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Sandra, la alternativa

Sandra Mazo tiene 40 años y es la coordinadora nacional de la organización feminista Católicas por el derecho a decidir. Desde ahí, sin dejar de ser creyente, se enfrenta a la iglesia de la que hace parte para promover los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. 

[N. de E.] Esta historia hace parte del especial Abortar en Colombia: cinco historias, que recoge las historias y visiones de cinco mujeres en torno al aborto. Son una muestra, pequeña, de lo difícil que es abortar, empezando por tomar la decisión, de las luchas que se están dando para legitimarlo como derecho y de las barreras que persisten para garantizarlo. 

Sandra Mazo conoció Católicas por el Derecho a Decidir (CDD), una organización feminista de carácter regional que busca la plena vigencia de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, en el año 2004. Desde entonces, esta lingüista y politóloga de 40 años, se ha convertido en la coordinadora nacional de lo que ella considera, sobre todo, una parte del movimiento social de mujeres. CDD es una pieza fundamental de su proyecto de vida y desde allí busca transformar las estructuras sociales, religiosas y políticas que someten y segregan a las mujeres.

“CDD nace como una iniciativa de mujeres que nos sentimos contentas de ser católicas, pero no nos sentimos contentas con una jerarquía eclesial que nos excluye y nos discrimina”, sostiene Sandra. “La Iglesia Católica siempre ha sido la mayor opositora cuando empiezan a avanzar los derechos de las mujeres y su autonomía reproductiva, así como la diversidad sexual. Por eso, decidimos centrar nuestro trabajo en la promoción de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres”.

Nos robaron el placer, nos cercenaron la posibilidad de tener una sexualidad sin ser Eva sin o ser Magdalena

Para Sandra esa realidad es fruto de imaginarios colectivos en los que se encasillan y se juzgan a las mujeres. Se les otorgan roles y tareas que supuestamente les son naturales: obedientes, madres, esposas, silenciosas, sacrificadas. Ideas que empiezan inculcarse desde muy temprano a las niñas, y cuyo principal motor es controlar el placer, dice. “Nos robaron el placer, nos cercenaron la posibilidad de tener una sexualidad sin ser Eva sin o ser Magdalena”, asegura.

Según Sandra, los hombres son los que han tomado las decisiones sobre el cuerpo y la sexualidad de las mujeres. “Nos han tratado como un recipiente, como un refrigerador, como un medio o un instrumento para un fin: la reproducción de la especie”, afirma. Por lo tanto, la condena al aborto ha sido un elemento de control sobre las mujeres, a partir de allí, con supuesto argumentos teológicos, se ha vulnerado su autonomía y el derecho fundamental que deberían tener a decidir sobre sus cuerpos.

La apuesta de las CDD es alcanzar la plena vigencia de del Estado laico. “Las discusiones de fe y teológicas debemos darlas al interior de cada creencia, pero ya querer influir en las decisiones reproductivas de todas las mujeres y de todo el mundo nos parece una injerencia demasiado indebida y atrevida”, dice. Lo que quieren, en últimas, es ponerle un límite a la influencia de la Iglesia sobre estos asuntos.

Sandra dice que las CDD han estudiado la Biblia, los Concilios Vaticanos y el derecho canónico, y han concluido que el aborto no es un debate cerrado en la Iglesia. “No abortar no es un dogma”, dice.

En cambio, hay dos principios fundamentales de la Iglesia que les permiten dar la discusión: el derecho a disentir y el principio del mal menor o el bien mayor. El primero, dice, legitima a las mujeres para abrir la discusión y posibilita que a partir de ahí, se avance en temas álgidos dentro de la iglesia. “Podemos dialogar de ciertos principios y planteamientos doctrinales que no han sido declarados de infalibilidad papal”, asegura Sandra, el aborto es uno de ellos.

La búsqueda del mal menor les permite a las mujeres decidir frente a situaciones controversiales, como el aborto. Éste no puede ser visto como un pecado mortal y causante de excomulgación inmediata, ya que “donde hay duda, hay libertad y esa la libertad de conciencia es el principal sagrario de nuestro ejercicio de fe”, afirma. Desde su punto de vista existen cánones que otorgan eximentes y atenuantes para las mujeres a la hora de abortar y estos son más indulgentes y garantistas que las propias leyes del Estado frente al tema. “Abortar es una decisión responsable, ética y moralmente válida, que no puede verse desde el castigo y el pecado”, concluye.

Sin embargo, es tajante al afirmar que CDD no promueve el aborto: “quisiéramos que ninguna mujer tuviera que abortar. El centro del debate no es una defensa ni una oda al aborto, sino poner este tema en un sentido de humanidad y empezar a sensibilizarnos frente a este dilema en el que se encuentra una mujer”, sostiene. Es allí donde según ella, las mujeres deberían poder acudir a su libertad de conciencia y discernir sobre cuál es la mejor opción para sus vidas. “El embarazo no puede ser obligación, ser mamá o no ser mamá es una de las decisiones más responsables que uno toma en la vida”, concluye.

Del equipo de CDD hacen parte 9 personas que trabajan a tiempo completo en su oficina en Bogotá, y, aproximadamente, 90 multiplicadoras de su discurso en los ocho puntos regionales (Medellín, Quibdó, Piedecuesta y Charalá, Ortega, Fusagasugá, Santander de Quilichao y San Andrés) donde adelantan su labor.  

No basta con despenalizar el aborto legalmente, hay que despenalizarlo socialmente, la gente tiene su gran problema con el tema del aborto o con el derecho a decidir es en su conciencia; es la huella histórica del patriarcado

De tal manera, desarrollan formación teológica con comunidades de base en diferentes regiones del país; son grupos de oración y reflexión en los que, a partir de argumentos cristianos, buscan mostrar cómo los derechos sexuales y reproductivos son parte fundamental de la condición humana. El Dios cristiano, para ellas, es mucho más que un ser que juzga y condena. Su mensaje está ligado a la compresión, el respeto y el amor al prójimo. La posibilidad de contradecir es, por lo tanto, legítima y necesaria.

En el mismo sentido, adelantan campañas mediáticas en las que buscan poner en discusión disputa pública temas como la laicidad del Estado, la necesidad de luchar en contra de los fundamentalismos en la vida política, el uso del condón, o mandamientos para llevar una vida libre culpas y remordimientos en la vida sexual. Además, hacen control e incidencia política a la agenda legislativa cuando esta afecta los derechos de las mujeres y el carácter laico del Estado. Fruto de lo anterior, también producen material didáctico y planean charlas y talleres sobre dichos temas.

Mediante este trabajo han logrado posicionarse como una voz valida y de referencia cuando en el país se debaten estas temáticas. Asimismo, se han ganado un lugar dentro del movimiento social de mujeres en donde desarrollan buena parte de su militancia política.

Sandra, y con ella las CDD, consideran que el aborto es un derecho humano fundamental de las mujeres, su violación representaría una grave amenaza a sus vidas. La desnaturalización de las violencias cotidianas contras sus cuerpos y sus conciencias son fundamentales para que avance la garantía de ese derecho, “no basta con despenalizar el aborto legalmente, hay que despenalizarlo socialmente, la gente tiene su gran problema con el tema del aborto o con el derecho a decidir es en su conciencia; es la huella histórica del patriarcado”, concluye Sandra.

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