Especial completo #SOSCultura.
Después de cuatro meses de aislamiento preventivo, los museos en Medellín planearon su reapertura para la primera semana de julio. Fueron, junto a las bibliotecas, los únicos escenarios de excepción decretados por la Alcaldía. Su reapertura, además, hizo parte de una iniciativa entre el Museo de Arte Moderno de Medellín – MAMM, Parque Explora, Planetario y el Museo de Antioquia, donde reposan las obras de Fernando Botero, su principal mecenas.
El de Antioquia particularmente, un museo privado, alcanzó a ver esa chispa de luz cuando abrió sus puertas por cuatro días y luego debió reversar su decisión, cuando por un pico de contagios llegó otra cuarentena aún más restrictiva justo en el lugar el museo ocupa: el centro de la ciudad, donde más de diez mil habitantes se rehusan a buscar la vida por fuera del espacio público.
Maria del Rosario Escobar, directora de esta institución, venía en un proceso de destapar el espacio al afuera, justamente, e integrar en el cubo blanco a los transeúntes alterando el orden vertical del arte. En esta entrevista describe cómo ha sido subvertir tantos procesos, en medio del abrumador panorama que niega la calle. Su propuesta desde el gremio consiste en que ante la recesión, el proyecto cultural deberá ser generar empleo.
*Este es el especial #SOSCultura que repasa el estado del arte entre líderes de opinión y con poder decisión dentro del sector cultura en Colombia. Pretende aproximarse a una radiografía de su realidad laboral antes del COVID-19, durante y ¿después?*.
Antes de esta pandemia, ¿cómo estaban institucionalmente?
Como Museo de Antioquia íbamos a alcanzar un momento muy esperado. Debíamos sanear unas deudas que veníamos arrastrando, deudas derivadas de proyectos y de decisiones administrativas, y nos habíamos propuesto hacerlo este año para arrancar un nuevo momento.
Nuestra salud era buena, en el sentido en que por los años apretados que pasamos, auto infligidos de muchas formas, generamos unas líneas de financiamiento que nos estaban funcionando bien para obtener esa sostenibilidad en el tiempo, y que a futuro nos permitiría recobrar o no tener que apropiar recursos para el pago de deuda. Estábamos ilusionados.
Ahora, si el Museo no hubiera adquirido esa ruta de austeridad para el pago de la deuda, no hubiera podido llegar a ser el que hoy enfrenta la pandemia como lo ha hecho, porque no hubiera encontrado la capacidad para moverse al interior del presupuesto ni de reorganizar los recursos que tenemos. Y que tendremos, más o menos, hasta el mes de octubre. Necesitaríamos en ese momento un nivel de apoyo para terminar el año, con la confianza de que sea posible.
¿Cuando decretan el cierre de museos, en marzo, ponen ese plan de ahorro al servicio de este momento o qué conversación precisa hubo al interior?
Primero recibimos una convocatoria del alcalde de Medellín, Daniel Quintero, en la que ese mismo viernes 12 de marzo, nos invita en primera instancia a cerrar las puertas e inmediatamente acatamos. Y cuando llega el llamado del Presidente, nosotros ya habíamos cerrado por sugerencia además de la Gobernación de Antioquia. Inclusive, ya habíamos llevado a nuestros equipos de trabajo, sobre todo a los que tenían contacto con público, a pasar a unos primeros 14 días de cuarentena, porque habíamos tenido un alto flujo de visitantes italianos y españoles, países en donde se estaba presentado el mayor grado de contagio en el mundo.
Entonces activamos la alarma, un poco siguiendo indicaciones del Hospital Pablo Tobón Uribe y de de la Fundación San Vicente. Esto quiere decir que lo primero entonces, hacia el interior, era entender que estábamos en un grado de vulnerabilidad por el número importante de visitas de turistas internacionales, que siempre han sido importantes para nosotros.
¿Y sin ese turismo entra una preocupación por el sostenimiento del Museo hacia el futuro, no?
Inmediatamente. Porque esta cuarentena ha evidenciado que hay que poner las cosas en su lugar y llamarlas por su nombre. Hubo un cierre de fronteras internacionales y nuestro modelo de sostenibilidad está muy enfocado en el turismo. Y casi un 30 % de los ingresos del Museo proviene de la tienda y la taquilla, ese era un 30 % que se iba a desplomar. Nosotros entendimos que turismo no íbamos a tener por un período larguísimo, y que ese modelo de sostenibilidad lo teníamos que transformar completamente.
Lo otro que enfrentamos de inmediato, era que teníamos exposiciones basadas en recolección de obras nacionales, recolección de coleccionistas y suspendimos completamente la agenda expositiva tradicional, entonces todo el mes de marzo y abril ordenamos lo previsto, e invertimos ese afán en todos los proyectos de concertación con el Ministerio de Cultura. En el caso del Museo, a través de esos recursos, financiamos muy buena parte de la actividad curatorial institucional.
Cambiamos la agenda, no sabíamos cómo iba a ser, pero no nos imaginábamos recogiendo obras, inaugurando otras. Nos tomamos como mes y medio para volcarnos con nuestros programas y proyectos a este momento.
¿Volcar el Museo es llevarlo a plataformas digitales?
Sí. Nos inventamos una agenda curatorial digital inmediata. En mayo calentamos motores y desde junio es lo que empezamos a vivir como institución. Pero lo que hemos hecho en lo digital da cuenta de la recursividad y de cómo esto nos compromete la vida. La gente nos dice que hagamos visitas guiadas, con museos estatales de ejemplo, y un tema fundamental es volver a insistir en que en Colombia, excepto por el Museo Nacional, los museos son iniciativas de comunidades y sectores privados. Cuando el Estado le habla a esos museos, tiene que entender que ha sido la sociedad civil la que se ha responsabilizado de unos discursos nacionales del arte y que el Estado no lo ha tenido que hacer. Ahora lo único que pedimos es que el Estado participe solidariamente de esa responsabilidad, de la cual se ha visto desembarazado, y le ha permitido destinar sus recursos de otra manera.
Pero queremos que la agenda del encerramiento no nos haga olvidar las otras agendas propias. Nos preocupa mucho esa negación del espacio público, porque es un asunto histórico en esta sociedad y no logramos saber qué sucederá a futuro. Y esto lo aprovechamos para un proyecto emergente que visita esas protestas ciudadanas alrededor de la construcción del Museo de Antioquia, hace más de 100 años. No queremos dejar morir la llama, porque no sabemos cómo va a ser ese evento de regresar, si es que regresamos. Aunque la gente siempre regresa a la vida. Y de pronto nosotros estamos construyendo un universo improbable mentalmente, porque ahora somos un pequeño grupo que tiene una pequeña cuarentena, difícil de prever, pero no abandonaremos lo que nos interesa.
De hecho re abrieron en julio. ¿De dónde provino la iniciativa u orden?
En un ejercicio de ciudad impulsado por Parque Explora, en el que empezamos a pensar en reactivar por los sectores productivos. También, nos veníamos preparando desde mucho antes en reuniones, creo que inclusive empezaron un poco después de Semana Santa, preocupados por los indicadores de La Fundación para la Educación Superior y el Desarrollo (Fedesarrollo) y muy abocados sobre todo al debate del Plan de Desarrollo de Medellín.
Porque el Plan contempla la ciudad como el Valle del software, entre otros programas, y pensamos en poner nuestras instituciones muy activas en lo que sigue, que será un acompañamiento emocional, de salud mental… ¡Alguien tiene que abrir! Algunos contenidos se tienen que volver a poner en la sociedad y, muy inspirados por los movimientos de apertura de museos internacionales, y de lo que significaba para esos países, cuando estábamos listos y preparados para esta apertura viene esa oleada del Día sin IVA. Cambió los planes para todos. Esta necesidad de volver a cerrar vino, por una parte por las necesidades de supervivencia, pero muy fuertemente también por un proceso mal comprendido de la reactivación.
¿Quién lo mal entendió?
Esto no está en las declaraciones oficiales de nadie, pero la indisciplina social del Día sin IVA nos ha llevado a tener este pico tan delicado.
Esa indisciplina social fue estimulada por el mismo Alcalde, en un tweet él apoyó esa reactivación fugaz económica. El centro es, además, el lugar del rebusque y de tránsito, ¿tiene el Museo todo esto en contra?
El centro ha sido un lugar que nunca ha entrado en cuarentena. Nunca pasó tampoco por los alrededores del Museo. Ni los habitantes de calle, ni los lugares de trabajo sexual, ni el rebusque derivado de la Plaza Minorista entraron en cuarentena. Esto es una realidad.
¿Y cómo sería posible dar ese mensaje a ese público circundante del Museo, a través de canales digitales sería posible?
Nos preocupa y lo sabemos. Pensamos por ejemplo en la condición de los niños que viven en los inquilinatos. Por eso, parte de nuestros programas están enfocados en llegar a comunidades que están por fuera de conexiones digitales, precisamente estas, y si bien tenemos unos cuadernos didácticos, kits creativos que entregamos a niños del centro de la ciudad, no dejamos a un lado que los proyectos que estamos generando con comunidades que no tienen conexión a internet, tengan otras conexiones o a través de Residencias Cundinamarca, o en laboratorio de diálogos, usos y conversaciones que convergen finalmente en la Plaza Botero y sus comunidades.
¿Durante los días que abrieron (cuatro), alcanzaron a recibir visitas?
Tuvimos, respectivamente, diez, once, ocho y siete personas. No más.
¿Hubo presión desde algún sector?
Era más que nos habíamos propuesto hacerlo, era fundamental. Habíamos previsto que posiblemente las cifras de contagio iban a subir, pero nunca pensamos que íbamos a abrir para cerrar. Este plan de apertura llevaba mes y medio de trabajo, incluía nuevos recorridos, etc. En el caso de Explora muchísimo más trabajo, doy fe. La Alcaldía estaba muy interesada en hacerlo, pero el Covid tiene su propia agenda.
¿Y por ahora acatar esa agenda?
Es posible que seamos los primeros en abrir, pero los últimos a los que la gente acuda por el miedo o riesgo al contagio. A pesar de ser los más seguros, ese pensamiento puede persistir. Es correcto que no estamos atravesando la misma crisis de los años 30, pero sí creo que en esos años se estableció un proyecto que se llamó New Deal que me parece muy inspirador ahora mismo. Ese proyecto debería ser como una fuente de trabajo de información e inspiración que consiste en hacer lo que venimos buscando: cómo nos unimos todos para generar trabajo.
¿Esa es la urgencia?
Sí, creo que deberíamos concentrarnos en la generación de trabajo para todo el sector cultural, en la manera en que cada institución puede ser un reloj y usar sus engranajes para que ese movimiento se transmita de unos a otros, y genere oportunidades de subsistencia. En esa medida, deberíamos sentarnos a pensar nacional, departamental y municipalmente. Hoy es evidente que vamos a decrecer, entrar en un proceso de recesión, momentos de contracción, pero esos momentos deberán inspirarnos para compartir la mayor cantidad de trabajo y apoyo.
¿Y la interlocución con el Gobierno qué tal es? ¿Lo sienten en sintonía con este proyecto?
Al Ministerio de Cultura le hemos pedido reuniones puntuales para hablar de un Plan de Salvamento de nuestras instituciones y de la necesidad de convocar en torno a una Política Nacional de Museos, que se hace urgente porque no existe. Hay unos borradores, hay intenciones, pero no está trazada. Esa política es fundamental, pero debe ir acompañada de ese Plan, porque si no cuando la tengamos, ¿qué instituciones van a aplicar a ellas? Quizá el Museo Nacional, la Casa de la Memoria, de pronto, pero en general los museos en nuestro país son organizaciones sin ánimo de lucro que cumplimos una función pública. Aunque hemos pedido apoyo, la Ministra se ha concentrado en los museos más pequeños, los comunitarios, y ahí se han enfocado las ayudas durante la pandemia.
La cultura ha estado en manos de los mismos artistas, sectores y públicos. En todos nuestros museos, entre el 10 % y el 15 % proviene del sector público. Es un porcentaje que habla muy bien de nuestras propias instituciones y su dependencia es importante, pero relativa.
Localmente, insistimos a la Secretaría de Cultura que el Plan Nacional de Desarrollo tuviera un énfasis en ese plan de salvamento y no lo tiene. Lo que entiende la Alcaldía es que, ya per se, el Plan puede servir. Los programas y proyectos para ellos son tan revolucionarios, novedosos e importantes, que eso servirá en sí mismo, como aseguran, el plan de salvamento. Esperamos que así sea…
Los Museos tienen un mapeo en el país y hacen parte de un renglón naranja. ¿Cómo sobrevive esto con la necesidad de un plan de salvamento?
Ese mapeo existe, es el Sistema de Museos Colombianos que coordina el Ministerio de Cultura y que establece niveles y metas a las instituciones. Se conecta con el Sistema de Colecciones Colombianas. Es una herramienta muy buena, pero lo que creo es que es posible que el problema sea el diagnóstico. La pregunta que nos puede estar haciendo falta es: ¿para qué necesita el país un Sistema Nacional de Museos? Eso, más allá de saber cuántos hay y dónde, responde a cuál es el objetivo nacional de tenerlo. ¿Es para guardar ese patrimonio, para poner ese patrimonio en valor, los necesita como banderas turísticas? Cuando nos respondamos la pregunta, pasamos a la política.
Por otro lado, sí, dicen que los museos son escenarios de la economía naranja pero eso qué significa, y en términos claros hacia dónde va. Nosotros y nuestras instituciones podemos adaptar el discurso a los postulados de la economía naranja, formalmente, en un proyecto que se puede homologar. Pero lo que veo es que cada gobierno tiene una necesidad de darle un nuevo nombre a lo que siempre se ha llamado igual, y nos volveremos a adaptar porque la cultura es más fuerte y más poderosa que la vida individual. Me explico, la colección del Museo de Antioquia tiene 140 años, me supera y se adapta a todo. Hace 100 años la colección estaba guardada, esperando volverse a activar. Estas instituciones están basadas en una voluntades que desde siempre se suceden en el tiempo.
Sin embargo, la pregunta sí es qué tanto nos hará decrecer y hasta dónde nos va a llevar ese debilitamiento del Covid.
¿Cómo traer todo lo que hay en las colecciones de arte a este momento, cómo nos sirve?
Esa debe ser la gran tarea de todos los museos colombianos. Tenemos que unirnos al sector educativo y generar unos espacios para aprender a pensar. Aprender que cuando me llaman a participar y no estoy de acuerdo, puedo no estar de acuerdo y no ser castigado por eso. Ese es el problema de la participación en nuestro país, y creo que el arte tiene mucho por aportar. Los museos son espacios diversos por excelencia, no solo por técnicas, estéticas y pensamiento sino por todas las contradicciones deliciosas que se dan en ellos, que inclusive puede ser que no concluyan nada.
En una sociedad que entra en dieta con la educación, nosotros somos el postre. Y enseñar a pensar es meterse en un problema cuando el postre se come primero y el plato fuerte después.
¿Cuál cree que sea el compromiso cultural siguiente?
Las políticas culturales, tanto públicas como privadas, han estado todas centradas en el público. Los indicadores de gestión y de entrega de recursos, o los indicadores de valoración, están referidos históricamente por impacto en públicos. Las instituciones más reconocidas en este país son las que generan mayores impactos en los públicos, precisamente, por encima de los impactos de sus campos artísticos culturales. Es decir, su riqueza viene dada por ese grueso que muevan.
Para salir adelante no es que vamos a olvidar a los públicos, no, porque en el juego del arte, la seducción es entre el creador y el espectador (Barthes) y en este momento nos importa es que los artistas puedan comer, pagar el arriendo y crear.
Esto nos sucede a todos. Queremos girar un poco la brújula porque ya no es el norte ni el sur, puede ser el noreste. Tiene que haber un punto intermedio en este eje magnético. Y como sector, hemos dicho que lo que nos hace falta es la gente, públicos no tan formados, ese es nuestro tesoro. Llegarle a la gente en un país donde los públicos son esquivos, ahora se puede volver un ejercicio de simulación, un verdadero simulacro de volver a estar juntos. En términos semióticos, lo digo.
No es para salvar a las instituciones, es salvarnos como sociedad.