“La soledad mata”, es el nombre de un artículo que la Revista Semana publicó el fin de semana pasado. La afirmación de su titular es muy contundente y por ello un reflexión al respecto podría ser pertinente.
Semana quiso reseñar un estudio de la Universidad de Brigham Young en Estados Unidos, pero sus consideraciones parecen un poco apresuradas al establecer una relación causal entre la soledad y la muerte. En realidad las conclusiones deben encaminarse a considerar que la soledad es un factor que puede contribuir a que una persona tenga más sentimientos negativos, pueda volverse depresiva, aislarse, no cuidarse mucho, asumir conductas de riesgo o abusar de sustancias para manejar la situación de soledad. Eso es lo que finalmente contribuye a que el tiempo de vida se acorte, ya que estas actitudes y comportamientos influyen negativamente sobre el sistema inmune y fisiológico y sobre la salud mental.
La investigación original, publicada en la revista científica Perspectives on Psychological Science, no prueba que haya una relación causa-efecto, pero sí que hay una fuerte asociación entre la soledad, el aislamiento social y el vivir solo con una mayor probabilidad de morir prematuramente. Este riesgo es comparable con otros factores ya identificados por el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos como lo son por ejemplo la obesidad o el acceso a cuidados de salud. Igualmente el artículo menciona en sus resultados que se da una mayor tasa de supervivencia a quienes tienen mayores redes sociales, por lo tanto la percepción de apoyo social es una de las variables protectoras importantes para la salud mental. Si bien las conclusiones no deben exagerarse planteando una relación causal directa, sí deben alertarnos -como lo pronostica una fuente referenciada en el artículo- que la soledad alcanzará proporciones epidémicas en 2030 a menos que se tomen medidas, lo cual justifica seguir investigando en esta línea.
*Yvonne Gómez es profesora asociada del Departamento de Psicología de la Universidad de los Andes.
[Las consideraciones expresadas en esta nota no representan necesariamente la opinión de la Universidad de los Andes]