No sueñes, se acabó: 5 exposiciones muy buenas (e infravaloradas) que vi en este 2025
Despues de muchas exposiciones, ferias, bienales, salones y premios, en el ultimo capitulo del año de Prueba de Artista, Jerson Murillo nos cuenta sus 5 exposiciones favoritas del 2025.
Esta entrada hace parte de la columna «Prueba de artista con Jerson Murillo», un espacio donde se califican exposiciones de arte desde la mirada de un espectador. Si quiere leer otras entradas de la columna, haga clic acá.
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Originalmente esta columna iba a centrarse en las mejores y peores exposiciones del año. De hecho, tengo esa lista. Sin embargo, estos días he estado lidiando con algunos problemas de salud y, en lugar de justificar por qué una exposición funciona o no, o de arriesgarme a afectar negativamente al medio, preferí cerrar el año hablando de algo más constructivo. Por eso solo quise poner las buenas. Ademas los medios de siempre, siempre ponen las exposiciones de siempre o las de sus amigos.
Bastarda & Juan Pablo Fajardo: MAÍZ – NC Diseño
Asamblea de Reflexiones
Un viaje para entender el 47 Salón Nacional de Artistas.
Aunque no lo crean, mi acercamiento a las artes no fue dibujando anime como la mayoría de chicos de mi barrio o de la universidad. Fue con la tipografía. Ver una exposición sobre tipografía y diseño es especial.
La historia cuenta que Antonio Grass presentó en 1973 uno de los primeros alfabetos experimentales del país en la II Bienal de Artes Gráficas de Cali, mostrado tanto dibujos en tinta en el Museo La Tertulia, como esculturas en madera en la Cámara de Comercio. Aunque Grass es reconocido sobre todo por sus estudios gráficos de piezas precolombinas, este alfabeto construido con geometrías simples revelaba una faceta poco vista de su trabajo.
El proyecto actual, un revival realizado por el estudio Bastarda y Juan Pablo Fajardo, retoma esos dibujos originales para crear una tipografía variable digital que expande al máximo el concepto de alfabeto, explorando formas puras y cuestionando los límites de la legibilidad. A partir de esta fuente experimental se desarrolla también una propuesta expositiva que indaga en los usos no convencionales de una tipografía: piezas gráficas, una fuente libre con espécimen, enlozados, sellos, mobiliario y una programación que investiga incluso cómo suena y a qué puede saber el maíz. Acompañada de una selección de obras de Ausencia / Alejandro, Jennifer Medina y Maria Buenaventura.
El revival de Bastarda y Fajardo es significativo por dos razones. La primera: demuestra que la investigación de archivo puede escapar del academicismo cuando se convierte en un sistema vivo, en una tipografía variable que obliga a reconsiderar la relación entre legibilidad, abstracción y materialidad. La segunda: articula una exposición que demuestra que una fuente tipográfica no es únicamente un contenedor de signos, sino un dispositivo cultural. Las piezas, los enlozados, los sellos y la programación alrededor del maíz abren una pregunta sobre cómo las formas gráficas producen imaginarios. Esta exposición no solo preserva la memoria; actualiza un modo de experimentar el diseño como campo expandido.
Alex Rodriguez & Proceso PAI: El Ser del Dibujo – Casas Riegner
«Su propuesta de valor destaca gracias a un ‘diario’ construido entre los grabados del artista y las libretas del Proceso PAI, mientras que su componente pedagógico brilla con conversatorios junto a parteras, presentaciones sobre la importancia de los procesos estudiantiles y un trueque de gráfica y productos del Cauca. Pensada también para el público no especializado, la muestra impulsa reflexiones necesarias sobre cómo se percibe la periferia desde la ciudad. Aunque la atención del espacio fue simplemente correcta, la mediación alcanzó un nivel excepcional: cálida, cercana y profundamente conectada con el territorio, como recorrer juntos las montañas del Cauca y abrir preguntas colectivas sobre lo que la comunidad necesita».
Quiero agregar algo a esa reseña, que he pensado es que muchos artistas, espacios, curadores e instituciones intentaron hacer sus propias curadurías sobre lo comunitario y lo indígena como decía en mi artículo sobre el XIII Premio Luis Caballero, cuando hablaba de Sembrar la Duda y el 46 SNA. Y quiero decir algo que podría sonar controversial para el público, creo que estamos saliendo de esta moda de arte decolonial y estamos aprendiendo que no es una moda, que debemos escuchar a nuestros pueblos originarios. La mejor exposición que vi sobre este tópico fue esta. Increíblemente, una exposición realizada por una galería. La figura de nuestro medio que se supone que está más alejada de lo comunitario y más cercana al capitalismo.
Pablo Mora: En el trópico no hay primavera – Sala de Arte Bancolombia, Edificio Atrio
Para mi, la sala de arte Bancolombia siempre ha sido un lugar expositivo muy particular, su exposición permanente consta de la colección de arte del banco, personalmente no gusta mucho, porque está llena de los artistas vieja escuela del arte colombiano, pero es importante que esté. La pienso como una exhibición amable con nuevos públicos, una colección para acercarse de manera casual al arte colombiano. Es triste que por lo hermético del edificio Atrio no se sepa que en su cuarto piso hay un espacio de arte abierto al público.
En esta joya escondida del Centro Internacional, mientras la colección permanente da cuenta del interés reciente de Bancolombia por el arte, la sala de exposiciones temporales presenta una videoinstalación de Pablo Mora que no es lo que parece. La pieza inicia con la inauguración de los Juegos Bolivarianos de 1938 en el estadio de la Universidad Nacional, ese tipo de eventos en que los gobiernos intentan exhibir ante el mundo una narrativa de progreso. Progreso: qué es, para quién es, cuál es su costo humano. El dato curioso para quienes pertenecemos a la generación Z, sobre cómo antes de la televisión y en tiempos de guerra en Estados Unidos la única manera de ver el noticiero era en el cine, no funciona como simple anécdota; introduce el problema central de la obra: la manera en que los Estados producen imágenes de sí mismos y las ponen a circular como verdades.
La videoinstalación opera como un ensayo audiovisual sobre la idea de progreso en Colombia. El contraste entre la estética grandilocuente de los Juegos del 38 y la crudeza del archivo tensiona una narrativa que el país ha repetido durante décadas: la promesa de modernidad como horizonte siempre aplazado. Mora no interviene el archivo para romantizarlo, sino para revelar su carácter performativo, aquello que encubre tanto como exhibe. La obra interpela al espectador preguntando quién pronuncia la palabra progreso, quién la financia y quién queda sistemáticamente fuera de ella. Su cierre visual, una postal precisa y contundente, reorganiza la percepción y convierte esta exposición en una de las más sólidas del año.
Joyce Rivas Medina: Bien querer – Capilla de Dominguillo en Santander de Quilichao, 47 Salón Nacional de Artistas
«Ese mismo día, tras 30 minutos más de chiva, llegamos a Dominguillo. Ahí estaba —para mí— la mejor exposición del Salón: en la capilla Santa Bárbara, un lugar marcado por la corrupción de un cura blanco y la posterior justicia por mano propia de la comunidad afro».
La exposición de Rivas opera como contraarchivo. En un país donde la historia de la esclavitud ha sido fragmentada, negada o estetizada, su propuesta confronta directamente los documentos del sometimiento y los devuelve al espacio ritual con la fuerza de los cantos de las mayoras. La capilla Santa Bárbara, marcada por un episodio de violencia y justicia comunitaria, se convierte en un lugar donde la memoria se actualiza de manera sensible y política.
Exposición Colectiva: Cuando los otros nos miran: Afectos y representaciones entre especies – Artbo Salas: Chapinero
Sobre esta exposición quiero comentar tres cosas:
Con honestidad, nunca me han gustado las curadurías de Aliens Institute, por dos razones personales, me parecen aburridas o da la impresión de que solo ellos las entienden. Sí, el arte es para el público. La otra razón, que ya he dicho en la columna previamente, curar a tus amigos no es curar. Pero eso es lo chévere de esta reseña, aunque no me gustaron sus exposiciones anteriores, esta es muy buena.
Destaco dos piezas. Los animales de Nicolas Wills y Las Aventuras de un carrito de supermercado 2 de Francisco Toquica.
Siempre me ha gustado la obra de Nicolas Wills, es divertida. Figuras de animales que funcionan como símbolos y metáforas de comportamientos y conflictos humanos. La cacería y la alimentación, la vida y la muerte. Lo caricaturesco. El animal asándose, los pájaros muertos que chocaron contra las paredes de la Cámara de Comercio. Vale la pena ver a este artista.
La colección de imágenes de Francisco Toquica reemplaza la figura del animal salvaje con el de un carrito de supermercado y en los dibujos se pone al carrito en un montón de situaciones curiosas. La primera parte de este proyecto, que yo vi en la librería NADA, era el carrito recorriendo el mundo, paisajes y montañas. En esta segunda parte el carrito lucha por sobrevivir hasta la muerte.
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Sobre este final de año, hace unos días recibí un mensaje de Sergio Román, que regularmente escribe para la revista Gaceta, interesado en recopilar lo más relevante o valioso del 2025 en el arte en Colombia según distintas voces del sector.
Respondí con un audio.
Dije que, para mí, lo más estimulante de este año fue que más personas se animaron a escribir sobre arte. El resurgimiento de Gaceta, mi propia participación en Cerosetenta, la multiplicación de textos sobre el Salón Nacional de Artistas, sobre la Bienal, y la aparición de voces distintas y frescas. Si hiciéramos una comparación con la escritura y la crítica de arte de hace unos años, cuando prácticamente lo único que existía era Esfera Pública, este 2025 trajo algo distinto: diversidad y nuevas miradas.
Hace unos años escribí un artículo sobre el XII Premio Luis Caballero y el uso de problemáticas sociales en las obras de esa edición. Lo ofrecí a otro medio. No me permitieron publicarlo porque, según ellos, afectaba el prestigio del medio dejar publicar a alguien que no se había graduado. En ese momento pensé que nunca tendría un espacio para escribir, que mi voz era ajena y que jamás sería escuchada.
Por eso es tan valioso que un lugar como Cerosetenta me haya permitido escribir sobre arte. Me enseñó la importancia de abrir espacios, de ofrecer oportunidades, de leer los textos de quienes están comenzando, de señalar cómo mejorar y construir en conjunto. De animar a otros a escribir en lugar de cerrar puertas.
Si el público, Cerosetenta y mi salud lo quieren, regresaremos el próximo año. Tengo muchas ideas para el próximo año. Gracias a Santiago de Narváez por ser un gran editor, creer en el proceso y enseñarme a mejorar cada columna, a Nathalia, David, Isabella, Isaac y a todo el equipo de Cerosetenta. Gracias por hacer este proceso especial.
Para terminar quiero dejar algo que escribí:
Visto desde afuera, el arte parece un paraíso. Si ya es fascinante contemplarlo, imagina lo que debe ser exponer: hacerlo bien, en salas importantes, frente a cientos de personas, y con un proyecto que escribiste desde la nada, en noches de insomnio, en tu cuarto. La escena invita a imaginar la felicidad de tus padres, el orgullo de tus amigos del barrio y la admiración de conocidos y desconocidos. Se da por hecho que el arte es una industria donde circula mucho dinero, donde los sueños se vuelven rentables y un hobbie puede convertirse en trabajo. Y que será fácil llenar el tiempo libre con nuevas amistades, no por tu conversación, tus ideas o tu carisma, sino porque eres más o menos conocido en el nicho. En apariencia, el sueño de muchos.
Pero ese sueño también tiene un revés que se parece bastante a una pesadilla. El arte, aunque presume libertades, viene con efectos secundarios. La presión constante, la competitividad extrema, las críticas que pesan más de lo esperado. Relaciones interesadas o directamente tóxicas. Un trasfondo lleno de sombras detrás de los spots pulidos de las salas de exposición. El arte sigue siendo un medio maravilloso, pero la industria que lo rodea se ha convertido en un ecosistema millonario sostenido sobre las manos de artistas jóvenes, sin prestar atención a sus cabezas. Excepto, claro, cuando toca producir portafolios, statements, convocatorias o textos curatoriales.
Gracias por leerme este año, espero recuperarme y regresar.
Jerson Murillo Artista / Estudiante de la Universidad Nacional de Colombia. Mi trabajo busca facilitar espacios que movilizan la reflexión, generando experiencias relacionales que cuestionan narrativas sobre el territorio, sus habitantes y sus luchas. Ahora comento sobre exposiciones. @jersonmurillolive