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“Well behaved women never made history”

«Entre sucesos difíciles y personas valientes, aprendí que yo no soy bocona, por lo menos no en un sentido negativo, sino que soy franca y fiel a mis principios; que yo no soy muy brava, pero la sociedad no está lo suficientemente acostumbrada a mujeres fuertes que cuestionen y reten con firmeza y tenacidad ese status quo que tanto les gusta.»

por

No es NoЯmal


22.04.2020

Esta entrada al blog de No es Normal hace parte de nuestra convocatoria «Reflexiones de cuarentena»*

Por: Mariana Hoyos Guzmán

Desde muy chiquita me han calificado como una niña difícil, demasiado brava, revoltosa y bocona. Cada quien encontró cómo hacerme saber que mi forma de ser estaba mal, que no era la forma de comportarse de una señorita y que ser así me iba a traer muchos problemas en la vida. Siempre se han empeñado en decirme que tengo que cambiar, ser más tranquila, más dócil. Me decían que si no aprendía a controlar lo que decía era difícil que alguien me fuera a querer, que me iban a destruir en la carrera por ser tan sensible y que iba a crecer para ser una persona muy harta por ser tan peleona, que tenía que “aprender a que no me importaran tanto las cosas”. 

En el colegio en el que estudié endiosaban a las personas delicadas, a esas niñas que eran fáciles de llevar, que no peleaban por nada, siempre tenían una sonrisa y no eran malmiradas. Durante muchos años odié mi forma de ser y de actuar por la cantidad de basura que me metieron en la cabeza, me daba ira conmigo misma cada vez que peleaba por defender mis principios, cada vez que tenía la osadía de retar la forma en que las cosas funcionaban. 

Nunca encontré cómo quedarme callada frente a las cosas que me importaban, se sentía como un fuego por dentro. Cuando ponderaba qué era más importante, nunca ganaba el miedo de qué fueran a pensar de mí, siempre me ganaban las ganas de defender lo que pensaba, de expresarme en contra de lo que consideraba incorrecto incluso si no me atacaba a mí directamente. Nunca percibí esta característica como algo bueno. Siempre le tuve envidia a mis amigas más complacientes, las que tenían la tranquilidad de no pelear contra lo que las enfurecía, que podían quedarse calladas ante todo lo que les molestaba y quejarse después, en momentos más pertinentes. Les tuve envidia, de una forma visceral, porque todos los referentes que tenía me decían que así las niñas eran más atractivas y agradables, claro, ¿cómo no pensar eso si tan famosa es la frase “calladita te ves más bonita”? 

Me tomó entrar a la universidad, descubrir un mundo nuevo y encontrarme con el feminismo para cambiar la narrativa, adueñarme de mi historia. Una vez empecé a encontrar en el feminismo referentes de personas como yo, a quienes valoraban por su franqueza, por su valentía, aprendí no solo a aceptar mi forma de ser, sino a valorarla. Entendí que era una persona muy franca y comprometida con mis principios, que me importaban muchísimo las cosas y no estaba dispuesta a que el miedo me impidiera defender lo que pensaba, luchar por lo que quería y defender a toda costa el respeto que merecía. 

Empecé a entender por qué mi forma de ser era incómoda, pues no es agradable lidiar con las personas que cuestionan, que expresan abiertamente el desacuerdo. Empecé a asociar las críticas con los micromachismos: el porqué me decían que sería difícil que me encontraran atractiva. Todas estas respuestas las encontré en el feminismo. Empecé a entender mi realidad de otra manera, porque ya no me frustraba cuando yo discutía con mis amigos al comportarse de forma machista, cuando defendía mis ideas en discusiones, cuando trataba de defender mi integridad o la de alguna de mis amigas frente a algún machito desubicado. 

Me molestaba ver cómo tantas personas dejaban pasar estos comportamientos, me molestaba ver su hipocresía, me daba furia sentirme tan sola en un mundo tan grande, y tan juzgada en mi propio grupo de amigos.  Me daba ira ver cómo entre hombres se defendían a toda costa y cuando yo necesitaba el apoyo de mis amigas, así fuera para decir que no era una desgraciada por defenderme a mí o mis ideas, por estar en desacuerdo, por estar brava cuando la situación así lo justificaba, me decían que era muy peleona, que yo buscaba mis propios problemas por meterme en peleas que no valía la pena dar, el mundo es así y había que aceptarlo. 

Un día un amigo me dio el mejor consejo que me han dado en la vida: “¿por qué te vas a quedar callada, por qué vas a dejar de pelear? Si ese no es tu estilo, eso no es lo que tú quieres hacer, no permitas que te quiten tu forma de ser y reaccionar, porque no está mal, tú no quieres permitir que te falten el respeto, que te traten mal, dilo, da la pelea, porque esa va a ser tu tranquilidad y tú no te debes preocupar por darle tranquilidad a alguien que evidentemente está haciendo algo mal”. Con esta persona descubrí que había un lugar en el mundo donde mi forma de ser no era mamona, que había personas que valoraban ese fuego que llevo dentro que no me permite silenciar mis inconformidades, ese instinto que no me deja ser complaciente con lo que considero incorrecto.

Entre sucesos difíciles y personas valientes, aprendí que yo no soy bocona, por lo menos no en un sentido negativo, sino que soy franca y fiel a mis principios; que yo no soy muy brava, pero la sociedad no está lo suficientemente acostumbrada a mujeres fuertes que cuestionen y reten con firmeza y tenacidad ese status quo que tanto les gusta; que yo no soy revoltosa, soy apasionada y comprometida con las causas que me importan, y silenciarme no es la salida.

En este tiempo entendí que problemas hay muchos, y que no se va a poner más fácil, pero logré sacarme de la cabeza esa idea tan errónea que quisieron meterme de que mis problemas todos se iban a solucionar “si me calmaba un poquito”. Entendí que si soy difícil es porque no nací para hacerle la vida más fácil a ningún machito.

*Nota de No es NoRmal: 

Abrimos este espacio para escucharnos. Hace unas semanas, lanzamos una convocatoria de libre participación, temática y formato en redes sociales que tiene como propósito crear un espacio seguro y diverso en el que podamos compartir las reflexiones y los sentimientos que ha suscitado la pandemia y el confinamiento en el que nos encontramos. 

Como colectiva feminista, reconocemos que son tiempos difíciles que han hecho visibles tipos de desigualdad, violencia y opresión que estaban presentes desde antes. Consideramos, por tanto, indispensable preguntarnos por nuestra labor comunitaria y por las formas de cuidado y acompañamiento que vienen con esta. Leer y ver los pensamientos y procesos de creación de otrxs nos puede recordar que no estamos solxs. Así, este espacio se plantea como una posibilidad tejer redes mediante la escucha y el cuidado colectivo. 

Esperamos sus reflexiones.

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