COVID-19 I La economía en tiempos del Coronavirus

La desinformación y el pánico desmedido sobre el virus, parece, también promover la idea de una pandemia económica. Sin embargo, para Juan Camilo Cárdenas, decano de la Facultad de Economía de los Andes, será el momento de demostrarnos que la humanidad está por encima de los intereses económicos.

por

Juan Camilo Cárdenas

Decano de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes


16.03.2020

En los pánicos económicos el peor consejero es precisamente ese: el pánico. Las cascadas de decisiones emocionales terminan siempre por empeorar situaciones que, de entrada, son ya frágiles. Las filas de gente sacando plata de los cajeros, o el afán en masa de abastecerse en las tiendas y supermercados son algunas de las expresiones más comunes de esas decisiones económicas que se toman desde el terror a la pandemia y que empezaremos a ver con más frecuencia en el país mientras las cifras de contagiados por el COVID-19 empiezan a crecer y a ser noticia. 

Los esfuerzos y la canalización de la preocupación deberían orientarse a cuidarnos y cuidar a los demás. Eso favorece a la economía.

Las consecuencias económicas de estos momentos de pánico, pero sobre todo de la crisis de salud por la atención a la población y los cambios repentinos en conductas o compras, sólo se van a ver dentro de un tiempo. La trepada del dólar podrá afectar los precios finales al consumidor cuando se trate de bienes importados, y allí será importante observar aquellos de primera necesidad. La caída del petróleo debería abaratar algunos costos a sectores dependientes de combustibles, pero en un tiempo prudencial. Es difícil pensar que el abastecimiento de comida se vaya a ver afectado en el mediano plazo y estas euforias de acaparamiento de perecederos probablemente serán pasajeras.

En términos de implementos de salud sí puede haber un problema de abastecimiento con impactos mayores en el sistema de atención. La recomendación ahí es que los esfuerzos de la gente no estén en acaparar tapabocas e implementos que sí se necesitan en los sistemas de salud. Los esfuerzos y la canalización de la preocupación deberían orientarse a cuidarnos y cuidar a los demás, en no exponernos, en seguir todas las instrucciones básicas como lavarse las manos y evitar situaciones que aumenten la posibilidad de contagio. Concentrarse en eso le hace un favor mayor a la economía. La siguiente gráfica muestra la diferencia entre dos ciudades, Filadelfia y San Luis, en Estados Unidos. Es fácil adivinar cuál decidió suspender las aglomeraciones de personas durante la pandemia del “Spanish Flu” en 1918, y cuál decidió llevar a cabo una marcha de 200,000 personas para saludar a los soldados que irían a la primera guerra mundial.

Fuente: https://www.pnas.org/content/104/18/7582

Fuente: https://www.pnas.org/content/104/18/7582

Cuando se trata de la vida humana, es mejor no comparar peras con manzanas. Ante la pandemia del COVID-19, la serenidad y la firmeza en seguir las recomendaciones de las autoridades de salud es la mejor acción.

En Colombia hay un sistema de salud con menos recursos que otros países más industrializados y por ende debemos evaluar con cautela la capacidad del sistema para atender la crisis. Vendrán consecuencias que nos obligarán a apretar el cinturón en términos fiscales, tanto en gasto como en reducción de ingresos tributarios, si esto trae consecuencias de freno en la producción o el empleo. Más aún, Colombia tiene unas condiciones muy desiguales entre las ciudades grandes y la periferia. Las segundas podrían recibir un golpe más fuerte dada su menor capacidad de atención en salud y sus menores ingresos tributarios propios para atender los retos que se vendrán.

Volviendo a lo individual, recuerdo a una de mis mentoras, Elinor Ostrom, quien tendría palabras sabias para este momento. El éxito de la estrategia para recorrer este camino de la pandemia del COVID-19 dependerá enormemente de la acción colectiva. De esa capacidad que tenemos los humanos para poner el interés común por encima del interés personal. Cada lavada de manos, cada distanciamiento de posibles riesgos de contagiarse y de contagiar a otros, cada precaución puede llevarnos un largo trecho en sumar de manera colectiva en la reducción del contagio y minimizar los costos para la sociedad.

Sin embargo, cuando se trata de la vida humana, es mejor no comparar peras con manzanas. Ante la pandemia del COVID-19, la serenidad y la firmeza en seguir las recomendaciones de las autoridades de salud es la mejor acción. Aplanar la curva para que el sistema de salud pueda atender el pico de atención de casos será nuestra mejor estrategia para que minimicemos la pérdida de vidas humanas y la historia sea más parecida a las de San Luis y no la de Filadelfia. Nuestros adultos mayores, y otros grupos más vulnerables, deben estar entre las prioridades de las autoridades y de nosotros mismos. Es posible que al tratar de responder aplanando la curva de contagios incurramos en más costos económicos en el tiempo. Tendremos efectos macroeconómicos en empleo, productividad, comercio, ganancias de las empresas y gasto público, con costos para los países. Pero habrá valido la pena porque nos demostraremos que la humanidad y la dignidad humana están por encima de los intereses económicos. 

Seremos una mejor sociedad si así lo hacemos.

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Juan Camilo Cárdenas

Decano de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes


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