Operación Sirirí o cómo encontrar a un hijo desaparecido

Fabiola Lalinde pasó más de una década tratando de encontrar a su hijo Luis Fernando. Él, en 1984, desapareció a manos de las Fuerzas militares. Hoy, el archivo de toda la búsqueda e investigación de este caso fue donado a la Universidad Nacional.

por

Tomas Uprimny*


30.04.2018

En la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Colombia (sede Medellín), el pasado martes 17 de abril de 2018, tuvo lugar el acto público de Donación del Fondo Documental Fabiola Lalinde a la Universidad Nacional de Colombia.

—Le hago entrega del archivo Sirirí—, le dijo Fabiola Lalinde a Ignacio Mantilla, rector de la universidad.

Este archivo está compuesto de cientos de libretas escritas a mano, fotos familiares y papeles oficiales en los que Fabiola documentó el tormento de buscar al hijo que el Estado le había arrebatado.

Hace treinta y cuatro años, el 2 de octubre de 1984, Luis Fernando Lalinde Lalinde salió de su casa, y nunca regresó. La lucha de Fabiola apenas comenzaba. Su hijo era un militante del Partido Comunista e integrante de la antigua guerrilla del Ejército Popular de Liberación – EPL. Un conjunto de grupos guerrilleros, entre ellos el mismo EPL, había comenzado diálogos de paz con el gobierno de Belisario Betancur, y se había, incluso, establecido un cese al fuego bilateral, el cual fue irrespetado por ambos bandos.

Luis Fernando, entonces de 26 años, había viajado a la vereda Verdún, en el municipio de Jardín (Antioquia) y, según testigos, fue detenido por una patrulla del Ejército a las 5:30 de la mañana del 3 de octubre. Frente a la ausencia injustificada de su hijo, Fabiola pidió vacaciones en su trabajo y partió a buscarlo. Viajó a Bogotá y no obtuvo ninguna respuesta por parte del Gobierno ni de los militares. Fue entonces que volvió a Medellín y acudió al médico Héctor Abad Gómez, presidente del comité de derechos humanos de Antioquia. Con su ayuda, y luego de que la justicia colombiana le diera la espalda, el caso de Luis Fernando llegó a instancias internacionales. En 1987, cuando Abad Gómez ya había sido asesinado, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos condenó por primera vez en la historia al Estado colombiano por violación de derechos humanos: “arresto y posterior muerte”, dice la resolución N° 24/87 de la Comisión.

Luis Fernando Lalinde Lalinde. Foto: Laboratorio De Fuentes históricas Universidad Nacional de Colombia.

Pero Fabiola todavía no sabía qué le había pasado a su hijo, y sus incesantes preguntas comenzaban a molestar a las fuerzas oscuras del Estado. En octubre de 1988 la casa de Fabiola y su familia fue allanada por militares. Durante la requisa de la alcoba de Luis Fernando uno de los uniformados encontró dos kilos de cocaína.

Persistir y joder como un sirirí

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En el acto de la Universidad Nacional se encontraban jóvenes del colectivo ‘Hijos e Hijas de la Memoria y contra la Impunidad’. Ellos le rindieron homenaje a Fabiola y dijeron que de ella habían aprendido cuatro enseñanzas invaluables.

Primera: que Fabiola es, como ella misma se define, una mamá común y corriente, con una historia extraordinaria, y que las personas comunes y corrientes alcanzan logros casi impensables cuando se lo proponen.

Segundo: que hay que llevar todo por escrito y todo hay que ordenarlo y clasificarlo. Dejar constancia por escrito de cada reunión, cada entrevista, cada charla. La palabra hablada es efímera, mientras que lo que queda en tinta perdura. El archivo que Fabiola construyó durante todos estos años es, simplemente, impresionante.

Tercero: persistir, siempre persistir. “Persistir y joder como un Sirirí”, afirma Fabiola.

Y cuarto: nunca perder la alegría y el sentido del humor. Fabiola, quien tuvo que vivir el infierno, nunca lo hizo.

En su discurso, Fabiola les agradeció a todos esos colombianos valientes que la acompañaron en su búsqueda —algunos de ellos murieron soñando con un país donde, al menos, la vida se respetara, como Abad Gómez o Eduardo Umaña. Fabiola habló de una “violencia aterradora del hombre contra el hombre en Colombia”, y añadió que hay que insistir y seguir insistiendo, siempre de manera cordial, pero nunca bajando los brazos ni abandonando la esperanza. Fabiola habla con el dolor de una madre cuyo hijo fue desaparecido por el Estado, que se supone debe cuidar y proteger a sus ciudadanos, pero también con la esperanza de que un nuevo país es posible. El archivo de Fabiola es tan valioso que la Unesco, en octubre de 2015, lo declaró patrimonio de la humanidad.

***

—Señora, ¿esto es coca? —, recuerda Fabiola que le preguntó el Capitán que allanó su casa.

—La verdad es que yo la coca la he visto pero en televisión—, atinó a responder.

—Entonces, ¿cómo explica la presencia de estos paquetes aquí?

—Capitán, eso lo tiene que saber mejor usted que está allanando esta casa.

A causa del burdo montaje, Fabiola tuvo que pasar varios días en la cárcel del Buen Pastor. Con la ayuda de defensores de derechos humanos, amigos, familiares y varias ONG, Fabiola logró demostrar no solo su inocencia, sino también lo absurdos que eran los cargos que se le imputaban. Así pudo volver a su casa para seguir con su lucha. La solidaridad jugaría un rol esencial en la lucha de Fabiola, a tal punto de calificar su tragedia como “una experiencia dolorosamente bella”.

Foto de prensa sobre la liberación de Fabiola y la investigación sobre la desaparición de Luis Fernando. Foto: Laboratorio De Fuentes históricas Universidad Nacional de Colombia.

 

Durante su paso por la cárcel, Fabiola bautizó a su viacrucis con el nombre de “Operación Sirirí”, en referencia a esa pequeña pero valiente ave que es capaz de enfrentar a los gavilanes cuando éstos se llevan a sus pichones, al punto de que en ocasiones logra recuperarlos.

Grafiti exigiendo la libertad de Luis Fernando. Foto: Laboratorio De Fuentes históricas Universidad Nacional de Colombia.
Aquí en Colombia las leyes de la impunidad van incluso en contra de las leyes de la gravedad

En mayo de 1992, la presión local e internacional logró que se hiciera una diligencia de exhumación en Riosucio (Caldas), lugar donde los testimonios apuntaban que se encontraría el cuerpo de Luis Fernando. Al llegar al lugar, y luego de poco tiempo de búsqueda, apareció una vértebra en una pequeña montaña. Tocaba ahora encontrar el cráneo. Los forenses decían que había buscar en la parte inferior pues el cráneo, que siendo más pesado que el resto de los huesos, debía encontrarse ahí por la gravedad. En la cima de la montaña había un árbol que a Fabiola le llamaba la atención: “Me atraía; estaba en la pendiente de la montaña, diagonal como a 100 metros de donde se hallaron los restos exhumados; sus raíces enormes estaban por fuera y formaban una especie de madriguera”. Les pidió entonces a los forenses que buscaran allí, a lo que estos, aludiendo la ley de la gravedad, se negaron. Fabiola les contestó: “Aquí en Colombia las leyes de la impunidad van incluso en contra de las leyes de la gravedad”. Los forenses aceptaron y, a regañadientes, fueron a buscar a la cima de la montaña donde, justo al lado del árbol, encontraron un cráneo. Faltaba probar que los restos eran de Luis Fernando, pues los militares afirmaban que estos pertenecían a un N.N. que habían nombrado alias Jacinto.

Foto del día de la exhumación, cuando encuentran los restos de Luis Fernando. Foto: Laboratorio De Fuentes históricas Universidad Nacional de Colombia.

 

Cuatro años después, en 1996, científicos de Estados Unidos confirmaron, con una exactitud de 99,99%, que los restos que se habían encontrado del supuesto alias Jacinto eran en verdad de Luis Fernando Lalinde. Se confirmaba la sospecha: fue torturado y vilmente asesinado por las fuerzas militares, tal y como lo afirma el documento de la CIDH de 1987. El 18 noviembre de 1996, luego de 4.428 días de búsqueda, la octava brigada del Ejército le entregó a Fabiola y su familia una caja de cartón que contenía el cráneo y sesenta y nueve huesos de Luis Fernando.

 

“Solidaridad”: Escultura de la artista Adriana Lalinde, hermana de Luis Fernando.

 

***

Una de las personas que mejor conoce este archivo es el historiador Oscar Calvo, amigo de Fabiola y su familia, que lo ha venido trabajando y estudiando durante el último par de años. Cuenta que consta, principalmente, de tres partes.

La primera de ellas podría calificarse de política, pues es la que reúne toda la información sobre la desaparición forzada de Luis Fernando, y va desde aquel octubre de 1984 hasta enero de 2018. La componen cinco cajas y más de 1.200 documentos. Es el expediente madre que sirvió como base para las demandas nacionales e internacionales. Se encuentran valiosísimos documentos. Por citar uno: la carta de enero de 2018 del Ejército colombiano en la cual se le pide una especie de perdón a Fabiola por la desaparición de su hijo.

Carta de Fabiola a Belisario Betancur, Presidente de la República. Foto: Laboratorio De Fuentes históricas Universidad Nacional de Colombia.

 

La segunda sección del archivo es la familiar. Comienza aproximadamente desde el nacimiento de Fabiola, y retrata su vida, el transcurso de una familia colombiana desde los años 1940.  Álbumes familiares, postales, cartas, fotos de niños, de las tías.

 

Foto de Fabiola el día de su grado de bachiller. Foto: Laboratorio De Fuentes históricas Universidad Nacional de Colombia.

 

La tercera parte del archivo es, tal vez, la más personal, pues está integrada por los apuntes y anotaciones de Fabiola. Son ciento cincuenta libretas escritas a mano, que narran sus conversaciones, entrevistas, charlas y reuniones. Es, también, uno de sus modos para conversar con Dios. Fabiola escribe todos sus pensamientos. En uno de ellos, Fabiola narra que la acaban de llamar a amenazarla, y describe lo que eso la hace sentir y pensar.

Foto de una página de las libretas de Fabiola. Foto: Laboratorio De Fuentes históricas Universidad Nacional de Colombia.

 

Según el profesor Oscar Calvo –quien también es víctima de la violencia, pues su padre fue asesinado–, uno de los mayores desafíos al momento de clasificar un archivo de la calidad del de Fabiola es lograr preservar la intención principal de quien lo construyó. El archivo de Fabiola no es grande —una oficina podría fácilmente crear un archivo más grande en unos cuantos días—, pero su importancia radica en el hecho de que proporciona una mirada no estatal. Muchos de los archivos hoy existentes, dice Calvo, provienen de las entidades estatales, mientras que este muestra la perspectiva de una familia que padeció al Estado.   

Hay una frase de Milan Kundera que parece escrita para describir la odisea de Fabiola y de todas las familias de desaparecidos: “La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”.  

Finalizando la ceremonia, Fabiola confesó que todos estos años había querido “devolverle la dignidad a su hijo, que es su identidad”. Y lo logró. Luis Fernando no es un N.N. ni tampoco un “alias Jacinto”. Luis Fernando Lalinde Lalinde nació el 10 de abril de 1958, fue un estudiante de sociología que iba a recibir su diploma de grado en diciembre de 1984 pero que fue asesinado el 3 de octubre de ese mismo año.

Fabiola Lalinde, un sirirí de alas enormes.

 

Foto de un sirirí. Foto: Laboratorio De Fuentes históricas Universidad Nacional de Colombia.

 

*Tomas Uprimny es estudiante de Derecho con opción en periodismo del Ceper. 

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