La Revista Semana publicó el artículo Hay más mujeres que hombres bisexuales basado en un estudio de la Universidad de Notre Dame en Estados Unidos. La noticia señala que las conclusiones de la investigación demuestran que el bisexualismo es más un asunto de mujeres debido a que ellas son más flexibles en su sexualidad. Sin embargo, resultan pertinente una aclaraciones sobre por qué esto sucede y la importancia de que los estudios lleguen a dichas conclusiones.
La orientación sexual es una dimensión de la sexualidad que está determinada por el sexo de las personas por las cuales experimentamos interés, atracción, deseo y amor. Las personas podemos reconocer que somos heterosexuales, homosexuales, bisexuales o asexuales. Usualmente, la orientación sexual es entendida a través de medidas de ‘autorreporte’ sobre la dirección y el grado de atracción hacia personas del mismo, del otro o de ambos sexos; la manera como las personas se identifican o reconocen frente a la orientación sexual (es decir que son heterosexuales, homosexuales, bisexuales o asexuales) y los comportamientos tanto sexuales y románticos que las personas adoptan.
Usualmente esos dominios son congruentes entre sí. Las personas heterosexuales, por ejemplo, tienden a sentir atracción hacia personas del otro sexo, al preguntar sobre su orientación sexual dicen que son heterosexuales y mantienen relaciones sexuales y afectivas con personas del otro sexo. Sin embargo, hay personas que se reconocen como heterosexuales, sienten atracción hacia personas del otro sexo y mantienen o han mantenido actividad sexual con personas del mismo sexo. Esto no significa que haya personas menos heterosexuales que otras, sino que la orientación sexual no está determinada exclusivamente por el comportamiento de las personas, pues es realmente un continuo marcado por los sentimientos de atracción, los comportamientos y la identidad.
La evidencia demuestra que las mujeres son más sensibles y abiertas a situaciones y experiencias eróticas y románticas, lo cual da pie a que se experimenten relaciones —románticas/sexuales— con personas del mismo sexo
Los resultados del estudio de la investigadora Elizabeth McClintock, a los que hace referencia el artículo de la Revista Semana, son consistentes con la mayoría de los estudios sobre el desarrollo de la orientación sexual en los cuales se analizan diferencias según el sexo. Efectivamente, la literatura sugiere que al comparar hombres y mujeres, estas últimas tienden a reportar con mayor frecuencia sentir atracción hacia ambos sexos en diversos grados. Existen mujeres que se reconocen como heterosexuales, pero que sienten algo de atracción hacia mujeres; mujeres que se reconocen como lesbianas, pero que sienten algo de atracción hacia hombres; y mujeres que se reconocen como bisexuales con una mayor o menor predilección por uno u otro sexo. Los hombres, por el contrario, tienden a reconocerse en los extremos, ya sea como heterosexuales o gay. Estos resultados son consistentes tanto en estudios de autorreporte como medidas psicofisiológicas que miden el grado de excitación fisiológica.
Lo anterior gana relevancia porque nos permite desechar una idea que durante mucho tiempo se mantuvo: que el desarrollo de la orientación sexual de hombres y mujeres es similar. El encontrar que las mujeres experimentan y viven su orientación sexual de una forma distinta, nos permite pensar que es necesario ampliar la mirada a las potenciales diferencias entre grupos. En otras palabras, aunque las personas solemos pensar los grupos LGB como un conglomerado que comparte muchas características, la existencia de diferencias nos obliga a reflexionar sobre las particularidades de cada uno de esos grupos y así mismo, la manera cómo existen diferencias dentro de ellos como resultado de factores como el nivel socioeconómico, la raza/etnia, el nivel educativo, entre otros.
Además las investigaciones demuestran que a lo largo del tiempo, las mujeres, en comparación con los hombres, tienden a reportar mayores cambios en la dirección de la atracción, sus comportamientos y la manera como se identifican. Esto es lo que en la literatura se conoce como la fluidez de la orientación sexual.
Ahora bien, la fluidez no es resultado de un proceso consciente de decisiones. No es que las personas tienden a “cambiarse de orientación sexual”. Las personas van descubriendo sus gustos y deseos a lo largo de la vida. La evidencia demuestra que las mujeres son más sensibles y abiertas a situaciones y experiencias eróticas y románticas, lo cual da pie a que se experimenten relaciones —románticas/sexuales— con personas del mismo sexo (aquí entran por ejemplo los grupos de personas que se conocen como “heteroflexibles” o “bicuriosas”). Una explicación que se ha propuesto es que, como los comportamientos sexuales entre mujeres son más aprobados socialmente, las mujeres tienen mayores oportunidades para experimentar con personas del mismo sexo, sin ser sometidas a sanciones sociales, en comparación con los hombres.
Esto refuerza la importancia de comprender las diferencias entre hombres y mujeres y sobre todo, pensar en términos de trayectorias individuales que se moldean como resultado de una serie de procesos tanto relacionales como contextuales. Efectivamente, existen factores tanto individuales, interpersonales y contextuales que hacen que el desarrollo y la historia de vida de una persona sea completamente diferente a la de otra. Comprender esos factores y la manera cómo moldean el curso de vida de las personas nos permite reconocer que la orientación sexual, como dimensión fundamental de la sexualidad, es más compleja de lo que creemos, y que dedicar la atención a cómo las personas se comportan, se sienten y se identifican nos permite dar cuenta de la gran diversidad que a los humanos nos caracteriza.
*Carlos A. Hermosa estudiante de doctorado del Departamento de Psicología de la Universidad de los Andes y miembro del Grupo Familia y Sexualidad dentro de este mismo departamento.
[Las consideraciones expresadas en esta nota no representan necesariamente la opinión de la Universidad de los Andes]