Hay una mujer responsable de que en Bogotá haya espacios de recreación para las personas con algún tipo de discapacidad física. Una terapeuta que prefiere hacer sus reuniones pedaleando y que recorta, pega y edita los momentos de su vida.
Dicen quienes le tienen confianza dentro de la Administración Distrital de Bogotá: “Es una superabuela”. Tiene 61 años y va en bicicleta a su oficina. Coordina el programa de Recreación del IDRD y en los ratos libres recorta fotos y las pega para contar historias. Amparo Wiswell Arévalo, terapeuta ocupacional de la Universidad Nacional, lleva veinte años -según su hija y sus colegas- haciendo de Bogotá una ciudad más incluyente.
Uno de los espacios que Amparo Wiswell tiene a su cargo es el Gimnasio Recreativo Incluyente, ubicado en el Coliseo El Salitre, al occidente de Bogotá. Este lugar cuenta con quince máquinas adaptadas para que quienes tienen limitaciones físicas puedan ejercitarse. En el 2016 llegaron 34.289 personas con sus familias y cuidadores.
Gimnasio recreativo incluyente del IDRD. Foto: Angie Bautista
Recreación incluyente
Suena reggaetón. Julián entra en su pequeña silla de ruedas y comienza a saludar. Al Gimnasio Recreativo Incluyente llega acompañado de otras personas, pero él atrae toda la atención. Tiene 12 años y su fisonomía es como la de un niño de cinco porque nació con hidrocefalia, una acumulación de líquido cefalorraquídeo dentro del cráneo que produce hinchazón en el cerebro. Es rubio, de piel dorada y pestañas que se ven desde lejos.
Fabián Romero, practicante de Cultura Física Recreación y Deporte de la Universidad Santo Tomás, acompaña a Julián a una de las esquinas del Gimnasio. Se sienta para quedar a su altura, le acerca un pequeño palo de escoba con dos pesas a cada extremo y cuenta: uno, dos, tres… hasta llegar a ocho. Julián levanta la pesa improvisada de cuatro libras con ambos brazos y sonríe en cada repetición. Dice Fabián que la actividad física no solo mejora el estado de ánimo del niño, también le ayuda a fortalecer el tren superior, evitar lesiones y aumentar su movilidad en la silla.
Amparo está en la entrada de una de las oficinas del Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD), donde funciona el Área de Recreación. Entre la gente sobresalen sus gafas, una falda hasta los pies y el chaleco azul marcado con letras blancas diciendo: ‘Bogotá Mejor para Todos’, la consigna de la Alcaldía de Enrique Peñalosa. Allí programan y coordinan los eventos recreativos más importantes de Bogotá: la Ciclovía, el Festival de Verano, Megaeventos de Actividad Física, Recreación para Personas Mayores, Recreación Incluyente y Recreación para la Infancia.
Cuando llega a su escritorio, toma asiento al otro lado de la mesa y mientras trabaja en su computador, cuenta que nació en Buenaventura, Valle del Cauca. Que tuvo una infancia tranquila y una familia unida. De vez en cuando se disculpa, se levanta y pide ayuda porque no sabe cómo continuar. “Aquí tenemos mucho trabajo, por eso no me queda tiempo de aburrirme”, dice al volver. Amparo se casó con Alberto Noreña, compañero de colegio de su hermano en Pereira. Tuvieron dos hijos, María Isabel y Daniel. Cuando Daniel tenía cinco años, el matrimonio terminó.
—¿Se volvió a casar? —No, me acostumbré a la autonomía y a la independencia—responde. Descubrí que uno no necesita a un hombre al lado. Vivo feliz con mi profesión, mi trabajo, mis hijos y ahora con mis nietos. Tengo mucho que hacer. Además, como católica creyente, soy ministra de la comunidad y catequista en mi parroquia. Mi vida en este momento es muy plena.
Los que le tenemos un poco de más confianza le decimos ‘superabuela’ porque tiene las capacidades de una persona muy joven
Paola Saavedra, una de las monitorias del Gimnasio, describe a Amparo como una mujer espiritual que se ha destacado por su trabajo con las personas con discapacidad. “La licen -como le dice-se la ha guerreado por el programa. Es una persona muy importante en la formulación de esta política”.
Amparo era una de las delegadas del Distrito ante el Congreso para formular la Política Pública de Discapacidad. “Estuvimos trabajando para que respondiera a las necesidades de la población. Para garantizar el derecho a la recreación de las personas con discapacidad. Tanto en logística como en metodología”, cuenta.
El programa de Recreación Incluyente nació con ella. En 1996, le dieron la tarea de hacer una propuesta para atender las necesidades recreativas de la población con discapacidad de Bogotá. Buscó los espacios, conformó el equipo y arrancó el programa que garantiza el derecho de esta población a la recreación, al descanso y a la diversión.
Hoy el programa cuenta con siete actividades: los Gimnasios Incluyentes —en agosto abren el segundo en la localidad de Kennedy, dentro del Coliseo Cayetano Cañizares—, Activación sin limites, Recreolympíadas, Ecoaventura, Zonas Sensibles, Recreación familiar y la Celebración del mes de las personas con discapacidad. En 2016 alrededor de 100 mil personas con discapacidad, sus familias y sus cuidadores participaron de estas actividades en todas las localidades del Distrito Capital, incluyendo Sumapaz.
La labor de hacer a Bogotá una ciudad más incluyente se refleja en la educación que Amparo les dio a sus hijos.
—Como éramos hijos de familia separada teníamos que pasar tiempo con ella aun cuando tenía que trabajar, no era un problema para nosotros porque era ir a un parque a jugar, conocer Bogotá, ir con los amigos del Instituto que nos conocen desde muy pequeños. Era una alegría, pero también nos formó, sin que nos dijeran “miren existen unas personas con estas condiciones” con el ejemplo lo aprendimos— cuenta María Isabel, la hija mayor, quien hoy es profesora investigadora.
En el último rincón del área de recreación, a pocos metros del puesto de Amparo, hay una oficina cerrada con una mesa de reuniones que en lugar de sillas tiene bicicletas estáticas. “Ahí hemos pedaleado mientras discutimos cosas del trabajo», cuenta Oscar Oswaldo Ruíz, jefe del Área de Recreación del IDRD, quien la conoce desde hace veinte años. “Los que le tenemos un poco de más confianza le decimos ‘superabuela’ porque tiene las capacidades de una persona muy joven. Últimamente, por ejemplo, está viniendo a la oficina en bicicleta”, dice Ruíz.
Usuarios del programa Recreación incluyente en el Coliseo El Salitre.Foto: Angie Bautista
Libros de recorte
Amparo es de apellido inglés. Ricardo Wiswell, su abuelo, llegó a Colombia durante la Fiebre del Oro en el Cauca. No lo conoció, pero conserva en su álbum familiar una foto de él y su bisabuelo Francisco Wiswell. “Tengo ese álbum porque hago scrapbooking, —libro de recortes—. El arte de contar historias con fotos es mi afición y mi hobby. Imagínate, voy a cumplir mis primeros 61 añitos y tengo fotos en blanco y negro desde el mes de nacida”, cuenta en su oficina del IDRD.
— ¿Podría mostrarme ese álbum?
—Claro, tenemos que reunirnos, ¡pero en la casa!
Cuando saca su agenda para cuadrar la visita encuentra una hoja blanca con un par de gatos coloreados.
—¡Mira!, me compré un libro de gatos para pintar en las reuniones, así estoy atenta, no me distraigo y hago algo productivo. Esos gatos también sirven para mi scrapbooking, para decorar.
Su apartamento huele a chocolate. Amparo saca una bandeja de cupcakes del horno y un gato negro salta sobre el mueble. “Daniel rescató a Romeo en Kennedy”, dice orgullosa de su hijo, quien hoy es miembro del Cuerpo de Bomberos de Bogotá. A cada esquina de la sala le corresponde una colección. En una, sobre divisiones de madera, están las vírgenes. En la otra, los ángeles. “Mis hijos dicen que esta casa no vuela porque tenemos cinco pisos en cima”, comenta sobre su colección de ángeles.
En el centro de la sala, sobre una mesa de madera, están sus álbumes de scrapbooking. Amparo saca uno con su árbol genealógico, lo armó con el objetivo de conocer su historia porque, dice, “cuando uno no la conoce está condenado a repetir los errores”. Al final del pasillo está su taller, un cuarto con materiales hasta el techo para hacer los álbumes.
Libros de recorte de Amparo Wiswell. Foto: Angie Bautista.
Lo que Amparo quiere para las personas en situación de discapacidad lo practica a diario. No se queda quieta, como dice su hija María Isabel, y así funciona el programa que dirige. En el Gimnasio les enseñan a los usuarios rutinas de ejercicio y hábitos de vida saludable para que después puedan ejercitarse solos. Dolly Suarez, gestora de Gimnasios Incluyentes, explica que con estos espacios las personas en situación de discapacidad se sienten parte de la sociedad.
—Es importante porque aquí ellos se descubren a sí mismos, se dan cuenta de que tener una o varias discapacidades no genera límites totales sino al contrario, pueden potenciar eso, pueden correr, trotar, saltar.
Amparo está en proceso de pensionarse, pero dice María Isabel que no sufrirá porque es muy activa. “El mundo puede rodar y doña Amparo se queda aquí”, dice la misma Amparo cuando termina de mostrarme su taller.