Las mujeres se unen ante una Línea Púrpura desbordada
Las lineas oficiales que implementó el Distrito para atender la violencia de género en cuarentena están desbordadas y no todas las mujeres que se atreven a denunciar han podido comunicarse. Ante la situación, que se venía venir, colectivas como la Red Solidaria de Mujeres se unieron para brindar la ayuda que falta.
“La verdad no sé ni por dónde empezar”, dice Ana*, una de las coordinadoras de la línea de atención para violencia de género que creó la Red Solidaria de Mujeres. Toma una pausa para tomar aire y sigue: “recibir un mensaje en la línea de WhatsApp me provoca una ansiedad bastante grande porque es saber que si una mujer está escribiendo es porque necesita ayuda y no la ha encontrado en otros lugares”.
Esta colectiva, que logró articularse con otros grupos feministas de Bogotá, empezó a dar atención a casos de violencia de género hace aproximadamente una semana para responder al desbordamiento de las líneas de atención oficiales en la capital.
“Que las mujeres se den cuenta que al otro lado hay una persona que las está escuchando cuando no sabían qué hacer, es bonito. Es algo que hace que mucha de esa angustia valga la pena”, dice.
Juntas, activando redes, coordinando ayudas, atendiendo casos con sus propios recursos, actúan como una manada que da alivio a mujeres que, por el Covid-19, están encerradas en sus casas con su abusador.
El incremento se veía venir. La advertencia llegaba desde otros países: en España se reportan 3.000 casos diarios de violencia intrafamiliar, además de que las consultas electrónicas se han aumentado en un 269,57% a la línea de emergencias. En Italia, el feminicidio de Lorena Quaranta se convirtió en símbolo de la fatalidad de la violencia hacia las mujeres. Lo mismo ocurrió con Ana Paola, en México. En China, las líneas de atención colapsaron.
En Colombia no nos quedamos atrás. Entre el 20 de marzo y el 4 de abril han ocurrido 12 feminicidios en el país (en Cerosetenta contamos ocho entre el 25 y 31 de marzo, cuando arrancó la cuarentena nacional). Las llamadas por violencia de género han aumentado en un 103%, con respecto al año pasado. Esas llamadas han desbordado canales de atención oficiales como la Línea Púrpura, el mecanismo que creó el Distrito para direccionar y dar atención a casos. Y es que si el año pasado y en condiciones “normales”, en el país se reportaron 98.583 casos de violencia de género, la situación actual (con covid y confinamiento), puede ser tildada de aterradora.
“Yo creo que lo que nos llevó empezar a hacer esto fue el miedo a lo que podía pasar, a lo que veíamos que ya había pasado en otros países. Ahí empezamos a mover la Red, para ver cómo podíamos responder de una manera solidaria a estas situaciones”, asegura Ana*.
Junto con sus compañeras decidieron articularse para crear procesos de ayuda y contingencia en distintos casos de violencia de género ya que, como lo pudieron ratificar, las líneas de ayuda no han sido suficientes.
Según el reporte de atención de la Secretaría de la mujer, entre el 20 de marzo y el 5 de abril, la Línea Púrpura ha recibido 4,428 llamadas, sin contar 2,000 en las que quien llamaba colgó. El 50% de las llamadas recibidas fueron remitidas a la línea 123 y otros servicios de urgencias. Entre las restantes, el 49% son denuncias por violencia psicológica, 28% por violencia física y el 16% por violencia económica, lo que ocurre cuando el victimario asume control sobre los bienes materiales y, con ello, somete a la pareja.
La atención prestada por la Línea Púrpura se centra en dar un acompañamiento jurídico, psicológico y, en caso de ser necesario, las mujeres denunciantes son remitidas a los agentes de urgencias, como la Policía. Sin embargo, debido al alto nivel de recepción de denuncias (220 por día en promedio, y con una duración de 40 minutos por llamada), no todas están llegando a ser atendidas de manera inmediata.
La Línea Púrpura recibe en promedio 220 llamadas por día, y con una duración de 40 minutos por llamada.
Las cifras muestran que la institucionalidad está desbordada. Eso, para Olga Sánchez, directora de la Casa de la Mujer, “es un cuello de botella grandísimo porque están dando una atención como si no fuera un momento de crisis. Esto está retando a la institucionalidad para que responda de forma innovadora y no lo están logrando, así tengan muy buena intención”.
Sánchez cree que la insuficiencia en la respuesta se debe principalmente a que no se dimensionó la gravedad de la situación porque la institucionalidad suele basar sus acciones en las cifras:
“Toda la institucionalidad se ha armado sobre las mujeres que denuncian, y lo real es que no todas las mujeres denuncian. Esto está poniendo en evidencia que es más grande el problema, que es lo que venimos diciendo las organizaciones feministas. Las cifras no dan cuenta de la magnitud”, dice.
La cuarentena no sólo encierra a las mujeres con sus agresores sino que dificulta aún más la denuncia. Para Sánchez, la mujer se puede exponer a que se redoble la violencia en su contra. Asegura que quienes han llegado a denunciar no han recibido una orientación adecuada y que, por el contrario, se han encontrado con una minimización de la gravedad de sus casos: “a nosotras directamente nos han llegado casos de mujeres que no han encontrado ayuda en la Línea Púrpura ni en los organismos de urgencias. En el amanecer del domingo una amiga de una mujer, que no podía llamar directamente, nos escribió para decirnos que había llamado a la línea 155 en donde le habían dicho que el caso no era tan grave y le habían colgado”.
El problema, insiste Sánchez, es que esta situación termina por minar incluso más la confianza de las víctimas en las instituciones y entorpece los procesos de ayuda que puedan recibir.
Aún así, Diana Rodríguez, la Secretaria de la Mujer de Bogotá, le dijo a Cerosetenta que la respuesta que ha dado la Administración no tiene precedentes. Y, aunque fue totalmente inesperada y que las instituciones no estén preparadas, “hemos respondido con agilidad a estas nuevas circunstancias, y las cifras son una muestra de que las mujeres están atendiendo a nuestro llamado de no quedarse calladas, de buscar orientación y de denunciar si es el caso”.
Rodríguez asegura que la Secretaría empezó a prever la situación que se había creado en otros países y por eso dispuso de más de 60 líneas telefónicas en toda la ciudad, además de un chat que permite atender los casos que no pueden responderse en tiempo real. La Secretaria dice que en este momento están reforzando aún más las líneas, además de procurar que quienes llaman entiendan que no se trata de una línea de urgencia, sino de una de acompañamiento o de carácter post-preventivo.
Aún así, hay mujeres que todavía no consiguen comunicarse y les toca acudir a los canales que han creado organizaciones de la sociedad civil como la Red Solidaria de Mujeres. Ellas lo han comprobado: “a nosotras no nos ha pasado que hayamos tenido respuesta de la Línea Púrpura a alguno de los casos que hemos llevado”, dice Liliana*, otra de las integrantes de la Red Solidaria de Mujeres.
Eso explica por qué en menos de una semana, la Red Solidaria de Mujeres ya había atendido unos 30 casos que van desde violencia psicológica y económica, hasta casos que ponen en riesgo la integridad física o la vida de la mujer que las contacta.
Toda la institucionalidad se ha armado sobre las mujeres que denuncian, y la realidad es que no todas pueden hacerlo
“A nosotras nos da un poco de angustia pensar que, si la institucionalidad ya atiende mal las violencias tan directas como la física y la sexual, estas violencias tan invisibilizadas claramente no las van a tener en cuenta”, asegura Ana*. Por ello, el acompañamiento que hace la Red Solidaria de Mujeres procura tener en cuenta casos en los que la violencia se ejerce desde la responsabilidad del cuidado, en lo económico, en lo psicológico, en lo verbal, “y tantas otras que no se tienen en cuenta usualmente”, dice.
Ellas, que trabajan con los recursos de cualquier otro ciudadano, saben que tienen las limitaciones de no pertenecer a una entidad oficial, lo cual no les permite actuar a plenitud para resolver los casos que reciben.
“Esto es mucho más violento de lo que esperaban, por eso tuvimos que activarnos. Pero sí nos genera mucho malestar que el soporte que podemos dar es inmediato, no se extiende en el tiempo, y a las personas no se les soluciona la vida porque les mandemos una bolsa de arroz y unos fríjoles un día. Estos son temas de largo aliento que le corresponden al Estado”, insiste Liliana.
Las iniciativas ciudadanas se siguen articulando ante el desborde estatal. En una condición de cuarentena, de la que aún no se tiene certeza sobre su duración, lograr atención directa y efectiva a casos de violencia de género es una urgencia. Mientras se logra, la manada está atenta. La Red Solidaria de Mujeres está dispuesta a acompañar a las víctimas. Hacen lo posible por convertirse en compañía en los momentos en que no hay táctica que valga para mitigar al abusador. Quieren lograr que las mujeres sepan que pueden llamarlas cuando se sientan solas.