Motivando a la Gyal, feminismos hackers y disidentes de Medellín
Con amor y coraje, una crew de personas consolida este colectivo que, hace seis años, reúne proyectos independientes que exploran los límites y posibilidades de los cuerpos y la identidad. Su construcción identitaria, explican en esta entrevista, no cabe sino en los márgenes del establecimiento.
Alquimia relacional. Software libre. Feminismo. Tejido subversivo. Psicodelia. Autocultivo. Cine disidente. Protesta. Autocuidado. Política de los afectos. Todos esos son conceptos que hacen parte de la serie de temas sobre los que dialogan, discrepan y construyen lxs integrantes del colectivo Motivando a la Gyal de Medellín.
También son los conceptos que hicieron parte de la sexta edición de su festival que se realizó del 19 al 24 de septiembre en el barrio Buenos Aires, al oriente de la ciudad. Un evento anual completamente autogestionado cuyo tema central esta vez fue “disidencias”.
Creado con amor y desobediencia en 2017, y liderado actualmente por 15 personas no binarias —entre los 20 y los 30 años—, Motivando a la Gyal resulta imantador. Su festival y parche se consolida como un encuentro en el que, en palabras de sus organizadorxs, las diferentes formas de ser son posibles para todes, o al menos para muchxs. Son, también, un clan escaso y necesario en tiempos de discriminación. Esas formas posibles del ser, escriben en su manifiesto, muchas veces son limitadas, violentadas y negadas por la sociedad y es donde la disputa se hace evidente. “Estar en oposición a lo establecido no solo termina siendo el lugar de acción, sino una forma de vida en la que abogamos por el respeto y la inclusión”, agregan.
Motivando a la Gyal aúna proyectos independientes: es un colectivo de colectivos en el que caben, según sus organizadoras, aquellxs que no tienen espacio en el estrecho margen de lo establecido por un sistema voraz que se lo traga todo. Su festival propone un intercambio de experiencias, saberes y ofrece charlas, talleres y conversatorios dictados por personas que eligen con el criterio de que sean principalmente mujeres o de género fluido y queer, con intereses que van desde el cine hasta la agricultura, pasando por la ingeniería forestal, las artes visuales o la docencia, entre otras disciplinas que alimentan sus diálogos.
Al festival asisten personas de todas las edades y de todos los barrios atraídas por los talleres que ofrecen. También madres, incluso de lxs integrantes mismxs del colectivo. Para esta ocasión algunos de esos talleres fueron: “Trasquílate tú misma x Chavela”; “Coñismos: re-conociéndo-nos x Amarante Ra” y “Búsquedas conscientes en el consumo de alcaloides y psicodélicos x Juli, Sal & Ross”. Fue una programación de seis días que cerró con un sancocho vegano y una fiesta con la dj de Bogotá Soltornasol. “La disidencia le da camino infalible a la oposición y nos posibilita prácticas no solo para atrincherarnos, sino para concretar nuestras apuestas”, agregaban en su invitación para participar de su encuentro.
Aunque su fuerte es la autogestión, para organizar su festival han buscando financiación que han obtenido, en distintas ocasiones, de la Fundación Karisma y del Prince Claus Fund, que donó materiales y recursos para contratación de talleristas. También han recibido el apoyo de Platohedro, el centro cultural de Buenos Aires dedicado a la creación y experimentación artística al que pueden ir, a su vez, diversos colectivos como Motivando a la Gyal y desarrollar proyectos de manera autónoma con impacto comunitario. Un lugar de puertas abiertas y la sede del festival.
En uno de los talleres de esta edición, “Tejido subversivo y la necesidad de hilar historias”, una decena de personas están sentadas alrededor de una mesa a revisar a cuatro manos el punto canasta a crochet. Sobre sus cabezas, una bandera negra con letras blancas, colgada en uno de los muros del salón: NUESTRO ENCUENTRO HOY, MANTIENE EL FUEGO EN LA CALLE Y EN EL ALMA. En las paredes del cuadrilátero con hermosas baldosas turcas otra bandera más dice: EN CADA RINCÓN HAY UNX GYAL A QUIEN LA VIOLENCIA NUNCA PODRÁ CALLAR. Y hay otra más con la ilustración de una silueta que luce como una virgen en llamas.
Foto: Manuela Saldarriaga H.Foto: Manuela Saldarriaga H.
La monocromía de las banderas combina con la predominancia del negro en el vestuario de quienes hacen parte de Motivando a la Gyal. Ningunx lleva un corte de pelo convencional, ni ropa ajustada o con marcas visibles de imperios textiles —de hecho bordan e intervienen lo que portan—, ni lucen como los patrones estéticos impuestos por Medellín, una ciudad de narcoestética que llena de silicona los cuerpos, los edita con bisturí y anula las formas plurales del afecto, la vanidad y la anatomía.
El evento anual empezó con la idea de una hackatón —desarrollo colaborativo de software— y, de repente, logró consolidarse como un mundo donde las relaciones, como la amistad, fueran posibles. El aprendizaje en la desemejanza. Todo empezó en 2016, cuando Julieta Rodríguez, una de sus fundadoras, participó en un evento en Ecuador para mujeres hackers de Latinoamérica. Allí conoció a Amalia Toledo, la coordinadora del proyecto Machitroll de la Fundación Karisma. Conversaron sobre feminismo y tecnología, seguridad digital, construcción de dispositivos, programación. Y regresó a Medellín con ideas. Entonces Motivando se fue desligando de lo tecnológico, sin descuidar ese conocimiento, para generar dinámicas alrededor de ese y otros saberes con ideales no normativos e incluyentes.
Fotos: Manuela Saldarriaga H.
En Cerosetenta hablamos con Rodríguez y con dos personas más del combo, Karen Salazar y Mariana López. La conversación va sobre las motivaciones para hacer un parche y compartir conocimiento y sobre cómo han logrado consolidar un cartel que se muestra como radiografía de su activismo. Explican de qué o quiénes disienten, la razón de su nombre homónimo del álbum de Zion y Lennox —que contiene el tema 🎶 Me pones en tensiooón 🎶 cuando bailas asiií 🎶— y de su idea identitaria que rechaza lo rígido.
Mientras responden esta entrevista se siente cómo ebulle el flujo intenso de la conciencia y la autorreflexión sobre sus propias identidades; también lo viva y sublevante que es su discusión y las puertas que mantienen abiertas para disentir, incluso, entre ellxs mismxs.
¿Cómo crearon el colectivo Motivando a la Gyal, por qué ese nombre y qué creen que hace de su festival uno distinto a otros?
Julieta Rodríguez: El colectivo surge como una necesidad de encontrarnos con personas que nos reconocemos disidentes o divergentes de género para construir una amistad. Buscábamos generar un espacio para compartir conocimientos, experiencias y tener un tejido de afectos. Lo necesitábamos para poder visibilizar incluso saberes de amigas o chiques que no eran protagonistas en la ciudad, ya que Medellín tiene unos estereotipos muy marcados en los que, históricamente, los hombres han tenido un espacio intelectual exclusivo. Queríamos otra excusa pa’ motivarnos nosostrxs y compartir. Y surge un festival que, más allá de tener un afiche con programación, es un encuentro atravesado por prácticas emocionales para quien lo necesite.
Karen Salazar:Cuando empezamos a reunirnos y a formar una amistad fue por medio de una serie de dudas sobre el feminismo. Teníamos —y tenemos— muchas preguntas sin un lugar de confianza para socializarlas. Pero no queríamos ser un grupo feminista más de la ciudad o muy intelectual y aislado de las realidades de cada una. Somos de la periferia de Medellín, que si bien tenemos oportunidades académicas, también tenemos mucha afinidad con el barrio. Queríamos que este proyecto fuera más cercano a personas que no tuvieran esas oportunidades intelectuales o que, por alguna razón, cuando escucharan o leyeran ‘Motivando a la Gyal’ se identificaran con su infancia por el reguetón con el que crecimos.
—Si Medellín fuera una radio, en los diales sonaría siempre reguetón a veces salsa—
Karen: Medellín es reconocida mundialmente como la capital del reguetón y nuestra generación vio ese surgimiento. Desde chiquitas crecimos con ese ritmo y hemos visto cómo pasó de ser un género musical discriminado —por distintas razones—a permear completamente la ciudad. Y en el reguetón también encontramos identificación. Motivando a la Gyal es el clásico de Zion y Lennox y se nos ocurrió pedir prestado ese nombre porque el reguetón tiene una característica y es que la mayoría gira alrededor del hombre y de su deseo. Tú (mujer) motivas al man a que disfrute, de eso se trata. Pero nosotras queríamos tener ese toque barrial y, en últimas, motivar a las nenas. Nos apropiamos de ese nombre para enseñar y aprender carpintería, tejer, aprender sobre fútbol, hacer una investigación, hacer una fiesta, etcétera. Pensamos que el nombre podía, además de ser atractivo, confundir a la gente. Esa característica también nos gusta.
¿El colectivo lo conforman solo mujeres?
Julieta: Hay una chica trans, un chico trans, algunas que se identifican como mujeres… Pero en realidad la identificación no es lo más relevante. La construcción identitaria es muy cambiante y por eso nos decimos disidentes o divergentes: es decir, no estamos en una estructura fija y radical de construcción identitaria. No funciona así la vida.
Mariana López Ospina: Pero sí somos principalmente mujeres.
Julieta: Precisamente identificarse como mujer es entrar en un estereotipo que es completamente todo lo opuesto a lo que somos.
Mariana: Sí, queremos romper con la binariedad.
Julieta: Pero nosotras, sin duda, somos mujeres o personas disidentes. Preferimos que no haya un chico cisgénero y heterosexual dando un taller en Motivando, porque es justo con ese hábito con el que queremos romper.
Karen: Pero sí puede participar, con mucho respeto y entendiendo las dinámicas que queremos generar, es decir, sin ser protagonistas.
Julieta: Exacto. Viene a aprender y reflexionar, porque si no incluimos a todas las personas que hacen parte de la sociedad no vamos a generar un cambio.
¿Cómo se puede romper la binariedad? Hay algo de su programación, por ejemplo, que cambia la ‘anarquía’ por la ‘alquimia’ relacional…
Mariana: No creo que Motivando tenga una posición súper abanderada o radical del diálogo que produce. Hay muchos pensamientos en el colectivo: somos 15 supervivientes muy diferentes con experiencias particulares y este es el lugar donde podemos conversar para que muchas posiciones se encuentren, no para defender solo una. Una posición radical sobre lo que sea no envejece bien porque todo muta demasiado rápido. Tenemos opiniones diversas y hay muchas personas dentro del colectivo que se han dedicado a investigar sobre el género, pero ese no es el único concepto que nos interesa.
Julieta: El género aparece constantemente porque no es secundario para nosotras. Construirse a sí mismx implica estar debatiendo sobre una estructura rígida, que no debería estar operando, que clasifica brutalmente las relaciones humanas y las limita. El género hace parte de nuestras conversaciones cotidianas y búsquedas, pero no significa que otros temas no estén.
¿Cuáles otros temas?
Julieta: En seis años han sido bastantes. El tema de cómo nos relacionamos y nos vinculamos ha sido constante: las relaciones sexo-afectivas, las no monógamas, etc. Hace dos años, por ejemplo, nuestro tema fue la pandemia, el año pasado fue el estallido social. Este año el tema es disidencias, es decir, cómo nosotrxs desde las infinidades de aristas del conocimiento entendemos ese concepto, ya sea desde el software libre, desde el tejido lejos de la producción masiva o la fiesta como acción política.
Karen: En el año de la pandemia hablamos sobre la educación virtual, la salud, la alimentación. Vemos la necesidad de tocar ciertos temas desde posturas críticas e intentamos buscar las grietas en el discurso local o nacional. Para eso invitamos al festival a personas expertas que tengan una postura desarrollada o latente en cierta época.
Julieta: En la pandemia no podíamos estar en la calle entonces nos interesamos por las personas que trabajaban afuera y hablamos con las vendedoras ambulantes para preguntarles sobre su estrategia para sobrevivir. Ese contenido lo ofrecimos, por tener que ser virtual, en una serie de podcasts.
¿Cuál es el criterio con el que eligen a sus talleristas?
Julieta: Partimos de que el conocimiento no siempre se valida desde la academia. Queremos visibilizar lo que están haciendo las mujeres en áreas como la música, la electrónica o las ciencias de la computación —que han sido más ocupados por hombres— y no únicamente lo que pasa con nosotras en el espacio doméstico —que es el que ha sido reservado institucionalmente para las mujeres—. No queremos ser separatistas, solo justas, y nuestro criterio es ese.
Karen: Las personas que estamos participando constantemente en el colectivo y en el festival coincidimos en eso: desgraciadamente hay oficios que nos han negado y coincidimos que hay parceras tesas que merecen mostrar lo que saben. Si Medellín no nos da eso, entonces lo creamos nosotras.
¿Cómo conjugó su conocimiento de hackers en el paro nacional?
Karen: No tuvimos la oportunidad de trabajarlo tan profundamente porque estuvimos en las calles con el miedo y la incertidumbre de esos días de terror.
Julieta: Compartimos cuidados básicos como: si vas a marchar, tenés que tener una red de contactos o pensá en estos códigos: te cogió la policía marcá este número, necesito retirada, marcá este otro. También promovimos cursos de primeros auxilios, ollas comunitarias, cuidados feministas, fortalecimiento a la primera línea de mujeres.
Karen: En Motivando siempre procuramos difundir formas de que estemos bien en el espacio público y luchamos por difundir ese mensaje: nos vamos a cuidar entre nosotras. La gente tiene que entender que si no se cuida y si no cuida a la parcera, al parcero, no está en nada.
Hablemos de lo estético. Los colores feministas han sido el morado y el verde abortero. Cuando no, acuden a clichés como el rosa (o kiut) para narrar lo femenino. Lo suyo, en cambio, es negro, ¿cómo lo resolvieron?
Karen: Precisamente tuvimos esas dificultades con respecto a otros grupos feministas. No nos sentíamos identificadas. Yo no me siento morada, ni me siento verde, ni me siento rosa.
Julieta: Como oscuritas… [risas]
Karen: Nosotras no planeamos el cómo nos vemos, sino que fluimos. Así fue como nos sentimos, entonces así fue como lo mostramos. A nosotras nos gusta mucho el fútbol y por eso hicimos banderas. Quienes pertenecemos al colectivo podemos ser como lo sentimos en el momento y eso se siente en la estética.
Julieta: Pero también es un tema de opacidad.
Karen: Al principio tuvimos esa discusión: el protagonismo en una ciudad como Medellín, tan farándula y tan individualista, es la constante. Nosotras no, somos una crew, mero combo y, la verdad, somos meras liendras y queríamos mostrarlo. Queríamos encontrar esa neutralidad y el negro, creemos, lo logra.
Mariana: Motivando, desde lo que he pillado, es un colectivo al que le gusta generar las vueltas de manera común y eso implica una ‘sornería’ en cuanto a la imagen. Nadie aquí es visible de manera individual. El negro tiene que ver con la idea de no definir nuestros conceptos desde el lugar común.
Se suele asociar lo femenino con lo suave. ¿Ustedes, además de disidentes, se identifican con la contracultura en términos de feminismo?
Karen: Sí hay una incidencia en la forma como se propone vivir el feminismo, que son muchas según la experiencia de vida. Tú y yo somos feministas, pero tenemos experiencias diferentes y las respetamos. Eso queremos: mostrar en la disidencia la diversidad.
Julieta: No sé si contracultura. Nosotras hablamos de oposición, de estar al margen, de proponer estrategias distintas para movernos porque nos desgastan menos y nos posibilitan crear más en otros espacios. Estamos en dificultad y en oposición con muchos temas que son trascendentales para la vida de cualquier persona, pero también intentamos respetar esas diferencias.
Hablan de ustedes como personas en oposición, ¿a qué?
Julieta: Hay una estructura de base que es el patriarcado. Cualquier persona que viva tiene que estar en oposición al patriarcado porque no hay forma de vivir ahí: nos exigen unas cosas que son imposibles de hacer porque unx es infinito y siempre está en una plasticidad constante. En oposición también al sistema capital, a políticas excluyentes —porque como muchas venimos de la periferia, hemos estado en una lucha constante por entrar a la universidad, por ejemplo, o por conseguir camello—. En últimas, estamos en contra de todo lo establecido para nuestra dominación. Estamos en contra del Estado, en contra de la Policía. La violencia institucional es una vuelta muy gonorrea porque, incluso, a parceras de nosotrxs, les han dado la pela los tombos en movilizaciones. Nos han atravesado corporalmente y hay que pararse firme contra ese tipo de violaciones a nuestros derechos.
Karen: También en contra de las limitaciones, del racismo, el clasismo, el antropocentrismo.
Mariana: El colonialismo, la violencia contra los animales, la transfobia.
¿Creen que la rabia es su herramienta?
Julieta: Decir eso sería comprimir en un zip un montón de expresiones, rabias y búsquedas particulares que no son una sola, y que es justo lo que no queremos hacer. Cuando vos te construís como mujer de clase baja, sin acceso a la educación, y tu identidad es juzgada porque no encaja en lo que proponen, descubrís que hay un montón de capas de violencia. En Motivando, la disidencia se trata también de no seguir repitiendo y alimentando a un sistema del que no hago parte. Queremos mantener la diversidad de pensamiento y rabias que tienen que caber en una posibilidad constructiva y colectiva.
Mariana: Nuestra herramienta es reunirnos. El sistema no cuenta con nosotras, entonces nosotras sí vamos a contar entre nosotras.
Karen: Más que la rabia, nuestra herramienta es el afecto, ese resiste a pesar de todo. Construimos una amistad pese a un sistema que nos quiere separadas. No nos estamos victimizando y por eso nuestra bandera: mantén prendido el fuego en el cuerpo y en el alma. Y haz todo para que se mantenga real.