Esta semana el Distrito anunció las fechas de los Festivales al Parque, la gran apuesta pública para la música en vivo que comenzó con Rock al Parque en los noventa y hoy se ha diversificado a géneros como el joropo, el hip hop, el jazz, la salsa, el góspel, el vallenato y la música popular. En entrevista con Cerosetenta, Santiago Trujillo –uno de los creadores del Instituto Distrital de las Artes (Idartes) y hoy Secretario de Cultura de Bogotá– dijo que “la canasta familiar de los bogotanos incluye los conciertos y los eventos culturales como un insumo de primera necesidad”, una idea que esta Alcaldía expresó trayendo de regreso al Festival Estéreo Picnic a Bogotá en marzo.
Fue el primer gran anuncio de Carlos Fernando Galán al asumir su cargo como Alcalde a comienzos del 2024 y se habría logrado por medio de una alianza público-privada de la cuál no se conocen cifras concretas. Según Trujillo se trató de dar “facilidades” a la productora Páramo Presenta –recientemente adquirida por el gigante del entretenimiento Live Nation por medio de la productora mexicana Ocesa– para que realizaran el festival privado que más mueve plata en Colombia dentro del Parque Simón Bolívar por primera vez. El junte Páramo-Ocesa-LiveNation también anunció esta semana el cartel del Festival Cordillera, el macrofestival dirigido a los sonidos latinos que por tercer año consecutivo se celebrará en el Simón.
Aunque en Colombia el fenómeno de los macrofestivales privados aterrizó apenas a comienzos de la década pasada con la aparición del propio Festival Estéreo Picnic, en países como España es un tema que lleva desarrollándose desde los noventa. Por eso hablamos con Nando Cruz, periodista musical barcelonés y autor de Macrofestivales, el agujero negro de la música, un libro en el que investigó sobre el crecimiento desmedido de estos eventos y su relación muchas veces tóxica con políticos, bancos y los propios músicos.
Como bien mencionas en el libro, los macrofestivales siempre tienen este deseo de crecer y crecer para validarse frente al público en general y ofrecerse a las marcas que invierten en su realización. ¿Es posible que piensen en decrecer en un escenario como este?
El macrofestival e incluso un festival de tamaño medio está inserto en una economía capitalista en la que la idea de decrecer va en contra de su propia naturaleza. Prácticamente todos los festivales buscan más público, más sponsors, más dinero público, más grupos, más escenarios. Tienen que siempre estar aumentando el aforo para poder acoger más público que a la vez les genere más dinero con el cual todavía programar más artistas que arrastren gente y sponsors. Esa es la dinámica natural.
La idea del decrecimiento es muy complicada en un contexto capitalista-musical como este, pero es una idea desde la que se están empezando a plantar economistas en otros contextos. Surge en un momento de colapso climático como el que vivimos, un momento de crisis ecológica en la que los macrofestivales no son en absoluto aliados. Son de hecho elementos muy problemáticos.
En tu investigación hablas de un ecosistema de festivales español en el que, prácticamente por cada ciudad importante, hay un macrofestival que se lleva gestando por una, dos o hasta tres décadas. También mencionas esta especie de rivalidad entre el BBK Bilbao y el Mad Cool. En el caso colombiano tenemos una tradición de festivales públicos, con Rock al Parque siendo el más longevo e importante, pero solo un par de macrofestivales de este corte indie-alternativo. ¿Cómo lees el hecho de que el negocio esté tomado por tan pocas manos?
Aquí en España empezó a haber festivales en los años 90 y hubo un momento en que parecía que solo se mantendrían uno o dos a lo mucho. A partir de cinco años o así, se empezó a ver que ahí había un negocio y entonces lo que pasó es que en España empezó a aparecer mucho dinero público para sustentar estos festivales.
El único paralelismo que puedo en este caso de un gran festival que sea muy hegemónico es lo que pasa mucho en Euskadi. Allá hay una empresa que se llama Last Tour –organizadores del Bilbao BBK– que tiene unos acuerdos súper ventajosos con el gobierno local. Eso hace que no haya nadie que pueda hacerles competencia porque reciben tanto dinero público que cualquier otro festival para competir en igualdad de condiciones debería tener unos presupuestos brutales.
¿Es exagerado pensar en un monopolio en un escenario como el que mencionas?
Yo creo que hablar de monopolio es complicado. Serán oligopolios porque el «mono» se refiere a uno y esto es difícil justificarlo. De todos modos en el País Vasco uno sí que puede hablar de un trato de favor muy evidente y muy desmedido hacia una empresa que genera unas facilidades que hacen que otros no puedan optar.
"El público bebedor es el público de 50 años que va a ver a Depeche Mode y luego se queda cinco horas ahí en el recinto esperando a que salga New Order"
Hace unas semanas mientras estaba en el Festival Estéreo Picnic, pensé en el libro de Macrofestivales cuando veía a Arcade Fire o a Kings Of Leon, dos artistas que mencionas como unos clásicos del circuito festivalero allá en España. Incluso otros nombres que metes en esa colada como The Strokes, Arctic Monkeys o The Chemical Brothers también han pasado y repetido por acá. ¿Por qué crees que la oferta de headliners para festivales se ha vuelto tan homogénea alrededor del mundo?
Quien está marcando la pauta de las músicas que se escuchan en estos festivales son agentes internacionales con lo que le ofrecen a los bookers locales. Estos son los artistas que están funcionando a nivel mundial y como están funcionando en Europa y en Estados Unidos, pues se considera que esta es la música que deberían escuchar en Colombia para que el mundo tenga la sensación de que están viendo a los artistas de «primer nivel» que tocan en los festivales más top. Los que mencionas pueden no ser los grupos que más se quieren ver en estos países, sino los que van a generar la sensación de que estos festivales están atrayendo a lo mejor. Luego también puede ser importante al momento de traer nuevos patrocinios al festival.
¿Crees que en 2024 se están acabando las grandes cabezas de cartel para alimentar a este tipo de eventos?
Precisamente por eso, al menos en España, hay festivales que ya están intentando renovar a marchas forzadas su política de cabezas de cartel. Primavera Sound, por ejemplo, ha estado trayendo a Dua Lipa y a artistas de músicas urbanas porque es que es la única manera de conseguir que, primero, el público joven empiece a interesarse por estos festivales y, segundo, dar la sensación de que estás haciendo una edición distinta. Realmente uno de los grandes problemas que tienen los festivales ahora mismo es la falta de cabezas de cartel pero también está el tema de la renovación del público. Son estructuras tan grandes y tienes que pedir tanto dinero para que la gente entre, que hay gente joven que simplemente no puede pagar.
Ya se ve mucho esta puja dentro de los carteles entre estos grandes nombres nostálgicos y los artistas de nueva generación que atraen a este público que igual es muy importante para que se sostenga el festival durante los años.
Claro, en ese orden de ideas lo lógico es que empiecen a traer a Trueno, a Duki, a Karol G… Nombres que te tendrían que estar llenando estos festivales. ¿Pero sabes qué pasa? Que este perfil de artista es sobre todo para público joven que no consume. Un público que puede comprar la entrada pero que no es bebedor. El público bebedor es el público de 50 años que va a ver a Depeche Mode y luego se queda cinco horas ahí en el recinto esperando a que salga New Order. Aunque hay que tener en cuenta el tema de renovar el público, también hay que afianzar a ese público adulto que es el que se va a tomar seis cervezas en una noche. Ese es el que va a acabar pagando el festival.
Como en España, aquí se ha denunciado esa diferenciación abismal entre lo que se le paga a un artista anglo con lo que se le paga a un local, así sea un artista “grande” dentro del circuito local. ¿Cómo explicar que un macrofestival, con un presupuesto de millones de dólares, esté dispuesto a pagar una fortuna por un artista extranjero y no sea capaz de pagar ni 200 dólares a un local?
Un macrofestival es una estructura piramidal que tiene en la base a los trabajadores de más baja categoría que son los que barren, limpian y construyen el escenario. En medio están los grupos pequeñitos que están tocando a primera hora de la tarde y en la cúspide están estos cabezas de cartel a los que hay que pagar mucho. Son los que atraen más público y afianzan tu imagen como festival delante de instituciones y marcas que te puedan dar dinero. Ahí es que se producen unos desequilibrios muy bestias y en algunos casos muy muy vergonzosos.
Yo creo que además es contraproducente porque si tú pagas mal a los músicos locales dificultas su subsistencia con lo cual estás frenando la posibilidad de desarrollo de la escena local. De una escena que te permita, llegado el momento, montar tu festival con cabezas de cartel de tu país. La situación es que los festivales viven con esta especie de complejo de inferioridad respecto a la música anglosajona. Luego también los bookers de los festivales viven presionados por las maniobras de los agentes de las grandes compañías. Así es como se perpetúa esta hegemonía anglosajona que en muchos casos no es real, es una hegemonía de fachada porque en muchos casos los números no la justifican.
Los artistas locales más pequeños llegan a este tipo de eventos seguramente invirtiendo mucho más de lo que les pagaron en forma de ensayos, ingeniería de sonido, visuales, etc… Luego pasan las semanas y realmente su carrera no cambia drásticamente. ¿Los macrofestivales son un espejismo del éxito?
Yo no puedo creer que algo que solo dura tres días pueda marcar el recorrido de una banda durante los 365 días del año. Una de las cosas que hace el festival, y esto pasa mucho, es decirle al grupo local «vale, vale, pues te dejo que vengas a tocar a mi festival, te voy a pagar una mierda. Pero además yo no quiero que toques durante tres meses antes de mi festival ni durante seis meses después». Con esto lo que están haciendo es prohibirle a las bandas que desarrollen su carrera y es algo muy nocivo. El oficio del músico era tocar cada fin de semana en todos los sitios posibles y ganarse el público en muchos sitios y no esperar a que todo el público de un país venga a un sitio durante ese fin de semana y te vean porque una vez te han visto se te acabó el trabajo.
"Las mismas empresas que están desahuciando a muchísima gente son las que están poniendo dinero para que estos grandes festivales se celebren"
A partir de la última edición, el Festival Estéreo Picnic pasó de ser un evento meramente privado a ser un proyecto en alianza con una alcaldía distrital que se mantuvo hablando de los beneficios que traería el festival para el turismo en Bogotá. ¿Qué piensas de esta relación festivales-turismo?
La única manera de conseguir que vengan es programando un festival para turistas. Esto significa programar un festival de espaldas a la gente de la ciudad. En Barcelona, el Primavera Sound o el Sónar son festivales que el público local los mira y dice «no conozco a nadie, no sé que es esto». Son festivales diseñados para que venga gente de fuera. Por lo tanto, estás trabajando para el sector del turismo. No estás trabajando para la cultura en absoluto.
¿Cómo deberíamos leer esas cifras rimbombantes que comparten los políticos sobre los beneficios económicos del macrofestival después de su realización? ¿Estamos tragando entero?
De entrada las cifras que dan los festivales son difícilmente contrastables. Las cifras de impacto económico son lo mismo. Esto es alguien echando unas cuentas, sumando, multiplicando y te dice “mira, se ha generado este impacto económico”. La cifra en sí no es contrastable por lo tanto los periodistas deberíamos ponerla en tela de juicio siempre.
Más allá de que la cifra esté muy hinchada o esté ajustada, la expresión esta de impacto económico entendemos que es algo que enriquece a toda la ciudad. Pero no es así. Cuanto más elevado es el nivel económico de la gente que está gastando dinero en estos festivales, más se concentra en esos hoteles en los que están hospedados. Allí duermes, comes, desayunas y el taxi te lo pone el mismo del hotel. Es decir que la idea de que viene un turista y empieza a gastarse dinero un poquito en un bar, otro poquito en este comercio, otro poquito comiendo en la calle, no es cierta. Todo ese dinero se concentra en muy pocas manos.
Los precios que suben son los de los hoteles, los cachés que aumentan son los de los grandes artistas. Pero el trabajador de base, el ciudadano de base, todo esto no lo percibe de ninguna manera.
Live Nation ya ha entrado de lleno a Colombia por medio de las productoras Ocesa y Páramo, la empresa fundadora del Festival Estéreo Picnic que adquirieron hace poco. ¿Qué podemos esperar de la entrada de una empresa estadounidense tan poderosa en el ecosistema de la música en nuestro país?
Desde hace años Live Nation ha mostrado un interés clarísimo en abrir mercado en Latinoamérica y por eso están comprando todas estas empresas. Y por eso también están apareciendo otros fondos inversores que a través de festivales como Primavera Sound, Sónar o Lollapalooza empiezan a conquistar territorio latinoamericano. Latinoamérica es el campo de batalla actual de las grandes empresas estadounidenses de entretenimiento, no hay duda.
Son grandes monstruos que una vez tienen 300 establecimientos en Estados Unidos, empiezan a abrir sus McDonalds en Latinoamérica y paralelamente Burger King abre sus Burger Kings en Latinoamérica y así van cerrando todas las tiendas de alimentación locales hasta que llega un día en que quieres salir a cenar y solo puedes tener una hamburguesa hecha por una franquicia estadounidense. Es el mismo proceso el que se ha dado en alimentación, el que se da en la industria textil y el que se está dando en la música.
Justamente franquicias como el Sónar y más recientemente el Primavera Sound ya han aterrizado en Colombia y son lo que llamas en el libro “festivales paracaídas”. ¿Realmente es beneficiosa su llegada al circuito cuando gran parte del capital que producen se va hacia el extranjero?
Para mi es un sinsentido que un festival en Colombia esté diseñado desde Barcelona con parte de dinero como mínimo de un fondo inversor estadounidense. La secuencia no puede ser más disparatada. Además primero que todo es necesario conocer el país donde estás, si no, acabas programando a Pet Shop Boys que es un grupo que en Barcelona te gusta mucho pero que no tienes ni idea de si en Colombia tiene público. Es muy descabellado, pero así es como funciona este capitalismo invasor que quiere conquistar terreno por conquistarlo, ¿sabes? Es la idea del «pues yo voy a montar un festival ahí porque yo quiero».
Por último te quería preguntar sobre el tema de las marcas y este “blanqueamiento” que mencionas en el libro. Acá en Colombia más que todo los bancos han aprovechado para entrar al negocio y mostrar este lado “cool” de endeudarse con una de sus tarjetas diseñadas con los logos del festival que no te cobran intereses. ¿No hay macrofestival sin el capital del banco?
Hoy día no hay festival español que no esté patrocinado por uno de los grandes bancos, generalmente Banco Santander. Los bancos están poniendo dinero a lo bestia en estos festivales porque entienden que es un evento al que va gente con dinero y quieren tener ese dinero en sus sistemas. El festival se ha convertido –aunque muchos pudieran hacer como de eventos alternativos, contestatarios, contraculturales o como lo quieras llamar– en un instrumento de atracción de público para enviarlo a los bancos a que se hagan una cuenta bancaria.
En España algunos de estos bancos son los que están echando a gente a la calle dejándola sin vivienda porque no pueden pagarles su dinero. Con lo cual, fíjate si es perverso que las mismas empresas que están desahuciando a muchísima gente son las que están poniendo dinero para que estos grandes festivales se celebren. Pero cuando piensas en Banco Santander no piensas en desahucios, piensas en «ese es el banco con el que puedo conseguir una entrada más barata para ver a Pearl Jam». Esto es porque los festivales han permitido que se conviertan prácticamente en en la cara visible de estos eventos. Todo muy perverso.