Cientos de puntos en un mapa son la cruda realidad de las masacres en los últimos 30 años. La unión de tecnología, periodismo y memoria histórica son la nueva apuesta para narrar el conflicto colombiano.
Entre el 4 y el 6 de agosto de 1982, los paramilitares de Fidel Castaño asesinaron a nueve personas y desaparecieron a ocho más, en inmediaciones del municipio de Amalfi, nordeste antioqueño. Esta masacre, conocida como «El Tigre – Lagartos», es el “Había una vez…” de la línea de tiempo que visualiza la historia de al menos 700 hechos similares registrados en los últimos 30 años de conflicto armado en Colombia. Es el inicio de la cronología del terror que presenta la aplicación Rutas del Conflicto, un proyecto del Centro de Memoria Histórica (CMH) y Verdad Abierta, que une periodismo de datos, memoria y tecnología.
Rutas del Conflicto permite que desde cualquier lugar de Colombia —con un celular inteligente, tableta o computador— se puedan navegar las cifras más relevantes de un fragmento de la historia del conflicto armado. Conflicto que, en 56 años, ha dejado más de 220.000 víctimas mortales y que inicialmente es contado en la aplicación, a apartir de masacres en las que murieron cuatro o más personas desde 1982.
Utilizando las coordenadas de cada usuario, Rutas del Conflicto presenta un panorama histórico de las masacres en su región. Si está en Medellín a metros o pocos kilómetros aparecerán varios puntos con masacres perpetrada por paramilitares y las Bacrim; si está en Rioblanco Tolima, una másacreadjudicada a las Farc será la más cercana; y si está en Bogotá, la masacre de Mondoñedo, perpetrada por miembros de la fuerza pública en 1996, será su primera referencia. Con solo dar clic sobre un punto, el usuario accederá al contexto de cada hecho violento. “Queremos usar más recursos tecnológicos para sacar la información de los libros a otros lenguajes. Masificar el tema de la memoria histórica, es nuestra preocupación” asegura Mauricio Builes jefe de contenidos del CMH.
La aplicación fue lanzada el pasado 20 de marzo, y se presenta como una de las estrategias para visualizar los resultados de ¡Basta ya! —Informe General de Memoria y Conflicto—. Para María Emma Wills, profesora del departamento de ciencia política de la Universidad de los Andes e investigadora del CMH, “no tenerle miedo a ponerse desnudo frente a los otros, en cuanto a cómo se construyeron los argumentos” es uno de los grandes aciertos de este proyecto.
Rutas del Conflicto cuenta con una línea de tiempo que recopila las masacres y una sección de mapas georeferenciados que permiten filtrar por departamentos, años y grupos responsables del hecho. Todo esto parte de una base de datos que pone el contexto y las dimensiones reales de una sumatoria de acciones premeditadas llamadas masacres. “Sabemos que las organizaciones armadas que usaron la masacre como técnica de guerra, naturalizaron este tipo de ejercicios de terror dentro de sus reclutados, y que cada una de las masacres fueron planeadas estratégicamente” recalca Wills.
¿A quién le sirve la aplicación?
Odorico Guerra creció en una familia campesina del departamento del Magdalena que, como muchas en la región, ha sido tocada por un conflicto que no es de ellos. Su expresión cambia radicalmente, sus ojos se ponen vidriosos y su tono de voz baja: las tierras de su familia fueron despojadas por grupos armados ilegales, ha sido amenazado, desplazado, y mientras recuerda a un primo y a dos tíos asesinados y torturados, toma una bocanada de aire profunda: “nunca es fácil recordar”.
Es ingeniero de sistemas, estudiante de derecho y desde 2013 uno de los dos representantes de comunidades afrodescendientes en la mesa nacional de víctimas. Mientras revisa la aplicación, le intriga ver qué hay sobre su departamento y entre las 61 masacres que aparecen registradas en Magdalena no está la primera que se le vino a la mente: “debe aparecer en Aracataca una masacre conocida como ‘Punto de los ocho’ ”, dice.
La sección «Tu memoria», está diseñada para esto: funciona como un ejercicio de crowdsourcing en el que usuarios de la aplicación pueden aportar o rectificar datos presentes es los informes. “En los primeros 8 días, contando solo usuarios del sistema Android, llegaron más de 40 colaboraciones. Estas no aparecen inmediatamente, sino que los investigadores responden a todas las comunicaciones, verifican y si es como dicen se sube la información” explica Builes.
Al respecto Iván Orozco, profesor de la Universidad de los Andes y antiguo investigador del CMH, asegura que “la interactividad es un soporte de la vitalidad de la memoria, la cual tiene implícito algo fundamental en el concepto mismo: la memoria es cambiante. Esto permite no solo complementar la información sino también replantearse lo que está establecido como memoria oficial”.
Aunque está en aumento, el índice de penetración de internet en Colombia según el MinTic es del 16,2%, y aún en regiones como el Guaviare la cobertura de energía eléctrica no sobrepasa el 88%. Por estas razones Odorico se siente parcialmente escéptico frente a este tipo de iniciativas. “Creo que son útiles en el sentido que mucha gente [de las ciudades] conocerá los hechos, pero sigue siendo una acción centralizada que no tiene significación para la gente que vive directamente el conflicto”.
Vladimir Melo, investigador del CMH, asegura que “en memoria histórica hay dos vías de acción: por un lado la dignificación y reparación de las víctimas, pero el punto más complicado son esas grandes masas urbanas ajenas al conflicto”. Para Builes es precisamente a donde se quiere llegar con Rutas del Conflicto: “en este momento para el sector de la población que no tiene ese acceso tenemos otros productos, este año la apuesta grande es en radio. Siete de cada diez personas escuchan radio, para las otras tres tenemos recursos como las aplicaciones”.
El futuro
Una de las posibles aplicaciones de Rutas del Conflicto, en contextos como el proceso de paz que se desarrolla actualmente en La Habana, es «mostrar la gran imagen de un sin número hechos aislados del conflicto colombiano» asegura Orozco. “Esto pone en evidencia los horrores y los fenómenos de victimización de esta guerra» y agrega que a pesar que cree que es un proyecto clave «hace falta que iniciativas como esta no solo señalen el conflicto armado a través de una caracterización criminal»; aclara que deben incluirse otros aspectos relacionados como la dimensión política de la guerra colombiana.
Por su parte, Builes asegura que esta aplicación será una herramienta útil para investigadores, periodistas, víctimas y ciudadanía en general en la medida que se comience a usar y se participe activamente en la construcción de memoria colectiva. Si se llega a un estado de posconflicto «habrá más trabajo para el CMH porque vamos a encontrar nuevas víctimas que aún no han hablado por miedo a la guerrilla». El reto del CMH, agrega Builes, está en saber cómo contar las historias de las víctimas más allá de las cifras sin rostro: «no queremos promover la construcción de memorias vengativas y la solución que encontramos está en la creatividad de los productos».
* Juan Camilo Chaves es artista plástico y estudiante de la maestría en periodismo del CEPER. Esta nota se realizó en el marco de la clase Writing About War: Seeking Narratives in Conflict de la misma maestría, y fue publicada previamente en LaSillaVacia.com.