Melva y Rosario se encuentran en el Barrio Fenicia, en el centro de Bogotá. Se saludan de beso y Melva le pregunta a Rosario si va a ir el jueves a la reunión que hay en el «Ese De». Rosario la mira escéptica y le responde que para qué: «¿Para lo mismo de siempre?” Melva le responde: “Así escuchan ustedes directamente”.
A pesar de estar sólo a 20 metros de la esquina nororiental del edificio al que Melva Velásco se acaba de referir (el edificio Julio Mario Santo Domingo de la Universidad de los Andes, conocido por las siglas SD), el paisaje es completamente distinto: no hay estudiantes universitarios de 20 años, sino una población de edad mayor y familias con hijos pequeños. Estas personas no cuentan con las mismas oportunidades y posibilidades de los estudiantes de la universidad vecina.
Desde hace más de 50 años los Andes ha crecido de manera constante, pero sólo en 2007 adoptó un plan para involucrar a sus vecinos y residentes del sector.
Progresa Fenicia es un proyecto que surgió en la Facultad de Administración, cuando Oscar Pardo –promotor del Proyecto Fenicia y en ese entonces profesor de esa Facultad–se dio cuenta de la importancia de vincular a la comunidad con la Universidad desde un enfoque de responsabilidad social. Hoy el proyecto tiene carácter institucional y un enfoque interdisciplinario donde confluyen las carreras de antropología, administración, derecho y arquitectura, entre otras.
Hoy cuenta con el apoyo de cinco cabezas de proyecto en sus equipos de desarrollo urbanístico, público, pedagógico y social. Veinte personas de base trabajan en el proyecto de lleno y en algunas circunstancias cuentan con el refuerzo de diez personas más. La idea: proponer una intervención urbana en Fenicia, a la que el crecimiento de la Universidad ha afectado de manera innegable.
El triángulo de la discordia
En los planos es un triángulo y por eso se le llama “Triángulo de Fenicia”. Está comprendido entre el eje ambiental y la calle 24 y la carrera 1ª este y la carrera 3ª. El proyecto tiene el fin de renovar el espacio y brindar mayor calidad de vida a la gente del barrio Las Aguas, donde hay 222 predios, 460 hogares y 1.628 residentes.
Melva dice vivir en el barrio “desde los años de la panela”. Hace 40 años que vive en la Aguas y aquí crecieron sus tres hijos. Hoy dedica su tiempo a la Parroquia Las Aguas. Parte de su trabajo –que cumple de manera voluntaria– consiste en acercarse a las personas de la comunidad para saber cómo están y qué necesitan. “El problema es que la Universidad nunca tuvo en cuenta el barrio. Es como los parientes ricos, que después de años aparecen. Los vecinos ven a la Universidad tan poderosa que creen que los van a sacar. También hay otros que no tienen problema en vender bien e irse de la zona. Están esperando a que les compren”, dice Melva.
Para Diana Ramírez, abogada de los Andes y parte del equipo jurídico de Progresa Fenicia, es claro que “ellos saben que Los Andes es una universidad, no una inmobiliaria o una constructora”. Sin embargo, para los habitantes de la zona esto no parece tan evidente. Melva piensa que la credibilidad del proyecto no es muy alta, pues se está luchando contra una larga historia de indiferencia y contra la seguridad que tienen los habitantes de Fenicia de que la Universidad tiene que seguir creciendo para algún lado.
Juan Felipe Pinilla, el coordinador jurídico del proyecto, considera que uno de los retos más importantes es precisamente que la gente del barrio entienda la legitimidad del proyecto. Para él, el éxito depende de la vinculación de los habitantes de la zona: “o todos nos movemos, o todos nos quedamos”. Pinilla cuenta cómo en su momento la comunidad se molestó mucho cuando la Universidad presentó el plan parcial a las autoridades distritales sin haber consultado a nadie de la comunidad. “La comunidad estaba muy molesta porque nunca habían sido consultados ni convocados para el plan parcial que se había presentado. Esto no fue una perversión de la Universidad, sino que el procedimiento de plan parcial establece que la convocatoria se da después para consideración de todos los que intervienen”, dice Pinilla. Luego de este episodio, se dieron cuenta de que el proyecto tenía que cambiar su enfoque y se decidió modificar todo el plan para volver a presentarlo después incluyendo los aportes de la población del lugar.
“Cada uno tiene sus pecados”
El proyecto se replanteó: antes era solamente un proyecto inmobiliario y hoy se trata de una idea en la que lo social y lo urbano son los componentes esenciales. El interés está en que la gente de la zona se quede y la renovación surja de una construcción conjunta. “En noviembre de 2011 se produjeron unas nuevas determinantes del plan parcial. Primero queríamos saber quiénes vivían en la zona y tener un acercamiento a sus condiciones de vida y necesidades. Se fortaleció mucho la información disponible. Hoy Progresa Fenicia ya no es unicamente el plan parcial Triángulo Fenicia. Éste es su componente principal, pero no el único”, resalta Pinilla.
El nuevo plan incluye acercamiento con el barrio La Paz que queda arriba de la circunvalar y el barrio Payán que queda detrás del edificio Mario Laserna de la Universidad de los Andes. Éste acercamiento se hará de manera indirecta, pues se busca que el cambio en la zona de Fenicia tenga impacto en estos otros barrios, a pesar de no hacer una intervención directa en ellos. Una vez el proyecto sea aprobado por el distrito, deberá ejecutarse en ocho años.
Pero si los propietarios ven con desconfianza el crecimiento de su vecino, la historia es otra para los comerciantes, para quienes la población universitaria le asegurado un crecimiento a sus negocios: restaurantes, panaderías, parqueaderos y fotocopiadoras aumentan cada vez más. Se trata de los comerciantes formales que son o propietarios o arrendatarios de sus locales. Para Hugo Herrera, dueño de la fotocopiadora El Toro, el problema no es que los Andes se expanda, sino que un día el distrito decida expropiar para construir nuevas rutas de acceso a la zona, y que les paguen mal por unos predios muy bien ubicados. Para él, la Universidad ha valorizado la zona pero lo importante es que se ayude y favorezca a la gente que vive y trabaja acá. “Nosotros no queremos que los negocios se los queden solo El Corral y Yoguen Fruz”. Para Hugo, si alguien podría evitar que expropiaran a los habitantes de la zona, es precisamente la Universidad.
Marisol Contreras, trabajadora social del comedor comunitario Las Aguas, asegura que la labor del Proyecto Fenicia es muy buena pero limitada. “El comedor se ha visto afectado pues antes asistían más personas de la calle o personas que viven del rebusque y ahora ellos no pueden atravesar el sector porque los vigilantes de la Universidad les echan los perros encima”. Según ella, si bien toda la zona se ha beneficiado de mayor seguridad, siempre hay efectos adversos que la Universidad no ve, pues solamente piensa en hacer la zona más segura para los estudiantes y miembros de la comunidad Uniandina. “Cada uno tiene sus pecados”, asegura Marisol.
Giovanni Perdomo, abogado de Progresa Fenicia, considera que el objetivo es romper la desconfianza de la gente de la zona y generar puentes de contacto: “la gente tiene metida en la cabeza el concepto de pasar el Bulldozer y acabar la cosa”. Según él, la gente quedó con una percepción muy negativa después de Manzana 5, un proyecto colombo-español que buscaba renovar el sector entre el eje ambiental y la carrera 3ª a la altura de la calle 19. De acuerdo con José Fernando Torres, estudiante de Administración y Derecho de los Andes que hizo su tesis sobre el tema, “la ambiciosa transformación urbana de la Manzana 5 se convirtió en un ícono de la resistencia. La comunidad teme ahora que la ubicación estratégica que ostentan sus predios se vuelva un atractivo para más especuladores e inversionistas que se alíen con el Distrito y repitan la historia de expropiaciones que tomó lugar años antes. Este precedente se convierte en una nueva barrera para que cualquier nuevo gestor pueda de manera fácil iniciar procesos de renovación urbana en esta zona céntrica”.
La expropiación no le conviene a nadie
Camila Franco, directora de comunicación del proyecto, considera que es muy difícil decidir qué mensaje transmitir frente a lo que es Progresa Fenicia: “la gente ve el programa con miedo. No lo ve claro, pero los talleres urbanos han ayudado a que las personas construyan más confianza. Uno de los miedos de ellos es a subir de estrato porque no saben cómo van a pagar”.
En una reunión que se sostuvo, el señor Pedro, abogado y residente del barrio hace más de 40 años, manifestó su preocupación frente a la propuesta de la Universidad. Según el abogado, como se refieren a él en el barrio, o los vecinos se acogen a los términos de la Universidad o terminarán sacándolos. Natalia Franco, coordinadora del componente social del proyecto, explica que el objetivo es precisamente mejorar tanto el campus como a Fenicia. Se trata de un esfuerzo conjunto que generaría ganancia para todos. El modelo que se ha pensado hasta ahora es la creación de un patrimonio autónomo con los predios de la zona. En manos de una fiducia se comenzaría con el plan de renovación urbana de manera gradual. Natalia le explica a la comunidad como la expropiación no los beneficia a ellos ni a la Universidad.
La tensión en estas reuniones que se realizan en la sede de la Universidad es evidente. Algunos vecinos no creen en las buenas intenciones de la Universidad, mientras otros como, el señor Carlos, piden “darle el beneficio de la duda a la institución”. Lo claro es que Los Andes está haciendo una propuesta de frente y que al menos se está permeando a la población que habita en el triángulo. La invitación de los Andes es a crecer juntos. Las respuestas y reacciones son variadas, pero don Carlos dice: “si hay tanta gente viniendo y diciendo que quiere comprar es porque el negocio es bueno”.