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Carta abierta a mis estudiantes

Acostumbrados, como estamos, a vivir a las carreras, de tarea en tarea, de meta en meta, esta parada en seco nos ha dejado desconcertados, y también, por supuesto, tal vez experimentemos temor.

por

María Mercedes Andrade


04.04.2020

Queridos estudiantes:

Estamos viviendo, es cierto, en una época difícil. A mí, que soy bastante mayor que ustedes, me han tocado ya otras a lo largo de la vida . Para no hablar de las dificultades personales, que sin duda han constituido también momentos de crisis, me refiero ahora a las situaciones políticas y públicas: recuerdo eventos como la toma del Palacio de Justicia, y mi vida universitaria coincidió con las bombas de finales de los años ochenta y comienzos de los noventa. También viví el 11 de septiembre cuando trabajaba en Nueva York. Pero para mí, como para ustedes, esta situación que atravesamos ahora es nueva, y a mí, como a ustedes, también por momentos me ataca la incertidumbre.

Acostumbrados, como estamos, a vivir a las carreras, de tarea en tarea, de meta en meta, esta parada en seco nos ha dejado desconcertados, y también, por supuesto, tal vez experimentemos temor. Pero ese desconcierto, aunque nos cueste verlo de inmediato, abre una posibilidad nueva para el pensamiento y para la experiencia, y quizás nos permita acceder a una manera distinta de pensar y de existir,  que aún no hemos formulado del todo. No sé a ustedes, pero a mí esta cuarentena me ha conectado de manera tangible con la materialidad de la vida. Levantarme cada mañana, organizar el trabajo escolar de unos hijos, intentar hacerme cargo de mi propio trabajo, ocuparme de la casa donde vivo, me han obligado a prestarle atención a los aspectos más sencillos de mi existencia. Cosas que hace años había delegado, como cocinar o hacerme cargo de la limpieza, ocupan nuevamente un primer plano en el transcurrir de cada día. Toda mi vida me había disgustado el oficio de la casa, porque pensaba que me alejaba de lo verdaderamente importante, porque no me dejaba tiempo para pensar. Y sin embargo, ahora en medio del cansancio veo que esas dos cosas no estaban necesariamente reñidas, y que ha aparecido un tipo de pensamiento nuevo. Estar en la casa me ha devuelto la inmediatez de los detalles y me ha recordado la importancia del cuidado, del mío propio y de las personas a mi cargo. Me he sentido exhausta y eso me ha recordado el esfuerzo que implica mantener y sustentar la vida. 

Estar en la casa me ha devuelto la inmediatez de los detalles y me ha recordado la importancia del cuidado, del mío propio y de las personas a mi cargo.

Quizás no estamos acostumbrados a pasar tanto tiempo alejados del contacto social, pero incluso esto nos puede llevar a comprensiones nuevas. El pensamiento, decía Hannah Arendt, es como una conversación que tenemos con nosotros mismos, e implica un elemento dialógico, que ella llamaba ser “dos-en-uno” (Life of the Mind, 187).  “El estar solo (solitude) es aquella situación humana en la cual yo me hago compañía a mí mismo. La soledad (loneliness) surge cuando estoy solo pero no me puedo separar en el dos-en-uno, cuando no puedo acompañarme” (185). Tratemos ahora de acompañarnos, de observar nuestros pensamientos y de, con paciencia y afecto, cuidarlos y alimentarlos. Busquemos ese sustento en nosotros mismos, así como lo buscamos en los demás.

Este tiempo de distancia física es quizás una oportunidad para pensar qué nos une con las personas más cercanas, pero incluso también qué tenemos en común con personas que no conocemos en nuestra sociedad y en el resto del mundo. ¿Qué nos hace humanos? ¿Qué tipo de personas queremos ser? Nos necesitamos unos a otros, y esta situación nos recuerda los valores que nos sostienen, valores como la amistad, la solidaridad, la cooperación, e incluso el humor y la paciencia. Una vulnerabilidad que comprendemos ahora en nosotros mismos y en el entorno que nos rodea nos debería llevar también a pensar nuestra relación con el mundo y con el entorno, reflexionar sobre nuestros hábitos de consumo, y a darnos cuenta de que podemos buscar maneras más armónicas para vivir nuestras vidas en este planeta. 

El estar solo (solitude) es aquella situación humana en la cual yo me hago compañía a mí mismo. La soledad (loneliness) surge cuando estoy solo pero no me puedo separar en el dos-en-uno, cuando no puedo acompañarme

Arendt también pensaba que cada instante trae consigo la posibilidad del nacimiento de algo nuevo: “Está en la naturaleza del comienzo el que algo nuevo inicie, algo que no puede esperarse de lo que sea que haya sucedido antes. Este característica de ser sorprendente e inesperado es inherente a todo comienzo (…). El hecho de que el hombre (¡sic!) sea capaz de acción significa que lo inesperado se puede esperar de él (sic), que es capaz de llevar a cabo lo infinitamente improbable. Y esto, nuevamente, es posible porque cada uno es único, y por eso con cada nacimiento algo único y nuevo hace su entrada en el mundo” (The Human Condition, 177–8).

¿Qué podrá traernos este momento? ¿Qué tipo de acciones querremos emprender en el futuro? Quizás este sea un buen momento para que, poco a poco, empecemos a pensarlo.

Les envío mucho ánimo.

 

Referencias

Arendt, Hannah. The Human Condition. University of Chicago Press, 1989.

—–. The Life of the Mind. Harvest Books, 1981.

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