Migrar sin dinero y sin documentos es un proceso hostil y lleno de dificultades. Atravesar países caminando, pidiendo aventón en camiones o regateando en autobuses puede durar meses. Incluye noches durmiendo en la calle o en alojamientos hacinados, muchas veces junto a desconocidos. También implica cruzar fronteras por trochas inseguras, comer poco, y gestionar el aseo personal en espacios públicos y peligrosos. El miedo y la incertidumbre son constantes.
Aunque estas dificultades afectan a todas las personas migrantes, factores como el género introducen vulnerabilidades y riesgos adicionales que pueden hacer el viaje aún más adverso.
En este panorama, el informe Mujeres en el tránsito migratorio a través de América del Sur, publicado por el Mixed Migration Centre, explora las experiencias migratorias particulares de mujeres cisgénero. Basado en encuestas y entrevistas con más de mil mujeres en siete países, muestra que, además de los riesgos generales, enfrentan peligros, desafíos y necesidades específicas.
Violencia de género en las rutas: “sentía como que ese temor de cualquier cosa”
Las rutas migratorias en América del Sur son inseguras para todas las personas que las transitan. Las mujeres identifican robos, extorsiones y violencia verbal como los principales peligros. Además, perciben que estos riesgos generales se acentúan para ellas, dado que los perpetradores de abusos suelen elegirlas como víctimas, considerándolas blancos “más fáciles”.
En las rutas migratorias, las mujeres también enfrentan acoso y abuso sexual, violencia física intrafamiliar y trata de personas con fines de explotación sexual. Las colombianas y venezolanas enfrentan un peso adicional: la fuerte sexualización de sus cuerpos en el imaginario regional.
El trabajo del cuidado viaja con ellas: “ellos le dicen a uno: ‘toma ahí tu muchacho’”
En América del Sur —y en gran parte del mundo— las tareas de cuidado han sido históricamente impuestas a las mujeres. El proceso migratorio no es la excepción.
Durante los viajes, las mujeres son las principales responsables del cuidado general de niños y niñas, personas enfermas o dependientes. Aun cuando viajan con hombres adultos, suelen ser ellas quienes protegen, alimentan, visten, limpian, curan y atienden. También asumen las labores del lavado de ropa, la distribución de la comida y las compras, en una proporción mucho mayor a la de los hombres. Esta carga no es exclusiva de mujeres adultas: muchas veces se traslada a niñas y mujeres adolescentes.
Estas responsabilidades se suman a la necesidad de buscar recursos económicos, dando lugar a una doble jornada de trabajo durante el viaje —remunerado y no remunerado—. Dentro de la investigación, el 25% de las encuestadas se encontraban en esta situación.
La carga emocional de sentir sobre sus hombros la responsabilidad del bienestar de otras personas hace que, con frecuencia, las mujeres dejen de lado sus propias necesidades. Otros estudios han mostrado que tienden a postergar incluso sus necesidades más básicas.
Salud menstrual, sexual y reproductiva: “agarras un pedacito de trapo y te lo pones”
La gestión menstrual digna es un derecho humano, pero en las rutas migratorias rara vez está garantizada. Los trayectos largos en vehículos sin baños —como tractomulas— o con baños inestables, la dificultad de encontrar espacios privados para asearse en las carreteras, y la falta de dinero o de productos como toallas o tampones son constantes durante los viajes. El 46% de las mujeres encuestadas enfrentó alguna de estas dificultades durante su menstruación en el tránsito. Ante esto, muchas recurren a usar el mismo producto durante horas o a improvisar elementos inadecuados, con consecuencias como irritaciones, infecciones y, en casos extremos, síndrome de choque tóxico.
La gestación tampoco encuentra condiciones mínimas. La OMS recomienda al menos ocho controles prenatales, suplementos, alimentación adecuada, vacunación, entre otras medidas. Esto no suele suceder durante el proceso migratorio. Por lo general, los puntos de atención en los países de tránsito ofrecen solo urgencias básicas y, con frecuencia, discriminan y cierran las puertas a mujeres migrantes sin estatus regular.
Esto aumenta los riesgos de que el embarazo o el parto se compliquen, por ejemplo con nacimientos prematuros, bebés con bajo peso al nacer, muerte materna o neonatal, o problemas graves de salud durante la gestación.
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El informe completo profundiza en otros hallazgos, como la identificación de los países más peligrosos en las rutas de América del Sur —Ecuador, Colombia y Perú—, las dificultades para la lactancia y el acceso a baños, los impactos en la salud mental, las necesidades específicas, así como las formas en que las mujeres buscan protegerse, crean redes de apoyo y afrontan las dificultades durante su tránsito migratorio. Además, incluye recomendaciones de acción dirigidas a gobiernos y organizaciones de asistencia. Lean el documento aquí.