El rector Pablo Navas Sanz de Santamaría en la ceremonia de entrega de la mención a la excelencia académica, y en otras ceremonias, dijo que la Universidad de los Andes —única institución privada en recibir la acreditación de alta calidad por diez años— es la universidad más pública de todo el país. Este discurso también lo repitió en la reunión en la que se discutió el tema del alza de las matrículas.
El rector ante la pregunta ¿Qué es la Universidad de los Andes? —formulada por él mismo— responde:
—La Universidad de los Andes es la universidad más pública que hay en Colombia.
Yo no sé si reír o llorar.
¿Por qué el rector cree que una universidad que cobra más de catorce millones de pesos por semestre en un país con un salario mínimo legal de $644.350 es la universidad más pública de todo el país? Según él, esta es la universidad más pública porque todas las personas que están acá están porque se lo merecen y todos los estudiantes que reciben la distinción son una prueba de ello.
Una vez, cuando la empleada de la casa de mi tía manchó las toallas recién compradas con blanqueador, mi tío intentó calmar a mi tía diciéndole que ni siquiera valía la pena regañarla pues ‘esa gente’ estaba como estaba por eso: por bruta. La afirmación del rector es al menos tan violenta e inconsciente como la de mi tío. Las dos están diciendo lo mismo: la gente, ya sean los mejores estudiantes de la mejor universidad o la empleada de servicio doméstico, está donde está porque se lo merece y, como dice el rector, el mérito es el único criterio que se tiene en cuenta en esta universidad, y al parecer para mi tío el único criterio que se tiene en cuenta en la vida.
El discurso del mérito es peligroso porque no da espacio a pensar cuáles son las condiciones y circunstancias que le permiten a alguien estar en un lugar privilegiado. Se reduce a una cuestión más simple: si está donde está es porque se lo merece. Para este rector, yo, y todo el que haga parte de la supuesta comunidad uniandina, estamos acá porque nos lo merecemos y no. Yo no merezco estar acá. Yo estoy acá porque nací donde tocaba nacer cuando tocaba nacer. Sí, me he esforzado más que unos y mucho menos que otros, pero ese esfuerzo no es lo que determina mi lugar de privilegio. También resulta peligroso pensar que el lugar en el que uno está en un momento determinado es una cuestión meramente individual, pues esto oculta razones estructurales con las que es imposible que el mundo funcione de otra manera. No se trata de pensar en un destino demoledor que nos fija en la tierra y no da lugar a nada más, se trata de pensar un poco más en cómo funciona el mundo que supuestamente habitamos, pensar qué hace y quiénes hacemos que funcione así.
En esta, la universidad más pública del país tengo que estar diciendo constantemente ¿Usted no sabe quién soy yo?
Se trata de pensar en qué universidad estamos y qué universidad queremos ser. Si el rector dice que la Universidad de los Andes es la universidad más pública del país yo estoy en una universidad completamente diferente a aquella en la que está el rector. En la universidad en la que yo estoy, todos los puntos de acceso tienen torniquetes. Solo los que tenemos carné podemos entrar, pero seguramente para el rector y la administración central eso no tiene nada que ver con el carácter público de nuestra institución, para ellos es una medida que sirve para nuestra seguridad, o más bien para nuestra ficción de lo que es la seguridad, porque en esta universidad uno puede dejar el computador en una mesa y no se lo roban pero si es activista de una ONG lo pueden amenazar con ácido y nada, a las redes sociales se entra de manera voluntaria –o dicho sin la corrección política o la típica cortesía bogotana: ¿Quién los manda a meterse ahí? Que viene siendo lo mismo que diría Andrés: ¿A qué está jugando una niña cuando se pone una minifalda?
Sin embargo, los torniquetes no bastan para garantizar la seguridad: para entrar a la biblioteca de esta, la universidad más pública del país, luego de haber pasado la barrera de los torniquetes, tengo que mostrar mi carné porque un invitado no puede entrar. El conocimiento que se puede aprender de esos libros es exclusivo para uniandinos, seguramente también es una medida de seguridad porque la diferencia entre un uniandino y un invitado es que el segundo probablemente robe libros, ¿no?
En esta, la universidad más pública del país tengo que estar diciendo constantemente ¿Usted no sabe quién soy yo? Mostrando mi carné.
Supongamos por un momento que el rector en serio cree eso, que no es cínico sino inconsciente.