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El cine según Pinochet

La producción audiovisual de la dictadura fue prolífica y tuvo un claro objetivo propagandístico, con una narrativa que buscaba justificar el golpe de Estado y ensalzar los logros de régimen a través de un discurso nacionalista y patriotero. Álvaro Puga jugó su rol en ese esfuerzo. Por décadas, las grabaciones estuvieron ocultas o perdidas. Hoy, a 50 años del golpe, vuelven a la pantalla.

por

Daniel Lillo y Joaquín Zúñiga

@AnfibiaChile


10.09.2023

Este artículo es parte de El primer civil de la dictadura, proyecto multimedia de Revista Anfibia y la Universidad Alberto Hurtado en conmemoración del 50 aniversario del golpe de Estado. 

En el registro audiovisual, Augusto Pinochet alza una antorcha hacia al cielo junto a un cadete militar y la exhibe ante el público como un trofeo. Un gesto similar realizan los otros tres integrantes de la Junta de Gobierno y, al mismo tiempo, encienden una enorme estructura circular, que comienza a humear y provocar llamaradas en medio de la Plaza Bulnes. Se trata de la “Llama de la Libertad”.

El evento fue ideado por Álvaro Puga Cappa. Para conmemorar que el 11 de septiembre de 1975 se cumplía el segundo aniversario del golpe de Estado –contaría Puga 35 años después–, se inspiró en la llama votiva que se encuentra encendida desde 1946 en el frontis de la catedral de Buenos Aires, donde reposan los restos de San Martín. 

Aunque algunos miembros de la dictadura no estaban convencidos de la propuesta, debido al riesgo que significaba exponer a Pinochet de esa manera, la idea de Puga se materializó. Pinochet encendió la llama y, sobre un escenario con colores patrios, un mapa de Chile de fondo y ante una multitud, brindó un discurso que se transmitió en cadena nacional. 

“La libertad no es un don gratuito. Hay que conquistarla día tras día, porque a todas horas trabajan los enemigos de ella para destruirla o desvalorizarla en nuestras conciencias. El testimonio de esa decisión, es esa llama que se eleva hacia el cielo de nuestro Chile. El pueblo tiene el deber de mantenerla viva e inextinguible”, fueron parte de las palabras que pronunció Pinochet. Palabras que escribió Puga, que en esos días oficiaba de ghostwriter, censor y asesor en comunicaciones, al frente de la oficina de Asuntos Públicos.  

El acontecimiento fue registrado por la cámara de Jorge Morgado y dio vida a ¡Por siempre libre!, película a cargo de la Dirección de Informaciones de Gobierno, y dirigida por Morgado, quien fue responsable de varios trabajos audiovisuales para la dictadura de Pinochet. Los créditos iniciales dan cuenta de que el texto del documental propagandístico fue escrito por un tal “Alexis”, el seudónimo con el cual Álvaro Puga se hizo conocido como incendiario articulista contra la Unidad Popular (UP) en el diario La Segunda y radio Agricultura.

Pero Morgado no fue el único civil involucrado en la realización de estas películas. Además de Puga, participaron distintos técnicos y profesionales del rubro audiovisual chileno, e incluso dos psicólogos colaboradores de la dictadura, apuntados como productores de material anti Unidad Popular y pro Junta Militar, y encargados de atenciones psicológicas a torturadores y ejecutores políticos. 

El primer «cineasta» de la dictadura

Cuando Jorge Morgado Jorquera falleció en 2005, las cintas que realizó durante la dictadura se encontraban en su hogar. Sus familiares las conservaron cerca de un año, hasta que vieron el llamado de la Cineteca Nacional de Chile para recopilar distintos tipos de archivos fílmicos. La familia no sabía el contenido de esas cintas. Tampoco sabía de la estrecha relación que tuvo Morgado con el régimen militar, pero los títulos etiquetados en los rollos daban pistas. Como el que decía “Te Deum 18 de septiembre de 1973”, por ejemplo. 

Solo una semana después del golpe de Estado, Jorge Morgado asistió a la iglesia de la Gratitud Nacional para registrar la misa oficiada por el cardenal Raúl Silva Henríquez. Allí filmó la llegada del ex presidente Eduardo Frei Montalva, la interpretación del Himno Nacional por parte de efectivos del Ejército y a un Pinochet de brazos cruzados y con lentes de sol, flanqueado por militares armados, escuchando el coro eclesiástico. Ese día, Jorge Morgado se convirtió en el primer “cineasta” de la dictadura (vea acá ese registro). 

“Desde muy temprano estuvo vinculado, fue muy cercano al gobierno. Participó de la creación del Departamento de Cine y Televisión, vinculado a la Dirección de Informaciones del gobierno”, sostiene desde Brasil Alessandro Gamo, investigador y docente de la Universidade Federal de São Carlos, quien ha indagado sobre las producciones cinematográficas de la dictadura chilena.

Morgado no asistió al Te Deum por simple casualidad, explica Gamo. En ese momento tenía una cercanía al entonces comandante en jefe de la Fuerza Aérea de Chile (FACh) Gustavo Leigh, miembro de la Junta Militar de Gobierno. “En su trabajo en (la productora) Emelco había grabado frecuentemente al ex presidente Gabriel González Videla. Tenía contacto con varios presidentes por su trabajo como camarógrafo. Eso posibilitó su cercanía con grupos”, relata Gamo. 

Para 1973, Morgado ya había construido una trayectoria laboral vinculada a importantes productoras nacionales, como Protab, Emelco y Chile Films. Esta última, utilizada posteriormente por la dictadura para la producción de películas propagandísticas. 

Luego del golpe de Estado, la Junta desmanteló inmediatamente el equipo de Chile Films y se instaló en la dirección al general (r) René Cabrera. Guionistas, directores, productores y técnicos fueron enviados al exilio. Parte del personal que quedó en la productora estatal y otros técnicos que se iniciaban en el cine fueron puestos a disposición de Morgado, a quien se encomendó la misión de comenzar a rodar la filmografía del régimen. Morgado y otros profesionales del área fueron “catapultados a directores de cine”, destaca Gamo. 

A lo largo de la década, distintas reparticiones realizaron películas acorde a sus intereses, subcontratando a trabajadores del ámbito audiovisual. 

Jorge Morgado y Andrés Martorell son los dos nombres que resaltan en esta lista, explica Marcelo Morales, director de la Cineteca Nacional de Chile. “Son los más importantes y quienes sí se acomodan a la línea de la dictadura para trabajar en estos cortometrajes. Por eso las producciones tienen una calidad técnica bastante alta. Son gente con mucha destreza y experiencia. Martorell es probablemente uno de los tres mejores directores de fotografía de la historia del cine chileno”, añade. 

“Morgado era un eje de esa producción. Fue el que trabajó de forma más organizada. Logró juntar un equipo con camarógrafos, gente que había trabajado en Chile Films en los años 50 y 60”, complementa Alessandro Gamo. Con el tiempo, su rol le significó establecer confianzas con altos cargos del régimen, tener una oficina en el piso 14 del Edificio Diego Portales —centro de operaciones de la dictadura—, y hasta recibir cartas para su cumpleaños de parte de Pinochet, relata Gamo. 

Conmemorar, adoctrinar, proyectar

Tres cintas que Morgado realizó en el año 1975 (Por siempre libre165 años de vida independiente y La respuesta de Chile) tuvieron como productora a la Dirección de Informaciones de Gobierno, que luego pasaría a ser la División de Comunicación Social (Dinacos), dependiente del Ministerio Secretaría General de Gobierno (Segegob).

Una de las misiones de esa repartición de la Segegob era visar y censurar cualquier contenido que se realizara en el país, ya sea por medios escritos o audiovisuales. Si bien existió el Departamento de Cine y Televisión, nombrado en la película 165 años de vida independiente, no existe un registro claro y unificado de la producción de estas cintas, las cuales se exhibían en formato de “noticiero” antes de las funciones de películas en las salas de cine del país. 

Sí hay nociones generales, dice Alessandro Gamo, de la intención propagandística que estas producciones buscaban proyectar en el país y hacia el exterior. Se intentaba narrar los años de la Unidad Popular bajo un relato que justificara el golpe de Estado. En La respuesta de Chile, dirigida por Morgado y enfocada en el segundo aniversario del 11 de septiembre de 1973, se denuncian las consecuencias del comunismo en el mundo, partiendo por la invasión soviética en Checoslovaquia, y luego centrándose en el gobierno de la Unidad Popular. 

“Chile se encontraba al borde de la guerra civil. El corazón de los chilenos se volcó hacia las Fuerzas Armadas, que con una tradición de profesionalismo ajeno al devenir político, permanecerían alerta para salvar a la patria del cáncer marxista que parecía irreversible. En el amanecer del 11 de septiembre de 1973, fecha histórica para Chile y el mundo libre, se demostró que el comunismo no es irreversible y puede ser derrotado y expulsado”, se oye en la narración en off de la cinta. 

“Se hacía una comparación muy rabiosa, feroz, de lo que había antes, una lectura justificativa del golpe militar y la creencia de un futuro mejor”, dice Alessandro Gamo.

Conmemorar para no olvidar. Esa era otra de las primicias del cine dictatorial, explica Marcelo Morales. “No hay una idea centralizada en la producción de las películas. Cada organismo determina qué es importante mostrar en un documental. En ese sentido, en el primer año, los documentales son más bien conmemorativos”, dice. 

¡Chile! 11 de septiembre de 1974, producida por Chile Films para el primer aniversario del golpe, da cuenta de esa intención conmemorativa. En su introducción, se relata que el documental ha sido concebido para contar “la verdad de un pueblo altivo y orgulloso que ha padecido la intriga del comunismo internacional”. 

También se oye en la narración que la juventud chilena “vive ahora liberada de ideas foráneas, de odios y violentismos a los que se les sometió durante el gobierno comunista”. Al hablar del gobierno de Salvador Allende, se muestran imágenes de encapuchados con cascos y palos, con ruidos de bala de fondo (vea ese video aquí)

Otra línea que se puede identificar, comenta Gamo, es la idea de un país estable y pacificado, con miras hacia el extranjero, como es el caso de This is Chile (Chile es así), narrada en inglés y producida por la Dirección de Difusión Cultural e Información Exterior (DINEX) del Ministerio de Relaciones Exteriores. La cinta muestra parajes naturales y turísticos, una ciudad moderna, con comercio activo, eventos deportivos, puertos, barcos extranjeros, y una producción agropecuaria, pesquera e industrial (vea ese video aquí). En ese momento la dictadura chilena era blanco de ataques en el exterior, principalmente por las violaciones a los derechos humanos.

“Chile en ese entonces tiene que dialogar, tener apoyo de los gobiernos del mercado mundial, y mostrarse como un lugar bello, pacificado, tranquilo y con oportunidades”, cuenta Gamo. Las producciones, apunta el investigador, van en la senda de algunos lineamientos morales que planteaban documentos iniciales de la Dinacos, con una propaganda que enaltece la geografía del país y pone el foco en mujeres, niños y jóvenes.

En Chile 75, su paisaje y su gente, producida por Chile Films y Dinacos, se da rienda suelta a lo mencionado por Gamo. Se muestran los paisajes rurales de Chile, y los trabajadores del campo que “laboran en un clima de paz y tranquilidad”. Hay aves, mariposas, flores y lagos. 

También se transmite la imagen de una industria activa. Se ve a los trabajadores en sus empresas, gozosos de sus labores; pesqueros que entregan “su aporte al producto nacional bruto”, y se cuenta la incorporación de Chile a la era atómica, quienes “trabajan por un Chile grande y poderoso para nuestros hijos”. También tienen protagonismo los jóvenes, que pasean dichosos en carros alegóricos. 

“Chile 75 trabaja. También canta y ríe, y su juventud vuelve a expresar en su festejo espontánea alegría”, dice el locutor Gastón Binout en la narración. “Adelante, adelante, por la patria, caminemos”, entona el coro de fondo (vea aquí esa película).

La película es obra de Moisés Aracena, que además de director propagandístico era psicólogo. Según indican reportajes de Interferencia, trabajó en el Departamento de Relaciones Humanas de la dictadura, produciendo material anti Unidad Popular y pro Junta Militar, en conjunto con su ayudante Sergio Rey, quien figura también en los créditos de la película. 

Sus nombres salieron a la luz por primera vez en una entrevista realizada por la periodista Mónica González en 1984 en revista Cauce. Ahí el ex agente del Comando Conjunto Andrés Valenzuela —alias “Papudo”— confesó los crímenes de los servicios de seguridad de la dictadura. También mencionó que estuvo enfermo de los nervios, asqueado de su trabajo, que incluía torturas con electricidad y golpes, por lo que fue llevado a la Clínica Ñuñoa.

“Hay tres médicos. El que me atendió no sé si es psiquiatra o psicólogo. Es muy importante, está considerado entre los mejores de Chile. Incluso ha participado en foros en televisión. Tengo entendido que trabaja en Canal 7 y hace campañas de propaganda”, contó el ex agente. Se llamaba Moisés Aracena, relató. Dijo que Aracena los conocía bien a todos, y que había otro médico de apellido Rey. “Aracena sí que ha participado en contrasubversión”, recalcó. 

Los registros de la Cineteca Nacional también incluyen los recientemente descubiertos Spots Moisés Aracena, descritos como “3 spots sobre terrorismo realizados en dictadura civico militar”, atribuidos a Moisés Aracena; y Cema Chile, que publicita el trabajo de la entidad dirigida entonces por la esposa de Pinochet, Lucía Hiriart (vea ese registro aquí)

Andrés Martorell hijo, quien junto a su padre trabajó en la dirección de fotografía de Chile 75, su paisaje y su genteCema Chile y Destino Austral (película que puede verse aquí), recuerda que los guiones de estas cintas estaban a cargo de Aracena y Sergio Rey. “Eran como socios. Tenían una oficina en conjunto. En general, en las reuniones que hubo, ya sea en nuestra productora o en Chile Films, estaban ellos dos”, recuerda Martorell.

“Moisés Aracena era alguien que no viene del cine”, dice Marcelo Morales, sino que “viene por un interés más propagandístico, y ve en el cine una oportunidad. El cine era algo muy influyente socialmente hablando. Era muy transversal. Gente como Aracena creía firmemente en eso, y también en esta cosa psiquiátrica y psicológica, de que las imágenes pueden influenciar silenciosamente en las acciones y en la forma de pensar. Es algo que, al parecer, creía mucho, y trataba de inculcar en las películas”.

Películas redescubiertas

Para conmemorar el décimo aniversario del golpe, la dictadura movilizó miles de millones de pesos en propaganda. El despliegue fue a lo grande. Eventos multitudinarios, insertos en los diarios y la exhibición en Televisión Nacional de la película Chile obra de todos –que buscaba exhibir los “progresos” del país en la última década– fueron parte de los esfuerzos del régimen para validarse ante la ciudadanía. 

En el cortometraje no hay uniformes. Tampoco está Pinochet. En cambio, hay una variedad de escenas que muestran el supuesto crecimiento de Chile de la mano de la dictadura en aspectos como la salud, educación y desarrollo regional.

El film significó un punto de inflexión. Por una parte, marcó el apogeo de estas producciones y, a la vez, resultó ser el último gran esfuerzo cinematográfico por llevar a la pantalla la propaganda dictatorial.

Para finales de la década del 80 la industria montada por el régimen para producir estas cintas ya mostraba signos de agotamiento. La televisión, como medio canalizador de las ideas de la dictadura acaparó los recursos y esfuerzos de Dinacos en desmedro de los cortometrajes que se financiaron durante los primeros años.

“Con la preponderancia que toma la TV a mediados de los 70’, la dictadura ve que el cine ya no es un arma o una herramienta tan fuerte como era la televisión”, explica Marcelo Morales.

Jorge Morgado, dice Alessandro Gamo, también se vio afectado por el nuevo panorama. “Él tuvo por años un rol importante. Después eso cae. No había tanta necesidad por hacer esas producciones. Y ahí Chile Films comienza a tener cierta autonomía en producciones más puntuales”, explica el académico.

Junto a la merma en las producciones, comenzó el desmantelamiento de Chile Films. “Desde ahí (1983) en adelante Chile Films empieza a ser como una empresa medio fantasma, que subsiste por el arriendo de los espacios, de los equipamientos, pero ya como producción no opera”, sostiene Morales.

Oscilando entre la irrelevancia, pequeñas producciones y el abandono, Chile Films terminó siendo privatizada por el régimen en 1989. Su gestión quedó a cargo del empresario Cristián Varela, quien también es uno de los dueños de la empresa privatizada. 

Hubo un último hito en este naufragio de Chile Films, explica Marcelo Morales, que desembocó en la pérdida de las cintas. El 23 de octubre de 1990 un incendio destruyó parte de las dependencias de la productora. El resultado fue la pérdida de la mitad del archivo fílmico que poseía la empresa.

Hoy, gracias al trabajo de recopilación y restauración de la Cineteca, las películas hechas por la dictadura han vuelto a ser exhibidas en el marco de la conmemoración de los 50 años del golpe. También ha sido relevante el aporte de la familia de Jorge Morgado, que luego de encontrar el material del cineasta, decidió entregarlo a la Cineteca Nacional para su preservación.

Para Morales, el valor patrimonial y la importancia de estas producciones radica en que hasta ahora era “historia oculta”. Esto responde a varias razones, explica el director de la Cineteca:  

“La dictadura nunca le tomó el peso ni dejó un registro claro de la producción de estas películas. Y por otra parte está el prejuicio de estas cintas, asociado al trauma del golpe. Por eso creo que se ha tratado de ocultar estas producciones. Una especie de respuesta a lo violento que fue la dictadura. Pero con la exhibición que hemos hecho se ha demostrado que la gente está interesada en verlas, porque es un punto de vista o una forma de propaganda de la dictadura que se desconoce totalmente”.

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Daniel Lillo y Joaquín Zúñiga

@AnfibiaChile


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