Camila Sosa Villada: “Yo también soy fascista” Entrevista a profundidad con la célebre escritora de ‘Las malas’ en el marco del Hay Festival Cartagena 2025. En marzo se publicará su próximo libro.
Entrevista a profundidad con la célebre escritora de ‘Las malas’ en el marco del Hay Festival Cartagena 2025. En marzo se publicará su próximo libro.

Para Camila Sosa Villada, su reconocida novela ‘Las malas’ (2019) ha sido malinterpretada por algunos lectores que de manera ‘heterosexual’ leen la novela con piedad y compasión por la dura realidad que les tocó vivir a las travestis de su época.
“Les conviene seguir pensando que somos impotentes, que no podemos defendernos o que sufrimos mucho, lo que sea”.
Por eso, como respuesta, unos meses después, publicó Tesis sobre una domesticación (2019), la historia de una exitosa actriz travesti que se casa con un abogado, adopta un hijo y aparentemente vive una vida tradicional familiar. Sin embargo, reconoce que es una novela autobiográfica y premonitoria de una artista que aunque cada vez se parece más a ella –no por lo familiar–, no se quiere convertir ni dejar domesticar como ella.
Acaba de salir una nueva edición de la novela y una adaptación cinematográfica interpretada por la misma Camila y el actor Alfonso Herrera. Además, la escritora y dramaturga acaba de firmar una adaptación de ‘Las malas’, cuyo papel protagónico será intepretado por la actriz Karla Sofía Gascón.
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Click acá para verSobre esta novela, entre mariamulatas y mimosas, hablamos con Camila durante el Hay Festival 2025. También sobre la función de la literatura –discusión por la que dio batalla durante una charla con Melba Escobar–, sobre su relación con los debates de género de las nuevas generaciones, sobre fascismo y el presidente argentino Javier Milei.
Camila llega esa mañana con un vestido marrón y amarillo quemado de figuras psicodélicas, un anillo de resina naranja y unas sandalias con pepitas brillantes. Lleva las muñecas adornadas con aros coloridos. Usa unas gafas redondas negras que ocultan el sopor caribeño del ron y las noches de Getsemaní en sus ojos. “Me duele la espalda por los tacos de anoche. Pero siempre estuve con muchísima dignidad, ni un solo tropezón”, y agrega: “la única vez que me tropecé, de hecho, fue con sandalias”.
Para Camila Sosa Villada, llegar a Cartagena es entrar en un estado onírico solo superado por el trago de realidad de una mimosa. Dice que es un constitutivo natural de la flora intestinal. En su casa en Córdoba, desayuna con mimosa, arranca el día y así se queda hasta la tarde.
Pero ni los 30 grados actuales de su ciudad la sumergen en ese calor caribeño donde, según dice, todo el mundo se vuelve como un alga marina, acuosa y la energía que circula es muy sexual. “Pero a la vez, todo pende de un hilo”, describe con asombro en su segunda visita al Hay Festival Cartagena. Se recuesta en una silla y antes de empezar la entrevista, habla de la marchas contra las declaraciones que el presidente argentino Javier Milei hizo en Davos contra la comunidad LGBTIQ+.

Camila, me estabas hablando de las recientes declaraciones de Javier Milei contra las personas LGBTIQ+. Frente a la evidente ola de fascismo en el mundo, ¿se puede luchar a través del lenguaje?
Lo que yo digo es que hay determinados campos de la disputa lingüística que son mucho más accesibles para determinados sectores de la población que pueden dar batalla a través del lenguaje, es decir, volver a hablar entre nosotros. El tema es que durante estos últimos años, que fueron como 20, la corrección política se volvió un poco fascista, hubo mucha persecución y se dejó mucha gente afuera. La misma gente que votó por este hombre [Milei], es la gente que no supo o no pudo o no quiso hablar en inclusivo, es decir, la gente heterosexual básica. Los tipos estaban perdidos, asustados, además, porque el feminismo fue muy punitivista. Aunque bueno, yo también soy fascista, soy fascista conmigo misma.
¿A qué te refieres?
La otra vez hablando con mi psicoanalista le decía que me estoy convirtiendo en una fascista. Me premio, me castigo, me hablo en términos bélicos, todo es una batalla: ganar o perder. ¿Viste? Se te empieza a meter en la cabeza y es inevitable. Por eso digo que es del orden de la lengua.
Antes tú eras muy activa en Twitter (X). Muchos medios y personalidades han decidido abandonarlo, incluyéndote. ¿Parte de esas ideas te motivaron a salir?
Sí, era mucha desesperanza. Mucha circulación de información falsa, muchísima estupidez. Antes en Twitter éramos pocos, gente muy cínica, justamente sin corrección política, hablando de órdenes de la vida un poco más cercanos a nosotros, que no era solo hablar del presidente o hablar de la presidenta, como las salas de chat, de cuando yo era pendeja en un cibercafé a conocer gente del mundo. Tenía esa cosa, ¿viste? Y en algún momento la gente de Facebook se fue para Twitter y la gente de Facebook, que era un poco más… que estaba haciendo el trabajo para el capitalismo, estaba haciendo el trabajo para los políticos, defendiendo millonarios o políticos que no necesitan que nadie los defienda. Y me había cansado.
Desde “Las malas”, la gente te ha referenciado más y supongo que eso tiene implicaciones en la opinión pública. Quiero decir, hoy en día eres más famosa. Como la actriz de “Tesis de una domesticación”. ¿Cómo lidias con eso?
Mmmm…no me pienso hacer cargo de eso para nada. A mí me metieron ahí. Yo trato de hablar sinceramente siempre. Viste que los referentes literarios en general tienen como un discurso armado, tienen un par de frases que tiran y orbitan alrededor de un determinado significante. Bueno, yo trato de reírme, de ser sincera, de contestar lo que se me viene a la cabeza y hacer como esto de que se dice el psicoanálisis de la atención flotante. Trato de divertirme porque en realidad nunca quise meterme acá. Me tocó por mi trabajo también. O sea, si quisiera podría dejar de escribir, dejar de publicar, o podría dejar de ir a las ferias o ir a los eventos públicos, hacer entrevistas. Pero es parte de mi trabajo.
¿Y esto de divertirte y ser sincera te ha costado en ese mundo de los elevados escritores? Ayer en la charla con Melba Escobar hubo una discusión tensa sobre el papel de la literatura como arma para cambiar el mundo.
Ah, estuvo bien esa discusión y la dimos hasta el final. Las dos argumentamos muy bien. Todo lo que hablamos estuvo bien. Sí, también los escritores creen que son profetas. ¿Viste que les bajan las musas y ellos son un instrumento de Dios para iluminar con palabras las tinieblas de la existencia humana. No, yo no creo eso para nada. Yo creo que la literatura es algo absolutamente terrenal y sucio y del orden de lo orgánico, no del orden de lo divino. Entonces me río mucho porque ellos no deben entender nada.
¿Por qué lo dices?
O sea, anoche estábamos en un cóctel y había gente, escritores o gente que trabaja en editoriales, etcétera. Y no entendían quién era este putón, ¿viste? Con todo el vestido así como se me caía el bretel del brasier y los tipos se venían a sentar aquí. [risas] No deben entender nada. Pero bueno, yo no me metí acá. A mí me invitaron, ¿qué voy a hacer? La otra es quedarme como una estatua sencilla, mirando cómo los demás circulan, cómo los demás posan. Yo también quiero hacer mi escena.
Una vez en otra entrevista me dijiste que la literatura puede servir como herramienta para evitar un mundo muy violento.
Mirá, qué cursi. Ay, no puedo creer que dije esa estupidez. Quiero aclarar que tenía soroche esa vez en Colombia. Había vomitado absolutamente todo mi estómago. Bueno, también es cierto que hay gente que la literatura le pega bien, la escritura le pega bien, la lectura le pega bien. Son como drogas que dan algo de reposo, quietud y algún silencio que se necesita, como un acto de transmutación, pero es de uno en uno. Pero esa frase así como lo dije, no, me voy a pegar latigazos ahora la habitación. Me desdigo totalmente. Al contrario, sí me parece que la literatura puede insuflar, avivar, soliviantar la insurrección, la brasa rebelde de la gente la puede convertir en fuego de nuevo. Eso sí lo creo. Eso sí es algo valioso.
Y eso es algo vital en un mundo como el que estamos viviendo en 2025, ¿no te parece?
Claro, estamos presenciando un momento del mundo que es realmente espantoso. Es decir, estamos perteneciendo a cinco dementes. Uno hace el saludo nazi, el otro está drogado, está perdido, lo filman, está haciendo así para todos lados [mueve la cabeza en circulos]. El otro es millonario y no es capaz de ponerse pelo. El otro no sé qué, bueno. Pertenecemos a cinco o seis dementes, niños ricos, aburridos. Es un espanto.
En ese sentido, y para terminar el debate, la literatura nos puede dar alguna herramienta para lidiar con ese caos, ¿no?
La rabia puede definitivamente decirte a vos que hay algo que no está bien. Por ejemplo, Las malas. Si no hubiera sido leída por gran parte de los lectores de una manera heterosexual, es decir, si hubiera dejado una huella, que es como decir ‘mira esto que le hacen a las trabas, no está bien’. Lo que hay que hacer acá es enojarse, no sentir piedad por ellas, ¿entendés? ¿Eh? Eso creo que puede hacer que vos te enojes, que vos entiendas que hay algo que no está bien.
A mí me pasa mucho con la ciencia ficción. En el cine sobre todo.

¿Tienes algún ejemplo?
Por ejemplo, Blade Runner, estos replicantes que son rebeldes y que no quieren morir, que no quieren ser apagados y que han descubierto cosas respecto a sí mismos perfectos, que están siendo usados por, por por los seres humanos, ¿eh? Y se rebelan. ¿O por ejemplo en Westworld, que me parece la mejor serie que ha hecho HBO, ¿eh? No se llaman replicantes, se llaman anfitriones y son inteligencias artificiales también descubren que son están siendo usados por los seres humanos y en algún momento se rebelan contra esos. ¿Enojan, eh? Y recuerdan las cosas espantosas que les hacen. Cómo las violan, cómo les y las humillaciones a las que las someten y arman. Un puterío de la gran siete para acá.
Y ahora llega la reedición de Tesis sobre una domesticación. ¿Cómo fue ese proceso de escribir sobre un arquetipo de la travesti exitosa y famosa, a diferencia de las que vivían en el Parque Sarmiento? Y que de hecho, se parece más a ti en la actualidad.
Sí, se parece. Mira, a mí me invitó Liliana, la editora del libro de la primera edición que tuvo el libro. Originalmente me invitó a escribir una novela para una colección que sacaba un diario llamado Página 12 en Argentina. Éramos todos escritores y escritoras maricones, tortas, travas. Se suponía que tenía que tener alguna temática LGBTIQ. Yo tenía esta pequeña anécdota de esa travesti con un marido y un hijo que había surgido de una imagen que yo había tenido con un amigo gay…con el que después me peleé. Era un vínculo en el que había también una tensión sexual muy grande.
¿Y el niño?
Había un niño de por medio en esa imagen. Él lo alzaba, el nene me miraba a mí, empezábamos a jugar con el nene y a reírnos. Y el papá del nene nos preguntó: ¿ustedes cuándo van a tener un hijo? Yo dije, mirá, qué podría salir de una relación como esta. Así me imaginé esta historia y la única imagen que tenía era la de ellos cruzando la montaña para ir a visitar a los padres de la actriz. Empecé a escribir a partir de ahí.
Primero escribiste Las Malas y a los pocos meses Tesis sobre una domesticación. ¿Cómo surge esa perspectiva más familiar y tradicional de la realidad de una travesti después de la historia de las travas del Parque Sarmiento?
Sí, habló un poco una Camila que estaba cansada de leer con pena Las malas, de que la gente leyera apenada un libro que es tan violento, que es tan feroz, que tiene tanta rabia también contenida. Y que la leyeron porque además les conviene seguir pensando que somos impotentes, que no podemos defendernos o que sufrimos mucho, lo que sea. Entonces dije: mejor hablar sobre otra cosa. Además en Las malas eran tantos personajes los que necesitaba, y acá era pensar cómo reducir a uno solo el alma de un personaje. Después pasó el tiempo. Salió el libro en 2019, me ofrecieron reeditarlo en Planeta y lo volví a trabajar.
¿Qué cambió de la primera edición a esta última?
Lo que pasa en la segunda versión es que se profundiza más el vínculo de ella con el director. Profundicé más también en el vínculo con el medio hermano. Agregué ciertas declaraciones de la actriz y le di a la familia un poco más de dinero. Los hice un poquito más ricos de los que eran en la primera. Pero las escenas son casi todas iguales y el primer trabajo que hice fue ir borrando la palabra ‘amor’ de todas las páginas. Creo que dejé dos o tres veces la palabra.
¿Por qué?
Porque me parecía que no era del orden del amor lo que estaba pasando. Realmente el amor había sido una herramienta para acorralar a la actriz. Pero lo que a ella le estaba pasando no era del orden de la decepción amorosa o la ilusión, sino que era de lo económico y aburrimiento. Del sin sentido que tiene tener muchísimo dinero y no saber qué hacer con tu tiempo. Entonces fue como una advertencia para mí, creo.
En efecto, es como una novela autobiográfica
Muchísimo. Aunque la verdad que no tendría un hijo nunca, no adoptaría. Aunque con una de mis primeras parejas, lo hablamos en un momento. Hablamos de casarnos, de adoptar una criatura. Pero ya se me pasó. No, no lo voy a hacer. Pero sí me imaginé así. Fue como decir: mirá lo que te pasaría, como si me profetizara estar en una jaula en el caso de que eso se diera así, un amor así como el que tienen ella y el abogado.
Camila, ¿cómo sería una pareja del orden del amor? es decir, ¿es posible amar y ser amado sin domesticar?
Sí, sí, sí, sí, sí. Teniendo amantes, amantes, siendo clara, diciéndoles: ‘Mira, yo hago esto, esto no es así, esto me gusta, esto no me gusta’. Con mi último novio, una vez me dijo: ‘Che, tengo una reunión con unos primos. ¿No me querés acompañar? Yo creo que les caerías genial. Yo creo que ellos te caerían bien a vos también’. Le dije: ‘mira, yo no soy una novia, que hace esas cosas, andá vos con tus primos, haz lo que querás pero yo no me voy a ir a presentar a tu familia, ni loca’.
Entendible. ¿Y él qué te dijo?
Pues es que me pasa algo espantoso y que es que gusto mucho de mí misma. Me gusto mucho a mí. Estoy caliente conmigo. Me deseo. Entonces hay que competir con un narcisismo así y no sé qué tipo puede llegar a ponerse al lado de semejante travesti que se quiere tanto, que se aprecia tanto, que se valora tanto, incluso equivocadamente porque también soy una persona despreciable. Pero me encanto. Me encanta mi vida, verme al espejo, acostarme, ponerme perfume y dormir 20 horas, andar desnuda por mi casa. O sea, no, no. No sé si hay un tipo que me dé lo que yo me doy. Yo me invito a cenar. me invito a viajar. Yo me invito a beber. Me invito al cine. Es muy difícil pararse al lado de alguien así que se quiere tanto así.
Ya que hablamos de lo autobiográfico, quisiera preguntarte por el final de la novela: la muerte de la actriz. Ella muere en medio de la presión de todo su mundo. “No se puede morir con elegancia en este país”, dice la última línea. ¿Cómo se podría morir una de manera elegante?
Cuando una ya no se siente a gusto con la vida. Supongo que ella tiene una muerte elegante también. Lo que pasa es que la molestan, le golpean la puerta del camarín y no la dejan morir tranquila, pero me parece que cuando la vida ya no es buena para alguien, parece que es elegante morir sí también. Es decir, todo el tiempo te dicen: ‘No, vos tenés que lucharla, que la vida es importante’. Bueno, la vida es importante si es linda, si está bien vivible, si en el balance de las cosas buenas y de las cosas malas, no te pasaste toda la vida batallando, peleando, odiando o lo que sea que haga que tu vida sea amarga.

En una parte de la novela, dice que la actriz se forjó en una época en que hablar del cuerpo admitía discrepancias. ¿Cómo percibes tú hoy esas nuevos activismos y debates sobre el género y la sexualidad?
A mí me gusta estar entre travestis, entre viejas trabas, entre trabas de mi edad, entre trabas con las que comparto un conocimiento que me cuesta compartir con las nuevas generaciones. A mí me gusta más juntarme con gente de mi generación porque hay cosas que están como ya resueltas del orden de la conversación, del orden de la existencia, del entendimiento. Aún así tengo amigas y amigos maricones y amigas trabas que tienen 22 o 23 años y me encanta que me traten de tía o de madre y me cago de risa. Pero en general me gusta estar entre trabas viejas, entre las trabas que todavía tienen algo para enseñarnos. Y no ser yo la que tiene que explicar cómo era en los noventa, en los dos mil.
Me estabas hablando de las marchas contra las declaraciones de Milei contra la comunidad LGBTIQ+. ¿Te involucras en los debates de la actualidad?
Hay cosas que no entiendo.
¿Cómo qué?
La falta de enojo de las nuevas generaciones, la falta de que todo se resuelve escrachando en las redes, que el arma sea un escrache en Instagram para defenderte de alguien, que las travestis más jóvenes se quejen de las mismas cosas que nos quejamos las más viejas cuando sus problemas coyunturales son otros, no son los mismos que los nuestros.
¿A qué te refieres?
Por ejemplo, ayer veía en Córdoba, en mi ciudad, había hablado uno de estos representantes como de la ultraderecha argentina y él decía: ¿por qué el Estado se tenía que hacer cargo de las hormonas y de pagarle los cambios corporales, físicos, a las de un hombre para que se vea como una mujer? Perdóneme. En mi generación no nos pagó nada el Estado. Pagamos nosotros, yo me pago las hormonas sola. A mí no me tienen que pagar el Estado nada. Mis tetas me las pagué sola, mi nariz me la pagué sola. Yo lo hice para verme más bonita o para verme como me gustaba verme, a mí no me lo dio el Estado.
¿Y qué dicen las trabas viejas, tus amigas, de la vida que tienes ahora?
Cuando puedo, tomamos mimosas juntas. A mí me quieren mucho las trabas viejas. Como las de Santafé, en Bogotá. Estás con ellas y lo único que haces es callarte, escucharlas y reírte. Aprendes de esas mujeres más de lo que podés aprender de un adolescente.
¿Sigues en contacto con las de Santafé?
Sí, ahora hace mucho que no charlamos, pero si voy a Bogotá, me reservo un día para pasarlo ahí con ellas.
Entiendo que en los últimos años has tenido una relación diferente con tu familia, en parte por la salud y enfermedad de tus padres. ¿Cómo ha sido ese cambio?
Con mis padres estamos bien hace muchísimo tiempo. En parte interviene en teatro, en parte intervino que yo cambié mi manera de estar frente a ellos. Pero sí hubo algo del orden de entender qué es lo que ellos habían hecho cuando yo era chica, que a mí me había dolido tanto, que sí tuvo que ver con las lecturas de Sharon Olds. Es la mujer más hermosa de Estados Unidos. Una mujer muy inteligente, muy poética, ganó el Pulitzer, criticada también por el exceso de erotismo de su poesía. Y su poesía gira en torno a los padres, a su esposo, a sus hijos, a su hermana, a su hermano. Es como un mundo muy chiquitito, por eso ayer en la charla decía esto de que una está siempre escribiendo el mismo libro. Ella tiene muchísimos libros y todos están en torno a ese pequeño mundo. Y a mí me hizo cambiar la perspectiva. Me hizo pensar que decirle a un padre, ‘pudiste haber hecho más cosas’, es la injusticia más grande que se puede hacer. Hicieron lo que pudieron y lo hicieron bastante bien, además.
En marzo se lanza la adaptación al cine de la novela Tesis sobre una domesticación. ¿Cómo fue adaptar el lenguaje y las escenas del papel a la pantalla? ¿Cómo mostrar la intimidad y el erotismo de las escenas como la del director con la actriz?
Yo esa idea que tenía de esa pareja cruzando la montaña era para el guión de una película, así que me parecía lo más natural del mundo era que se adaptara. Se trasladó muy bien además. El director fue protagonizado por un argentino. Muy talentoso, muy genial. Había que estar desnuda y teníamos que estar desnudos delante de mucha gente y hacer cosas horribles delante de mucha gente y lo hacíamos. Y la pasamos muy bien, nos divertimos. Él a mí me gustaba además, así que era muy sencillo. Pero hay algo de la literatura que es del orden de lo infinito que no se puede llevar al cine de ninguna manera. El cine inventa recursos para la literatura, pero la literatura es infinita, la literatura puede hacerlo todo. Vos podés en un mundo hacer que las personas sin cabeza caminen por la calle, tengan relaciones, hablen. Pero el cine no sé si puede lograr esas cosas todavía.
Y tú sigues haciendo literatura. ¿De qué se va a tratar el nuevo libro? Dicen que son textos eróticos.
[Risas] Bueno, sí, tienen bastante de erotismo. Se va a llamar La traición de mi lengua. Son textos poéticos en torno a la sexualidad, en torno al lenguaje, el lenguaje relacionado con la sexualidad.
Pero de alguna manera tus libros hablan sobre la sexualidad, ¿no?
Sí, y me encanta. No sé por qué pero me encanta escribir sobre el erotismo. Me encanta escribir. Me encantaría ser recordada como una escritora erótica. No sé si hay muchas, pienso en Adélia Prado y no se me ocurren muchas. Pero me encantaría ser recordada como una escritora erótica.