Pistolas, caballos y sombreros: reflexiones sobre cómo contar el continente americano 

Con la excusa del estreno de la película colombiana Adiós al amigo, el escritor Juan Pablo Parra reflexiona sobre el género wéstern y sus virtudes para contar la historia de América Latina.

por

Juan Pablo Parra

escritor


26.08.2025

portada: Nefazta

Luego de ver Adiós al amigo, la nueva película de Iván David Gaona, confirmé una teoría extraña: si la historia de Colombia tuviera que ser contada a través de un único género cinematográfico, la mejor opción no sería ni una telenovela ni una historia narco, sino un wéstern. 

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La razón, Colombia es muy wéstern. Toda Latinoamérica lo es. Y no solo por la influencia cultural y política de los Estados Unidos, sino porque las claves estéticas, geográficas, narrativas e incluso históricas del género son continentales.  

Me explico. La estética de las películas de vaqueros podría reducirse, en su expresión mínima: a las botas, los sombreros, los caballos, las armas y el desierto. Estos elementos se encuentran en lugares como el norte de México, La Pampa Argentina, el sur austral de Chile o los inmensos llanos colombo-venezolanos. Esta coincidencia estética y geográfica no es menor, pues facilita la adecuación de tropos wéstern en la región.  

Si nos vamos a lo narrativo, las coincidencias aumentan. Tanto la historia del oeste americano, como la de las películas wéstern es rica y a veces contradictoria, pero puede reducirse a cuatro arquetipos que se repiten una y otra vez: los pioneros, las guerras indias, los conflictos entre rancheros y pequeños propietarios, y las vidas de bandoleros o cazarrecompensas (historias de venganza). 

Las cuatro narraciones de vaqueros

Las películas de pioneros cuentan de forma idílica cómo fue el proceso de conquista y posterior “civilización” del oeste americano. El mejor ejemplo es El hombre que mató a Liberty Valance de John Ford. Esta mítica de la creación del Estado-nación, asociada al progreso, es comparable a los procesos de llegada de las repúblicas latinoamericanas a las zonas periféricas de su territorio, que si bien les pertenecen en los mapas no han sido ocupadas institucionalmente. Buenos ejemplos son lo sucedido en Colombia en zonas antes controladas por grupos armados o la continua ampliación de la frontera agrícola y ganadera en la amazonía. 

El segundo tipo de historia son las de la caballería, películas como Murieron con las botas puestas o Fort Apache. Narraciones sobre las guerras del ejército de los Estados Unidos contra las últimas tribus libres de nativos americanos. Historias en las que el wéstern es también cine bélico y habla del exterminio de las naciones indias. Esa misma historia de opresión racial, es el origen de los países latinoamericanos en el proceso que conocemos como La Conquista de América. También se dio en el inmenso Amazonas (brasilero, venezolano, peruano y colombiano) cuando la Casa Arana desató la fiebre del caucho que inspiró La Vorágine y continúa en lugares como el sur de Chile, donde el pueblo Mapuche aún se resiste a la asimilación.

El tercer arquetipo es el de los rancheros contra los pequeños propietarios. La épica desmesurada, La puerta del cielo de Michael Cimino o la moderna Open Range de Kevin Costner son buenos ejemplos. Este arquetipo cuenta cómo fue el proceso de acumulación de la tierra, casi siempre, gracias a la expropiación fruto de la violencia de grupos armados a sueldo. La coincidencia salta a la vista, la lucha por la tierra ha sido una de las causas de los conflictos sociales o armados en Centroamérica, Perú, Colombia o México.  

Finalmente, están las historias de los bandoleros, los renegados y los cazarrecompensas. Los fuera de la ley: solitarios amantes de la libertad, criminales violentos o exsoldados sin rumbo. Este tipo de relatos no es ajeno a la región, la historia de los criminales y su persecución ha sido ampliamente explotada, sobre todo en lo relacionado con el narco. Pero hay otra tendencia importante en el wéstern moderno (ya sea spaghetti, revisionistacrepuscular), los protagonistas ya no se sienten a gusto en su país y deben huir de la violencia, hacia el sueño de la libertad más allá del Río Bravo, rumbo a México. Ejemplos, son la histórica Grupo Salvaje o la poética Pat Garret y Billy The Kid ambas del último hombre libre de Hollywood, Sam Peckinpah. Con sus versiones modernas, el wéstern se transformó en historias sobre migrar, pero también en un relato sobre los excombatientes y la posguerra. 

Territorio wéstern 

Existen, además, otras influencias. Para empezar, el idioma. El territorio wéstern fue antes mexicano y el español permea profundamente la narrativa, ya sea por los nombres de los lugares, por protagonistas de ascendencia latina o por el uso del spanglish. El ejemplo más divertido es Tuco Benedicto Pacífico Juan María Ramírez, el feo, de la legendaria El bueno, el malo y el feo

También está la influencia artística. La más antigua es Don Quijote de la Mancha, que si bien no es americano, sí ha influenciado la forma cómo se narra en nuestros países, y contiene algunos de los elementos del género. La imagen de dos amigos que cabalgan juntos contra el horizonte sin fin, es una imagen muy wéstern pero también quijotesca. Como lo confirman las versiones vaqueras del libro. 

Las similitudes de la historia del Quijote con el wéstern se ven, por ejemplo, en el Gary Cooper de Solo ante el peligro, flaco y alto, tomado por loco al decidirse a luchar contra la injusticia o en la historia Dos Hombres y un destino sobre dos amigos que renuncian a vivir en el mundo moderno y salen a tener aventuras y que terminan muertos en Bolivia. 

Ejemplos más modernos son los relatos perfectos de El Llano en llamas de Juan Rulfo sobre las Guerras Cristeras. También los relatos gauchos que tanto amó Borges y que sobreviven hoy convertidos en relatos pulp en revistas como Salvaje Sur

En el cine están, por supuesto, los Taco Wéstern, las películas de vaqueros mexicanas o el cine de la época dorada sobre La Revolución. También existen casos de películas aisladas como El mercenario (Brasil), Los Colonos (Chile), Jauja (Argentina). Y es imposible pasar por alto los spaghetti wéstern filmados en Madrid, Barcelona o en el Desierto de Almería

Colombia no se queda atrás, además de la citada, Adiós al amigo, está Pariente, un NeoWestern del mismo director. O películas como Aquileo Venganza, Pájaros de Verano y Tiempo de Morir (la última con guión de García Márquez). También los libros sobre las guerrillas de los llanos de Alfredo Molano, el western de papel Érase una vez en el Chocó, o esa historia de vaqueros splatterpunk de Hank T. Cohen.  

Para bien o para mal, la influencia del wéstern en el continente es innegable. Ya sean las coincidencias históricas y geográficas o la influencia estética y artística, es posible afirmar que el wéstern constituye el relato americano, continental, sobre la violencia, la lucha de los pueblos indígenas, la concentración de la tierra, los ciclos de venganza, pero también sobre la libertad, la dignidad, el progreso, la migración y las nuevas oportunidades. 

Habrá que ver entonces qué le depara el futuro a la Latinoamérica wéstern, con países cada vez menos rurales y con más tecnologías. Tal vez sean distopías robóticas como Westworld o continuaremos construyendo épicas de forajidos y niños huérfanos como The Mandalorian

Sea cual sea la respuesta, los códigos del wéstern están ahí esperando a ser explotados. Como dirían los personajes de Ford, para escribir la leyenda.

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Juan Pablo Parra

escritor


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