Orsai, una versión castellanizada del inglés off side que indica el fuera de lugar, es el nombre que le dio el argentino Hernán Casciari a su blog. Así se sentía al haberse quedado a vivir en España: fuera de lugar. Estaba lejos de su pueblo Mercedes, de su familia, y de su país que veía partir a De la Rúa en un helicóptero de la Casa Rosada. Todo esto porque se enamoró de una catalana. A Casciari la vida lo formó para escribir, el favor más grande se lo hizo su abuelo que le prohibió leer a Poe y a Nabokov y desde ahí no paró en su búsqueda para conocer más autores desautorizados. En el blog escribía cuentos que construyeron una gran audiencia y que llamó la atención de las editoriales. Hernán se fue con los últimos, pero las cosas no funcionaron como él quería: las editoriales le pidieron que retirara del blog todo lo que había escrito. Además, los medios para los que escribía le empezaron a pedir textos cada vez más cortos. Como si fuera poco, la cifra de libros vendidos por las editoriales no concordaba con lo que sus libreros conocidos aseguraban.
Casciari se hartó. Los mandó a volar de una forma espectacular en su blog. Tenía un plan: una revista literaria de doscientas páginas sin un centímetro de publicidad. La idea es que los lectores de Orsai la comprarían, le enviarían a 32 países y después de ser repartida sería colgada en PDF en el blog para los que no pudieran pagarla. Esta es la entrevista con el fundador principal de la Revista Orsai, que ya supera la docena de ediciones y que para el fin de año planea llegar a dieciséis. Hoy Casciari es además propietario de un bar en Buenos Aires que lleva el mismo nombre de su revista. Por eso escogí varios licores para esta entrevista: cada uno con una pregunta que él respondería. Mientras espero a que Casciari aparezca en mi ventana de Skype, por donde conversaremos, reviso los flashcards en las que de un lado está escrito el nombre de un licor, y del otro una pregunta.
Luego de algunos obstáculos tecnológicos, estamos listos. Empezamos con el fernet. Hernán me dice que no le gusta porque le sabe a remedio. En Sant Celoni, Cataluña, son las once de la noche y él se toma un mate mientras me cuenta el propósito de vender la revista Orsai y colgar el mismo día de su distribución un PDF gratuito en el blog:
Me parece que el cambio radical es que siempre va a haber unos que puedan pagar y otros que no. Los que compran nos permiten distribuir gratuitamente a todos los que no pueden comprar la revista. Queremos que puedan tener el contenido de Orsai, que es lo más importante, y sin que sea ilegal.
No hay piratería. Nos funciona muy bien, vendemos 6 mil, se descargan 600 mil. No importa si esos 600 mil no quieran o no lo pueden comprar, no hay diferencia. Con 6 mil que vendamos nos alcanza para vivir y para pagarles a nuestros colaboradores. El sistema tradicional busca sacarle beneficio a las publicaciones, busca hacer millonarios. El dueño de una empresa no tiene muchas ganas que en Nicaragua se consuma la misma cultura en México o en España, tiene ganas de que todos paguen y no que todos lean. La diferencia es que si tienes ganas de que todos lean, encontrás la manera.
Después del fernet, seguimos con vino. Reviso la parte de atrás y le pregunto cómo se formó el staff de redacción de Orsai. Me cuenta que al principio del proyecto fue complicado:
No teníamos oficina sino que trabajaríamos desde el patio de mi casa. Era una revista sin publicidad, de unas doscientas páginas, con alto valor gráfico. Les decíamos a los colaboradores que les pagaríamos como los del New Yorker. Ya ves cómo suena eso.
Después del primer número fue más fácil. Empezó a tener prestigio con la gente que escribe y dibuja, pudimos llamar a quién se nos ocurriera porque ya sabían qué era Orsai. Convocamos a personas que admiramos y les pagamos buen dinero para que hagan un buen trabajo. Hacemos una revista que nos gusta leer, más que hacer. Tenemos un público que nos entrega mucho dinero para que nosotros juguemos con él y devolverles un buen producto. El núcleo duro de Orsai somos cuatro personas: Chiri, yo, mi esposa y la mujer de Chiri. La esposa de Chiri es la diseñadora de la revista, mi mujer la administradora.”
Vamos por ron. El que más le gusta a Hernán. Le pregunto si le gustaría que Orsai fuera más popular.
Es un proyecto muy nuevo, tiene la repercusión expresa que no es mucha, pero si lo podemos seguir haciendo con la tranquilidad que llevamos, a mí me parece que el voz a voz permite publicarlo de alguna manera. No estoy desesperado porque se conozca mucho. Estoy en el límite de una comunicación directa con los lectores y quiero que se mantenga así por un tiempo. Como cuando tenés un hijo que tiene cuatro años y no querés que se vuelva adolescente y te toque pelearte con él. Tenemos pensado para el 2013 cambios de profesionalización. Queremos hacer una revista un poco mejor, pero seguimos siendo amateurs. Ser aficionado te permite tener ciertas libertades que si te conviertes en una gran empresa ya no podés tener. Me parece más divertido tener esa comunicación con el lector.
Yo nunca estuve nervioso por la primera Orsai, a mí me parecía un proyecto muy divertido. Estás en contacto con un montón de gente que se unió de manera involuntaria, natural, si hay un montón de buenas personas quieren que eso funcione, cómo no va a funcionar.
Al principio se necesitó mucho dinero, el dinero está sobrevalorado, la gente le tiene mucho cariño, y la idea de utilizarlo para hacer algo divertido no suele ser corriente. Yo estaba muy concentrado en hacerlo bien, no estaba nervioso. Perdí mucho dinero en el primer año por inexperiencia y por eso tomé la decisión de que la revista se pagara por adelantado y la gente respondió muy bien y posiblemente en 2013 pueda ganar un sueldo.
Seguimos con tequila. ¿Todavía te sientes orsai en España?
“No, esa sensación dejó de taladrarme la cabeza cuando nació mi hija. Eso me cambió el sistema de pensamiento, dejé de estar en un lugar que no era mío. Cuando la persona que mas querés en el mundo nace en un sitio, ese sitio empieza a ser tuyo. Yo llegué acá en el 2000 y mi hija nació en el 2004. En esos cuatro años me sentía saco de otro pozo, sentí que no cuajaba, que todas las cosas que yo quería, a excepción de mi mujer, estaban en Argentina. El nacimiento de la nena me cambió el enfoque. Y no solo eso, a mis mejores amigos los invité o les di trabajo para que vinieran aquí y empecé a hacer mi propia Argentina dentro de casa. Dejé de quejarme como hacía al principio. Además está la cuestión del bar, me hace viajar ahora más a Buenos Aires, entonces ya no me siento tan lejos.
Para que no quedemos tan borrachos, seguimos con una cerveza. Y ya un poco menos nerviosa le pregunto a Hernán que honestamente me diga si abrió el bar Orsai en Buenos Aires sólo para tomar gratis con Chiri.
¡Absolutamente! Para fumar y para que me traten como si fuera el dueño. Cuando entro al bar las camareras me dicen “pase, pase”.
Nos reímos y con genuina inquietud le pido que me cuente como de un blog nace un bar.
Yo también me lo pregunto. Fue una idea muy trasnochada que tuvimos de abrir un bar en Buenos Aires. Yo lo que hice fue comentarles a los lectores del blog si querían invertir, yo no hice nada: fui a la inauguración nada más, hubo muchísima gente que quiso invertir. Lo armaron entre ellos, los que no invertían ayudaban pintando. Por suerte funcionó todo muy bien. Pero no tenemos incidencia ahí, más que ir y sentirnos dueños. El 50% es de Orsai y el otro de la gente que invirtió. Por cuestiones legales registramos la marca. Por eso mis lectores son los borrachos que leen.
Nos tomamos mi favorito, un whisky, si estuviéramos tomando de verdad, el guayabo sería monumental. En alguna de sus entradas en el blog Hernán cuenta que su hija lo interrumpe mientras le lee Hansel y Gretel y le dice “¿por qué deja migas de pan en vez de llamarlo por el móvil?” Le pregunto si la tecnología ha entorpecido la escritura.
Yo estoy encontrando problemas por todos lados. Está el problema del lector que es muchísimo más disperso. La competencia que hay para concentrar a alguien y que se quede quieto leyendo un segundo es muy complicado. Es una gran dificultad para la persona que escribe saber que el lector no el mismo del siglo pasado, en un sofá un domingo en la tarde leyendo un libro, sino que está en una máquina, dónde le saltan avisos constantemente. El escritor tiene que ser más efectivo, ya no se puede hacer una descripción de página y media porque si no el lector se va a YouTube.
Abrir la computadora, poner una página en blanco, y olvidarte que detrás de eso está internet: tenés el chat, tenés el youtube, tenés el fútbol, el porno… en el siglo pasado ponías una hoja en blanco en la máquina de escribir y tu concentración era posible, no tenías otra cosa que hacer sino escribir. No tenías otra tentación. Ahora a mí me cuesta mucho escribir por tres horas, porque voy minimizando, veo el mail, después sigo escribiendo, después empieza el Barcelona, después me fijo si descargó la última serie, sigo escribiendo, y minimizo otra vez porque me llama mi mamá y eso no pasaba antes, toca tener una concentración completamente diferente. Esas son las pequeñas desventajas.
Pero prefiero trabajar en lo que me gusta desde mi casa sin que te rompan las pelotas, aunque sean narraciones menos profundas. Toda la vida. Estudiar debe ser igual de difícil con todas esas lucecitas. Uno piensa de forma fragmentaria, hasta en el cine me pasa que una película de dos horas me parece demasiado larga. Cuando leí Crimen y Castigo no tenía mucho que hacer, meterme ahora en la mente de Raskólnikov me costaría mucho.
Nos vamos de señoritas y tomamos un Margarita. Le resumo los placeres de la vida de los hombres en: mujeres, el fútbol y la comida.
¿Me repites? Podría haber algo más… ah no sí, sí, funciona. El fútbol es nuestro juguete, nuestra forma de no crecer, de seguir siendo chicos. Siendo argentino es complicado de explicar, en países como Brasil, Argentina e Italia es casi una religión. En estos países las mujeres viven el fútbol de una manera más activa que por ejemplo en España, aquí casi no lo veo. Tienen conocimientos más detallados las mujeres de esos países, porque es un factor cultural de nivel religioso.
Y el último, cognac. ¿El realismo mágico sería algo puramente latinoamericano?
Yo pienso que a todo el mundo le ocurren cosas en su vida cotidiana que pueden hacer parte de una anécdota interesante. Y el europeo no está atento de esas cosas, no le presta atención. Yo lo noto mucho con amigos españoles que en una sobremesa me cuentan algo que les ocurrió y yo me doy cuenta de que no están contando bien la anécdota, no la enfocan bien, la están contando de una manera aburrida, lineal, muy pragmática. Esa misma historia contada por un latinoamericano tendría un enfoque determinado que le daría una cierta calidad de magia, porque el latinoamericano está atento que le pasen cosas. En Latinoamérica esta sobreentendido tácitamente que en una conversación tiene que haber seducción, en otros países es puramente comunicación no hay seducción, es más frío.
No es que pasen cosas extrañas, la forma de ver la realidad es esa, que las cosas tienen mundos paralelos, como dijo Gabriel García Márquez.
Me despido de Hernán. Miro reloj y son las cinco y media en Colombia. En Sant Celoni son las doce y media y Hernán apenas empieza su día porque es más productivo en la noche. Nos “tomamos” diez tragos. De haber sido reales, la borrachera sería incalculable. Con razón nos llama los borrachos que leen.