Necesitamos que en Colombia las vidas negras importen

En Buenaventura estamos en medio de una disputa territorial que afecta a toda la población, desde los más pequeños hasta a las mujeres que trabajan vendiendo chontaduro o pescado. La movilización reciente es principalmente joven porque los jóvenes están siendo mayoritariamente afectados, son las víctimas y victimarios.

por

María Isabel Hurtado

Activista, líder y promotora de lectura Bonaverense.


10.02.2021

Ilustradora: Ana Sophia Ocampo

Nací en Buenaventura. Vivo en el Barrio Juan XXIII, en la calle Buenos Aires 2, más conocido popularmente como el Caguán. Allí mismo funciona el Club de lectura mariposas de amor, un entorno protector para niños, niñas, madres cabeza de hogar y víctimas de violencia basada en género, con quienes actualmente ejerzo mi activismo y liderazgo. 

Esta es la primera vez, sin embargo, que por la situación violenta que hace 40 días estamos viviendo en el territorio tuvimos que cerrar el Club. Algunos dirían, desde su comodidad, que podríamos trabajar virtualmente. Pero el problema es el mismo que durante la pandemia hemos vivido con la educación en el distrito: ¿cuántos no tienen computador ni internet? En Buenaventura compran una recarga para el celular o una libra de arroz. Hay niños que no comen ni siquiera una vez al día. 

Y estamos en medio de una disputa territorial. Una disputa que afecta a toda la población, desde los más pequeños hasta a las mujeres que trabajan bajo la modalidad de empleo informal vendiendo chontaduro o pescado. No hay muchas personas en las calles, no hay clientes, por lo tanto no hay ventas. Llegamos incluso a un toque de queda voluntario: la gente a las seis de la tarde ya está en la casa por el miedo a un enfrentamiento. 

"En la Comuna 7 se asientan otras personas que vienen desplazadas de la región pacífica, de manera que salen de una violencia para encontrarse con otra de vuelta".

En el Club hemos trabajado con más de 200 familias, muchas de las cuales se han tenido que desplazar a otros barrios donde hay familiares suyos para protegerse del horror. El joven activista Leonart Rentería le pedía a Noticias Caracol, precisamente, no minimizar la situación “haciendo creer que el problema es solo en el Barrio Juan XXIII”. “Quienes vivimos acá –escribió– sabemos que esta es una realidad que se viene viviendo en varios barrios, corroboren con medios locales”. Y es cierto: ese barrio hace parte de la Comuna 7 y no es el único afectado dentro de ella.

En otros barrios como Bellavista, San Luis y San Francisco también se viven enfrentamientos y a muchas otras personas las han desplazado de allí, así como en el Barrio Maria Eugenia de la Comuna 8. Lo que pasa es que algunos de estos barrios se conectan por los puentes de madera y el control que se ejerce sobre estas zonas de tránsito las hacen inviables. Ha habido otros enfrentamientos en otras comunas, pero no en las magnitudes en que se ha sentido en la 7 durante estos días.

¿Qué pasa? Que son casas de madera, ubicadas en los esteros de Buenaventura, muy cerca al mar, donde la gente no se siente segura porque una bala perdida afecta la integridad de quien sea. Además, en la Comuna 7 se asientan otras personas que vienen desplazadas de la región pacífica, de manera que salen de una violencia para encontrarse con otra de vuelta. 

Es claro que Buenaventura cuenta con una presencia importante de Ejército y Policía, pero realmente hay una disputa territorial por una cuestión que va más allá de la seguridad. Si el Estado, en cabeza del Presidente, y el Alcalde y la Gobernadora garantizan derechos constitucionales, es bastante posible que estas familias desplazadas puedan volver. 

Nosotros nunca antes habíamos cerrado, ni en cuarentena, porque estuvimos prestando un servicio telefónico a infancia vulnerada y víctimas de violencia de género. Hoy, por ejemplo, visitamos a unas familias que se desplazaron para brindarles un acompañamiento que ofrezca garantías de poder reanudar las actividades normales y que puedan regresar a sus hogares. 

Necesitamos, sin embargo, que la Policía esté constantemente haciendo patrullaje para que las madres se sientan más seguras, para que muchas puedan volver a casa y habitar sus viviendas. Cuando la policía ha estado en la zona, al menos en nuestro caso, hemos podido trabajar. Ahora no hay tanta presencia institucional y espero que la haya, al menos que vengan y custodien algunos puntos y de esta manera poder propiciar una mayor estabilidad y seguridad, pensándolo sobre todo en términos de reapertura del Club de lectura y de tranquilidad de la comunidad en general.

Pero es claro que muchas situaciones que se están presentando en el puerto obedecen a un racismo estructural: es el principal puerto del país y con unas condiciones de vida totalmente precarizadas. Gente viviendo al lado de los escombros y de las basuras. Buenaventura no cuenta con agua potable las 24 horas del día. Estos elementos hacen que efectivamente haya un racismo histórico y que ciertamente está muy latente en el puerto. Y es gracias a esto que se presenta esta situación de violencia armada, de falta de calidad de vida de la población y el que muchos jóvenes no tengan oportunidades. 

Lastimosamente, el camino que se les presenta como opción a los jóvenes va orientada a bandas criminales e ilegales precisamente por la falta de ofertas. Parte del trabajo del Club consiste, justamente, en reelaborar otras realidades para la infancia, porque de la infancia negra no se habla en este país, ¿quién está protegiendo a los niños y niñas afro en Buenaventura? ¿Qué entornos protectores se están garantizando? Finalmente ellos son sujetos y sujetas de este racismo.

La infancia representa la esperanza y el futuro de este país y si a temprana edad no se le garantiza lo vital (educación, entornos protectores, salud y vivienda), la vida se les tornará más difícil.

"Los jóvenes están siendo mayoritariamente afectados: son las víctimas y victimarios".

He vivido en Buenaventura desde niña, un lugar que siempre ha tenido factores de violencia y que ahora está en su pico. A pesar de esto, no pierdo la esperanza. Trabajamos porque seguimos creyendo que sí es posible transformar todo lo adverso. Pero para cambiar esto se requiere, definitivamente, que las vidas negras importan, que el Pacífico importe, que Buenaventura importe. Necesitamos traer más educación, más cultura. 

En el Club creemos que a través del arte, de la literatura, de las letras se puede forjar y posibilitar que muchos niños y niñas salgan siendo doctores, artistas, abogados, pero para esto se requiere también que haya más entornos protectores, más universidades, colegios con calidad educativa. Y al igual que otros líderes, me sumo a esta voz de posibilitar paz y calidad de vida digna para nuestro distrito.

El paro cívico de 2017 fue algo histórico para el territorio, por ejemplo, y se dio porque la comunidad ya estaba cansada bajo el escenario no solo de muerte física, si no de no contar con una estabilidad y unas garantías laborales, de no tener vivienda, de no tener una vida digna, salud… El único hospital que hay estuvo cerrado por más de tres años y la gente sin agua potable todo el tiempo. Esta precariedad nos llevó a la gran manifestación que logró lo que logró; en ese momento unos acuerdos de los cuales también alzo mi voz esperando que se respeten porque aún no se han hecho efectivos. Dicen que aprobaron un dinero, pero el dinero la población no lo ha visto. Ese presupuesto no está girado y lo prometieron hace más de tres años. 

Esta reciente movilización es principalmente joven, precisamente porque los jóvenes están siendo los más afectados: son las víctimas y victimarios. Son los que se están muriendo en las calles por este enfrentamiento y esta disputa territorial absurda. Son jóvenes que no tienen una educación de calidad, no tienen oportunidades laborales. Y por eso es muy sentida. Así como lo es mi propia movilización: toda la vida he trabajado con la infancia y la niñez. Sé las fragilidades que tienen muchos de estos jóvenes. 

Con la educación virtual que llegó por la pandemia del Covid 19 muchos de los niños y niñas no contaban con los recursos para continuar. La importancia de lugares como el que promuevo, el Club de mariposas de amor, es precisamente que de la mano de otras organizaciones como Manos Visibles y CEAF acompañamos a más de 150 niños u 80 madres cabeza de hogar que encuentran en este lugar un recinto seguro en medio de tanta violencia.

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María Isabel Hurtado

Activista, líder y promotora de lectura Bonaverense.


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