En el siglo XV Lope de Aguirre, que firmaba El Peregrino y lo llamaban “El Loco”, asolaba aldeas, asesinaba a su propia hija, dormía vestido y con la mirada fija esperando a los conspiradores y deambulaba solitario sobre su chalupa de troncos, rodeado de micos aulladores y espantos de pesadilla. El cineasta alemán Werner Herzog lo dibujó en toda su intensidad interpretado por un Klaus Kinsky, desquiciado y delirante. En una carta al rey Felipe II, Lope de Aguirre, “La ira de Dios”, le escribe: “por cierto lo tengo que van pocos reyes al infierno, porque sois pocos; que si muchos fuésedes ninguno podría ir al cielo, porque creo allá seríades peores que Lucifer, según tenéis sed y hambre y ambición de hartaros de sangre humana; mas no me maravillo ni hago caso de vosotros, pues os llamáis siempre menores de edad, y todo hombre inocente es loco; y vuestro gobierno es aire”.
Tres siglos después, el barón Alexander Von Humboldt llegó en uno de sus viajes científicos a Turbaco, desde donde escribió que “en ningún sitio de Suramérica oí cantar las aves tan tiernamente, con gorjeos tan hondos, como en los alrededores de Cartagena. Pero en Europa se afirma y se afirma de nuevo que hacia el Ecuador la raza humana se degenera (mientras que los Caribes que viven en latitud 2° – 8’, son un gallardo y excelente pueblo de gigantes, semejantes a Júpiter Olímpico en fuerza y conformación) se afirma que en los trópicos todas las aves graznan”.
En “El peor viaje del mundo”, uno de los mas bellos libros que he leído, el inglés Apsley Cherry Garrad narra el segundo viaje de Scott a la Antártida, a comienzos del siglo XX, lleno de penurias y tribulaciones, y en el que moriría exhausto a pocos kilómetros del refugio salvador. Hacia el final de su libro y con amargura, el autor dice que Inglaterra se ha convertido en una tierra de comerciantes y tenderos, que no pueden entender la emoción que depara el descubrimiento de unos huevos de pingüino emperador.
En septiembre de 2011, el periodista Francis Pisani decide hacer un viaje a través de la innovación por una treintena de ciudades de los cinco continentes, para tratar de responder unas cuantas preguntas: ¿Dónde nacerán las innovaciones del mañana? ¿Eliminan las tecnologías las diferencias? ¿Qué podemos esperar de un mundo conectado a la evolución del que participa todo el mundo tanto Recife, Nairobi, Estambul, Bombay, Shanghai como desde de San Francisco? En Indonesia encuentra las wok bólicas, un aparato que roba frecuencias y otras longitudes de onda para permitir a los más pobres y a los peor servidos acceder gratuitamente a internet. En Brasil, Ledface responde preguntas subjetivas de esas que descontrolan a Google o Wikipedia. “Usted formula la pregunta subjetiva de su elección. Ledface reconoce la naturaleza de su indagación y, con base en su perfil, selecciona a un grupo de personas capaces de contestarle. La pregunta se hace, de hecho, a una primera persona que dispone de 600 caracteres para contestar. Este primer lanzamiento se transfiere enseguida a un segundo y así sucesivamente. Un total de 5 personas participan en la co-creación de una única respuesta a la pregunta planteada. Todo el proceso es anónimo. En Mountain View, Otavio Goos inventó una aplicación que traduce de manera instantánea los textos capturados al vuelo, ya sean letreros o menús, y en el Líbano una organización llamada Ontornet busca que se mejore la conexión a internet que es tan deficiente que la llaman “el progreso con hipo”.
Cuando el director del Centro de Periodismo de la Universidad me invitó a hablar en este acto de graduación, me insinuó una clave para relacionar a una maestría en periodismo con un posgrado de creación multimedia: la narración de historias.
He comenzado con cuatro viajes, diferentes entre sí, que son a su manera, cuatro historias atravesadas por algunos propósitos comunes. En uno, la historia es una épica del honor y del desastre tomada por la pasión enceguecida de un hombre a quien la libertad lo lleva a rebelarse contra todo. En la otra, un científico escucha con atención los gorjeos de los pájaros y cuenta la historia natural como una historia social, apartándose del estigma europeo según el cual las aves americanas solo graznan. En la tercera, unos exploradores atraviesan los desiertos de hielo para contarnos una historia en que el descubrimiento del polo sur que no lograron, es también un viaje por su mundo íntimo, como por llevar en sus morrales de regreso desdichado tres huevos de pingüino emperador. Y finalmente, nuestro viajero más contemporáneo, nos cuenta las historias fascinantes de lo que están haciendo los innovadores de los extramuros, en lugares diferentes del Sillicon Valley.
Historias épicas, historia natural, historias de exploración, historias de innovaciones.
Lo que quisiéramos hoy al graduar a estos jóvenes, es que tuvieran la capacidad de explorar, de viajar, y a la vez nos asombraran con historias inéditas y sobre todo con sus propias narrativas personales.
El periodismo, desde sus primeros días, no ha dejado de ser una profesión para contar historias y hacerlo con precisión y rigor, con investigación e imaginación. La semana pasada, en el International Media Council 2012, el tema ya no fue la obsesión por el modelo de negocio en el periodismo, sino la necesidad de crear más y mejores contenidos. Para Andrew Rashbass, consejero delegado de The Economist Group, el periodismo debe dotarse de tres cualidades vitales: el valor, la relevancia y la diferenciación, mientras que Wadh Kanfar, el creador del fenómeno Al Yazira, mencionó como su trilogía el contexto, la profundidad y la priorización.
La creación multimedia es un oficio nuevo de un mundo nuevo, con un fin antiguo y venerable: ahora se han de contar historias en blogs, en sitios web, en software y aplicaciones, utilizando los instrumentos de la interactividad y las estrategias virtuales de internet.
Es curioso que en este mismo momento y en este mismo salón se estén graduando estos jóvenes en dos profesiones que aparentemente pertenecen a mundos distintos e inclusive en conflicto. Se podría pensar que uno de ellos como Saturno –lo digital- está devorando a su hijo, el periodismo. Pero si se mira con cuidado, más que peligros lo que existen son posibilidades de complementación e interacción.
Sabemos que estos tiempos no han sido nada fáciles para el periodismo. Cuando trabajé en la redacción del periódico El Tiempo ya se prefiguraban los cambios y se acentuaban las incertidumbres en ese oficio centenario. De la sala panóptico de los años 80, se pasó a la estrella de mar de la mesa central de editores, y ésta empezó a desbaratarse cuando aparecieron en la redacción las escenografías de la televisión, las luces y las cámaras, que con impertinencia compartían el espacio y las rutinas de los periodistas. Richard Sennet y Jean Pierre Vernnant, demostraron que las ciudades son sobre todo representaciones mentales. Las salas de redacción de los periódicos son vestigios de sus propios cambios y el de las sociedades. Hace años no visito la sala que me fue familiar, aunque me cuentan que ahora está compuesta de planos interconectados, escaleras interiores, paneles transparentes y de colores y largas filas de computadores de última generación. Apenas me imagino las salas del futuro de los periódicos, porque probablemente serán reemplazadas por redes con lugares remotos donde el encuentro será a través de holografías o de pantallas domésticas que para esa época habrán dejado atrás lo que hoy empezamos a llamar “internet de las cosas”.
Si bien las tecnologías están poniendo a prueba al periodismo, modificando sus modelos de negocios, sus lenguajes, los soportes de circulación de la información, las relaciones con la audiencia e inclusive la conformación de las agendas, son los cambios de la sociedad los que han descentrado al periodismo, transformando la naturaleza de su poder, las ceremonias de su apropiación y hasta el significado de su pertinencia temporal y espacial. Puede ser que en el futuro las tribus de los ágrafos produzcan en sus catacumbas, libros, revistas y periódicos a la manera de Gutemberg y que inclusive, como en la novela de Ray Bradbury, se diga que ahí pasa el New York Times o Vanguardia Liberal, cuando pasen caminando por las calles los integrantes de la tribu. Pero lo que nunca se acabará es la emoción que causan las buenas historias, la invitación a la lectura que nos proponen cada día los periodistas de excelencia. Desde hace años, los cronistas latinoamericanos se aventuraron a escribir, aun cuando fueron expulsados de los periódicos por las breves, las fotos gigantes a color y las noticias para la digestión rápida. En estos días, se han publicado antologías de los que en su momento llamé “los nuevos cronistas de Indias”. En una de ellas, la coordinada por Darío Jaramillo, se dice que “La crónica periodística (“el ornitorrinco de la prosa”, la llama el mexicano Juan Villoro), es la prosa narrativa de más apasionante lectura y mejor escrita hoy en día en Latinoamérica. Sin negar que se escriben buenas novelas, sin hacer el réquiem de la ficción, un lector que busque materiales que lo entretengan, lo asombren, le hablen de mundos extraños que están enfrente de sus narices, un lector que busque textos escritos por gente que le da importancia a que ese lector no se aburra, ese lector va sobre seguro si lee la crónica latinoamericana actual”.
Si se recorren las páginas de esta antología se encontrarán con los muxes de Juchitan, esos homosexuales vestidos de mujeres que son respetados y apreciados por su comunidad, la historia de El Salado o el pueblo que sobrevivió a una masacre amenizada por gaitas, el retrato de Lucho Gatica realizado por el Gran Pedro Lemebel, el viaje al fondo de la biblioteca de Pinochet para conocer sus gustos y sus expoliaciones, el último ciclista de la vuelta a Colombia, esa gran gesta en que las regiones se conocieron como nación, las relaciones entre papá buhonero y portero chavista, los hijos de los luchadores enmascarados o el último Hitler uruguayo.
Y que decir de la creación multimedia que a diario nos entra por los ojos y por el tacto, por los oídos y hasta por el gusto. Es indudable que el mundo digital está abriendo nuevos territorios, que está poniendo a prueba la posibilidad de convergencias que apenas conocíamos, que está conectando con la sensibilidad y el conocimiento de los niños y los jóvenes y que tiene un campo de aplicación inmenso que se extiende a la medicina y el entretenimiento, a la información y a las artes. En pocos meses, todos los municipios de Colombia estarán conectados a la banda ancha y es en entonces cuando comenzarán los grandes y verdaderos retos: las tecnologías entrarán a las bibliotecas para que los bancos de datos permitan más puertas al conocimiento pero también para que se amplíe el disfrute de la lectura; los creadores deberán generar contenidos, para no quedarse hechizados frente a los cables y las máquinas; los grupos sociales podrán encontrar un lugar para expresarse y construir redes con otros diferentes.
Señoras y Señores:
Los jóvenes que reciben hoy sus grados en periodismo y creación multimedia en la Universidad de los Andes, son portadores de esta misión antigua que nos hizo humanos, desde que un pariente lejano cantó juntó al fuego, le contó a otros las incidencias del día, pintó bisones sobre las concavidades de sus cuevas o inclusive, como nos lo cuenta Vladimir Navokob, cuando salió gritando “el lobo” sin que por allí asomara sus orejas el animal.
Felicito a los familiares que hoy ven cumplido el deseo de sus hijos, a la Universidad que los ha formado y a todos los graduandos y graduandas que se han apasionado por formarse más y mejor.
De ellos y ellas esperamos que nos cuenten historias emocionantes, historias que hagan visible lo invisible, historias que les salgan del alma, historias que nos permitan intentar ser mejores seres humanos.
Cuando así lo hagan, este grado que hoy reciben se convertirá para ellos en un magnífico modo de vida.
Muchas gracias
* Director del Centro ÁTICO de la Pontificia Universidad Javeriana. Psicólogo de la Universidad Nacional de Colombia con estudios de doctorado en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Maestro Consejero de la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano FNPI. Fue ombudsman del periódico El Tiempo. Autor de: “Desde las dos orillas” (1997), “Balsas y Medusas. Visibilidad comunicativa y narrativas políticas” (1999), “Los ejercicios del ver. Hegemonía audiovisual y ficción televisiva” escrito con Jesús Martín Barbero, “Las ciencias sociales en Colombia: discurso y razón” (2000) con Francisco Leal, “Oficio de equilibristas” (2003), “ El cuerpo del delito” (2005), “La fuga del mundo. Escritos sobre periodismo” (2007).