Yo sabía que ese año iba a pasar algo. Que iba a irme. Y que si me iba, tenía que dejar al perro. Allá no permiten eso, un cubano no puede llevarse su perro a menos que tenga residencia en otro país. El mío se llama Soba y se quedó en el patio grandísimo de los padres de una amiga. Por eso el libro. Por eso Mi novia preferida fue un bulldog francés. Es un pretexto, por supuesto. Uno para hablar de descomposición familiar. Cuando tu familia es un animal, ¿qué puedes esperar del mundo? Es un diálogo. Primero, desde el perro. Después, desde algo mitad salvaje mitad instintivo. Yo sabía que eso iba a pasar e iba a tener que dejarlo, al perro, que era mi familia y se quedó en Cuba.
El libro fue un delirio, casi. Lo escribí en muy poco tiempo. Entre junio y octubre del 2014. Pensaba las frases y ya estaba, como un hilo que iba jalando y jalando. Son quince cuentos, no me gusta tanto la palabra relatos. Son quince porque siempre son quince. Me gusta ese número. Es un poco ególatra: yo nací el 15 de diciembre. Bueno, mi abuela también murió un día 15. Es como un mantra. Quin-ce. Impar, medio, raro.
Pudo haber sido un libro de historia porque estoy contando la realidad. Pero es de ficción, de ficciones reales. El cuento de Wanda hace parte de esas cosas que pasan en Cuba y nadie se entera.
Era mi esposo con un machete.
Vete de aquí.
No me voy.
Que te vayas.
No me voy.
A ver, qué vas a decirme.
Nada.
Entonces qué quieres.
Matarte, puta.
Un asesinato que no pasó por las noticias, pero pasó. La realidad cubana no es solo Fidel y Raúl. Es el día a día. Estos cuentos son flashes, este libro es un contraperiódico.
De Cuba me fui hace dos años. Podría decirse que persiguiendo un amor. Estaba pasando trabajos y me pareció coyuntural. Sin empleo, alquilada y con deudas por pagar. Si me hubieran dicho Haití o Indonesia, lo mismo me habría dado. Miami fue algo azaroso. Y está cerca, ¿entiendes? La Habana y Miami están cerca. Hay veces en que no notas la diferencia. Vivía de corregir lo que escribían los demás, de las becas, de los premios y de los concursos. Todo muy underground. Estudié para ser profesora de teatro pensando en especializarme en otra cosa, algo teórico. Me gusta eso, la teoría, la crítica. Resultó, entonces, que no era posible. No tenía permiso, no dejaba el Gobierno, imposible soñar con más. Y yo les dije: ¿Ah, sí?, bueno. No trabajo. No soy manipulable en ese sentido. No soy nada que no quiera ser.
Yo no quiero ser un hombre
yo no voy a ser un hombre,
He parecido un cangrejo
una palma corcho
un alien
pero nunca un hombre
yo nunca sería un hombre.
La literatura necesita una bandera y un principio, siempre. Y ser política, porque eso es inherente. Quien diga que la literatura no es política, miente. A veces no es obvio. Es más, prefiero que no lo sea. No me gustan las obviedades. Como cuando me preguntan sobre Cuba, si el sistema es una mierda o si estoy de parte o en contra. ¡Que no se trata de estar de parte o en contra! Todo se ha descompuesto y nadie es de ningún lado. Es incómodo hablar de esquinas. Así como es incómodo hablar de géneros, responder qué tipo de literatura hago. Me interesan los libros y las historias, no los géneros. Es ingenuo pensar que existen. Las formas están para usarlas, son herramientas y lo que haces con ellas es tu problema. No le pongo apellidos: hago poesía.
Toma una al azar
desnúdala y mírala
verás que presenta un par
delicioso y voluminoso
que constituye anomalía
Toma una al azar
y no te la comas
aunque se alteren
tus papilas.
Hago poesía, sí. No “poesía erótica”. Hay erotismo, claro, porque esa es la esencia de todo y está en todo. Tal vez si el presidente Maduro se cogiera más a la mujer, estaría menos tenso y sería menos estúpido. Pero no existe una literatura ni una poesía erótica. Y si me preguntan qué pienso, pues no sé. No pienso nada.
A veces, uno se cree loco y enfermo, y ni una cosa ni la otra. Son malas formas y ya
¿Te has dado cuenta, mientras conversamos, que titubeo mucho? Me cuesta expresar una idea lógica. La pienso con absoluta coherencia, pero me es difícil sacarla. Cuando escribo me pasa igual. Es una corriente de pensamientos más coherentes que cuando hablo, pero corriente al fin de cuentas. Me gusta. No la freno ni le doy buena forma. Me interesa la mala forma. Así como me interesan la locura y la enfermedad. Están siempre en mis textos y no es por gusto. La locura como enfermedad y la enfermedad como algo más terrible que la guerra misma. Ponen bombas, se fusilan, hay guerrillas. Ya nadie se acuerda de que enfermarse es otra forma de morirse. Es otra guerra. A veces, uno se cree loco y enfermo, y ni una cosa ni la otra. Son malas formas y ya.
Es que tiene su encanto, como pasa en la música. En mi top cinco están Nina Simone, Bob Marley, Glend Gould, Natalia Lafourcade y Bola de Nieve. Malas formas a su manera. Me gustaría poder escribir como ellos hacen música. Mi hermana es violonchelista. Para ella es el cuento que se llama Dios.
Entonces ella entraba, me miraba, se sentaba, me miraba, abría las piernas, me miraba, cogía el aparato, me miraba, lo ponía entre sus piernas, me miraba, lo acomodaba, me miraba, sacaba la pica, me miraba, movía las llaves, me miraba, tensaba las cuerdas, me miraba. Me miraba con la misma mirada de mamá, con el mismo mentón, la misma nariz, los mismos dientes.
Es muy morboso porque nos enamoramos. Eso, bueno, no es verdad. Pero otra vez es la idea de quedarse solo porque la sociedad está descompuesta. Nos quedamos solas en ese mundo y no tenemos más opción que querernos. Querernos de la forma que sea. De eso se trata todo. De eso se trata la vida. De eso se trata el libro. Mi novia preferida fue un bulldog francés. ¿Entiendes? Aunque ahora que lo pienso, uno sí puede tener una exnovia preferida. Muchas, muchas exnovias y muchos exnovios, sobre todo para usarlos y convertirlos en literatura. Lo que no puede tener es un exbulldog. Los bulldogs son para siempre.