La semana pasada ocurrió algo que para muchos parecía impensable: el ESMAD de la Policía, bajo órdenes de Daniel Quintero, entró a reprimir una manifestación dentro de la Universidad de Antioquia, en Medellín.
Daniel Quintero, el alcalde de Medellín, tiene fijado un trino en su Twitter personal: “La esperanza derrotó el miedo”. Es un mensaje dirigido a los jóvenes que lo hicieron elegir porque representaba una alternativa política a su oponente, Luis Alfredo Ramos, un político del Centro Democrático sin experiencia, plagado de escándalos y que carga el mismo nombre de su padre, un barón electoral con líos judiciales pendientes por sus vínculos con el paramilitarismo. El 22 de diciembre, el entonces alcalde electo prometió que en su administración el ESMAD no estaría en las calles de Medellín.
El 10 de febrero, Quintero, quien es egresado de la Universidad de Antioquia, publicó en Twitter un documento con un “Protocolo de reacción contra explosivos en universidades”. En él señala que, aunque valora la “protesta en paz” y respeta “la autonomía universitaria, la libertad de cátedra y el derecho a la libre expresión”, autorizará el ingreso de la fuerza pública con equipos antiexplosivos “cuando se supere toda posibilidad de acuerdo y ante el uso de explosivos al interior de recintos universitarios”.
La reacción en las universidades fue explosiva. En las inmediaciones de la universidad Nacional, la universidad de Antioquia, el ITM y el Politécnico Jaime Isaza Cadavid, se bloquearon vías arterias desde temprano en la mañana. El ESMAD no tardó en llegar. Las confrontaciones se prolongaron en variada intensidad hasta la tarde. En el Politécnico, aparentemente, un carro particular atropelló a dos de los manifestantes mientras la policía miraba, en la Nacional se suspendieron las clases durante el día y se dio orden de evacuación, en la de Antioquia, tal vez la universidad más reactiva de Medellín, la confrontación con la policía continuó hasta el atardecer.
Para Marco Antonio Vélez, jefe del departamento de sociología de la universidad de Antioquia, el protocolo de Quintero es “altamente inconveniente y no tiene nada de protocolo
Estuve ese día en la de Antioquia, en donde fui testigo de un usual tira y afloja que ha acompañado a la protesta universitaria en Medellín durante la última década. Unos sesenta encapuchados le lanzaban piedras al ESMAD, que respondía en una proporción mucho mayor con granadas aturdidoras y gases lacrimógenos. Mientras más atacaba el ESMAD, más protestantes se acercaban para insultarlos y sumarse al improvisado tropel.
Uno de los estudiantes que lanzaba proyectiles me dijo que consideraba el protocolo de seguridad de Quintero un problema hasta para el ESMAD: “Ellos llegan es a atacar. Y la violencia en como lo hacen pone en riesgo la integridad de todos, incluso de ellos mismos.” Otro estudiante, quién pidió ser identificado como ‘El cosmonauta’, añadió que el decreto era un atropello, no sobre los marchantes, sino sobre la autonomía universitaria.
Las universidades públicas están entre las instituciones más sensibles del país. Cuna de buena parte de la creciente clase media a lo largo de la segunda mitad del último siglo, exponentes de vanguardias artísticas, filosóficas y políticas, han sido también objeto de una particular virulencia. La población estudiantil de la universidad de Antioquia es, mayoritariamente, de estratos 1 y 2, los estudiantes víctimas del conflicto no pagan matrícula, y tiene en su campus tantos murales en conmemoración de la violencia ejercida sobre profesores, estudiantes y servidores, que en el 2018 capacitó a sus Guías culturales en la identificación de estos durante los recorridos diarios de los visitantes. La plaza principal, llamada extraoficialmente por todo el mundo “Barrientos”, lleva el nombre de un estudiante asesinado por agentes del DAS frente a la universidad.
En la última década, el ESMAD ha entrado dos veces a la de Antioquia: en el 2012, en la administración Fajardo/Gaviria y en el 2011, en la gobernación de Luis Alfredo Ramos.
Para Marco Antonio Vélez, jefe del departamento de sociología de la universidad de Antioquia, el protocolo de Quintero es “altamente inconveniente y no tiene nada de protocolo. Un protocolo es un proceso detallado y esto parece un decreto para permitir al ESMAD entrar a las universidades. Si la orden es de mandar el ESMAD por una papa bomba, solo están propiciando mayor confrontación”. La falta de claridad en el documento que Quintero subió a su Twitter es una preocupación recurrente en todas las personas vinculadas a universidades públicas de Medellín con las que conversé. Varios integrantes de la administración de Quintero, incluyendo a Alejandro Matta, el secretario de Juventud, y a Esteban Restrepo, el secretario de gobierno, declinaron reiteradas peticiones de entrevista que les hice.
La mañana del 14 de Febrero, la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, declaró en respuesta al decreto: “Yo jamás violaría un campus universitario. Nunca. Solo si el rector o rectora nos pidiera, que tiene una situación excepcional de emergencia y nos pidiera apoyo”. Ninguna de las condiciones de López se cumplieron en Medellín. Varios colectivos estudiantiles y profesorales de todas las universidades involucradas rechazaron el hecho. El rector de la universidad de Antioquia, John Jairo Arboleda, expresó confusión frente al protocolo, pidió la inclusión de la comunidad universitaria frente a estas decisiones, y agregó: “la historia en la universidad ha demostrado que el ingreso de la Fuerza Pública en caliente no solo no previene, sino que no controla ni evita desmanes”.
El 20 de febrero, en el marco de una movilización nacional de FECODE, se organizaron varios plantones en los alrededores de las universidades públicas de la ciudad. El ESMAD llegó inmediatamente y cercó a la universidad sin intervenir, aparentemente haciendo eco de la nueva estrategia de la alcaldesa López en Bogotá. En la tarde, varios plantones habían sido dispersados por el ESMAD, pero el de la de Antioquia se mantenía. Hacia la una de la tarde había fuertes enfrentamientos entre estudiantes y el ESMAD en la calle Barranquilla, frente de la universidad. Esta vez, el volumen de protestantes era mucho mayor que la semana pasada. A las tres de la tarde, un helicóptero anunció que el ESMAD entraría a la universidad.
En la última década, el ESMAD ha entrado dos veces a la de Antioquia: en el 2012, en la administración Fajardo/Gaviria y en el 2011, en la gobernación de Luis Alfredo Ramos. Para todas las personas con las que conversé para este artículo, esa época representó uno de los peores momentos en la vida reciente de la universidad.
En el 2020, el ESMAD avanzó dentro de la Universidad usando gases lacrimógenos, granadas aturdidoras y escopetas como la que asesinó a Dilan Cruz. Entonces había más de 2.000 personas en la universidad. Todas fueron rápidamente expulsadas y, por lo menos, uno quedó inconsciente, por lo que parece ser un golpe de recalzada en el estómago. Hasta la escritura de este artículo, se reportan cuatro heridos –incluyendo policías- y 4 detenidos. El colectivo de estudiantes “Le cuento la U”, reporta que después de la evacuación un estudiante le preguntó a un agente del ESMAD “¿Con esa misma arma mataron a Dilan?”. El agente contestó: “No, con otra”.
Solo después de la entrada del ESMAD y la refriega resultante, apareció el escuadrón antiexplosivos, buscando desarmar una universidad vacía. El rector Arboleda se encontraba entonces en una reunión en Bogotá y se enteró porque el alcalde lo llamó para anunciarle que iban a entrar. En ningún momento se consultó su opinión.
El alcalde Quintero añadió en una rueda de prensa ese mismo día, que unos “limpiavidrios venezolanos” eran infiltrados pagados en las protestas y compartió dos vídeos borrosos como única evidencia.
¿Por qué Quintero implementó una medida tan impopular y aparentemente ineficaz? Para Emma Sabina Franco, líder estudiantil de la universidad Nacional, la respuesta es clara: “Es muy fácil para él sucumbir a presiones de la extrema derecha. Debe muchos favores”. Con menos de tres meses en el cargo, ya hay llamados para su revocatoria. Varios expertos en Medellín me dijeron que a las presiones del uribismo, hay que sumarle la presión del empresariado, los barones electorales que lo apoyaron, la fuerza pública y de su secretario de seguridad, un general retirado de la policía.
Astrid Torres, investigadora de la Corporación Jurídica Libertad, señala en particular a concejales del Centro Democrático, que incluyen a Luis Alfredo Ramos Junior, de buscar mano dura en la protesta social. Para ella el ingreso de la fuerza pública fue “totalmente desproporcionado. El ESMAD es un actor violento que irrumpe en la universidad. Y para una universidad tan sensible como la de Antioquia, el importante historial del ESMAD de violaciones de derechos humanos —violencia de género, tortura, mutilaciones—, hace particularmente dolorosa su irrupción.”
Un día después de la entrada del ESMAD a la de Antioquia, la universidad se encontraba cerrada. En la mañana, una asamblea extraordinaria de profesores se celebró en la Facultad Nacional de Salúd Pública, un edificio aparte del campus central. Policías, ESMAD y helicópteros circundaron las inmediaciones mientras se conversaba en paz. Uno de los temas que quise tratar con los silenciosos funcionarios de la administración de Quintero es el costo de este tipo de vigilancia. En especial cuando la última semana ha sido excepcionalmente violenta en Medellín: solo en la comuna 13 van 8 muertos.
En la tarde, Quintero publicó un vídeo de varias personas en medio de un aguacero, saltando y bailando en la fuente central de la universidad coreando “El que no salte es tombo”. El alcalde apuntilla su tweet con un comentario: “¡Qué viva la protesta pacífica!”
Mientras tanto, el rector Arboleda se encontraba en una rueda de prensa presentando la opinión oficial de la universidad. Rechazó la violencia y dijo que “La comunidad universitaria se ha quedado esperando la construcción del protocolo. Es muy importante y muy necesario para los tiempos que vive el país, establecer protocolos para la fuerza pública. En particular para la protección del derecho a la protesta”.
Arboleda habló después del papel que juega una universidad en estado de sitio en la sociedad colombiana: “Permanentemente nos toca hacer actividades pedagógicas para que la sociedad entienda qué es una universidad y cómo vive una universidad la situación de la misma sociedad a la que pertenece. Siempre hemos hecho un llamado a que la universidad sea un territorio de paz, en la cual no entre violencia, pero tampoco salga violencia. Nosotros no vamos a abandonar el diálogo, no vamos a abandonar la conversación: porque eso también hace parte del ethos de esta institución”. Frente a las acusaciones de Quintero de la “infiltración” de “limpiavidrios venezolanos”, dijo que “el campus está abierto para todas las personas. Pueden ir y disfrutar de la buena sombra de un árbol, de la compañía de un libro, visitar el museo universitario”.
Ese mismo día, el grupo de activistas OhPosición lanzó tomates a unas fotografías de Daniel Quintero enfrente de la Alpujarra, la sede de la alcaldía de Medellín. Quintero, en algún momento de su vida, hizo parte de varios movimientos sociales y cofundó el Partido del Tomate, un movimiento de política y protesta en que se tiraban tomates a efigies de políticos como el procurador Ordóñez. A pesar del pasado de Quintero, la policía no tardó en impedirles el acceso a los tiratomates.
El 21 de enero, una transeúnte llamada Valentina Franco, fue golpeada en la sien por un proyectil del ESMAD en el parque del Poblado. El parque es frecuentado por adolescentes y jóvenes de la clase media alta paisa, queda a pocas cuadras de los centros del poder financiero de la ciudad, y hasta hace algunos meses, la sola idea de una confrontación en ese sector parecía ridícula. Franco denunció después que agentes de la policía de civil la asediaron en el hospital, incluso en zonas donde solo tenían permiso para estar sus parientes más cercanos. Quintero no solo no respondió entonces a las personas que lo acusaron de poner en riesgo la vida de Franco y otros, sino que salió en un vídeo limpiando los vidrios del hotel Dann Carlton El Poblado, la sucursal local de una gran cadena de hoteles que después de la manifestación acabó con unos cuantos graffitis en su fachada.
Cuando al rector Arboleda, quien es veterinario de profesión, se le preguntó en la rueda de prensa por los daños que la universidad había recibido en la arremetida del ESMAD, contestó que, salvo un “gran daño moral” y algunos pequeños daños a la infraestructura, nada grave había ocurrido. Y remató señalando que “la universidad es un ecosistema en regla. Con una gran presencia de animales de todo tipo: silvestres, domésticos que, por supuesto, siempre resultan afectados. Los monos titíes han sido afectados, los búhos también… y las guacamayas, que tienen la capacidad de volar. Esperamos que vuelvan”.