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Una charla con Teresa Forcades

Las relaciones de la religión con la vida pública, la política y las armas. La fe y la moral cristiana en la coyuntura de la paz y los procesos de reconciliación. Hablamos con la monja catalana independentista y feminista.

por

Juan Pablo Conto


21.12.2017

Foto: Marc Lozano @ Flickr

Hace un par de años visité a la monja Teresa Forcades en Barcelona. Me recibió en un apartamento modesto donde esperaba una carta que, desde Roma, le concediera la exclaustración del Monasterio de Monserrat, un claustro en donde ella ya había estado por cuatro años. De los claustros sólo se puede salir para acompañar la enfermedad de un ser querido o por servicios a la sociedad, y fue por esta última razón por la cual Teresa pudo salir: para prestar sus servicios a Cataluña en la búsqueda de una mayor justicia social.

Hoy, Teresa es una de las principales promotoras del proceso constituyente que busca la independencia de Cataluña. Pero también es médica de la Universidad de Barcelona, especializada en medicina interna y con un doctorado en salud pública. Muy reconocida en este campo por su crítica contra la vacuna de la gripe A o de la gripe porcina. Adelantó también sus estudios en teología, obteniendo el título de maestría en la Universidad de Harvard, y más tarde se doctoró en esta disciplina con una tesis sobre el misterio de la trinidad y su relación con la modernidad y el principio de autodeterminación.

Teresa es además una gran abanderada de las causas que buscan la justicia social y de la teología feminista.

La participación política de las iglesias, la presencia de símbolos en entidades públicas, la realización de actos religiosos desde la institución o los derechos de la población LGBTI, son algunos ejemplos que demuestran que la religión es un factor determinante dentro de la política colombiana. Y en un país donde la espiral de la violencia y de la injusticia no ha cesado, son muchas las preguntas que pueden surgir alrededor de la manera como se ha entendido dicha moral y la manera como esta incide en nuestra realidad.

Por esto mi conversación con teresa, hoy más que nunca, mantiene su vigencia, en momentos donde se empieza a percibir una paz debilitada por la venganza, la codicia y la prepotencia. Con Teresa Forcades profundizamos en el entendimiento de la naturaleza humana desde la perspectiva de la tradición judeocristiana, y hablamos sobre el papel del catolicismo, y del católico, a la hora de reconstruir un país como Colombia.

***

Después de tanta violencia en la historia de la humanidad, ¿qué se puede decir desde la tradición judeocristiana de su naturaleza?

Que somos amor y libertad. No todo en el mundo es mecanismo, no todo en el mundo es acción reacción, existen espacios que el pensamiento filosófico clásico denomina espíritu. Esto puede entenderse de muchas maneras, pero es este espíritu contrapuesto a una realidad de materialidad implacable, de causalidad. Hay algo que rompe con esta causalidad y que no puedes prever cómo va a funcionar. Hasta los físicos también hablan de impredecibles en la física, por lo que esa dicotomía tan estricta entre materia y espíritu tendremos que complejizarla un poco. No se trata de defender un modelo dicotómico a la clásica, sino de mantener esa mirada atenta a lo impredecible porque por ahí respira la vida, viene lo novedoso, viene la creatividad y el sentido de la vida en definitiva. Eso tiene que ocupar un lugar central en cualquier pensamiento emancipatorio, de paz y dentro de cualquier pensamiento religioso.

¿Cómo se concibe esa libertad?

Esa visión central de la antropología moderna donde ser persona significa auto determinarse, darse uno el sentido de la vida y no ser dirigido por otro , tiene raíz en los debates trinitarios cristianos. Está la noción de pensar a la persona religiosa como alguien que obedece un dictado de un ser superior, pero estudiando la historia y de dónde nace esta visión de libertad personal, que los pueblos antiguos no la tenían y donde había más una noción de interconectividad, el asunto es diferente. La modernidad es la hija bastarda del cristianismo.

Pese a esto hay una porción de la sociedad en Colombia que se siente en ocasiones marginada por los preceptos católicos y las imposiciones que estos traen consigo, ¿dónde queda ese amor y esa libertad?

Primero un comentario. Ese catolicismo, incoherente con el propio evangelio, aquí en España lo conocemos bien. Estuvimos bajo una dictadura franquista con el llamado nacional catolicismo, entonces no pasa solo en Colombia. Hay un pasaje fundamental que es el de Mateo 25, ahí se narra una escena que normalmente se titula el juicio final. Es una figura literaria para expresar cómo acaba esto y nos pone a pensar en el futuro más allá de la muerte. En dicho capítulo, con Jesús como juez, es interesante ver cómo él juzga. El criterio no es haber ido a misa, ni haber rezado Ave Marías -con lo bonito que es rezarlos-, ni tampoco si te inscribiste en la iglesia. Lo que sí aparece, es si tú has dado un vaso de agua al sediento, abrigo al desnudo o si has visitado al prisionero. Incluso en otro texto se pregunta si tú has puesto paz donde había guerra. De haberlo hecho Jesús dice ‘ven bendito’ y sino, por muy apuntado que estés en todas las asociaciones parroquiales, no vas. Lo mismo está en otros pasajes, por ejemplo en la primera carta de Juan, cuando dice que ‘no se puede amar a Dios, a quien no vemos, sin hablar al hermano, a quien vemos’. El hermano es el otro ser humano que como yo es hijo de Dios. Yo no te puedo mirar como un extraño. Esa fe significa pensar que todo el mundo, sin excepción, está hecho a imagen de Dios. En cada persona hay un designio amoroso, libre y bondadoso. Hay muchas versiones de Dios, pero a este Dios evangélico es imposible amarle sin amar al otro.

¿Y qué dices de una sociedad secular, como la de occidente, que intenta que la religión se viva solo en el ámbito privado?

Se habla de que la religión hay que dejarla en privado y que su contribución debe ser no meterse porque, cuando se ha metido, ha sido para buscar privilegios, forzar creencias y estigmatizar a las personas que no las comparten. Es decir, religión pero puertas para adentro. Yo no estoy de acuerdo con esta visión. Es verdad que la religión no puede buscar espacios de privilegio social y, evidentemente, sí que estoy de acuerdo que la religión no debe buscar espacios de imposición ideológica. Pero eso no quiere decir que se tenga que quedar en lo privado, ni mucho menos. La religión cristiana, empezando por los profetas del antiguo testamento, no se concibe sin compromiso social. Eso quiere decir que yo tengo algo que decir sobre cómo nos organizamos y mi motivación es religiosa. El discurso religioso en el ámbito público es muy importante, al igual que articular una sociedad plural que incluya cualquier creencia que no ataque los derechos humanos. El espacio público debe ser no solo acogedor sino potenciador de ese máximo de compartir aquello que motiva a las personas, de lo contrario es un espacio público disecado. Como médica yo pasaba visita a los enfermos junto con mis compañeros sijes y mis compañeros musulmanes. Yo entiendo que ahí hay una riqueza, que tiene sus peligros, pero que en ningún caso la solución es eliminar la religión del espacio público.

Sea el camino que sea, yo nunca voy a condenar a una persona oprimida, pero sí la violencia de Estado. Hay circunstancias en las que yo creo que uno tiene que ser muy hipócrita para decirle a alguien que no coja un rifle. Pero mi posición personal es la no violencia

Centrándonos un poco más en Colombia, ¿este mensaje de convivencia y comunión qué papel puede jugar al rearmar un país que lleva tanto en guerra?

Ahí entran algunos elementos que me parecen fundamentales para mirar cuál es la aportación de la persona cristiana a la regeneración de un país. Muy importante ese compromiso inalienable con la justicia social. La persona cristiana no puede renunciar a hacer del espacio de convivencia social un espacio inclusivo.

Uno no ve que dentro de muchos de quienes profesan la fe católica sobre todo en las élites económicas y políticas lo anterior esté presente eso de manera tan clara ¿Cuál es el teléfono roto para que el mensaje se reciba de una manera tan diferente?

Pues la desgracia, y la gracia, es que desde el principio está roto. Si miramos en el evangelio, cuando está Jesús predicando los discípulos que no le entienden. Cuando él está yendo hacia Jerusalén, que es estar yendo hacia la pasión, hacia la entrega, hacia la coherencia máxima para denunciar corruptos e hipócritas que están robando al pobre, los discípulos iban hablando y Jesús se gira y les pregunta que de qué hablaban. Todos miran al suelo porque estaban hablando de quién sería el primero en el reino de los cielos. Ese realismo es importante desde el principio.

¿Y cómo se recupera el mensaje?

Para solucionar esto tienes que verte primero a ti mismo. Hay una cita de San Agustín que dice “tú has sido creado sin ti, pero no serás salvado sin ti”. Ese modo de vivir cristiano es un proyecto que debe asumirse desde la libertad de la persona. No es que el mensaje de Dios fuera automático y se rompió un día. Eso es la co-creación, el mundo no está acabado. Él, o ella -para no ser patriarcales-, ha creado unas personas para invitarnos a colaborar en la creación. Ahí hay una potencialidad, ¿se tornará real? pues ahí está tu libertad. La perspectiva para mí no es por qué no todos somos como San Francisco. Pienso que estamos llamados a serlo, pero se tiene que trabajar para que pase. El desiderátum cristiano no como un punto de partida sino como un punto de llegada, o como un camino, porque nunca llegas. Donde no hay amor, pon amor. Donde no hay paz, pon paz. Donde no hay entendimiento, pon entendimiento. ¿Por qué tengo que hacerlo? si no quieres no pongas nada, eso es la libertad y es la libertad religiosa profunda.

Está en Colombia una guerrilla como el ELN que, como muchas guerrillas que existieron en Latinoamérica, nace entre otras cosas en el furor de la teología de la liberación. En esta incluso militó y murió Camilo Torres, uno de los íconos de esta vertiente. ¿Cómo se puede explicar esta lectura donde se toman las armas a la hora de asumir lo que vieron como su compromiso social?

La parte doctrinal católica diría que tu nunca estas obligada a la autodefensa, pero puedes. Eso es interesante también. Tu estas obligado a defender a tu hijo y a tu hija. Si a mi alguien me ataca y estoy en peligro de muerte, no estoy obligada a defenderme, pero puedo. Esto es coherente con el cristianismo. Luego está la fascinación y esta valoración por lo que significa el pacifismo activo y un pacifismo de desobediencia civil, a lo Gandhi. Eso es resistencia a la violencia porque llega a la conclusión que la violencia engendra violencia, una opción que también es legítima para un cristiano. Puede que muera pero es lo mas coherente. Sea el camino que sea, yo nunca voy a condenar a una persona oprimida, pero sí la violencia de Estado. Hay circunstancias en las que yo creo que uno tiene que ser muy hipócrita para decirle a alguien que no coja un rifle. Pero mi posición personal es la no violencia y eso quiere decir que yo entiendo la actitud religiosa por ese respeto total por lo sagrado de la vida.

¿Y quienes consideran que la violencia que ejerce el Estado los defiende de la violencia ejercida por los grupos guerrilleros?

Aunque haya dicho lo que he dicho con respecto a la defensa, cuando un grupo guerrillero está organizado, hay también una inercia de la violencia. Cuando tú admites que la violencia no es tu modo de defenderte sino de hacer un ataque directo y de forzar una solución a un conflicto entramos en esta lógica de espiral de violencia. Yo creo que es fundamental cortarla. La negociación es lo mejor e históricamente es lo que ha acabado con esos conflictos que tienen un origen justificable y que luego derivan en esta inercia.

Esta mezcla de Dios y armas también está en el ejército legal y oficial del Estado. Continuamente se hace referencia a Él con lemas como “Patria, honor, lealtad. Dios en todas nuestras actuaciones”, ¿qué sucede en esta conjunción de elementos?

Es raro. O lástima que no sea raro. Hitler tenía el “Gott mit uns” (Dios con nosotros). También en la colonización de América llegaron con la cruz y la espada, mientras los teólogos discutían si los nativos tenían alma o no. Claro que no iban a tener, de lo contrario no podríamos masacrarlos. Mi convicción es que la persona humana está hecha para el amor y para la libertad, aunque también tenemos ese impulso de egoísmo y de violencia hacia el otro. Sin embargo, vivir en una atmosfera de violencia no concuerda con lo que somos como personas. Para hacerlo tienes que violentarte a ti mismo y, en ese sentido, crear un horizonte que te justifique esa vida tan alejada de lo que cualquier persona quisiera vivir. Esa activación constante de los instintos agresivos que necesita el soldado, o cualquier persona que esté en combate, solo se consigue con una distorsión de la realidad. Puedes llamarlo un lavado de cerebro o una simplificación del horizonte de lo posible, de lo real. Y como es falso, rechaza cualquier cuestionamiento, no soporta la más mínima crítica. Además si todo el mundo te aplaude cuando matas al enemigo, psicológicamente hace que lo aguantes. Cuando tus ves la complejidad de las cosas, ese impulso agresivo se baja y se enflaquece la posibilidad de violencia.

¿Es posible generar empatía con aquel que se te ha enseñado a odiar toda la vida?

De las FARC yo conocí a Conrado, el cantautor. Lo vi en Caracas, lo fui a visitar a la prisión con su esposa y me ha hecho una canción que bautizó “La flor de la Dignidad”. Él me contó su historia y por la forma como lo hizo, yo no lo podía condenar. Condeno la violencia, pero Conrado me dio una narrativa de un niño que toda su vida vio ese abuso continuado y ese pisotear de la dignidad básica de las personas con quienes compartía su entorno emocional. Cantaba desde pequeño sobre esa realidad. De repente vio a unos guerrilleros que veía que defendían a su gente y decidió unirse.

¿Qué acciones debe tomar un católico para recobrar esa capacidad de sentir empatía? Entendiendo por empatía esa capacidad de entender al otro, no necesariamente de apoyar.

La manera de lograr eso no puede ser teórica, tiene que favorecerse el encuentro con el guerrillero, con su familia y con su entorno. Es decir, un libro o una película pueden ayudar, pero la manera como yo he adquirido conciencia de algunos temas es por el contacto con las personas o con los allegados de esas personas. Incluso con víctimas a quienes ultrajaron, mutilaron, violaron, o le mataron a alguien, pero que han hecho una reflexión diferente que dista de esa necesidad de aniquilar al contrario. Creo que es posible. Si citamos el evangelio, los discípulos le preguntan a Jesús ‘¿Cuántas veces debo perdonar?’, a lo que este responde ‘hasta setenta veces siete’. Siete es el número que sale de la unión del cuatro y el tres. Cuatro es el número en la cábala hebrea que simboliza la tierra, los cuatro puntos cardinales. Y tres, en el cristianismo, por la trinidad, sería el cielo, pero como número también simboliza lo etéreo. El siete es el número de la totalidad. Cuando dices siete veces es como decir todas las veces, y la respuesta de Jesús es ‘setenta veces siete’. Eso es ineludible. Esa cultura de la violencia empieza en el corazón de las personas. Volvemos a ese espacio que hablábamos al principio, donde cada quien tiene ese click para cambiar algo. Lo de Agustín ‘Te han creado sin ti, no te vas a salvar sin ti’. Salvar quiere decir humanizar.

¿Qué recomendaciones das desde la moral cristiana para alcanzar la paz?

Las comisiones de la verdad son fundamentales. La noción de paz en la tradición bíblica está unida a la justicia. Una visión que en hebreo se llama Shalom. Shalom no es paz, es paz porque hemos conseguido unas relaciones justas, porque sino no hay paz. La paz por la imposición militar es lo contrario. Hay un poema que está en el Cristo de Port Royal: ‘Mírame, mírame y comprenderás que la paz no tiene nada que ver con la tranquilidad’.

¿Cuál sería tu invitación a un católico, o a un no católico, para superar el ciclo de la violencia?

Algo esencial para preparar el corazón, para impulsar ese espíritu santo hacia el amor y la libertad, es cada día tener un rato lo más largo posible, pero no menor de diez minutos, para guardar silencio. No es musitar oraciones, que me parece una cosa positiva, pero no es eso. Eso lo puedes hacer y no cambiar el nivel de conciencia. Sino silencio, silencio consciente de la presencia de Dios. Abrir el corazón para la sanación. Es un ejercicio que parece que no haces nada, pero tú hazlo y al cabo de un año me cuentas. Siendo consciente de que tienes un problema, si crees que son los demás lo veo difícil. Y en lo personal pensar que Dios existe, que es Dios de perdón y que es Dios de verdad. La vida no es color de rosa y el cristianismo no es para un mundo ideal, es para este mundo, es para cuando las cosas van como van. Hay gente que amabas y que no va a volver, no puedes empezar de cero porque no estamos en el cero ¿Cómo se hace? Tú llevarás el hueco, pero el peso del rencor y el deseo de venganza no es necesario que lo cargues. La persona humana avanza por lo positivo.

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