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Los punks que resistieron a la dictadura de Pinochet

Este año se publicó ‘Nuevo Pop Chileno: el sonido de una generación en llamas’, un libro editado en Bogotá en el que se revisita la historia y la influencia de bandas como Los Prisioneros, Los Pinochet Boys o Aparato Raro que resistieron con música durante la dictadura.

por

Eduardo Santos Galeano

@edusantosg


25.09.2021

El pasado 11 de septiembre se cumplieron 48 años del sangriento golpe de estado con el que el general Augusto Pinochet tomó el poder en Chile, resultando en el suicidio del presidente electo Salvador Allende y el asesinato del legendario músico Víctor Jara, brutalmente golpeado y tiroteado en medio del operativo militar en el Estadio Chile. Un momento de quiebre en la historia latinoamericana inmerso en la larguísima historia de la Guerra Fría y el intervencionismo nortamericano en el sur del continente para erradicar la influencia socialista a cualquier costo. 

El momento de represión que siguió y que en muchos sentidos se toca con lo que pasa en nuestros días, nos motivó a mi y a Nicole Rojas a escribir un libro sobre el Nuevo Pop Chileno. Un movimiento musical juvenil contracultural que emergió y se hizo masivo en la Chile de los ochenta en medio de la censura pero también empujado por una generación y una industria musical que estaba maravillada por las novedosas estéticas y sonidos del new wave y el punk británico y nortemaricano.  

Bandas icónicas como The Clash, Sex Pistols, Depeche Mode o The Police influenciaron a toda una generación de veinteañeros en Chile que inmersos en dictadura, supieron no sólo apropiar los estilos de esas bandas sino aterrizar las letras a su propia realidad y hacer críticas directas a lo que estaba pasando en su país sin pelos en la lengua. Su punta de lanza fueron Los Prisioneros pero no son los únicos y con esta investigación quisimos darle sentido a la fiesta de Aparato Raro, voz a los ácidos y misteriosos Pinochet Boys y mencionar a otros grupos que generalmente escapan del radar. 

Pudimos documentar tanto casos de censura como de intimidación y violencia dirigida hacia músicos reconocidos dentro del Nuevo Pop Chileno por parte de la fuerza pública. Por ejemplo, cuando Aparato Raro tuvo que autocensurar una parte de la letra de su canción “Calibraciones” para poder aparecer en televisión nacional o cuando unas personas extrañas intentaron subir a Los Prisioneros en una van después de un show en una gira en 1987. También está la historia de cuando Los Pinochet Boys fueron encañonados por unos policías en la calle simplemente por vestir como punks. 

Fueron casi dos años de buscar a viejas glorias del rock latino, contactar a músicos que hace décadas dejaron los instrumentos y de escarbar en la historia latinoamericana buscando puntos de encuentro con el pasado pero también con el presente. Les presentamos a las principales bandas que estudiamos en este extracto de la investigación en exclusiva para 070.

Los Prisioneros, Aparato Raro y Los Pinochet Boys, las puntas de lanza del Nuevo Pop

Hubo tres agrupaciones surgidas en Santiago de Chile que fueron claves dentro de la escena musical joven del momento. Las tres se formaron durante la dictadura y fueron la respuesta a los géneros musicales que llegaron al país austral en los ochenta, además de representar los matices del denominado Nuevo Pop Chileno.

Primero están Los Prisioneros, el grupo más aclamado comercialmente, que se encargó de liderar este fenómeno musical desde el rock-pop. En segundo lugar está Aparato Raro, un grupo pionero en la creciente corriente del new wave que se estaba dando a nivel global y que, desde los sintetizadores y canciones pensadas para la pista de baile, expresaron su rechazo hacia la dictadura. Por último están Los Pinochet Boys, el grupo de punk más fugaz pero emblemático que se recuerde en la historia de ese país que, pese a grabar y tocar poco, se transformó en un proyecto de culto.

En 1983 y tras acabar el liceo, la banda conocida como Los Vinchukas, conformada por Jorge González en la voz, Claudio Narea en la guitarra y Miguel Tapia en la batería, cambió su nombre a Los Prisioneros en referencia al momento de represión que vivía el país. También conocieron a Carlos Fonseca, su futuro mánager e hijo del dueño de una disquería en Santiago llamada Fusión: un sitio clave en donde ampliaron su bagaje musical en medio de los toques de queda dictados por Pinochet, con un catálogo de acetatos que llegaban de Europa y Estados Unidos y el cual incluía música que iba desde Elvis Presley hasta los Sex Pistols. “Llegaba una hora y todo el mundo tenía que estar metido en algún lado, entonces nosotros nos encerrábamos hasta el amanecer en la tienda de discos y eso era una cosa alucinante, porque podíamos escoger casi cualquiera que estuviera disponible por ahí y escucharlo”, recuerda Claudio Narea.

Primera presentación de Los Vinchukas en el Liceo Andrés Bello, 14 de agosto de 1982.

Más tarde ese mismo año y de la mano de Carlos Fonseca (quien ya oficiaba como su mánager), la banda grabó sus primeros demos de manera casera, con una grabadora y utilizando cacerolas como percusiones. Así nacieron La voz de los 80, Brigada de negro, Evelyn y Latinoamérica, incluidas en un EP editado en formato de cassette que, gracias a la gestión de Fonseca, se distribuyó por las emisoras de Santiago; dándole más notoriedad a la banda que hasta ese momento no salía de los liceos y las universidades. 

Un año más tarde, en 1984, comenzaron el proceso de grabar su primer disco de manera profesional y se publicó la canción Nunca quedas mal con nadie, una crítica directa a las bandas del Canto Nuevo y su supuesta pasividad a la hora de resistirse al régimen por medio de la música. El 13 de diciembre de ese año finalmente se publicó su primer larga duración titulado La voz de los 80 (nombre decidido por Fonseca) en el que se incluyeron temas críticos a la juventud de la época como Brigada de negro, que se burlaba de la afición a la música disco, Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos que se mofaba del culto al primer mundo y la ya mencionada Nunca quedas mal con nadie. Por otro lado, se encuentran dos canciones con un mensaje de empoderamiento y desapego al discurso nacionalista de la época como No necesitamos banderas y La voz de los 80, que en medio de tonadas new wave generaron discursos que decían que la juventud era la verdadera fuerza de cambio durante los ochenta y que no era necesario pertenecer a algún partido político para tener ideas propias.

“Con la autoridad que nos da el buen juicio Y en pleno uso de nuestra razón Declaramos romper de forma oficial

Los lazos que nos pudieron atar alguna vez A una institución o forma de representación Que nos declare parte de su total

Con toda honestidad y con la mente fría Renegamos de cualquier color

Ya todas las divisas nos dan indiferencia Renegamos de cualquier patrón

Se llame religión se llame nacionalidad No queremos representatividad”

 Fragmento de No necesitamos banderas. Los Prisioneros, 1984.

Desde un principio, la idea de Los Prisioneros fue ser una banda comercial que sonara en radio, por lo cual no les servía apropiarse de la estética del punk inglés de clase obrera como algunos ya lo habían hecho en la escena underground chilena. Cabe recordar que, durante los setenta, los mismos Sex Pistols habían sufrido de la censura por parte de la radio comercial y las disqueras, por lo tanto replicarlos directamente no podía ser beneficioso en un contexto de dictadura. Por otro lado, aunque su estilo musical tenía similitudes con el de The Police por la fusión entre el reggae y el rock en algunas de sus composiciones, Los Prisioneros no querían ser asociados con ellos sino con artistas como The Specials, Bob Marley y The Clash.

Fotografía del artículo de Cynthia Rimsky, «Una evocación de los 80, la década del delirio». Los Prisioneros, 1987.

Carlos, además de ser el mánager de Los Prisioneros, se encargó de editar bajo su sello Fusión el primer trabajo de Aparato Raro, otra de las bandas emergentes de Santiago a mitades de los ochenta. Una banda liderada por Ígor Rodríguez, un santiaguino que por el trabajo de su padre se había ido a vivir a Europa al comienzo de la dictadura de Pinochet y para mediados de los ochenta estaba de regreso en el país. Se desempeñaba como tecladista y se conoció con Jorge González desde sus días como estudiantes en la Universidad de Chile, cuando uno estudiaba ingeniería de sonido y el otro música, en un momento en el que ambos eran todavía artistas sin mucho reconocimiento. Rodríguez afirma:

“Carlos nos mostró nueva música para crear algo inédito en Chile. Ahí tomé protagonismo yo en la composición. Creo que me acomodaba el estilo y claro, había visto el inicio del new wave 10 años antes en directo. Solo debía agregar más teclados y bases electrónicas que a esa altura no me eran difíciles de crear.

Aparato Raro por Esteban Cabezas, 1985.

Pero a diferencia de Los Prisioneros, que adoraban el punk inglés de bandas como The Clash o los Sex Pistols y decían abiertamente detestar el arte de élite europeo, Rodríguez era fanático de la música clásica y el jazz-rock. De hecho, con esas influencias en mente había creado su primera banda llamada Ojo de Horus, pero con el auge del new wave en Chile y gracias a programas televisivos como Magnetoscopio Musical que pasaban música del exterior, se decidió a formar Aparato Raro con un estilo musical basado en programaciones y sintes bailables.

Pero ahí no para la importancia de Fonseca, pues también puso sus ojos sobre una pequeña banda de punk santiaguina conocida como Los Pinochet Boys: una banda pionera en el punk chileno liderada por los hermanos Iván y Miguel Conejeros, que no le interesaba pertenecer a ninguna orilla política, convirtiéndose así en una movilización informal creada para provocar y expresarse libremente. Aún así, asegura el mismo Conejeros que nunca quisieron que se refirieran a ellos como punks porque “nosotros éramos un canto de libertad y nos parecía que todos esos ‘movimientos’ como el punk se transforman en sectas que en muchos casos son mucho más totalitarias y fascistas que cualquier otro tipo de movimiento”.

Los Pinochet Boys, 1985.

En medio del crecimiento de la banda y el movimiento que llevaban detrás, Fonseca, que ya era mánager de Los Prisioneros y Aparato Raro, accedió a financiar y producir bajo su sello Fusión las únicas dos canciones que se conservan del repertorio de Pinochet Boys: La música del general y Botellas contra el pavimento.

La única condición de Fonseca era que se cambiaran el nombre para poder introducirla a un circuito menos underground, la banda no accedió y por eso las grabaciones permanecieron inéditas en manos de los hermanos Conejeros durante 26 años. De cualquier manera, el estilo de los Pinochet Boys siempre consistió en ir creando canciones inéditas espontáneamente cada vez que se presentaban, como explicaba Miguel Conejeros al programa Teleanálisis en 1986:

“Nosotros hacemos los temas que queramos porque hacer música es fácil, es crear. Hacemos unos y luego otros y haremos cientos de temas cada vez que sea necesario. A mí me interesa que la gente que nos vea la pase bien, que no se siente ni se relaje. En este momento hace falta que la gente tenga las puertas abiertas”.

En ese mismo año y de la mano de los Pinochet Boys y Orgasmo, otros pioneros del punk en Chile, sucedió uno de los grandes hitos de este género en ese país. Se trató del primer festival punk realizado en la antigua sede del sindicato de taxistas. Fue el debut de los Pinochet Boys junto a otros nombres como Índice de Desempleo y Zapatilla Rota. Un evento que, si bien probó que el punk en Chile tenía su público y la capacidad de congregar gente, terminó en una redada policial con disparos al techo e instrumentos destruidos. Era claro que aunque el movimiento era seguido por algunos y parecía poder tener un futuro inmediato, la persecución del régimen y el rechazo por parte de la sociedad, hizo que fuera imposible desarrollar una escena y, después de hacer un último concierto en ese mismo año en el que la audiencia los echó a botellazos, la banda decidió salir para Argentina, cerrando el primer capítulo del punk chileno definitivamente.

Además de Los Prisioneros, Aparato Raro y Los Pinochet Boys, hubo otras bandas que aprovecharon el auge del movimiento para insertarse dentro del mismo durante los ochenta sin necesariamente cargar con un mensaje antidictadura de manera tan evidente. Una de las más reconocidas fue Upa! que con un sonido volcado hacia el new wave, lograron evitar la censura gracias a sus letras metafóricas aunque su disco homónimo de 1986 se encuentran reflexiones a la explotación a la clase trabajadora y la deshumanización de la gente por parte de la dictadura. En una orilla mucho más experimental se encontró Electrodomésticos, que si bien pasaron algo desapercibidos por su sonido poco comercial, presentaron una propuesta electrónica completamente distinta para mitades de la década. Otros grupos como Banda 69, Primeros Auxilios o Paraíso Perdido fueron cercanos musicalmente a la línea de Los Prisioneros, sin haber logrado el impacto de la banda de Jorge González.

Finalmente, la investigación trata de tres bandas que, desde géneros musicales que estaban en pleno auge en un sector de la juventud chilena durante los ochenta, como lo fueron el new wave, punk y el rock, permiten narrar aquello que se conoce como el Nuevo Pop Chileno: un movimiento musical y estético que no se limitó hacia un solo sonido y que supo penetrar  desde diferentes corrientes traídas desde los Estados Unidos y Europa a una juventud que anhelaba con escapar desde el arte a la dictadura en la que vivían inmersos desde muy pequeños.

Pueden conseguir el libro aquí. 

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Eduardo Santos Galeano

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