Un hombre joven suda explicando su último libro. Entre murmullos se ve obligado a superar su timidez, que que él mismo reconoce como un gran obstáculo para su oficio. El personaje es Felipe Restrepo Pombo, el cronista y editor colombiano que viajó por el mundo para entrevistar a Clint Eastwood, Gael García, Tim Burton, Ingrid Betancourt entre muchos otros. El entrevistador, un Omar Rincón que con desparpajo indaga sobre lo que pareciera ser la intimidad más profunda. Nunca es fácil ser una celebridad es el libro con en el que se concentran años de trabajo de un hombre sin la pinta de Gay Talese, Julio Sánchez Cristo o Marlon Becerra. Un hombre con su propia pinta. Su trabajo, mitad de antropólogo mitad de periodista, se basa en “cazar a quien no quiere ser cazado” en un esfuerzo por producir un periodismo de celebridades diferente. Uno que cuente su sociedad desde los relatos de quienes triunfan en ella. Tan importante tarea supone un gran reto cotidiano, enfrentar la cultura por lo que es, no por lo que se quiere creer. Este texto defiende la hipótesis según la cual ser un periodista cultural implica mucho más que ser un simple megáfono de la fama.
Para Leila Guerreiro, quien escribió el prólogo del libro de Felipe Restrepo, el periodismo de celebridades es una “eyaculación precoz”. En solo algunos minutos el periodista tiene el reto de conocer y reproducir el mundo de alguien a quien no conoce. Para Felipe Restrepo la clave está en investigar sus personajes e interactuar al nivel que para ellos sea cómodo. Según él, sus textos proponen una hipótesis sobre quiénes son esas personas: una especie de “democratización de la celebridad”. Poner a estas personas y sus vidas en el territorio de lo público los hace vulnerables. El entrevistado cuenta la mejor versión posible de su historia tratando de persuadir al periodista de la autenticidad de su relato. No es de extrañar que algunas celebridades se nieguen a colaborar con quienes tiene la función de verificar o desmentir sus relatos sociales. La maestría está, en todo caso, en lograr rescatar lo célebre de la cotidianidad de sus personajes y transmitirlo a la audiencia, logrando que imagine la carta enviada a Gael García por sus compañeros de clase que le creían enfermo mientras él filmaba una película.
Pese a que la fama se construye y destruye con cada perfil rimbombante o nutrido tabloide, la producción de la fama pasa por filtros que exceden el alcance del periodista. Los arquetipos de belleza, inteligencia, éxito o poder son alimentados por múltiples industrias. Cada uno de sus detalles da vueltas y vueltas al interior de la sociedad, desde las estéticas locales hasta las grandes productoras de televisión son parte de industria de la fama. Restrepo afirma que ir más allá del arquetipo es un paso fundamental en su labor. Hacer las preguntas que nadie ha hecho, indagar sobre la cotidianidad de seres humanos reales lo mantiene alejado del cliché. Dicha operación con frecuencia funciona al estar en posición de mero observador, de acuerdo con su experiencia –lo explica con su perfil de Ingrid Betancourt- la postura de periodista cargado no suele salir muy bien.
“El mundo light también es una forma de contar el mundo”, finaliza el autor. Esta reflexión es tal vez la más significativa de sus intervenciones. Hacer periodismo de celebridades va más allá de creer en los estereotipos o en uno de los principios más reevaluados en nuestra sociedad: el éxito. Contar la cultura –que se extiende desde las pandillas a las grandes pasarelas- es producir los grandes mitos de la época, un lugar de poder que los periodistas tienen claro. Sus críticos, no tanto.
*Paola Victoria Echeverri Velasco es estudiante de Derecho. Esta reseña fue hecha en el curso Cine, periodismo y cultura.