marco institucional que lo enmarca. Esta curaduría privilegia el soliloquio por encima del diálogo formal, simbólico y contextual del que es capaz el arte contemporáneo al respecto de lugares y contenidos como los tramitados en Fragmentos.
¿Arte o memoria?, ¿contramonumento institucional o galería de arte?
(JD): Lo cierto es que los estudios de la memoria y las luchas de las víctimas por tener una voz y conocer las causas de las violencias que los acechan, quedan desvirtuadas en Desminar. Ya que una escucha que diferencia y sensibilice, es necesaria para comprender las razones por qué ciertas poblaciones son más afectadas por cierto tipo de victimizaciones durante la guerra, teniendo en cuenta que en Colombia las personas más afectadas por estos artefactos explosivos son las poblaciones negras e indígenas, debido a que el conflicto se concentró mayormente en sus territorios, por la ausencia de Estado en estas zonas que parecen condenadas al olvido y al extractivismo de sus recursos naturales.