“Tristemente la aceptación desde el extranjero hizo que aquí se valorara más la cumbia”, Mange Valencia
Cerosetenta y Bullosas hablaron con Mange Valencia, artista referente de las músicas experimentales colombianas que se estará presentando en el Festival Caballito del Diablo del Sello In-Correcto. Una conversación sobre ser mujer en la industria de la música, la autogestión en la escena independiente y su trabajo como integrante de los Meridian Brothers.
por
Ketlly Bautista
20.06.2024
Foto por Juan Diego Rivas
María Valencia es una saxofonista y clarinetista de Bogotá. También es una de las grandes referentes de la escena under de la capital, con más de 20 años de experiencia en la creación, composición, interpretación e improvisación musical centrada principalmente en las músicas experimentales. Ha integrado bandas de culto como Asdrúbal, Palanca o MULA, banda consagrada del ruidajo nacional con la que estrenó disco apenas a finales de mayo. También es reconocida en nuestro país y alrededor del mundo por ser integrante de los Meridian Brothers, agrupación bogotana cuyo estilo fusiona elementos de la cumbia, la psicodelia, la salsa, el rock y la música experimental. Con los Meridian está a pocas semanas de estrenar Mi Latinoamérica Sufre, su noveno álbum de estudio que llega después de sus celebradas presentaciones en las sesiones del Tiny Desk y KEXP en los Estados Unidos.
Mange lideró el Festival Distritofónico durante siete ediciones, un festival que le abrió las puertas a las distintas expresiones de músicas experimentales. El año pasado, lanzó su primer álbum en solitario «Compendio de las Alofonías Abisales» con el sello de música experimental Relative Pitch Records (Nueva York).
Desde Cerosetenta y Bullosas nos conectamos con Mange para hablar de sus proyectos, su historia con sus instrumentos, su experiencia como mujer en la industria musical y sus percepciones sobre la música experimental y la autogestión de festivales locales.
Mange, ¿por qué elegiste el saxofón y el clarinete?
Nunca me cuestioné la elección de estos instrumentos, simplemente me atrajo mucho su sonido.
Desde pequeña tuve contacto con la música y como adolescente me llamó mucho la atención el sonido del saxofón. Un día le dije a mis padres que quería aprender a tocar saxofón, pues, ya contaba con bases musicales, ya había estado en escuelas de música. Luego, fuimos a una academia en la que había un clarinete que me podían alquilar, así que me lo llevé a casa prestado. Me enganché con el clarinete, pero siempre quise tocar saxofón. Años después conseguí mi primer saxofón y dejé el clarinete por un tiempo. En la universidad estudié saxofón y más adelante me compré un clarinete. El clarinete no lo estudié formalmente, salvo en la academia siendo adolescente.
¿Cómo ha sido tu experiencia como mujer en una escenaen la que estos instrumentos son generalmente interpretados por hombres?
A mí me gusta más pensar en personas más allá del género, de la identidad y demás.
Aunque la mayoría de los saxofonistas que conocía eran hombres, no me enfoqué en eso, sino en mi relación personal con la música y los instrumentos. Es decir, hay mucha gente que me inspira hoy en día. Hay alguien que desde el principio y hasta hoy me sigue inspirando y es John Coltrane. También Annea Loockwoodtuve, tuve el placer de conocerla el año pasado y es tremenda inspiración.
¿Cómo ha sido tu experiencia en la industria musical? ¿Qué impacto crees que has dejado después de tantos años de carrera artística?
Afortunadamente, no he sentido discriminación ni he sufrido abuso laboral. La paga siempre es igual, tenemos los mismos derechos y requisitos. Todos debemos cumplir con nuestro trabajo y recibimos lo mismo, sin importar quién seas.He tenido la fortuna de trabajar casi siempre con amigos. La mayoría de los proyectos en los que he tocado han sido con hombres, porque en la universidad había pocas mujeres estudiando música y aún menos en músicas experimentales.
Me ha pasado que ejemplo, llego a un escenario y asumen que soy la cantante. Yo les digo “no, no canto, puedo hacer algo distinto a cantar”, sin desmeritar el trabajo inmenso que es cantar. Asocian que la mujer solo sirve para cantar, lo cual no es justo, podemos hacer mucho más que eso.
Hoy en día, la mayoría de la gente con la que toco es gente con la que quiero tocar, por una afinidad de amistad y estética. Me parece muy chévere ver que hay un montón de mujeres. Pues, no soy tan joven, tengo unos añitos más. Me ha pasado que chicas más jóvenes, que están estudiando, me hacen entrevistas o preguntas. Después veo que algo de lo que hablamos o de mi música las llevó a crear y a seguir tocando. Eso me emociona un montón.
¿Has notado un cambio entonces con el paso del tiempo sobre la presencia de mujeres en estos géneros?
Mira, nunca tuve una referente colombiana cuando estaba en la universidad que dijera “quiero ser como esta mujer, quiero hacer lo que hace ella”. Me hubiera parecido chévere tener esa inspiración. Hoy en día, me pasa con chicas como Epiara Murillo, quien fue alumna mía. Tocamos juntas este año por primera vez en la celebración de los 20 años del bar El Anónimo. Fue muy chévere estar al lado tocando.
Me parece genial que hoy haya muchas mujeres en distintos ámbitos y géneros musicales, sobre todo intérpretes. Es importante quitar la tara de que la mujer solo puede ser cantante o cantautora. Ahora hay muchas bateristas, bajistas e instrumentistas de viento con sus proyectos, liderando, tocando bajo o batería. Es muy chévere cómo eso se ha ido transformando.
"La carrera que he hecho está más alejada de lo masivo, de lo comercial, de lo que está en tendencia"
¿Qué otras bullosas te acompañan en este camino?
Bueno, te puedo decir varias. Algunas contemporáneas mías de mi generación.
Ana María Romano es admirable: compositora, productora de eventos, investigadora y docente. Ha llevado una lucha muy al margen de las músicas más comerciales, muy metida en la electroacústica y la experimentación. Tiene un proyecto llamado En tiempo real, un colectivo que organiza encuentros y festivales.
Durante la pandemia hice una serie llamada Compositora reverberante, que está en YouTube. En ella participaron varias compositoras colombianas. Natalia Valencia, de Medellín, tiene un trabajo inspirador, de reconciliación con este país, muy honesto y admirable.
Ana Ruiz, con quien toco, es violinista y tenemos una gran conexión en la improvisación. Diana Medina y Carolina Noguera también hacen un trabajo muy chévere. Juanita Delgado es súper prolífica y admirable. Ana María Oramas es una flautista enfocada en el jazz y las músicas locales con un trabajo muy chévere.
Bueno, no sé… Hay muchas más.
¿Por qué decidiste dedicar tu carrera a las músicas experimentales? ¿Qué significan para ti?
El término «experimental» se puede aplicar a muchas cosas, ¿no? Incluso puede ser una forma tal vez de etiquetarse. Para mí, implica tomar elementos de distintas músicas e influencias para crear algo nuevo. La música que hago no pertenece específicamente a un género en particular. Siento que lo que hago no es jazz… La música que hago con Mula, por ejemplo, tiende a experimentar con rock, con hardcore y con punk. Ahorita con mi disco casi todo es música improvisada. Hay piezas que se parecen más a una marcha. Hay otras que son muy libres. Otras que son inspiradas en ciertos aires de músicas locales.
En fin, es un revuelto de muchas cosas. Para mí es difícil encasillarme. La carrera que he hecho está más alejada de lo masivo, de lo comercial, de lo que está en tendencia. En mis composiciones, incluyo elementos de diversos estilos y aires de músicas locales. Es una forma de dar una primera explicación.
Tu último proyecto lo hiciste en una residencia artística en Canadá, ¿cómo fue el proceso para retratar la belleza de las montañas de ese país en tu música?
Mi proceso de composición es bastante intuitivo. No he estudiado composición formalmente y siempre ha sido algo muy natural. Puedo hablar de dos líneas: la pieza que he compuesto y la improvisación libre. A veces surge una melodía en mi cabeza o en un instrumento, y a partir de ahí construyo la pieza. Con la improvisación uso las herramientas que tengo con el instrumento y es resultado de la interacción con el espacio y los músicos con los que estoy. En general, me dejo llevar por lo que me inspira en el momento, ya sea una melodía, un sonido o una experiencia. Puedo empezar con una simple melodía en el piano o el saxofón, y luego desarrollar las otras voces y la armonía. También me inspiro en los lugares donde estoy; por ejemplo, mi último disco fue influenciado por las montañas de Canadá donde hice una residencia artística. Varía mucho según el proyecto.
"Muchos festivales no pagan a los artistas diciéndoles que es una “vitrina” y así nos meten los dedos en la boca"
¿Cómo incluyes los ritmos colombianos en tu música mientras experimentas con otros estilos?¿Todavía mantienes ese interés?
Cuando comencé hace más de 20 y pico de años, tenía un grupo llamado Asdrúbal, parte del colectivo Distritofónica, que estaba interesado en sonoridades locales. Mis composiciones se basaban en ritmos y aires, pero vistos desde una óptica urbana. Con el tiempo, mi dirección personal, no de los proyectos en los que estoy o los que lidero, se fue alejando de las músicas locales. Ahora, cuando compongo, no pienso en: “voy a hacer una cumbia, o un porro, o un currulao”. Sino que sigo el proceso creativo que surge espontáneamente. No lo podría encasillar en nada, ¡que los críticos lo digan!
Actualmente, lo que hago está muy alejado de las músicas locales y no podría encasillarlo en un género específico. No es por ninguna razón en especial, simplemente así ha sido mi evolución. Si surge algo con influencias cumbieras, lo incorporo, pero no es mi enfoque principal.
Con Meridian Brothers, por ejemplo, toco percusión y la música de Eblis Álvarez está basada en cumbias, porros, salsa y timba, con influencias de África Central y el Caribe. Aunque participo en Meridian, toda la creación sonora es de Eblis.
Mi búsqueda actual se centra en la exploración de cualidades sonoras inspirada por lo que me rodea. Por ejemplo, grabé mi disco durante una residencia en Banff, Canadá, donde las montañas y el paisaje influyeron en mi música. Mi enfoque reciente está en descubrir las cualidades sonoras de los instrumentos y explorar esas posibilidades.
El propio Eblis es uno de los grandes referentes del movimiento de la tropicalia capitalina. ¿Cómo crees que ha evolucionado esa movida en el último par de décadas?
Bueno, a modo general,desde la década de 1970, ya había un fenómeno musical que se daba en Bogotá y Medellín. Por ejemplo, Wanda Kenya hacía música que anticipaba esta tendencia. En los años finales de los 90 y principios de los 2000, en Bogotá y Medellín, se buscaba una identidad sonora local. En Bogotá, no estamos en el Caribe ni en el Pacífico, pero hay influencias de todas partes, incluyendo un fondo rockero, jazzero y electrónico de academia. Bogotá siempre está buscando una identidad…
La cumbia empezó a ganar reconocimiento internacional hace unos 12-15 años, gracias a sellos extranjeros que comenzaron a prensar discos de cumbia de los 60 y 70. Los Dj’s europeos, los estadounidenses, comienzan a darse cuenta de que la cumbia es cool y la comienzan a hacer cool. Comienzan a interesarse en proyectos como Meridian Brothers. La aceptación desde el extranjero hizo que aquí también se valorara más la cumbia. ¿No? Tristemente, llega esa óptica que dice desde afuera, “esto es chévere”, y aquí decimos “oh sí, esto está chévere”.
¿Cómo es tu participación dentro de Meridian Brothers?
En Meridian Brothers, el proyecto es principalmente de Eblis Álvarez. Eblis y yo tocábamos juntos en el Ensamble Polifónico Vallenato y somos amigos desde hace mucho tiempo. Él comenzó Meridian en Dinamarca y cuando volvió a Colombia, nos llamó a algunos amigos cercanos para tocar en vivo. Desde el inicio, fue claro que era su música y su proyecto, pero quería hacerlo con nosotros en vivo.
Meridian Brothers funciona como un grupo en el sentido de que todos participamos en los ensayos y hacemos propuestas, aunque la música y la dirección son de Eblis. Él compone y graba los discos, luego nos envía los arreglos y ensayamos. En los ensayos, podemos sugerir cambios y probar diferentes cosas, pero Eblis tiene una visión clara de cómo quiere que suene su música. Hay espacio para proponer ideas, y se decide si funcionan o no.
Así es como funciona Meridian Brothers: una combinación de la visión de Eblis y las aportaciones del grupo.
¿Qué nos puedes contar sobre la gestión de festivales autogestionados y la escena de festivales en Bogotá teniendo en cuenta en el panorama a los grandes festivales que existen?
Yo organicé un festival y siempre fue muy importante que hubiera equidad total entre todos los participantes. Aquí a quien le caiga el guante que se lo chante (dice riendo). Un festival sin músicos y sin grupos no existe. Una crítica: muchos festivales no pagan a los artistas diciéndoles que es una “vitrina” y así nos meten los dedos en la boca. Pagan tres pesos a los artistas locales y miles a los internacionales. Si seguimos aceptando esto, será siempre así.
En La Distritofónica siempre me preocupé porque todos ganaran igual. No teníamos patrocinio, había que aplicar a convocatorias y era muy difícil. Esa fue una de las razones por las cuales en algún punto desistí. O me dedicaba 100% a esto o a la música. Conseguir la plata era mucho trabajo, pero siempre me preocupaba por pagar a los artistas. Si el concierto era pagado, era totalmente pago; si no, se cubrían con las entradas. Es muy difícil gestionar un evento si estás fuera de esos manejos. Decirle a alguien “venga a tocar a mi festival” y no pagarle, pero sí pagar al ingeniero de sonido, a los que alquilan el sonido y a las luces, me parece mal.