Cuando era pequeño, Síndrome, el villano de la película Los Increíbles, fue decepcionado por el héroe al que más admiraba. Desde entonces, se obsesionó con la idea de exterminar a los superhéroes, y para ello urdió un plan tan extraño como lógico: crear artefactos que le permitieran a cualquier persona tener las habilidades propias de los superhéroes. El razonamiento de Síndrome consistía en que “cuando todos sean superhéroes, nadie lo será”.
En el mundo real, sin necesidad de un villano demente ―a menos que se quiera catalogar de esa manera a la Internet―, una amenaza similar parece cernirse sobre los periodistas. Con la proliferación de las redes sociales y el acceso cada vez más amplio a herramientas que permiten editar y difundir información en diversos formatos, podría pensarse que hoy en día cualquiera puede realizar la labor que antes de la era digital estaba reservada para los periodistas. Esta situación ha suscitado el debate en torno a si el periodismo está destinado a desaparecer, y a cuál sería su función en caso de que sobreviva.
Una reflexión muy interesante al respecto es la de Daniel Sinker, quien fue profesor en el Departamento de Periodismo de Columbia College Chicago. En un artículo publicado en The Huffington Post, Sinker compara la labor de los periodistas contemporáneos con el trabajo de Kutiman, artista que toma fragmentos de muchos videos en Youtube y los edita de tal manera que conformen una pieza original, la cual tiene un gran valor artístico en comparación con la gran mayoría de los videos utilizados para crearla. Para Sinker la analogía con el periodismo es clara: gracias a Internet hay disponible una gran cantidad de información, la mayoría de dudosa calidad; el trabajo de los buenos periodistas es seleccionar y usar esa información para producir un producto mucho más valioso, el cual solo es posible gracias al buen criterio y a la capacidad de investigación.
Desde esta perspectiva, las redes sociales y los blogs no necesariamente constituyen una amenaza para el periodismo; por el contrario, son una gran fuente de materia prima a partir de la cual elaborar información de alta calidad. En palabras de Sinker: “Los periodistas necesitan mirar a estas cosas, no como la competencia o la sustancia de la historia, sino a través de los ojos de Kutiman: como una fuente inagotable de materia prima, lista para ser remezclada, reconstruida, y recreada en formas que son completamente nuevas y totalmente inesperadas”.
Pero incluso si Sinker está en lo cierto y Twitter, Facebook y los blogueros pueden ser aliados de los periodistas, hay otros factores que en la actualidad constituyen amenazas para el periodismo. Una de estas amenazas es el deterioro ―y en algunos casos la desaparición― de los medios impresos, tradicionalmente una de las principales fuentes de trabajo para los reporteros. En The Vanishing Newspaper (2004), Philip Meyer presenta algunas estadísticas acerca del declive en el porcentaje de la población de Estados Unidos que consume periódicos impresos. Los resultados muestran que, de seguir la tendencia registrada, los lectores de este formato desaparecerían por completo en una fecha cercana al año 2043. Meyer argumenta que esta tendencia se debe al cambio generacional, pues los jóvenes de hoy en día tienen hábitos de lectura muy diferentes. Esto es de esperarse, pues una generación que creció con videojuegos e Internet difícilmente preferirá el papel sobre los medios digitales.
Pero el problema no solo se restringe a los periódicos en papel: incluso aquellos periódicos que han migrado a Internet están teniendo problemas para ser sostenibles. La razón es que para acceder a la información la gente ya no tiene que ir directamente a los portales de aquellas empresas dedicadas al periodismo: los agregadores de contenidos son una herramienta mucho más cómoda y versátil para este propósito. Un claro ejemplo de esto son el Huffington Post y Google News, los cuales compilan contenidos producidos por otros medios y los ordenan y filtran según las preferencias de cada usuario. Como consecuencia de la ventaja que representan para los usuarios, los agregadores se han vuelto más visitados que los portales de los medios tradicionales, y en consecuencia se han llevado gran parte de los ingresos por publicidad.
Uno de los casos que mejor ilustra este problema es la demanda que la AFP le puso a Google News por violación de derechos de autor, lo que demuestra que las agencias de noticias tradicionales perciben estos nuevos medios de difusión como una amenaza. Frente a esto, Google News respondió que su sistema ayuda a que otras páginas tengan más visitantes, pues lo usuarios que siguen los links de los agregadores son llevados a los portales que publicaron el material consultado.
Sea como sea, la crisis de los medios impresos es evidente, pues muchos periódicos han comenzado a migrar a formatos digitales. Por ejemplo, Adam Freeman, director ejecutivo y comercial de The Guardian ―uno de los periódicos más grandes del mundo―, anunció hace poco que se está considerando la posibilidad de dejar el papel y enfocarse exclusivamente en Internet. Sin embargo, las versiones en línea no son tan rentables económicamente como las de papel, pues los usuarios no tienen incentivos para pagar por acceder a ellas, pues pueden conseguir el mismo contenido ―o contenidos muy similares― en medios gratuitos.
Este panorama puede llevar a pensar que ser periodista hoy en día es más difícil que antes, pero de ello no se sigue que no valga la pena. Al respecto vale recordar las reflexiones de Jacinto Rodríguez Munguía, reconocido periodista e investigador mexicano. Durante el evento que se celebró en la Universidad Javeriana el pasado jueves 9 de febrero con motivo del día del periodista ―y que estuvo dedicado principalmente al tema de la libertad de prensa en Colombia―, Rodríguez sostuvo que el papel de los periodistas es fundamental para la democracia, pues el precio del silencio pueden ser décadas de represión y tiranía. En este punto vuelve a ser válida la analogía entre los periodistas y los héroes, pero ya no por la similitud con un dibujo animado, sino por la importancia de su labor y por los riesgos que implica.
Para ver la importancia del periodismo en Colombia vale la pena mencionar las palabras de Ignacio Gómez, subdirector de Noticias Uno y director de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), quien en el mismo evento recordó que sin la vigilancia permanente y juiciosa de los periodistas la impunidad sería mucho más alta en el país. Gómez destacó el rol clave que esa labor de control podría tener, por ejemplo, en el proceso de restitución de tierras que está emprendiendo el gobierno.
Para entender la importancia de la labor fiscalizadora y de control del poder, legal o ilegal, basta con mirar las cifras publicadas por la FLIP. En los últimos 35 años en Colombia se han presentado más de 5000 amenazas y han sido asesinados al menos 136 periodistas. Todos cumplieron con su deber de decir o publicar algo que otros prefirieron que callara.
Para reforzar aún más la idea de que Internet puede ser propicia al periodismo, podría argüirse ―como lo hizo Munguía durante una presentación en la Universidad de los Andes― que las redes sociales han comenzado a jugar un papel importante en la defensa del derecho a la libertad de expresión, condición necesaria para el oficio periodístico. En efecto, gracias a Twitter y a Facebook es prácticamente imposible para los gobiernos esconder o manipular la información, y además estos medios se han convertido cada vez más en escenario de debate público e intercambio de ideas.
Como se ha visto, es indudable que la aparición de los medios digitales implica una transformación del ejercicio periodístico, pero no su desaparición. Esto supone para los periodistas el reto de adaptarse y aprender a usar esas herramientas a su favor, no solo para producir información de gran calidad, sino para cumplir su función de denuncia y control político. No parece, al menos por ahora, que la era digital imponga un panorama en el que todos puedan ser periodistas, y por tanto nadie lo sea.
*David González es estudiante de la Maestría en periodismo del CEPER.