Esta entrada al blog de No es Normal hace parte de nuestra convocatoria «Reflexiones de cuarentena»*
Por: María José Plata Florez
Terf significa trans exclusionary radical feminist, que se traduce al español como feminista radical que excluye a las personas trans. Feminista radical o Radfem es una etiqueta que virtualmente ha perdido su significado. En la segunda ola las feministas radicales fueron las primeras en señalar que el sexismo se da tanto en espacios privados como públicos. Se entendía en contraposición al feminismo liberal que se enfocaba principalmente en el sexismo institucional. Aunque varias militantes se adhieren al significado original, algunas líneas de Radfem se han contaminado de posiciones patriarcales; las Terfs son las representantes de la línea transfobica. Esto se debe a un prejuicio que se mueve con bastante libertad en espacios Radfem: la misandria. Señalar misandria en cualquier espacio feminista puede significar una respuesta que va de incredulidad a rabia. A fin de cuentas, los conservadores han llamado misandria a todas las presentaciones de feminismo desde hace siglos, así que siquiera señalar que existe en pequeñas cantidades se toma como darles la razón.
Este proteccionismo ha llevado a que cualquier pronunciamiento que exprese odio hacía lo masculino se considere inofensivo. La excusa para permitirlo es que los hombres son el género privilegiado, se tiene la idea de que son invulnerables a situaciones de discriminación. Pero ahí estaríamos pensando precisamente como una feminista liberal. El sistema patriarcal es responsable de la masculinidad tóxica, es el que impone como hombres modelos a sujetos como Donald Trump y Bolsonaro. Además, castiga modelos de masculinidad alternativa o sana, como ha hecho con muchos hombres bisexuales y gays. Estos fenómenos no existen en una caja de Petri separada de los que afectan a las mujeres. El odio hacía lo masculino limita y minimiza los efectos de este sistema. Al feminismo no le interesa negociar con el patriarcado para que deje de abusar a las mujeres, el feminismo sabe que el sistema está corrupto y lo quiere quebrar.
La misandria también es un palo en la rueda de lo interseccional, porque censura posibles análisis de relaciones como las de las mujeres blancas con hombres negros o mujeres de clase alta con hombres de clase baja. Para este nuevo autoproclamado “feminismo radical”, las mujeres siempre somos víctimas incapaces de daño, dueñas de absoluta inocencia, y nuestro martirio tiene su raíz en la existencia de lo masculino. Una compañera feminista interseccional que sienta que esto se está convirtiendo en un discurso machista alegaría que los hombres tienen muchos privilegios, que la misandria no mata cómo lo hace el machismo: no tenemos foros de un equivalente misándrico de los Incels, por ejemplo. Es verdad, no es que la misandria no pueda afectar a un hombre, porque casos se han visto, pero hay que entender que la misandria ya no es solo el odio a los hombres, es el odio a lo masculino. Cuando este odio se puede ejercer sin consecuencias e indiscriminadamente, son las poblaciones vulnerables asociadas a ese constructo social las que más sufren. Todes les trans tienen alguna asociación con la masculinidad: a las mujeres trans se les asignó masculino al nacer, los hombres trans se socializan de forma masculina. Les no binaries (NB) existen entre o por fuera del espectro entre masculino y femenino. Quienes se entienden como en un punto medio socializan su género con algunas características tradicionalmente masculinas, además están les NB que fueron asignados masculino al nacer. Para las Terfs, el hecho de que estas personas estén “sucias de masculinidad” justifica excluirles del movimiento feminista.
Además, se consideran con la libertad de reproducir y generar contenido transfóbico. Por poner un ejemplo, un meme donde se trate a una mujer trans como “un hombre con delirios de ser mujer”. Las Terfs saben que esto mismo piensan muchos asesinos de mujeres trans. La lógica feminista que se ha manejado en redes sociales los últimos años es que reproducir contenido que minimice situaciones violentas funciona como un medio para perpetuar dichas acciones. Por eso le peleamos a nuestros amigos y familiares machistas cuando publican memes en los que se burlan de víctimas de feminicidio, o cuando nos llaman feminazis. Sin embargo, las Terfs consideran que su meme no tiene ese efecto porque ellas, que tienen vagina, no pueden perpetuar acciones violentas hacía una persona con pene, o hacía una persona que esté asociada a lo masculino en general. Toman esta lógica como carta blanca para iniciar su persecución.
Comencemos con los hombres trans: en el 2018, el movimiento en favor de la equidad menstrual había tomado bastante fuerza en Estados Unidos e Inglaterra. Pasaron dos cosas: en Illinios se pasó un proyecto para que se instalaran dispensadores de toallas higiénicas en baños para hombres, y la marca Always retiró el símbolo de Venus de sus productos. La respuesta de las Terfs en foros, a la primera circunstancia, es que era “egoísta” de parte de los hombres trans que se acumularan toallas higiénicas en el baño para hombres cuando suelen desabastecerse en el de mujeres. Pero el estallido en redes se dio con el cambio de presentación de las toallas Always. Las Terfs decían que las mujeres estaban siendo discriminadas por darle el gusto a un grupo muy pequeño de “hombres egoístas”. La perspectiva se repite respecto al aborto. Desde hace algunos años los hombres trans han pedido que se cambié la forma en que se socializa el aborto, no solo piden que se cambie el lenguaje medico alrededor del procedimiento, sino que reclaman su derecho a hacer parte de la lucha por la legalización. Para muchas Terfs, esta es una traición a la lucha; no es que quieran negarle el proceso a hombres trans, pero quisieran que se mantuvieran en silencio al respecto. La invisibilización va desde exigirle a los hombres trans que acepten que les traten como mujeres en clínicas de aborto hasta exigirles que no se presenten en manifestaciones pro-decisión.
Esto ilustra que las Terfs no solo tienen una visión corrupta de la masculinidad, también la tienen de la feminidad. En el discurso Terf, lo que nos define como mujeres es terriblemente frágil, es incluso un logo en un paquete de toallas higiénicas; y están dispuestas a irse a puños por defender a su ídolo de cristal. Esos golpes les llegan a los hombres trans en forma de la disforia que producen las circunstancias anteriores. La disforia es un dolor profundo que se asocia, generalmente, con sentir que el cuerpo que habitas no refleja quién eres; aunque yo agregaría que la forma en que se socializa y se es socializado también puede producir este dolor. Circunstancias como las de las toallas y el aborto desencadenan disforia. Para un hombre trans, el periodo puede ser por sí mismo un evento disfórico, igual que un embarazo y un aborto, porque son situaciones que hemos asociado como únicamente femeninas. Si hiciéramos un esfuerzo para que fueran más neutrales, no solo le brindaríamos bienestar a una población muy vulnerable, sino que además avanzaríamos en la lucha feminista por normalizar tanto el aborto como la regla. El patriarcado tiene una narrativa del periodo como algo asqueroso y obsceno. Muchos hombres, por desinformación, lo siguen entendiendo así. Pero si tuviésemos dispensadores de toallas higiénicas en sus baños no podrían mantenerse cómodamente ignorantes aún en los espacios en que nosotras no podemos entrar. Ahí ganamos mucho, pero con el discurso Terf perderíamos ese paso en la normalización del periodo y lo único que ganaríamos es garantizarles daño a los hombres trans. Ese daño puede ir desde la disforia que les puede generar la presentación de los productos o tener que entrar al baño de mujeres, hasta preferir mancharse antes de hacer cualquiera de las dos.
Respecto al aborto, las consecuencias son aún más severas. Según el Centro de Progreso Americano, en Estados Unidos, un tercio de los adultos transgénero no solicitan atención médica para evitar ser discriminados, y 1 en 100 personas trans en Colombia siguen su proceso de transición por el sistema de salud, según Pacifista!. La constante en estas dos situaciones es la complicada relación de la población trans con los sistemas de salud en todo el mundo, en la que la discriminación agrava situaciones de inaccesibilidad a los servicios médicos. Excluir a los hombres trans del aborto solo agrava esa situación. Según las Terfs, el hecho de que les pidan a los hombres trans que acepten que se les socialice como mujer en estas circunstancias no es discriminación. Sin embargo, el misgendering es un posible desencadenante de disforia que estaría sumado a la ya delicada situación de abortar siendo hombre. La disforia puede producir ansiedad, depresión y ataques de pánico. Cabe recordar que el porcentaje de suicidios dentro de la población trans es bastante alto, varía entre 35 % y 50 % dependiendo del país, según el estudio “Suicide and Suicidal Behavior among Transgender Persons”, publicado en 2016. Frente a esas cifras, no es ético decirle a un hombre trans que debe sacrificar su salud mental solo por “el bien de la lucha”.
Estoy segura de que si nos sentáramos a hablarlo, encontraríamos un lenguaje con el que todos nos sintiéramos cómodos. Estos cambios no van a borrar el esfuerzo histórico, nuestra lucha no es así de frágil. Además, si nos duelen (que lo hacen), todas las compas que mueren en clínicas clandestinas, ¿no nos deberían doler también los hombres trans que mueren por lo mismo? Los hay, están en esa misma cifra invisible de todas las vidas que hemos perdido a manos de la clandestinidad. No es un triunfo para el feminismo que un hombre trans tenga que sufrir para conseguir un aborto o una toalla higiénica, tampoco ganamos nada con echarlos de los plantones y marchas. Excluirlos es un triunfo del patriarcado que ha torturado a ese hombre trans desde que nació, es el que le dice que “nunca será un hombre de verdad”, que es “una mujer disfrazada”, y es el mismo que le dice que si quiere abortar le toca asumir que no es hombre, porque “los hombres no abortan, solo las mujeres”.
La situación con las mujeres trans se encuentra muy caliente en este momento, con encontronazos, como el que sucedió en la Universidad del Valle hace unos meses, y un reciente caso de transfobia por parte de una exmilitante de la Asociación Colombiana de Estudiantes Universitarios de Boyacá. Las Terfs argumentan que la opresión a la mujer solo sucede si al nacer se les asignó sexo femenino. Ponen como ejemplo los casos que se dan en algunas zonas del mundo en que abandonan a las bebés para morir de hambre, o los casos de ablación femenina o el planchado de senos. Circunstancias horribles, pero que no sostienen su punto. Primero, todas hemos sido oprimidas de alguna forma por el patriarcado, pero no a todas nos han amputado una parte de la vagina, ni nos han planchado los senos y no nos abandonaron al nacer. La posibilidad de que eso nos pasara no hace más valida nuestra denuncia de otras circunstancias violentas; la denuncia es válida por sí misma. Sabemos que hay otras formas patriarcales de reprimirnos que también les suceden a mujeres trans. También las acosan, las violan, las matan en nombre del patriarcado. Para el sistema es una alta traición nacer con pene y ser mujer. El padre las castiga porque él les iba a “dar todo” y ellas abrazan aquello que él más desprecia. El patriarcado odia lo femenino y por ende a las mujeres, pero nosotras no somos su único blanco.
No pretendo, claramente, minimizar el daño que nos hace a las mujeres cis. Claro que sufrimos desde muy pequeñas por estándares patriarcales, lo sé, lo he vivido. Pero el feminismo no son las olimpiadas de la opresión.
Todas hemos sufrido de forma muy distinta y todas somos bienvenidas. Si el drama de una mujer es que al nacer le dijeron que era hombre y luego comenzar su transición fue un martirio, la echaron de casa, tuvo que ganarse la vida ejerciendo como prostituta y luego la mató alguien en la calle: esa es una compa. En la marcha trans del año pasado recorrimos el Santa Fe y desde una camioneta una mujer trans señalaba las esquinas en que mataron a sus amigas. Hay que tener corazón de piedra para decir que esas muertas no son nuestras, como si que te matara el patriarcado fuera un asunto de exclusividad genital. Ahora resulta que el feminicidio es una experiencia VIP.
Además, tienen esta idea de que las mujeres trans viajaban en la primera clase de la experiencia masculina y nada está más lejos de la verdad. Están los casos de las niñas Zoé en España y Luana en Argentina. Ambas fueron acosadas en sus colegios, la mamá de Luana pasó por un viacrucis por apoyar a su hija, la prensa la destrozó. Cuando le robaron su celular con fotos de su hija, que ya había salido en las noticias pero que aún no revelaba su cara, fue directamente a pedir ayuda a la policía porque tenía miedo de que las fotos se filtraran. El policía no atendió el caso y le dijo que, si su “hijo” estudiara en el mismo colegio que su hija, él la cambiaría de colegio. Si “Luana era varón” entonces podía entrar al baño de niñas y violar a su hija. Una Terf diría lo mismo respecto al asunto de los baños. “Luana tiene pene y por ende sería un violador”; y según las Terfs, no hay nada de patriarcal en eso de empujar a una niña trans al baño de niños.
Otra conclusión de esta perspectiva es la de cerrarle la puerta de lo lésbico a las mujeres trans. La Youtuber estadounidense Contrapoints, sacó el mes pasado un video titulado “Shame”, en que relata cómo se dio cuenta de que era lesbiana y por qué las circunstancias sociales que enfrentamos hoy día hacen este proceso tan difícil para las mujeres trans. ¿Cómo participan las Terfs en esto? Ven a las mujeres trans como “fetichistas heterosexuales”. Tienen un argumento muy heteronormado que va, nuevamente, a los genitales. Según ellas, una lesbiana no se puede sentir atraída por una mujer trans porque tiene pene. Esto no es solo profundamente lesbofóbico, porque reduce a las lesbianas a “sentirse atraídas por vaginas”, sino que además demuestra una profunda ignorancia del proceso de transición por el que pasan las personas trans.
Aclaremos que no todas las personas trans tienen acceso a, ni desean tener, una cirugía de reafirmación de sexo. Así que sí es verdad que algunas mujeres trans tienen pene y algunos hombres trans tienen vagina. Pero es un pene de mujer y una vagina de hombre. Los tratamientos hormonales afectan a los genitales. Los hombres trans tienen un clítoris más grande, y Contrapoints describe el pene de mujer, en su video Tiffany Tumbles, como “no se pone tan duro, no eyacula tanto y tiene un mouthfeel diferente”. Precisamente en ese video los personajes que escuchan a la mujer trans que dice eso le llaman la atención, entre ellas una chica trans que le dice “no puedes hablar de penes femeninos y de mouthfeel en frente de la gente cis”. Aquí el absurdo: las Terfs usan la vagina como uno de sus ejes argumentales, pero si les hablas de los efectos de las hormonas en los genitales, ellas van a responder con risas. Porque es absurdo que estemos hablando de genitales, dirán, y estoy completamente de acuerdo con ellas. Pero son las Terfs las que sienten que ganan cuando usan la vagina como un arma, pero cuando lo complejizamos ellas dicen “¿Pero en qué tipo de delirio estás que me estás hablando a mí de los genitales de “esta gente”?” Y ahí se les sale la transfobia, porque hablar de vaginas de mujeres cis es digno, pero si hablamos de penes de mujeres y vaginas de hombres se sienten asqueadas.
En cuanto a la población NB el asunto es difícil de abordar. Elles son una población que se ha invisibilizado mucho y las Terfs no están precisamente informadas sobre temas trans. Sin embargo, en lo que se ha podido ver en redes en los últimos años, todo lo que sea de género neutro o no binario enciende las “alarmas de invisbilización”. Muchas Terfs ven como una amenaza entender el género como un espectro. Además, su discurso, así no ataque a esta población directamente, le sigue afectando: lo que dicen y hacen respecto a hombres trans afecta a les NB a les que se les asignó femenino al nacer, y lo que dicen sobre las mujeres trans afecta también a les NB que se les asignó masculino al nacer.
Ahora, no quiero disculparlas, ciertamente si una Terf ha llegado hasta este punto no debe estar interesada en mi simpatía. Pero sí quisiera señalar que no debemos aislar a estas mujeres del feminismo. Sin duda se debe limitar su acceso a ciertos espacios porque tenemos que brindarles seguridad a las compañeras trans. Pero necesitamos espacios donde podamos hablar de esto porque lo debemos resolver. Además, los espacios feministas suelen ser sistemas de apoyo para mujeres maltratadas y abusadas; no podemos dejarlas solas. No debemos permitir que a una mujer se le niegue ayuda para salir de una relación abusiva porque sea transfóbica, tampoco podemos dejar de brindarle ayuda a nuestras compañeras trans, y, a la vez, debemos evitar que mujeres abusadas dejen de pedir ayuda a las colectivas que reprochen su postura transfóbica. Esta es la máxima prueba de sororidad. Tampoco podemos tirar a la basura su contenido y trabajo, una activista que haya salvado vidas o dado voz al movimiento a su modo merece enfrentar las consecuencias de su transfobia, pero no podemos pegarnos un tiro en el pie y silenciar la parte de su trabajo que le da visibilidad a otros temas, mucho menos a las que salvan vidas. No tenemos que compartir ni consumir ese contenido, pero no debemos sabotearlo. Yo sé que eso es tan difícil para unas como para otras, en especial cuando las Terfs responden en foros con “me divierte” a todo intento de dialogo, mientras declaran en redes sociales que La casa de la mujer es una institución traidora por abrirle sus puertas a una mujer trans. Pero, conociendo a nuestra gente, seguiremos alzando la voz hasta que se resuelva el problema. Algunas se quedarán atrás, pero muchas están solo a un café, un comentario o un video de Contrapoints para dar un paso más lejos del patriarcado.
Yo entiendo que estas mujeres tienen heridas. El patriarcado es el padre abusivo común de la humanidad, es negligente, violento y tiene estándares imposibles de cumplir. Enfrentarse al padre es el feminismo, comienza con una pequeña resistencia, le sigue la emancipación y termina cuando ya no tenga ningún poder sobre uno. Pero eso requiere tiempo; hemos vivido con él, lo hemos imitado, intentamos complacerlo durante toda nuestra vida, hasta el día que comenzamos a poner resistencia.
Las Terfs son hijas prodigas del patriarcado, porque cuando es muy difícil librarse de ciertas lecciones, vuelven a casa. Irónicamente, lo que las hace volver es su misandria; las Terfs confunden patriarcado con masculinidad.
Pero esta no es una enemiga, es un constructo social asociado a muchísimas poblaciones. ¿Qué pasa con las butch, las mujeres que se presentan de forma más masculina? ¿Qué pasa con las mujeres cis que se ven naturalmente más masculinas? ¿Qué pasa con las mujeres que tienen cromosomas xy pero que se les asigna al nacer femenino porque tienen vagina? La masculinidad no debe incluir los abusos o el machismo, es un constructo social que está con nosotros desde las cavernas, necesitamos curarla. Creer que no tiene cura es asumir que debe ser sacrificada, y ahí matamos el feminismo por alimentar la misandria.
Esto es algo que nadie quiere escuchar ni decir, pero el meme de “ser feminista no es odiar a los hombres, yo los odio por mí” no nos está haciendo ningún favor. La misandria, en combinación con las lecciones de abuso patriarcal, produce un coctel de transfobia. Al punto de producir una perspectiva tan falocéntrica que las Terfs encienden antorchas y afilan tridentes para perseguir a una mujer porque tiene pene. Papá patriarcado está orgulloso. Pueden alegar que esa imagen está fuera de lugar, pero cuando ya llegamos al punto en que le piden a las colectivas que dejen en la calle o en la casa de su pareja abusiva a una mujer trans, ya no pueden venir a decir que son inofensivas. Les doy el beneficio de la duda de que no quieren darle más poder al patriarcado del que ya tiene, yo sé que tienen buenas intenciones, pero el feminismo es el último movimiento popular que va a permitir que el patriarcado nos haga daño desde dentro. Nadie les está exigiendo que hagan nada por les trans, solo les pedimos que les dejen tranquiles y que le bajen a su narcisismo de autocompasión. Todas sabemos que es el mismo discurso patriarcal el que hace tan difícil que abandonemos el machismo, la transfobia, y todos los comportamientos nocivos de la masculinidad tóxica como el egoísmo y el cinismo. Entendemos que este proceso no es fácil, entendemos que tienen mucha rabia y que eso que les dolió se siente como parte de ustedes. Pero el feminismo, precisamente, nos enseña a entendernos aparte de los abusos y del dolor, ese es el proceso para sanar. Paciencia tenemos de sobra, pero necesitamos voluntad de trabajo. El feminismo puede tener conflictos en su interior, pero cada vez estamos más cerca de tumbar el patriarcado de raíz, y ojalá cuando caiga, las que hoy son Terfs estén mirando con nosotras y no todavía ahí montadas, cayendo con él.
Nota: Entiendo mi lugar en esta discusión y no pretendo apropiarme de la lucha de nadie. Hay personas trans que han abordado este tema desde su posición y, siendo que son quienes sufren de forma directa este conflicto, sería importante darle visibilidad a su contenido. Recomiendo a Contrapoints, Kat Blaque y Ash Hardell en Youtube. Lamentablemente, no todos sus videos están subititulados aún. Entiendo que estos temas son muy abrasivos y es admirable que haya tantes activistes y voceres trans hablando de esto a pesar de lo que desencadena. Creo que es importante utilizar posiciones ventajosas para amplificar las voces de las luchas que lo necesiten. Hay puntos delicados en este texto que aborde de la forma que consideré más apropiada, pero si una persona trans considerase que hay algún cambio que se pudiera hacer para que el texto no traicione su propósito, le agradecería que me lo comunique.
*Nota de No es NoRmal:
Abrimos este espacio para escucharnos. Hace unas semanas, lanzamos una convocatoria de libre participación, temática y formato en redes sociales que tiene como propósito crear un espacio seguro y diverso en el que podamos compartir las reflexiones y los sentimientos que ha suscitado la pandemia y el confinamiento en el que nos encontramos.
Como colectiva feminista, reconocemos que son tiempos difíciles que han hecho visibles tipos de desigualdad, violencia y opresión que estaban presentes desde antes. Consideramos, por tanto, indispensable preguntarnos por nuestra labor comunitaria y por las formas de cuidado y acompañamiento que vienen con esta. Leer y ver los pensamientos y procesos de creación de otrxs nos puede recordar que no estamos solxs. Así, este espacio se plantea como una posibilidad tejer redes mediante la escucha y el cuidado colectivo.