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«Australia me dio el boxeo, pero de corazón soy latina» 

Entrevista con Viviana Ruiz, la más reciente campeona mundial de peso mosca. 

por

Juan Pablo Parra


12.05.2025

Fotos de Steve Deckker

El pasado 26 de abril, la bogotana Viviana «La Diosa Guerrera» Ruiz se coronó en Australia como campeona mundial interina del peso mosca de la Asociación Mundial de Boxeo (WBA, por sus siglas en inglés). Migrante, ingeniera electrónica, peleadora incansable, empezó su carrera a los 32 y 10 años después se ha convertido en la sexta campeona mundial de Colombia. En esta entrevista, La Diosa Guerrera nos cuenta cómo fueron sus inicios en el deporte, los altibajos de su carrera, cómo ha sido su experiencia migrante y cuáles serán sus siguientes pasos en el boxeo:

¿Cómo y cuándo empezaste a boxear? 

Conocí el boxeo aquí en Australia. Llegué hace 16 años, sola y sin hablar inglés. Cero inglés. En Colombia tenemos familias muy grandes: tíos, primos, y eso es lo que nos rodea. Pero cuando vienes a un país tan lejos, no tienes a nadie. Yo trabajaba en varias cosas. Soy ingeniera electrónica y de comunicaciones, con un diplomado en Network Security, pero con eso no podía hacer nada porque no tenía la residencia. Súmale que había tenido problemas con el alcohol y, cuando me dí cuenta de que acá no tenía a nadie, empecé a tomar. 

Pero en uno de esos guayabos estaba caminando por Sidney, y vi un gimnasio que se llama Fight Gym. A mí no me gustan los gimnasios, me parecen fake, pero ese día me llamó la atención, entré e hice la primera clase. Afortunadamente, el entrenador se fijó en mí y me preguntó si había boxeado antes. Yo le dije «no, pero que tenía rabia en los puños». Y él me respondió que tenía buenos skills. Y ya, así fue como empecé a boxear. Porque me sentía muy sola, estaba tomando y necesitaba un cambio.

¿Cuándo empezaste a entrenar imaginaste que llegarías a ser campeona del mundo?

Yo empecé por practicar. En mi familia somos muy competitivos. En Colombia practicamos fútbol, baloncesto, deportes de equipo, pero eso a mí nunca me ha gustado. Pero en el boxeo, me gustó que solo depende de ti. Todo depende de ti. Y cuando empecé a entrenar hice amigos por primera vez, después de estar cinco años en Australia. Hice amigos a pesar de que mi inglés no era perfecto. Y eso era algo que yo no tenía. En el boxeo encontré una familia y no importaba si hablabas inglés, si hablabas español, el idioma del boxeo es general, es neutral, cualquier persona lo va a entender. 

Después de eso vino el primer sparring. En el boxeo no hay muchas mujeres y acá en Australia eso no es diferente. Cuando empecé solo había hombres, y hacía sparrings con ellos. La primera vez que me pegaron en la nariz, lloré, hice show y me fui corriendo al baño. Pero cuando me miré en el espejo: no era nada. Nada, absolutamente nada me había pasado, no sangre, no nada. Era solo la impresión de que te peguen. Lo siguiente que pensé fue: «bueno, ¿cómo le devuelvo el puño?». Y ahí comencé. 

¿Empezaste como amateur o profesional?

Como amateur. Era uno de esos programas que entrenas 10 semanas, 6 semanas y al final peleas. Pero en mi caso fue que no encontraron oponente para la muchacha del programa y me dijeron, «¿quiere pelear?» y yo, «bueno». A mí me avisaron del combate como un mes antes, pero gané y luego de ese triunfo seguí, la adrenalina de una pelea de boxeo no tiene comparación.

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La verdad no fue fácil. Empezar a los 32 años y más por «colombiana». Eso es lo más duro: no tenía plata, era colombiana y la edad. El racismo lo viví aquí (en el gimnasio) e inclusive en una pelea me gritaban: «a nosotros no nos gustan los foreigners, no nos gustan los extranjeros». (…) Yo necesitaba que alguien creyera en mí. Cuando gané esa primera pelea llegó un entrenador, que ahora es mi pareja, se llama Ben Savva. Era muy bueno. Había ganado torneos y entrenaba desde los 6 años. Yo le dije: «por favor, yo no tengo plata, pero, por favor, entréname. Yo quiero ir a los Olímpicos». Ya había pasado que, por primera vez en unos Olímpicos, en 2012, las mujeres empezaron a competir en boxeo. Los siguientes eran en 2016 y yo dije, «bueno, cómo llego a los Olímpicos». Al principio él dudó, pero le demostré que iba a poner cuerpo y corazón. Los colombianos somos duros y yo entrenaba con toda. Él me dijo: «Usted tiene 32 años, (…) no tiene tiempo de nada. Tenemos que pelear a la que sea, donde sea, en cualquier momento». 

Mi quinta pelea fue contra la representante de Australia en los Olímpicos de 2012. Ella tenía como 50 peleas, y él me dijo, «bueno, le toca, hágale». Era muy difícil. Como boxeadora no había oponentes. Yo peleaba con las mismas personas consecutivamente (…). Eso fue bueno, porque en menos de nada, en mi séptima pelea, ya era campeona nacional de Australia. Primero peleé con la número uno y ganó. Y yo seguí y seguía, peleábamos cada fin de semana, cada mes. La diferencia era alta, pero no me importaba. Con cada derrota yo decía, «ya casi la tengo, ya casi». Hasta que le gané. Luego de eso vino un torneo en 2018, el Women’s World Boxing Championship y en el torneo previo de selección le gané a todas las número uno de Australia. En los cuatro días me tocó contra las cuatro mejores. Esas fueron de las mejores peleas que he tenido. Yo gané y gané y gané.

¿Toda tu carrera amateur fue en Australia?

Sí, cuando yo ya había ganado torneos, fui a Colombia una vez para hablar con la Liga de Boxeo de Bogotá. Y de una vez me dijeron que no. Yo me imagino que ellos ya tenían su proceso. (…) Tan pronto les dije mi edad, no me dejaron hacer nada. Y ya, bueno, me devolví para Australia. Yo obviamente siempre he querido, orgullosa, representar a mi país, pero me dijeron que no. 

¿Cómo fue el paso al profesionalismo?

Después de regresar de Colombia, ya para los Olímpicos de 2020, tenía un problema: la edad límite para competir son los 40 años. Entonces, si no podía competir para esos, ya hasta ahí le damos. Y en el torneo de clasificación para el equipo de Australia perdí en la última pelea y no pude ir a los olímpicos. Y ya, apenas me bajé del ring comencé a pensar en el boxeo profesional. Yo quería ser campeona del mundo. Le dije al entrenador y me dijo, «pero ya tienes treinta y nueve años». Le respondí, «Pero nada, hagámoslo». Eso fue en 2020. Me comencé a preparar y cuando iba a tener mi debut como profesional: Covid. Justo la semana antes de mi primera pelea. Eso paró todo por dos años, pero yo seguí entrenando. Al final debuté en 2021. 

Me acabas de contar que intentaste boxear en Australia y en Colombia y que tuviste problemas por ser migrante. ¿Te sientes como una boxeadora australiana o como una colombiana? 

Dios… Las dos. Si no fuera por Australia, yo no hubiera conocido el boxeo. Si hubiera estado en Colombia, yo no hubiera conocido el boxeo. Te lo aseguro ciento por ciento. Australia da muchas más oportunidades, es un país desarrollado y hay más dinero. Me dio el boxeo, me abrió las puertas, pero yo soy colombiana. Toda mi familia está allá. Esta berraquera, este empuje. Eso no se quita. Esa fuerza no creo que tantos australianos la tengan. Yo tengo eso, no de acá, sino de donde vengo, de donde me criaron, de mi mamá, de todo el trabajo que ella ha puesto. Australia me dio el boxeo, pero de corazón soy latina. Y yo quiero representar a Colombia. Estos triunfos ponen a nuestro país en alto. 

Australia te dio el boxeo, pero también hemos hablado de que tuviste dificultades extra por ser migrante. Lo digo por cosas como que los jueces suelen favorecer al local y aunque tú eres australiana, pero no «la australiana» o los permisos que se necesitan para boxear…¿Crees que ser una migrante te ha puesto las cosas más difíciles?

Sí. Al inicio, por ejemplo, no tenía residencia y no podía competir a nivel nacional. Pero así como hay gente mala, hay gente buena. En la Asociación Boxing NSW me ayudaron mucho y empujaron para que me dieran los permisos. Yo ya había aplicado, pero ellos mandaron una carta para acelerar y con eso yo poder participar en los eventos nacionales. Pero tan pronto llegué al nivel nacional no, nada. (…) Yo podía destrozarlas y perdía. Claro, ellas eran más jóvenes y parte del equipo australiano. Pero yo me imagino que eso es como en cualquier lado. Eso es así, el apoyo fue mínimo.

¿Y en lo económico?

Bueno, yo ahora no soy una atleta full time (tiempo completo). Digamos, una semana antes de mi pelea por el campeonato mundial, yo estaba trabajando. No trabajo como ingeniera desde hace como 7 años. En mi primer torneo amateur, estaba trabajando en un banco. Entrenaba en la mañana, trabajaba todo el día y luego entrenaba en la tarde. Pero cada que competía me ganaban legalmente. Y yo pensaba, «pero qué más hago». Ben me dijo, «usted no lo va a lograr si no se dedica al boxeo full time, tiene que renunciar».

Entonces por un lado tenía que trabajar, tener un sueldo estable, seguridad social y en el otro boxeo, que no sabes qué va a pasar. Él me dijo, «hágale, yo la apoyo». Y renuncié. Empecé a trabajar en el gimnasio, dando clases, con lo del día a día. No ha sido fácil, Ben es joven, y los demás entrenadores son viejos. Además venía de Inglaterra y no conocía a nadie. Los dos empezamos de cero en el boxeo. Sin nada. Fue una batalla contra todo el mundo, contra todo. Nadie le creía a alguien que viene del extranjero, que no tiene experiencia como entrenador. Pero construimos un equipo, él empezó a entrenar a mucha gente y ahora es uno de los mejores de Australia, y entrenó a una campeona mundial.

En 2021 haces tu debut, han pasado cuatro años, tienes doce peleas, dos derrotas y ahora eres campeona del mundo. ¿Cómo fue? Sé que has peleado en Australia, en Colombia y con boxeadoras de varias nacionalidades.

Mi primera derrota fue en 2021, la pelea después del debut. Ella había sido campeona nacional y tenía mucha experiencia. Pero después de mi primera pelea, nadie quiere pelearme. Yo noqueé en el tercer round y nadie me peleaba. Yo ponía nombres y no respondían. Entonces mi segunda pelea llegó mucho después. Yo peleo la primera vez en abril y la segunda en noviembre. Pero no tengo tiempo. Y yo sé que esa segunda pelea no la perdí, a pesar de que tuve que subir dos categorías de peso. Pero, bueno, Australia, split decision (decisión dividida). 

Luego otra vez a esperar la contrincante para la tercera pelea. Y lo mismo que en amateur: no tenía tiempo. Con la edad no se puede. Yo hablé con Ben y me dijo «No puedes tener una pelea por año, llegas a los 70 y no has hecho nada. Coge todos los ahorros y vete a Colombia». Habíamos hablado de que no podía regresar sin ranking nacional o mundial, sin un título latinoamericano. Él se quedó en Australia, y yo me fui sola a Colombia, con el vuelo de ida. Sin entrenador, sin mánager, sin nada. Todo mi equipo era mi mamá. Yo iba a gimnasios y Ben me entrenaba por teléfono, me decía hoy haces esto, mañana esto. Y mientras yo (…) hablaba, buscaba oponentes, iba a las ciudades. Peleé en Bogotá, Medellín, en Barranquilla. 

El día de mi primera pelea en Bogotá, yo tenía un entrenador que le había pedido que me ayudara en la esquina. Una pelea antes de la mía creo que le robaron la pelea a su boxeador. No sé, yo no vi nada, pero el señor se fue. Yo apenas lo vi, estaba con mi mamá, y él caminando hacia afuera. En mi primera pelea en Colombia. Me fui al público y me quedé mirando: había un señor, Nilson Potes, y tenía la maleta y pads (manoplas de goma para entrenar). Yo me acerqué y le dije, «oiga, me puede hacer un favor: ¿me podría hand wrap (vendar) y ser mi córner?». Y él me dijo: «claro hágale». Y bueno, gané, en el primer o segundo round.

Luego vienen cuatro peleas más y te conviertes en campeona latina, ¿ahí regresas a Australia?

Sí. Ya con ese título y con ranking, regreso, pero al volver es lo mismo. Otra vez, nada pasa. Pero Ben conoce a un mánager, Steve Scanlan. Y él ha sido mi guardián, sin él yo no hubiera llegado aquí. Hace cuatro años lo conocí y le pedí que me ayudara. Él me había visto en mi primera pelea y me dijo que sí y que me prometía un título mundial. Y desde eso las cosas mejoraron y empezaron a salir las peleas.

¿Cómo fue la pelea por el título? ¿Qué se siente pelear un campeonato del mundo? ¿Cómo le puedes explicar eso a alguien?

Es mucho. Esa pelea, esa oportunidad… A veces dicen que uno tiene sus altos y sus bajos, una mala noche, que no puedes poner en el ring lo que haces, pero cuando solo tienes una oportunidad… Esa pelea era decisiva para mí. No había más y yo lo tenía muy claro. Yo tenía que poner esa presión en mí, porque si no pasaba ahorita, ya no iba a pasar nunca. Eso era así en mi cabeza: «si no es ahora, nunca, nunca en el universo va a pasar. Suerte, olvídate. Despídete del boxeo, el esfuerzo de 10 años a la basura». Yo no tenía tiempo de tener una mala noche, no. Y yo entreno de esa manera. Enferma, lesionada, cansada, cuando estoy en mis días, en cualquier escenario que pueda pasar en el ring, yo lo entreno, que si las piernas no me funcionan, que me pegaron muy duro y me dejaron desorientada. Yo entreno alma y vida. Para mí esto es vida o muerte. Y pues en la pelea la presión estaba ahí, pero era más la claridad en mi cabeza de qué estaba dispuesta a dar para ganar, y yo estaba dispuesta a morir en ese ring. No había nada, nada que me quitara ese título. Nada. Cuando yo me subo al ring, yo pertenezco ahí. Que la gente grite mi nombre, que me abucheen, eso me llena. Ya cuando empieza la pelea, mis ojos, mi mente, solo se enfocan en destrozarla, es lo único que quiero. Los nervios y la presión desaparecen. 

Al final, yo sabía que había ganado. Gané claramente. Yo la boxeé. No fue fácil, claro, ella vino a pelear y fue una guerra muy bacana, pero yo tengo mucho pedigrí amateur. Y usé mi jab, pum, pum y la hacía fallar, me movía, la esquivaba. Ella estaba muy abierta y yo le tiraba golpes al cuerpo. La verdad peleé muy bien. 

Escuchándote me pregunto ¿Cuáles han sido tus referentes en boxeo? ¿Cómo defines tu estilo?

En hombres, Lomachenko, que lo conocí y lo vi pelear en vivo. Es un maestro. Otros que me han enseñado mucho, Pacquiao y «Chocolatito» González. Ellos me ayudaron a entender el Flow State (la zona o estado de total concentración mental y física). Ellos pelean doce asaltos, sin parar y terminan como si nada. Y se mueven, usan los pies, pegan. Ellos tres tienen en común esa visión, nunca paran de pelear. Son intensos, usan ángulos. Ese es el estilo mío. Yo soy agresiva, pero también soy boxeadora. 

En mujeres, la que me inspira es Amanda Serrano. Siempre lo he dicho. Me gusta mucho su estilo de boxeo. Y, últimamente, Mikaela Mayer, que es muy buena también. Ellas me inspiran. 

Bueno, y la pregunta obligada, ¿qué sigue en tu carrera? ¿Cuál es el siguiente objetivo?

Fundora (Gabriela Fundora, la boxeadora rankeada como número uno en peso mosca, categoría de Viviana, y una de las tres estrellas del boxeo femenino actual). Ella es espectacular. Pero sus oponentes, todas, van sin plan. Solo van con atletismo, pero no con una estrategia. Y yo ya tengo un plan. Claro, ella es muy alta, pero yo nunca he sido alta con nadie. Eso no es problema. Esa es la pelea que sigue. Si lo logro, yo sería la primera australiana que pelee en una undisputed (por todos los títulos, campeona indiscutida) y la primera colombiana también. Yo soy la sexta colombiana en tener un título mundial y creo que la primera bogotana. Y quiero más.

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Juan Pablo Parra


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