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Mujeres Misak, el poder del cuidado

Estas son cuatro mujeres misak que salieron de su territorio para estudiar y llevar nuevos conocimientos (occidentales y de otros pueblos indígenas) a su comunidad. Estas son las historias de lucha y resistencia de una gobernadora, una alcaldesa, una médica y una periodista que tejieron puentes entre dos mundos para el fortalecimiento propio y de su pueblo.

por

Ómar Rincón y Daniela Bohórquez


21.07.2022

En el municipio de Silvia, Cauca, entre la diversidad de verdes del valle interandino y de las montañas de la Cordillera Central, habita la comunidad Misak o guambianos, conocidos como la gente del arcoíris y del agua. Recientemente, los Misak se hicieron conocidos por tumbar la estatua de don Gonzalo —el fundador de Bogotá—, un acto que va de la mano con otros rasgos de su cultura como la recuperación de la tierra de sus ancestros y ancestras y el hecho de ser una cultura en la que las mujeres tienen el poder. 

En Silvia, un municipio de 32 mil habitantes, las mujeres sirven (eso de “mandar” es de por aquí, en lo indígena se sirve) como gobernadoras del cabildo, comunicadoras, alcaldesas del municipio y médicas del hospital. Silvia demuestra que el presente es de las mujeres y que con ellas surge otra política: la del cuidado y lo común, de lo maternal en lo público. Las mujeres misak son guardianas de la naturaleza y del Derecho Mayor: el territorio y los recursos naturales. 

Estos son los testimonios de cuatro de ellas: una gobernadora, una alcaldesa, una médica y una comunicadora. Las cuatro son mujeres que salieron de su territorio para estudiar, conocer y aportar a otros pueblos y comunidades. Todas regresaron a cuidar su cultura y a transformar sus realidades, trayendo con ellas la tradición de las Mujeres Estrellas del Macizo, de las mujeres que participaron en la creación del CRIC, de la Asociación Nacional de Mujeres Campesinas, de las cacicas Máma Manuela, Máma Pisita, Máma Dominga y de las tejedoras y parteras que desde los 90 se han movilizado en diferentes organizaciones sociales. 

Estas son las luchas de mujeres que muchas veces lloraron en silencio para llegar a donde están, sobreponiéndose a las dificultades de un mundo patriarcal. En sus sentires y saberes habita una parte del poder del cuidado de las hijas del agua, de la palabra y de los sueños desde los Andes colombianos.

«Nos toca estar en dos mundos», Gobernadora y Autoridad ancestral Máma Luz Dary Aranda Morales

Mi mamá nunca fue a la escuela, cuenta que un día llegaron por ella y la entregaron a casarse sin saber con quién. Ella quiso que las vidas de sus hijas fueran diferentes. Ella y mi papá nos decían «tienen que llegar a la escuela, ganarse ese otro espacio», por eso tuvimos el apoyo para estudiar. 

Mi mamá siempre me decía “usted como mujer tiene que prepararse en ambas, en lo cultural de la comunidad y lo académico de lo de afuera. En un lado la pal y en el otro el lapicero». Y ambas tienen que llevar, incluso los tejidos. Ella era cansona con eso de «coja el tejido, no ande con las manos vacías, una mujer Misak no tiene que estar así, se ve feo, la gente la ve usted que no sirve para nada». Bueno, tantas cosas que uno cuando está joven y está estudiando no vislumbra toda esa riqueza que estaba aprendiendo. Ella decía siempre «no hay que dejarse humillar por ningún hombre. Si la llevan a trabajar y en cualquier oficio, usted tiene que estar allá”. Eso es lo que me ha ayudado a seguir preocupándome por estudiar y a acceder a esos diferentes espacios. Hasta me dicen maestra.

Llegar a gobernadora es tener el reconocimiento de la comunidad. Nunca pensé que la comunidad me estuviera mirando en ese sentido. Primero fui maestra, luego pasé a la coordinación en la institución y después fui secretaria general del cabildo. Ahora soy gobernadora.

Pero me tocó vivir cositas fuertes por el hecho de ser mujer. Muchas veces una también se siente vulnerada, porque siempre los hombres tienen esa cosa de que quieren decidir, o quieren pasar sobre una. Entonces una también se arma, se blinda de algo y se para fuerte porque o sino pasan tumbando. Y me ha pasado en la escuela. Una llega con ideas, empieza a ganarse el espacio y hay gente mayor que dice «no”. Empecé a trabajar y me gané el respeto. Nos falta a las mujeres empoderarnos un poquito de los espacios, meternos a las universidades, por ejemplo. Pero la mayoría se dedica a la cocina y a lo que toque.

El poder es el espacio de decisión, de poder ayudar, de llegar a la comunidad, de escuchar a los y las que están alrededor.

A mis hijas siempre les recalco lo que mi mamá decía, «prepárense pa afuera, pero también prepárense pa adentro» que aprendan a hacer. Y lo bueno es que hacen las cosas, he tratado de inculcarle lo de los tejidos porque como ya salen a las universidades entonces ya no quieren vestirse, no quieren tejer. A ellas les gusta la cultura, todo depende de cómo una las enseña.

Las mujeres nos estamos empoderando en muchos espacios. Hay mujeres que son despiertas. Ya hay organizaciones de mujeres de ahorros, hay unas que son cebolleras, artesanas, desde lo que tienen ahí una va mirando. Hay mujeres que tienen perfil. En la organización tenemos que irnos perfilando y cualificando porque así uno puede estar participando y hablando. Pero, antes, tiene que conocer a fondo qué está pasando en la comunidad, en el país, en el mundo.

Ya ha habido gobernadoras. Estuvo Máma Jacinta de secretaria general en el 82, Máma Bárbara como Vicegobernadora, luego vino Mamá Asunción en 2013, que fue la primera gobernadora que se reconoció. Eso no se había visto desde que las cacicas. Y fue una gobernación fuertísima porque hubo mucha cosa en contra de ella. Decisión que ella tomaba: todo era malo, la tenían era así. Y como dice Máma Nancy, a las mujeres cuando nos colocan en cargos públicos están mirando a qué hora se cae, a qué hora se enreda, qué error comete. En cambio, cuando un hombre comete un error… Ah, no, como es hombre eso es normal. A una mujer le toca más difícil, por eso nos toca andar con mucho cuidado.

Las mujeres somos las más protectoras del territorio. A nuestra tierra le decimos la madre tierra, la que nos da todo. Para el misak la tierra es fundamental, ella nos da el alimento, el abrigo y por eso aquí para la gente el territorio es lo principal. O sea, por tierra la gente pelea. 

El poder es el espacio de decisión, de poder ayudar, de llegar a la comunidad, de escuchar a los y las que están alrededor. Y como una ha estado con el pueblo, pues una sabe qué necesidades tiene y cómo vive.

Mujer hilando gobierno para la vida, alcaldesa municipal Máma Mercedes Tunubalá Velasco

Desde Silvia nos estamos pensando el cambio que requiere nuestro país. A partir de ahí es que tenemos una responsabilidad como mujeres. Las mujeres Misak jugamos un papel muy importante en la protección de la familia, como cuidadoras de la pachamama, de la naturaleza y como voceras de la comunidad.

Somos, también, parte de los derechos ganados por la lucha de las mismas mujeres. Antes fue con la restitución de tierras en la Constituyente de 1991, donde mi Máma Julia juega un papel muy importante porque siempre nos llevaba a todas las actividades comunitarias, a las reuniones, a las mingas, a las asambleas. Nos metió de lleno en el trabajo político. Y ella es la que nos orientó para poder asumir y liderar muchos procesos en la comunidad. Mi mamá es la constancia en todo momento, es la que lidera aquí en la familia, es la que dice qué hay que hacer mañana. La clave en las mujeres, independiente que nos visibilicen o no, es la constancia, es la responsabilidad de sacar adelante una familia y representar toda una comunidad. Esa constancia da la posibilidad de que haya una mujer gobernadora.

En la Constituyente se abrió un camino a los pueblos indígenas donde el gran representante fue nuestro taita Lorenzo Muelas. Estas son las puertas para poder visibilizar el trabajo que venimos realizando en los territorios y crear el movimiento político. Trabajé con el Taita Lorenzo Muelas cuando fue senador. Después de trabajar muchos años me dije que hay que estudiar y prepararse para aportar luego al territorio. Entonces, me metí a la universidad con mucho esfuerzo porque en ese momento tenía a mi hija y así di la batalla para poder terminar la carrera. Yo iba con ella a la universidad, a presentar los parciales, mis compañeros me ayudaban con ella. Fue con mucho sacrificio que logramos sacar la carrera y allí, siempre, la insistencia de nosotros los indígenas y la lucha.

Trabajé mucho tiempo en el sector público. Desde que llegué tuvimos la posibilidad de asumir la oficina de planeación del municipio, pude aportar a la construcción del plan de desarrollo de algunos municipios vecinos, luego en el marco electoral, de las alianzas que se hacen con la gobernación del Cauca y poder estar en la gobernación. Y a través de las cinco organizaciones indígenas nacionales en la mesa permanente de concertación, poder representar y ganar espacios ante el gobierno. Luego ayudé a construir en el tema de educación a 14 pueblos indígenas en Bogotá. En la ciudad de Cali creamos el primer cabildo indígena universitario dentro de la Universidad del Valle, el primero en Colombia, luego en otras universidades. Y ayudamos a crear el cabildo Misak en la ciudad de Cali. 

Soy el resultado de todo esto, de la palabra de las y los mayores, de nuestros ancestros y ancestras, de compartir con otros pueblos como el Arhuaco, los Inga, de estudiar. 

Soy, sobre todo, el resultado del relacionamiento directo con los pueblos. Siempre aprendiendo, siempre con la insistencia de volver al territorio, de poder retribuir a la comunidad y ayudar a consolidar.

Habíamos sufrido discriminación para poder asumir estos roles, por eso es que llegar a este espacio, para ser alcaldesa, es el fruto de todo ese caminar. La posibilidad de esta cuestión electoral, de llegar a ser alcaldesa, fue una decisión de los mayores, dijeron que tenía que ser una mujer. En la asamblea quedamos tres mujeres como candidatas. No sé si es porque estamos en el tiempo de las mujeres, o es porque realmente ya el trabajo fue asumido por los hombres y no hay resultados. 

Hicimos una campaña muy bonita de pedagogía. No como hacen los políticos, nosotros hicimos pedagogía porque la gente no sabe qué es la administración municipal, cómo funciona la Alcaldía, qué hace el señor alcalde ni cada una de las dependencias, en qué situación está el municipio. Hicimos una pedagogía, les explicamos cuál es el papel de la veeduría, del Consejo municipal. Nos atacaron, eso sí, con toda la discriminación, por la parte étnica, por la forma de hablar, de vestir, por la forma de pensar. Muy duro, pero logramos superarlo. Y todo gracias a la fuerza que nos da la comunidad, la fuerza de lo colectivo y de lo espiritual y la idea de que algún día Colombia cambie.

En todas partes hay mujeres Misak que están asumiendo esa responsabilidad. Hay mujeres para rato. Yo realmente estoy muy emocionada.

El pensamiento de Misak, de las y los mayores, ha sido caminando despacio y enfrentando las dificultades muy estratégicamente sin herir a la persona, sino siendo estratégicos. Y de esa manera hemos demostrado que sabemos y podemos. Nosotros a través de la espiritualidad armonizamos. Quizás usted no esté interesado en la armonización, pero yo como líder lo hacía para todos, para los mestizos, para los indígenas, para los campesinos y eso ayuda a estabilizar un poco. La parte espiritual ha sido importante para nosotros dirigir y orientar a la comunidad en la pandemia. 

Desde ese espíritu que tiene la pachamama que es espíritu maternal que nos da frutos, en ese mismo sentido las mujeres son dadoras y cuidadoras de vida. A partir de ahí hay mucho para poder dar y por muchos siglos. Los hombres han gobernado y no lo han hecho muy bien, ahora es tarea entre mujeres de apoyarnos. Toca buscar la otra economía alternativa, la del buen vivir que los pueblos indígenas siempre hemos practicado.

Nuestro plan de desarrollo en Silvia es Mujer hilando gobierno para la vida, nosotros desde ya estamos contribuyendo a esa potencia para la vida. Hay muchas mujeres que se están preparando, que están en diferentes universidades del país. En todas partes hay mujeres Misak que están asumiendo esa responsabilidad. Hay mujeres para rato. Yo realmente estoy muy emocionada. Estoy muy contenta, me gusta lo que hago desde aquí.

«Pensar desde lo propio no nos limita», médica cirujana Máma Leidy Ximena Hurtado Muelas

Mi mamá y mi papá son docentes. Ellos fueron de los primeros Misak que comenzaron a aprender a leer y escribir desde lo occidental y los que impulsaron que muchos líderes Misak se prepararan de esa manera. Taita Floro, toda la gente de la cooperativa de San Fernando, el primer profesor Misak que fue taita Trino y otros personajes que han liderado el movimiento indígena. Soy la mayor de esta familia, tengo otras dos hermanas. Mi hermana es enfermera jefa y mi otra hermana es odontóloga. 

Desde niña en mi casa se llamaba a los médicos tradicionales. A nosotros nos curaban de esa manera. Al hospital íbamos para alguna vacuna, algún diente. La constitución del 91 abrió posibilidades para los estudiantes Misak de acceder a las universidades públicas. Yo decía, «yo también quiero ir a estudiar como ellos». Por el 92, 93, venía con mucha frecuencia el profesor Guillermo Vasco. Él traía los estudiantes de antropología. Ellos venían a aprender de nosotros y yo decía bueno, también, allá cómo será la cuestión.

Y a partir de ahí esa era la meta: entrar a la universidad, estudiar. En la comunidad estaba empezando el programa de salud en Sierra Morena. Ahí estaba Máma Myriam como partera, había un médico tradicional y en el 97 se hizo el convenio con la Universidad del Cauca para que vinieran los médicos internos. Empezamos con Máma Myriam, en ese momento creo que el programa estaba recuperando las plantas medicinales. Entonces empezamos a trabajar en la huerta y a la vez los médicos internos occidentales nos enseñaban lo básico de prevención: de la diarrea, de las enfermedades respiratorias agudas que más afectaban a la comunidad y enfermedades por contaminación del agua.

Empecé a pensar, «quiero estudiar medicina. No hay ningún Misak que haya estudiado». Nuestros abuelos hablaban en lengua y los médicos occidentales no entendían qué era lo que les pasaba. Yo quería ser médica para entender ambos mundos. Se creó un programa de promotores de salud Misak. Después de eso yo pregunté a los médicos, «¿qué hay que hacer para estudiar medicina?» Ellos se quedaban mirándome así como quien dice, “es durísimo, tú no puedes pasar”. Entonces me explicó una de las médicas: «en las pruebas del ICFES debes tener puntaje». Me mentalicé a que yo tenía que hacer eso. Y entonces ya le pedí a mi papá que me comprara algunos libros para estudiar eso porque aquí no había Preicfes.

¿Para qué estudiar? ¿Para quedarme en una ciudad o irme a otra parte si la necesidad más grande la tiene mi comunidad? Nosotros como Misak pensamos en colectivo. El que yo sea médica tiene que beneficiar a mi comunidad

Ingresé a la Universidad del Cauca, pude hacer mi paso a la carrera de medicina y en octavo semestre es donde uno ve que existen otras medicinas porque toda la carrera es solo la medicina occidental. Ese era el choque que yo sentía. Me decía: “tengo que aprender esto porque eso es lo que ellos entienden”, pero quería poder decirles que hay otras cosas que nosotros también tenemos en cuenta. Que yo venía de una cultura, que tenemos otro conocimiento que se invisibiliza, que tratamos de adecuarnos pero eso es una imposición. Recién me gradué cuando vine para acá mi familia hizo el ritual con el médico tradicional también.

¿Para qué estudiar? ¿Para quedarme en una ciudad o irme a otra parte si la necesidad más grande la tiene mi comunidad?. Nosotros como Misak pensamos en colectivo. El que yo sea médica tiene que beneficiar a mi comunidad, así sea yo solita, hay que promover que otros y otras Misak estudien. Aprendí, hago todo lo que me enseñaron de acuerdo a lo de afuera, ¿y lo nuestro qué? Empecé a atender aquí a mi gente y claro, todos preferían pasar conmigo porque yo entendía lo que me estaban diciendo. En el 2011 las autoridades me mandaron a una reunión nacional a representar al pueblo Misak y defender la medicina propia. 

Así se inició un proceso de volver a reencontrarnos con lo propio. Y recogimos la experiencia de Mamá Dominga y planteamos el plan de salud y nutrición Misak. Y es que la Máma Dominga está haciendo lo que le toca al Estado. Está financiando la salud de su pueblo, porque nosotros no nos podemos negar cuando alguien nos pide ayuda en el territorio. Máma Dominga va y le suministra todos los medicamentos de plantas que preparan ahí sin decirle «¿usted tiene este carné?». Seguimos replanteando cosas. Estamos planeando política de cómo debiera quedar eso porque ahorita hay IPS indígenas, pero son nombres de la institucionalidad occidental. Pensar desde lo propio no nos limita.

Mamá Dominga es la parte femenina del Pishimisak, nuestro espíritu mayor, y se asocia con el páramo. Ella es la armonizadora. Y la parte masculina del Pishimisak es Taita Ciro que se asocia con el aguacero. Taita Ciro es un personaje fuerte y a veces causa conflicto, desarmonía; entonces, Máma Dominga es armonizadora y equilibradora en el territorio. Acá en el territorio está la piedra de Máma Dominga donde los mayores dicen que uno tiene que ir para que ella le de ese conocimiento, ese apoyo espiritual para ejercer medicina propia, ser médico tradicional o ser partera. Máma Dominga es una cosmovisión espiritual que guía al pueblo Misak.

En las familias las mamás son las que les toca guerrear todo. Las que tienen la huerta y todo cuando los niños se enferman. Además de cuidar la familia, orientan silenciosamente a los hombres, niños y niñas. Son las que tienen todo el conocimiento identitario, somos las que conservamos todo el saber de la comunidad. Los médicos tradicionales dicen que las mujeres médicas tradicionales tienen mayor fuerza porque menstruamos, tenemos el útero. Entonces esa fuerza que le genera el menstruar hace que una médica Misak sea más fuerte que un médico tradicional hombre porque tiene más posibilidades espiritualmente y dirección.

Ser la primera médica Misak me dio el impulso contra los estereotipos machistas, el médico es hombre y es como la persona que manda, su paciente tiene que obedecer y está esa hegemonía occidental del eurocentrismo donde la medicina es lo que es y punto. Ser médica generó un respeto hacia las mujeres, a los conocimientos propios y a los conocimientos académicos, externos, occidentales.

Tengo mucha esperanza en las niñas Misak. Nuestras Mámas lucharon para ir a la escuela y luego se ha ido generando este cambio y esta visión de cómo las mujeres pueden direccionar desde la casa hasta otros espacios como los procesos de luchas del territorio.

«La comunicación en el mundo indígena es transversal a todo», comunicadora y periodista Diana Mery Jembuel Morales

La mujer indígena tenía que salir de ese silencio, de ese callar y apropiarse más de la palabra. Eso me decía una monjita que era re cansona, pero ahora recuerdo. Mi abuela paterna fue una de las grandes líderes cuando se inició la recuperación de las tierras acá en los 70, 80 y ella nos involucró a nosotras tres el liderazgo, el de cuidar y proteger el territorio. El de estar tejiendo, estar haciendo muchas cosas en la cocina, en el territorio, y también que la palabra de la mujer valía mucho.

Acá normalmente 13 o 14 años uno ya empieza a formar el hogar, entonces quedé en embarazo de mi niño y pues yo dije no, tengo a mi niño y me dedico a la agricultura y a tejer como todas las mujeres Misak. Pero luego empiezo a involucrarme con el tema de formación de vocería con la juventud con una ONG que llega al territorio que es Visión Mundial, que es cristiana. Me empieza a gustar eso de que la participación de la mujer tiene muchos escenarios y me empiezo a involucrar con los mayores y mayoras del territorio.

En el 2010 llegan dos gobernadores a buscar mujeres para el tema de comunicación. Se dieron cuenta del liderazgo juvenil que había tenido y me llaman. No conozco el tema pero me apasioné de la comunicación en la radio. Después de ser coordinadora de comunicación y de ser autoridad viene la visita de la Universidad Externado, que tiene un programa de becas indígenas. Me llamó mucho la atención de ver muchos pueblos indígenas. Y el coordinador me dice, «no, Dianita, es que yo veo en ti un liderazgo muy fuerte. ¿Por qué no mandas la hoja de vida y estudiamos para que puedas pasar a la beca?» Y yo dije bueno.

Y un 15 de enero me llaman y me dicen «Diana, preséntate que vamos a hacerte una entrevista». Entonces yo cogí mi costalito y mi familia dijo vaya. Llegué a la universidad y me dicen «listo, nosotros tenemos un cupo para antropología». Entonces yo no, no quiero antropología, yo quiero comunicación social. Y la decana me dice que no se puede y yo “qué pena, pero antropología no”. Terca pues. Pero me pasaron a comunicación.

Esos 4 años fueron un reto, a los 15 días me quería devolver, me enfermé, económicamente estaba mal, no le dije nada a mi mamá, saqué fuerza, fue difícil, pero lo logré, 2 semestres estuve sola en Bogotá, estuve hospitalizada, me daba duro todo, las teorías, el tiempo, lo económico. En el segundo año me fui con mis niños a Bogotá.

Lo fuerte mío era el idioma y la comunicación indígena porque yo ya tenía experiencia en el territorio y muchos profesores no conocían el tema de comunicación indígena. Daba clases de cátedra indígena en varias universidades y con eso me sostuve económicamente. Empecé a relacionarme con otros pueblos, con la ONIC (Organización Indígena de Colombia) y empecé a fortalecer la emisora digital en la ONIC, fui la mano derecha de la asesora de comunicaciones y la consejera de comunicaciones. Académicamente fortalecí el tema de comunicación desde el mundo indígena y el relacionamiento con otras organizaciones de comunicación indígena. Poco a poco me fui quitando el miedo y empoderándome. Mis niños y mi familia siempre estaban al lado apoyándome, querían que yo saliera adelante, por eso me apasioné y hasta ahora me apasiona el tema de la comunicación.

La comunicación en el mundo indígena es transversal a todo. La comunicación nace de la oralidad, la comunicación está en sentir y conocer el territorio y así nos relacionamos con todo: el tema espiritual, las identidades, las autoridades, la comunidad, los pueblos. Eso marca la diferencia, que los comunicadores indígenas estamos constantemente involucrados con esa fuerza que resiste.

Uno también es como que es un espejo para que las mujeres cojan valor y digan, «tenemos mujeres en estos escenarios, yo también quiero participar»

Hay mucho desequilibrio con los medios grandes porque vemos que hay mucha desinformación, hacen comunicación desde la oficina y sin territorio. Sentimos que los periodistas que están en la televisión, en la radio, tienen que llegar al territorio para conocer lo que realmente estamos viviendo, que se pongan en los zapatos de nosotros. Eso marcaría la diferencia. Y fuera de eso no solo informar sino también formar. Nosotros como comunicadores formamos en el territorio.  

Nuestras expresiones de la comunicación vienen de los procesos propios. Cuando decimos caminar la palabra, que es más bien del pueblo Nasa, es vincularla a la lucha constante de la liberación de la madre tierra, del expresar el territorio. El hilar la palabra es una versión del pueblo Misak y más de las mujeres porque cuando uno está hilando está pensando no solamente en uno mismo sino en un pensamiento colectivo de qué yo haré con la familia, de qué haré con el territorio, va hilando, va hablando, va saludando a la gente. Entonces, el caminar y el tejer se complementa desde una visión nasa y misak y son la comunicación propia que forma y genera confianza con el mismo pueblo. 

Lo que nosotros queremos es estar con la audiencia, llegarle a la comunidad. El 85% de la radio está en idioma propio, la música es según la audiencia pida pero priorizar la música de los pueblos indígenas que hace un llamado a la recuperación y a la pervivencia de los pueblos desde el idioma, desde los ritmos propios. Y fuera de eso hacer formación a las nuevas generaciones en una versión de solidaridad y de querer aportar al proceso. Demostrar que la comunicación no es para ser un dj, saludar o poner canciones, sino para que la gente se despierte. Esto es lo que venimos haciendo con el territorio. 

Uno también es como que es un espejo para que las mujeres cojan valor y digan, «tenemos mujeres en estos escenarios, yo también quiero participar». Uno demuestra que la mujer fuera de tener hijos, de estar en el territorio, de responder a la familia, de ser tejedora, protege a las mismas mujeres para que el resto también avance.

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Ómar Rincón y Daniela Bohórquez


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