Se murió Pierre Boulez. “Bulez” con “z” que sí suena. Se murió el martes en Baden-Baden, Alemania, a los 90 años y 10 meses. Fue un compositor francés del siglo xx, de una música que le gusta a pocos y que no se puede tararear; fue un director consagrado, de la Filarmónica de Nueva York, de la Sinfónica de la BBC, de la Filarmónica de Berlín, de la Orquesta de Cleveland, etcétera, etcétera, y fue el fundador del Ircam, un instituto en Francia que se dedica a investigar la música moderna, el único, quizás.
Con su muerte se cumple una vez más el adagio popular de las abuelas: no hay muerto malo. Han dicho que fue un transgresor, que revolucionó la música, que a los tres años tocaba Chopin en el piano, que fue un vanguardista, que el público no supo apreciar sus obras, que fue un teórico brillante, que fue un grande, que fue un genio. Y todo es cierto, pero también es cierto que era explosivo, intolerante, iconoclasta, indiscreto y medio cáustico.
La música no está para expresar sentimientos, sino para expresar música
De su maestro, el compositor Oliver Mesiaen, dijo que “sentía con la cabeza y pensaba con el corazón”. Del estadounidense John Cage, que hacía más teatralidad pasada de moda que música. De Stravinski, que fue un gran ilustrador: “Cuando tenía un buen argumento lo acompañaba bien, pero cuando carecía de historia, no conseguía nada”. Y la lista sigue: Shostakóvich, Schoenberg y cualquier otro compositor que hubiera vivido en su época. Para Boulez todos estaban mal excepto Boulez.
El público tampoco se salvó. Aunque hubiera preferido lo contrario, como director lo aclamaron y como compositor lo dejaron pasar. En su momento, sus obras resultaron muy cerebrales, demasiado teóricas y carentes de sentimientos. “Sí hay sentimientos —se defendió Boulez, años más tarde en una entrevista—, son nuevos sentimientos, no por el hecho de que usted no los descubra puede decirse que no estén ahí. ¿A qué llama sentimiento? No identificarlos no es culpa mía, si me permite decírselo, es culpa suya”.
Y eso también es cierto. El ideal romántico de la música como bálsamo esclarecedor que limpia el alma y llena el espíritu, no es más que literatura. Los arrebatos de inspiración no existen, la creatividad no cae del cielo y las obras no las susurran las musas al oído. El arte tiene más procesos lógicos e intelectuales que magia. Eso bien lo supo Boulez, quien alguna vez dijo en uno de sus ataques despiadados: “la música no está para expresar sentimientos, sino para expresar música”.
Playlist: 5 imperdibles de Boulez
1. Notaciones para piano:
2. El Martillo sin dueño I, II y III:
3. Dérive I y II:
4. Pli Selom Pli:
5. Gran concierto para orquesta – Bela Bártok (Dirige Boulez):