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¿Por qué se quemaron lxs académicxs en las elecciones?

Alejandro Gaviria, Sandra Borda, Gilberto Tobón Sanín y Viviana Barberena fueron algunos de los candidatos al Congreso y Consulta interpartidista que no alcanzaron el umbral en estas elecciones. ¿Por qué? ¿Tienen conocimiento técnico que el país no destaca? ¿Lograron conectar con la audiencia? ¿Les falló el cálculo con los votos de opinión?


Ilustración: Laura Ramos

Es más frecuente ver la manifestación política en la academia que académicos y académicas en el ejercicio político. La libertad de cátedra permite pronunciar discursos sociales hasta con vehemencia, capaces de influir en el pensamiento crítico de los estudiantes, pero que no tienen la misma resonancia en la calle o en un atril.

El caso excepcional, y el de siempre, es el del profesor Antanas Mockus, matemático y filósofo que obtuvo la Alcaldía de Bogotá en dos oportunidades y fue candidato a la Presidencia en tres ocasiones (1998, 2006 y 2010), y finalmente, elegido Senador en 2018, el segundo más votado del país. 

En 2022, el panorama no es más emocionante. Cuatro académicos con hojas de vida notables se quemaron aun con los votos que aparecieron tras el avance del escrutinio: Alejandro Gaviria, ex rector de la Universidad de los Andes y precandidato presidencial de la coalición Centro Esperanza; Sandra Borda, profesora de relaciones internacionales de la Universidad de los Andes y candidata al Senado por el Nuevo Liberalismo; Gilberto Tobón Sanín, profesor titular en la Universidad Nacional y ​ Doctor en Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia y Viviana Barberena, abogada y filósofa. A pesar de su conocimiento y experiencia, no alcanzaron a pasar el umbral. ¿Qué pasó? 

Gaviria llegó tarde y no conectó 

El economista e ingeniero, que se desempeñó como Subdirector del Departamento Nacional de Planeación, desde 2002 al 2004, y como Ministro de Salud y Protección Social de Colombia, desde 2012 a agosto de 2018, anunció públicamente, y en reiteradas ocasiones, que la presidencia no era una opción para él pero en agosto del 2021, finalmente se lanzó. 

Se demoró mucho en hacerlo, cree la politóloga y analista Laura Gil, y quien lleva 30 años en la academia tratando de reconciliar, en sus palabras, lo mejor de ese y el mundo de la política. “Empezó a sentar las reglas de juego en público —aunque tarde— y eso, aunque es un planteamiento válido, no lo fue en su procedimiento”, dice y se refiere a las discusiones públicas dentro de la Coalición, donde Gaviria se enfrentó con otros precandidatos y ante las que intervinieron otros políticos como Humberto de la Calle. 

El politólogo Felipe Botero coincide. Cree que Gaviria tuvo un error de cálculos y fue reticente, en sus términos, a la idea de armar coaliciones con otros movimientos. “Una elección presidencial no es un proyecto de un individuo, es un proyecto colectivo y con una estructura partidista”, asegura. Y está de acuerdo con que le jugó en contra la tardanza con que inscribió su candidatura, además de sus propias contradicciones.

“No fue transparente respecto a su aspiración”, dice Botero. “Cuando se aspira a un cargo público, y no se es completamente claro con esa voluntad, y primero se dice una cosa y luego otra, eso registra mal con el electorado”. 

El politólogo recuerda que cuando Gaviria estuvo buscando el puesto de rectoría en la Universidad de los Andes, donde él es profesor asociado del Departamento de Ciencia Política, se le preguntó de manera insistente si su deseo era entrar a la contienda electoral. “Los estudiantes, profesores y el Consejo directivo se lo cuestionaron todo el tiempo y él siempre dijo, ante una eventual nominación, que no estaba interesado. En retrospectiva, nos dijo mentiras”, asegura. 

Poner en marcha una campaña presidencial, además, no es una decisión fácil que se tome de un día para otro. Por eso Botero cree que Gaviria lo consideraba, dentro de sus planes, pero cuando salía el tema en las reuniones, cuenta, siempre aseguraba que no era de su interés pese a que en Twitter escribía lo contrario. “Es decir, siempre asumió una posición ambigua que le restó credibilidad  y sobreestimó mucho su capacidad para movilizar votantes. Trató de pasarse de vivo y si no se es franco, no cumple con los requisitos mínimos que es al menos mostrarse como una persona de fiar que nos va a representar. Todo eso se lo cobraron”.

Angie González, docente e investigadora, cree en cambio que lo que más le jugó en contra a Gaviria es que es un hombre desconectado con la realidad social del país. “Todos los candidatos que viven de Chapinero hacia el norte, a pesar de haber sido muy buenos congresistas, se quemaron. Lo que quiere la ciudadanía es otra cosa”. González, quien es también la directora de la Especialización en Marketing Político y Estrategias de Campaña de la Universidad Externado de Colombia, asegura que después de la movilización social el país marcó una tendencia política distinta que estos candidatos, como Gaviria, no supieron leer con contundencia. 

“El discurso de Gaviria no logró conectar nunca con la ciudadanía. Fue muy complejo que las personas lo entendieran porque el suyo fue un discurso muy técnico, que no despertó emoción”, concluye la profesora. 

Cuando la opinión no lo es todo 

Los profesores Sandra Borda, de la Universidad de los Andes, y Gilberto Tobón Sanín de la Universidad Nacional, se quemaron a pesar de haber sacado una muy buena votación. 

Borda era la tercera en la lista cerrada del Nuevo Liberalismo que, en total, obtuvo 329.756 votos (el 2,02 % de la votación y se requería el 3 % para pasar el umbral). Y Tobón Sanín obtuvo la quinta mayor votación al Senado con 173.558 votos de los 439.596 que obtuvo su partido Fuerza Ciudadana, pero le faltó 0.3 % para alcanzar lo requerido. La decisión de lanzarse por esos partidos nuevos, entonces, es quizá la razón que mejor explica que se hayan quemado.  

“Hay que entender que la reforma política del 2003 buscó fortalecer a los partidos grandes y no a los pequeños y, pese a que hay quienes pueden pensar que eso es injusto, lo cierto es que eso logró agrupar a los casi 90 partidos que antes había en Colombia”, dice el politólogo Felipe Botero. El objetivo era que los partidos nuevos tuvieran que trabajar para superar un umbral y aunque eso tiene una dificultad asociada a la alta competencia electoral, hace que la carrera sea más exigente. 

Para la profesora González, la quemada de Tobón Sanín se debe a un error de cálculo de la izquierda que “en aras de tener más curules, dividió una lista que no debía”, explica, refiriéndose a las listas separadas del Pacto Histórico y de Fuerza Ciudadana. Para ella, la jugada no salió bien porque los votantes no entendieron esa fragmentación partidista. 

De lo que no hay duda es que ambos eran candidatos fuertes que apalancaban sus aspiraciones en el voto de opinión donde han ganado espacios importantes. 

Borda, por un lado, no sólo tiene una larga lista de títulos académicos (es politóloga de la Universidad de los Andes, Magíster en relaciones internacionales de la Universidad de Chicago y en ciencia política de la Universidad de Wisconsin, es doctora (PhD) en ciencia política de la Universidad de Minnesota, y realizó un postdoctorado en política exterior en la Universidad de Groningen). Además, ha tenido una destacada participación en medios nacionales como analista de relaciones internacionales, su área de experticia. 

Tobón Sanín, por su parte, es docente titular en la Universidad Nacional, ​Doctor en Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia y Magíster en Estudios Políticos de la Universidad Pontificia Bolivariana. Su notable popularidad viene desde su participación como panelista político en el programa Nos cogió la noche, un espacio de opinión emitido por el canal regional Cosmovisión que no solo aumentó progresivamente el rating del programa, también su popularidad que sí se tradujo en votos. 

La derrota de ambos, sin embargo, demuestra para Angie González que, aunque el voto de opinión es muy importante –sobre todo en las ciudades capitales–, tiende a jalar menos que el voto de estructura partidista, sobre todo en unas elecciones colegiadas como las del Congreso, que son más reñidas y sobre todo para los partidos políticos emergentes. 

En últimas, dice Botero, no es lo mismo analizar la política que hacerla. Cree que el mensaje que dejan estos resultados es que ser figura pública y tener presencia en medios y en redes sociales, no garantiza respaldo político de la gente. 

“La política requiere de mucho trabajo en la calle, con las bases y conectar con la gente y esa es una tarea larga que no se hace en un par de meses”, dice. Claro que en el caso de Borda, aclara, existe la pregunta de si esa tarea debía hacerla ella o debía hacerla el Nuevo Liberalismo como proyecto político. 

Y, al menos para Laura Gil, si al menos el Nuevo Liberalismo se hubiese ido con la Coalición Centro Esperanza, de pronto pudieron haber sido la fuerza más importante. “El Nuevo Liberalismo tenía gente buena. E incluso pudieron haber obtenido dos curules, pero por puro egoísmo, no se aliaron”, dice. 

No basta con heredar banderas

En Cali y apadrinada por Mockus, la candidata al Senado por Coalición Alianza Verde Centro Esperanza, Viviana Barberena, también se quedó por fuera de representar una voz académica tras el sufragio político. 

Es abogada, filósofa, tiene una Maestría en administración pública, es consultora y docente experta en temas de gestión territorial, descentralización, modernización del Estado, cooperación internacional y cultura ciudadana. 

Además, tiene experiencia en lo público: fue gerente de la campaña y coordinadora de la Unidad de Trabajo Legislativo -UTL- del Senador Antanas Mockus así como directora del Jardín Botánico de Bogotá, entre otros cargos.  No es nueva en política: es integrante del ejecutivo y de la Dirección Nacional de la Alianza Verde. Pero, presentarse como la heredera de una figura que ya no es vigente, dice Felipe Botero, es de entrada problemático. 

“Mockus fue una figura prominente en la política nacional, pero hace mucho tiempo está fuera. A Barberena le pasa un poco de lo mismo que a los Galán, está invocando una figura que ya no está presente”, dice. Aunque la premisa de cultura ciudadana propuesta por Mockus no ha vencido, es preciso que no sea la misma con que se siga haciendo campaña, recuerda. Se queda corta porque la competencia no solo es muy dura, también pasa por entender que la política tradicional no es lo único. 

Según González, a Barberena le faltó calle. Cree que tuvo votos de opinión pero, en su caso, hicieron falta los votos de estructura provenientes de diferentes regiones del país, específicamente del Valle del Cauca. 

A la academia le falta calle

La academia tiene que llevar su conocimiento a la esfera pública, en eso es radical Laura Gil. “¿Para qué el conocimiento si no sirve para mejorar la vida de la gente?”. Cree que lo que se produce en un espacio de pensamiento debería, entre otras, traducirse en políticas públicas. 

Somos priviligiadxs, para la profesora González, quienes estamos en las universidades. Y no cualquier clase de privilegiados, dice: “enseñamos y aprendemos de personas que también lo son”. Porque en Colombia, como advierte, muy pocas personas tienen acceso a la educación y es bastante restringido ese acceso en espacios privados, como del que vienen Gaviria y Borda. 

“Estamos alejados de la realidad y tratamos de dar soluciones basadas en la experiencia y teoría de ese privilegio, pero nos cuesta traducir eso a hechos concretos”. Hechos, incluso, que propendan por seguir garantizando lo que prometen con alto lenguaje en medio de sus campañas políticas. 

Así, cree que hay una desconexión que se refleja hasta en los debates de redes sociales: “leen y entablan diálogos con la gente que pertenece a su misma burbuja y eso no es todo, es un parte de la realidad que se desconfigura.

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