Al menos 20 mujeres fueron asesinadas en julio por ser mujeres y Antioquia fue el departamento con más casos. Nuestras aliadas de Manifiesta conversaron con Lesly Paz, investigadora de las organizaciones feministas de ese departamento para entender qué esta pasando.
por
Manifiesta Media
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03.09.2021
[N. de la E. esta historia se publicó originalmente en el portal de Manifiesta Media]
El 4 de julio, Brillitte Scarlet Guacache Díaz murió a manos de su expareja, Eser Yamil Chimiro Rodríguez, quien la atacó con un arma blanca hasta matarla. Brillite era venezolana y tenía 23 años. Conoció a su expareja en la comuna 10 de Bucaramanga, porque la cuñada de él era amiga de Brillite. Vivían a tres casas de distancia, compartían nacionalidad y una vida como migrantes en Colombia. Sin embargo, a los tres meses, Brillite le terminó y el hombre decidió matarla.
El 5 de julio, Isabella Garzón Monsalve fue asesinada en Medellín. Tenía 23 años y era una mujer trans. La noche anterior había ido a la marcha del Orgullo y luego, Isabella se quedó un rato con dos personas más. Fue atacada con arma blanca al parecer por un miembrx de la comunidad LGBTIQ+. Isabella murió en la Clínica Las Vegas.
El 13 de julio, Ana María Arbeláez, de 17 años, desapareció de su familia en Bello, Antioquia. No solía salir sin avisar ni dejar de comunicarse por horas. Al día encontraron su cuerpo cerca a su casa, con signos de violencia sexual. Las autoridades dijeron que su vecino, Yonatan Stiven S. B. la convenció de entrar a la vivienda y la asfixió.
070 Recomienda
Sobre las aguas del río Medellín se ha derramado basura, sangre y cuerpos, ahora sobre todo de mujeres. Los feminicidas han buscado expiar sus crímenes con la corriente, deshacer la evidencia o marcar el lenguaje de la crueldad. El espacio público para las mujeres es tan peligroso como el íntimo.
El registro mensual que realizamos en conjunto con 070 muestra que en julio de 2021, el 35 % de los feminicidios (7 de 20) tuvieron lugar en Antioquia, seguido por Cauca, Valle, Caldas y Norte de Santander, cada uno con 2 casos. Los departamentos de Santander, Bolívar, Huila, Quindío y Tolima registraron al menos 1 caso. En el 55 % el victimario fue la pareja, expareja, hijo o una persona cercana. En el 4 % de los feminicidios, los agresores fueron hombres armados.
¿Qué está pasando en Medellín y Antioquia? Esta semana la Concejala Dora Saldarriaga del movimiento político de mujeres Estamos Listas presentó en una rueda de prensa el balance de la situación de feminicidios en Medellín. Según cifras de Estamos Listas y el Observatorio de Feminicidios Colombia, desde inicio de este año hasta agosto se han registrado 23 feminicidios y un transfeminicidio en la ciudad, 7 casos más que el mismo período del año pasado. La Alcaldía de Medellín cuenta 25 asesinatos de mujeres, de los cuales 18 han sido catalogados como feminicidios.
El pasado mes de julio, en nuestro conteo de feminicidios registramos siete feminicidios en el departamento de Antioquia y un caso en verificación. Fue el departamento que lideró las cifras… ¿Qué está pasando allí con las mujeres?
Las lecturas que tenemos de este primer semestre de 2021 es que se está presentando un incremento de registros y un mayor volumen de agresiones contra las mujeres. Esto se debe a que como el año pasado llegó la pandemia y todos estuvimos encerrados, las mujeres no tuvieron facilidad de denunciar. Uno de los factores que pone en mayor riesgo a las mujeres corresponde al momento en el que ellas comienzan procesos de denuncias. Estamos encontrando que este año se está denunciando más y en la medida en la que haya mayores denuncias de mujeres, mayores son sus riesgos a esta violencia feminicida.
Las mujeres víctimas de feminicidio tenían desde 17 años hasta 67, ¿Qué lectura hace de que en ningún momento de nuestras vidas estemos libres de violencia?
Es importante reconocer que las violencias contra las mujeres, independientemente de la edad en la que nos encontremos, corresponden a distintos factores de vulnerabilidad. Tenemos riesgos justamente por estos mandatos que nos imponen al ser mujeres.
Otro de los aspectos muy importantes a tener en cuenta es que son diferentes las razones detrás de estas violencias en cada etapa.Por ejemplo, cuando las mujeres son menores de edad, las violencias sexuales son rechazadas y tienen poca tolerancia por parte de la sociedad. Es diferente cuando pasa en mujeres que se encuentran en la juventud y la adultez. Cuando las mujeres son adultas mayores, sus agresores cambian significativamente. Allí estamos hablando de violencia intrafamiliar, (no solamente por la pareja, sino por otros miembros de la familia) como violencia feminicida.
No es la primera vez que Antioquia está entre los departamentos en los que más registramos feminicidios… ¿Qué están haciendo las autoridades locales para responder ante esta violencia?, ¿Qué están haciendo las instituciones para prevenir los feminicidios?
Todavía tenemos coletazos de la pandemia en términos de las adecuaciones institucionales que debieron haber generado reflexiones mucho más puntuales sobre cuál es la efectividad del acceso a la justicia. Uno de esos coletazos tiene que ver con la activación de las mesas de erradicación de violencia. Hasta la fecha, tenemos municipios donde sus mandatarios/as locales no han activado las mesas. Eso es muy preocupante. En estas mesas se encuentra la institucionalidad que hace parte de la ruta de atención y prevención, también se cuentan los casos y las situaciones de lo que está sucediendo en cada uno de los municipios. Allí se generan canales de comunicación y de coordinación interinstitucional y donde se pueden identificar los cuellos de botella, pero también pueden buscar mayores formas de articulación.
Una señora en una de las impresiones del departamento nos dijo que lo que hemos estado haciendo con el tema de las violencias contra nosotras es tener un grifo de agua abierto y las acciones del Estado, y de organizaciones de la sociedad civil, de mujeres, lo que hemos hecho ha sido ver el grifo, tomar una trapiadora y empezar a secar, pero no cerrar el grifo. Esta metáfora tiene que ver con esas estrategias que tenemos para la prevención. Allí hemos estado descuidando grandemente el poder que tienen las transformaciones culturales para prevenir las violencias contra nosotras. El orden patriarcal está afianzado en nuestras formas de relacionamiento cotidiano.
Registramos además dos transfeminicidios, ¿Cuál ha sido el panorama para las mujeres trans en el departamento?, ¿Cuáles son las violencias que más se ejercen sobre ellas?
Los transfeminicidios representan agresiones mucho más fuertes contra los cuerpos de las mujeres. Hay temas de sevicia en la forma en la que estas mujeres son asesinadas. Lo que estamos encontrando es que estos discursos están afianzados sobre la eliminación de la diferencia, sobre la poca consciencia de la otredad. Y la ubicación de las mujeres como ese cuerpo del que los hombres disponen, hace parte de las grandes líneas culturales que dejan con mayores riesgos a las mujeres trans.
En el informe de la situación de derechos humanos en Antioquia no abordamos esta categoría, pero sí insistimos en abordar otras categorizaciones de feminicidios que no se reducen al feminicidio íntimo: por esposos, parejas, exparejas… Es importante empezar a enunciar estas otras categorías como los transfeminicidios o el feminicidio de las comunidades étnicas que representan otros atributos sobre las causas por las cuales las mujeres somos agredidas en razón de ser mujeres.
También registramos los feminicidios de tres mujeres migrantes, casos así hemos visto en Norte de Santander, en La Guajira, en Arauca…¿Cómo se vive la situación migratoria de las mujeres en Antioquia?
Son muchas las razones por las que las matan. Una de ellas tiene que ver con factores de vulnerabilidad y desigualdad social que ponen a las mujeres migrantes en mayores niveles de riesgo. Además las mujeres migrantes tienen poco acceso a canales de justicia: llegan sin saber cómo funciona la institucionalidad de un país, a quiénes pueden acudir… En algunos casos hemos registrado que muchas instituciones, entre ellas comisarías de familia, deciden no atender de manera adecuada a las mujeres migrantes por estar en un estado de ilegalidad o de informalidad en el país.
Hay varias preguntas al respecto. Una es que hemos estado detectando desapariciones de mujeres migrantes y las búsquedas de sus familias, que en muchos casos se encuentran en otros países, es mucho más compleja. Además, poner denuncias cuando no se encuentra con su familia biológica es complicado. Tiene mucho sentido también porque tiene que ver con rutas de atención e identificación, pues se requieren tomas de ADN, la carta dental. Solo los familiares biológicos pueden dar esa evidencia. Sumado a lo anterior, al no tener unos vínculos sociales que las respalden, los ciclos de violencia son mucho más intensos contra ellas.
Tenemos en Antioquia, por ejemplo, un caso en verificación de una mujer de 33 años que fue asesinada por hombres armados. Desde tu experiencia, ¿Cómo leer el contexto territorial y su relación con el conflicto armado y la vida de las mujeres en Antioquia?
Lo que vemos es que la presencia de grupos armados en muchos casos genera menores registros de denuncia. Hay pocas posibilidades de que una mujer pueda acercarse a denunciar cuando el agresor es integrante de un grupo armado legal o ilegal. Esa militarización de la vida pasa por comprender que muchas mujeres cuyas parejas, amigos cercanos son de la Fuerza Pública, entonces ellas deciden no denunciar.
Y hay un consenso: cuando hay una exacerbación de la violencia armada, hay mayores índices de violencias contra las mujeres. Porque se empieza a instalar en esta forma de relacionamiento que el trámite de los conflictos y de las diferencias ocurren por vías violentas. Y los grupos armados ilegales empiezan a tramitar estas conflictividades en todos los escenarios: el hogar, la familia, hasta en los escenarios públicos.
Si las mujeres al denunciar tenemos un riesgo mayor de sufrir violencia feminicida, ¿Qué alternativa tenemos entonces para salir de ese ciclo de violencias?
Esa es la pregunta retadora. Las mujeres también nos han enseñado con la experiencia cuáles son esas alternativas. De hecho, cuando estábamos construyendo el informe de 2020 identificamos unas iniciativas, resistencias, acciones y creaciones que hicieron las propias mujeres para contrarrestar ese recrudecimiento de violencias en confinamiento. Parte de esos lugares en los que encontramos posibilidades para la prevención, justamente tiene que ver con esas redes que las mujeres entretejen.
En San Luis, una mujer se dio cuenta de que en un barrio, una mujer era agredida por su esposo y ella se acercaba, le tocaba la ventana y le decía: ‘Venga, no siga ahí, véngase para mi casa y quédese un par de días’. Esa dinámica siguió ocurriendo y hoy la señora tiene una casa de acogida donde las mujeres están llegando para protegerse. Esta es una de las muestras que tiene el poder de esta juntanza femenina.
¿Qué cargas y condenas está implicando actualmente ser mujer en Antioquia?
Es una condena ser mujer, pero no solamente en Antioquia, sino a nivel mundial. Hay unas particularidades territoriales, que es lo que hemos intentado decantar. ¿Por qué en algunos territorios ocurren con mayor fuerza las violencias contra las mujeres? Pero también nos hemos preguntado por estos silencios que aparecen en las denuncias y en los registros. Si bien tenemos unos altos registros en comparación al resto del país, cuando miramos a una escala micro, nos damos cuenta que la diferencia entre municipios es bastante significativa. Allí hay factores completamente distintos.
Pero también tenemos una posibilidad, una opción. Una forma seria de ser y actuar en la política, en lo público, ligado a los colectivos. El hecho de tener un partido político feminista en la ciudad de Medellín, que nace gracias a las discusiones a nivel nacional y departamental sobre la participación de las mujeres en la política y de los derechos en general, nos da ese contraste. Al lado de mucha violencia y guerra, tenemos mucha esperanza.