La pandemia cambió la forma de trabajar. Muchos reemplazamos la oficina por un computador en la sala de la casa y un sinfín de reuniones virtuales. Para muchos otros la pandemia significó más trabajo informal, más rebusque y el brusco aumento del desempleo. Según la Organización Internacional del Trabajo, OIT, las medidas de cuarentena en América Latina dejaron a 15 millones de personas sin empleo, que se sumaron a los 26 millones que estaban desempleados antes de la crisis para un total de 41 millones de desempleados. Aunque el trabajo se reactivó lentamente con la economía y el fin de las cuarentenas estrictas, en la mayoría de casos esto no significó mejores condiciones. Por el contrario, ahora hay menos derechos y mucha más carga laboral.
Cerosetenta habló con Dörte Wollrad, representante de la Fundación Friedrich Ebert en Uruguay y directora del Proyecto regional sindical para América Latina de esa fundación para entender cómo cambió el trabajo con la pandemia y qué podemos esperar que pase en este 2021. Ella se dedica a pensar “el trabajo del futuro, no el futuro del trabajo”, en sus palabras, y a trabajar con ciudadanía y representantes políticos para conseguir mejores condiciones laborales en la región.
¿Qué impacto tuvo la pandemia sobre el trabajo en 2020?
Lo central es que la pandemia no provocó una tendencia completamente nueva en el ámbito laboral, sino reforzó las tendencias que ya existían. Aumentó la automatización, por ejemplo, con el e-commerce, y todo lo que hacemos online cuando dejamos de ir a un banco o una agencia de viajes. También acentuó la división entre trabajadores formales informales que cada vez es más grande y mientras los primeros pueden negociar sus condiciones de trabajo, los segundos cada vez trabajan en condiciones más precarias. Así, creció enormemente el sector informal con personas que siguen trabajando sin contrato, sin derechos y sin los seguros conquistados por el sindicalismo. Son aspectos que ya hacían parte de nuestra cotidianidad pero que se acentuaron con la pandemia y con las cuarentenas estrictas en toda América Latina. Aunque hay que decir que también se reforzaron otras tendencias negativas bajo el pretexto de la pandemia.
¿Cómo cuáles?
En América Latina hay un resurgimiento de una nueva ola neoliberal que aprovechó la pandemia. Por ejemplo, crecieron plataformas como Rappi y PedidosYa que se sostienen con trabajos súper precarios en los que los trabajadores tienen que pagar todo: el celular, el contrato, la bici o la moto, hasta la mochila que les descuentan de sus ganancias. Esas plataformas crecen y crecen bajo esa idea de emprendedurismo que promueve la idea de “tu eres el jefe, los horarios son flexibles’. Una idea que sobre todo nos venden a las mujeres, para que podamos combinar el cuidado de los hijos con un trabajo. Una gran mentira.
Además está el home office, una herramienta que en un principio obviamente se implementó para proteger la salud de sus trabajadores pero, una vez la gente se fue a sus casas, muchas empresas se dieron de cuenta de que les salía mucho más barato trabajar así porque no pagan luz ni el alquiler de las oficinas. Y luego hay ejemplos como el de Argentina donde se instauró la modalidad de re contratar a gente que despiden y que, aunque no tienen cómo negociar sus contratos cuando los vuelven a contratar, están felices de que los recontraten.
¿Esta seguirá siendo la tendencia en el 2021?
Si, el tema va para largo. Sanitariamente, calculo que durará mínimo todo el año entrante. Pero económicamente y laboralmente, va para mucho más tiempo. Quisiera tener mejores noticias y siento que, como todes, me acostumbré a mirar solo hasta dos semanas en adelante. Pero mirándolo en perspectiva, sí, va a ser crítico por el daño que se le hizo a la economía, también por el cambio en la lógica del capital, de los empresarios y porque tenemos muchos gobiernos conservadores o de una nueva derecha que es muy derecha.
¿Usted cómo percibe a la gente? ¿estamos un poco condenados a seguir trabajando así?
Aún hay muy poca reacción sobre lo que está pasando y ahí entra otro problema que es el del sindicalismo. Apenas hace dos o tres años, los sindicatos grandes de América Latina empezaron a reflexionar sobre el futuro del sindicalismo si tenemos en cuenta que hay cada vez más trabajadores informales que no se organizan en sindicatos, que no tienen derechos. Es interesante ver que sí hay innovación sindical y organización de los sectores. En Argentina, por ejemplo, trabajamos hace un tiempo con App, el primer sindicato de plataformas y entiendo que en Colombia también hay una organización de los delivery y de conductores de Uber que están exigiendo sus derechos.
De hecho, hay por lo menos tres países –Chile, Argentina y México– que aprobaron leyes sobre el home office en pandemia. El ejemplo de Argentina es interesante porque incluye una orden para que el empleador tenga que asegurar los medios de trabajo (el WiFi, la electricidad, todo) a sus empleados. Pero mientras en países de América Latina nos preocupamos por volver a la oficina regular, en Alemania están luchando por el derecho de poder hacer home office.
¿Por qué esa diferencia entre los dos países?
Es la muestra de que es mentira que el virus haya sido democrático y nos haya afectado a todes por igual. Es distinto vivir en una casa de tres ambientes, con una familia de 6 personas y una sola compu a quienes viven en un nivel económico más cómodo. También es distinto cuando eres mujer, porque el debate político incluye la discusión sobre el trabajo del cuidado que en gran parte de la región no es remunerado.
¿Va a seguir aumentando la informalidad en el trabajo?
Siempre ha sido alto, aunque varía de país en país y la pandemia lo aumentó un montón. Incluso sin pandemia hubiera aumentado el porcentaje de informalidad por esa nueva ola neoliberal de ‘ser su propio jefe’. Aunque sí hubo países que durante la pandemia bajaron los niveles de informalidad, fueron pocos y con gobiernos progresistas.
¿Hay algo que podamos hacer los trabajadores desde el plano más personal para contrarrestar la situación?
No lo he pensado a ese nivel pero creo que sería interesante que fuéramos conscientes de la manera en la que entregamos nuestros datos a plataformas online en la era de la digitalización. Es increíble cuántos datos entregamos comprando en Mercado Libre o en Amazon, por mencionar algunas. Falta un poco de sensibilización de los intereses que están detrás, porque los datos son el oro del futuro. Es importante organizarse como ciudadanos y ciudadanas y exigir el derecho a acceder a los datos que el Estado y las empresas tienen de nosotros.
De cualquier manera, la tendencia es que la digitalización siga en aumento. ¿Eso va a seguir quitando trabajos?
La digitalización en todo el mundo va a quitar empleos, se van a reemplazar las personas, ya se están reemplazando. En una fábrica de autos en países como Alemania, las personas solo controlan a las computadoras y robots que arman los autos. Pero aunque la digitalización sí quita empleo, también crea nuevo empleo, aunque no en la misma medida y no para todos los niveles de formación. Ahí hay un problema.
Aún así, hay empleos que no se pueden automatizar, sobre todo aquellos de la dimensión interhumana empática como los del cuidado o de la educación. Son trabajos que la inteligencia artificial no va a poder reemplazar.
¿El trabajo como lo conocíamos cambió para siempre?
El trabajo que conocíamos por siglos ha pasado por un proceso de reforma. Por suerte, ya no estamos parados en una fábrica manejando un tornillo. Uno podría asegurar que la automatización también quita mucho empleo enfermo y que se inventaron máquinas que pueden hacer esos trabajos. Lo importante es pensar qué trabajos vienen, y ahí vuelvo un poco a lo del cuidado, a lo educativo, lo comunitario, a lo colectivo. Son trabajos que están en la base de una sociedad y que las máquinas no van a poder hacer.
En definitiva, ¿no vamos a volver al trabajo de antes?
No quiero ser demasiado pesimista. Sugiero más bien más bien que aprovechemos el momento para tratar de re discutir y redefinir lo que es el trabajo y no solamente desear volver a lo que teníamos antes porque eso no siempre estaba bien.