De una maloka indígena a un concierto de la orquesta Orquesta La Bellecera al uso ancestral del yagé, a la transición energética. La Zona Verde de la COP16 no para.
Esta entrada hace parte de “Impresiones vivas. Diario de la COP16 en Cali”, nuestra bitácora de la dieciseisava cumbre de biodiversidad. Si quiere leer otras entradas, haga clic aquí.
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Miércoles 23 de octubre
El día empezó con lluvia. Una lluvia fuerte y constante que cubrió a Cali de color gris.
Desde temprano, la maloka de la Organización Nacional de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana (OPIAC), ubicada en la Zona Verde de la COP, junto al río, refugió a muchas personas. Allí, durante varias horas, se realizó un encuentro sobre los Pueblos Indígenas en Aislamiento y Contacto Inicial (PIACI), los pueblos que habitan la Amazonía y el Gran Chaco y que deciden, impulsados por las condiciones de vulnerabilidad en las que son obligados a vivir, evitar todo contacto con la sociedad que los rodea.
Ante el extractivismo, la minería y la deforestación, ellos dicen basta y se aíslan. Desde luego, los PIACI no estaban en la maloka, pero sí representantes indígenas de distintos pueblos de Colombia, Perú, Brasil, Ecuador y Surinam que se asientan en el mismo gran y biodiverso territorio que sus hermanas y hermanos aislados.
Fue interesante presenciar en esa Maloka, envuelta en un calor húmedo, cómo no hay consenso sobre el nombre que se les da a los PIACI (la sigla estandarizada para referirse a ellos y exigir a los Estados su protección). «No están en no contacto, sino en estado natural», dijo un líder indígena ecuatoriano. «No nos gusta llamarlos aislados o no contactados», dijo alguien más. «Son nuestros parientes desconfiados», dijo otro.
Se habló también de que los PIACI estaban presentes en los pensamientos de quienes llenaban la maloka y en la lluvia que caía afuera.
Cruzar el río: Ana Manuela Ochoa
Ana Manuela Ochoa, la primera magistrada indígena de la Jurisdicción Especial para la Paz, lucha no solo por la justicia para las personas, sino también por los territorios que sienten y sufren como los seres humanos.
Afuera, en la Zona Verde de la COP16, hay siempre bullicio. La palabra diversidad es tangible. Entonces, en cualquier momento, en un muro de piedra, está sentada una delegación indígena del departamento de Madre de Dios en la Amazonía peruana hablando sobre ir a comprar tarjetas SIM para sus celulares. Más allá, mujeres caleñas, expolicías y viudas de policías, que acudieron para aprender a cuidar el agua. Dos hombres paisas se cuentan uno al otro: «Mañana tengo una ponencia sobre…». Un joven de la OPIAC les dice a sus compañeros: “Ahora voy a hablar de La Chorrera…”. Tres chicos caleños se animan a ir «por aquí, por aquí, a ver qué es eso…».
En la Zona Verde, el espacio creado para que la COP16 sea de la gente, sucede mucho al mismo tiempo: sonidos, caras, colores y olores. Por ejemplo, un enorme stand de Bavaria cubierto de enredaderas que se anuncia como “El embajador de los páramos”, donde siempre hay fila para entrar. Y a unas cuadras, una charla sobre transición energética justa, popular, comunitaria y feminista en la que se advierte que la COP16 no puede ser un espacio para el greenwashing, como se define a la estrategia empresarial para presentar a una compañía como protectora del medioambiente cuando no lo es o no lo es del todo.
En ese evento participaron expertos y expertas de Chile, Colombia, Perú y Brasil. Contaron los avances y retos de sus países frente a la transición energética, es decir, los procesos que en mayor o menor medida desarrollan para cambiar la forma en la que producen, distribuyen y consumen energía. Se habló de la energía como un derecho y en ese sentido de dejar de concebirla como un negocio privado a gran escala. También de la necesidad de investigar y debatir sobre el tema desde el sur, según los contextos locales. De la energía comunitaria con perspectiva de género y con una participación efectiva y vinculante. Una de las intervenciones más contundentes que resumió el espíritu de la charla fue la del abogado colombiano Fabián León Peñuela. Para él, la transición energética no sirve si no tiene en el centro los derechos humanos. De lo contrario está dirigida por la irracionalidad y es puro negocio, dijo. De qué sirve, se preguntó, una transición energética si los beneficios no son compartidos con la comunidad donde esos proyectos se realizan. Ante un proyecto que promete “desarrollo”, la comunidad tiene también derecho a decir no, concluyó.
En la noche la gente siguió fluyendo por los caminos que circundan al río en la Zona Verde, surcado de stands, agolpándose a la entrada de los eventos cuyo aforo se completa rapidísimo, intentando mostrar sus códigos QR con el registro que habían hecho desde hace días para entrar (algunos se quedan por fuera a pesar de estar inscritos). Entonces se escuchó un trueno afilado y terrible sobre los árboles a la orilla del río, y todo se detuvo un segundo, pero luego siguió. Muchos fueron al concierto de la Orquesta La Bellecera, dirigida por el músico santandereano Edson Velandia. El concierto empiezó con una variedad de instrumentos en el escenario y un repertorio enorme de ritmos: de una canción con gaita en homenaje al músico colombiano recientemente fallecido Teto Ocampo, a una canción punk en la que un muchacho le pide a su madre que le abra la puerta de la casa, a una canción interpretada por una niña en honor al peto, ese manjar. En una breve intervención desde el escenario, la música Adriana Lizcano, integrante de la orquesta, recordó la lucha de sus paisanos y paisanas, por la defensa de los páramos de Santurbán y Amorzadero.
Los asistentes se emocionaron cuando la orquesta tocó Lluvia con nieve, un hombre aplaudía muy rápido siguiendo la tonada, y se quedó así, con el tronar de todos los instrumentos, bailando.
Jueves 24 de octubre
La mañana del jueves, la sala de música del Banco de la República, circular y de sillas rojas, se llenó para escuchar a la médica Lorena Florez hablar sobre plantas enteogénicas, plantas que enuncian experiencias psicodélicas usadas por las culturas ancestrales. Ayahuasca, cactus de San Pedro y Jurema Prima son las plantas que la doctora mencionó y explicó la activación que causan en el cerebro, como una iluminación, como un ir para adentro.
El tema es fascinante (el aplauso al terminar fue largo). En próximas entradas hablaré más sobre esta charla. Por lo pronto, le preguntamos a la doctora sobre su trabajo en un video que les invitamos a ver en las historias de nuestro Instagram.